Reportaje

La guerra de las sanciones

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 16 minutos

Iransocios[Abrir el gráfico en tamaño completo]

Madrid | Enero 2008

El eje del mal va bien, gracias. Eso, al menos, sugieren las cifras de negocios de grandes corporaciones europeas con negocios en Irán: pese a los insistentes tambores de guerra que jalonan las relaciones entre Washington y Teherán, el socio comercial más importante del país chií no es otro que la Unión Europea.

Aunque el alineamiento diplomático en el ajedrez internacional pueda sugerir otra cosa, el volumen de negocios de Alemania, Francia e Italia con Irán supera el de China y Rusia. No es algo secreto: las mayores compañías alemanas, como Siemens o BASF, exportan regularmente maquinaria y productos químicos a Irán y a menudo lo hacen con el apoyo del Gobierno, que fomentó estas exportaciones con créditos por valor de 800 millones de euros en 2006.

Unas 1.700 compañías alemanas comercian con empresas persas. Desde agosto, la española Unión Fenosa, a través de su filial Socoin, trabaja en un proyecto de gas licuado en Irán, al igual que hace Repsol YPF desde enero de 2007.

Unas 1.700 compañías alemanas comercian con empresas persas, al igual que Unión Fenosa o Repsol YPF

Ni siquiera Inglaterra se adhiere al boicot estadounidense. Al mismo tiempo que Tony Blair, en consonancia con la postura de Bush, calificaba a Irán de “amenaza para toda la región” y lo acusaba de “apoyar activamente a terroristas”, el gubernamental Departamento de Garantías de Créditos de Exportación (ECGD) ofrecía respaldo a las empresas británicas que exportaban a Irán. A finales de 2007, el valor de este apoyo se estimaba en 380 millones de euros.

Desde luego, todos estos negocios son legales: hasta marzo de 2007, las sanciones de Naciones Unidas únicamente prohibían exportar a Irán material destinado al desarollo nuclear. Desde entonces, la resolución 1.747 pide “comedimiento” a la hora de vender armamento pesado —carros de combate, helicópteros, misiles— al régimen iraní y “exhorta a los Estados e instituciones financieras internacionales a que no asuman nuevos compromisos de otorgar subvenciones, asistencia financiera ni préstamos, salvo con fines humanitarios y de desarrollo”, pero no ilegaliza los ya asumidos.

La restricción del apoyo oficial no siempre asfixia el negocio: pese a la fuerte reducción de los créditos oficiales, el valor de las exportaciones alemanas a Irán aumentó hasta los 3.800 millones de euros en 2006.

Contraataque

El único país que no se lleva parte del pastel es Estados Unidos. Desde 1980, año de la toma de rehenes en la embajada estadounidense de Teherán, Washington prohíbe los negocios con Irán, exceptuando productos como alfombras, caviar y frutos secos. Y en el último año ha desarrollado una discreta pero eficaz labor diplomática entre las compañías europeas para estrechar el cerco.

Washington prohíbe los negocios con Irán, exceptuando productos como alfombras, caviar y frutos secos

En junio pasado, la Comisión de la Bolsa de Estados Unidos (SEC) lanzó una andanada contra lo que consideraba negocios poco éticos: publicó en internet una lista de 57 empresas con actividades en Irán y otras activas en Cuba, Sudán, Siria y Corea del Norte. “Ningún inversor puede tener ya dudas sobre si sus ahorros están fomentando indirectamente un puerto franco para terroristas,” declaró el presidente de la SEC, Christopher Cox. El fin declarado era movilizar a los fondos de jubilación, sensibles a la opinión pública. Pero la pólvora se gastó pronto: un mes más tarde, la SEC retiró la lista tras las protestas de algunas empresas que aseguraban que sus actividades se limitaban a contratos a punto de terminar.

Entre bambalinas, no obstante, la guerra continúa. Según informa la prensa alemana, durante todo 2007, representantes del Gobierno estadounidense visitaron bancos y federaciones de empresarios alemanes para convencerles de reducir sus relaciones comerciales con Irán. Tres bancos alemanes sí parecen haber hecho caso a las insinuaciones de “posibles consecuencias para el negocio en Estados Unidos”.

La campaña no es secreta: Stuart Levey, responsable de terrorismo en el Ministerio de Finanzas estadounidense, aseguró el año pasado que la iniciativa tenía éxito: unos 40 bancos, la mayoría europeos, habrían aceptado frenar sus actividades, según la prensa norteamericana. En marzo, Levey viajó con el mismo objetivo a Dubai, donde Washington ha abierto una oficina especializada para rastrear la presencia de Irán en el mundo de los negocios.

La metrópoli de los Emiratos Árabes Unidos, el centro financiero del mundo árabe, canaliza una parte sustanciosa del comercio extranjero con Irán. Gran cantidad de mercancías norteamericanas se exportan a Dubai para luego reexpedirse a la república islámica. El puerto iraní de Bandar Abbas dista pocos centenares de kilómetros de Dubai y al intenso tráfico marítimo se añade el contrabando con pesqueros que cruzan el Estrecho de Ormuz.

Quienes sufren las consecuencias de la presión norteamericana son sobre todo los empresarios iraníes asentados en Dubai: desde que Estados Unidos dio un toque de atención a bancos como HSBC o Deutsche Bank, empiezan a faltar los créditos, imprescindibles para sus negocios, denuncian.

Trampas en la ley

Eso sí, antes de lanzar la campaña, Estados Unidos tuvo que empezar barriendo ante la propia puerta: según un reportaje de la CNN, en 2003, más de 30 compañías estadounidenses, entre ellas gigantes como General Electric o Halliburton, disponían de oficinas en Teherán. Aún en 2005, la cadena norteamericana de televisión MSNBC documentó la presencia de empleados, oficinas y camiones de Halliburton en Pars, un campo de pozos de petróleo iraní.

La nueva ley excluirá del mercado estadounidense a toda compañía extranjera que haga negocios en Irán

La empresa —dirigida por Dick Cheney antes de que éste asumiera el puesto de vicepresidente de EE UU— aclaró que trabajaba de forma legal, porque se trataba de una “subsidiaria independiente” registrada en las Islas Caimán. Aparentemente, desde agosto de aquel año, la actividad de la compañía en Irán ha cesado. Eso, al menos, sugiere una nota de Irán que anulaba por corrupción la concesión estatal a la petrolera Oriental Oil Kish, el socio iraní de Halliburton en los yacimientos gasíferos de Pars.

Si todavía hay otras empresas estadounidenses activas en Irán —algo difícil de confirmar tras la retirada de la lista de la SEC—, pronto tendrán que echar el cierre: en junio, el Congreso de Diputados estadounidense aprobó una ley, promovida por el diputado demócrata Tom Lantos, que endurece las sanciones y prevé cerrar los ‘agujeros’ de la legislación anterior. Además, excluiría del mercado estadounidense automáticamente a toda compañía extranjera que haga negocios en Irán. Una vez que pase por el Senado, la ley debe ser firmada por el presidente —lo que ocurrirá probablemente este año—, antes de entrar en vigor.

Shirin Ebadi

“Estoy en contra de las sanciones”

Shirin Ebadi (Roma, Dic. 2014) |  © Darío Menor
Shirin Ebadi (Roma, Dic. 2014) | © Darío Menor

Premio Nobel de la Paz, abogada y activista de derechos humanos, Shirin Ebadi es la voz disidente más conocida de Irán. No ahorra críticas al régimen conservador religioso. Estados Unidos mantiene sanciones comerciales contra Irán.

¿Le parece una medida de presión correcta?

Estoy en contra de las sanciones económicas, porque hacen sufrir a la población. Lo que promuevo son sanciones políticas, no económicas. Los países europeos podrían reducir sus relaciones políticas con Irán hasta un nivel mucho menor del que hay ahora. Es algo que no haría sufrir a la población.

¿Por ejemplo?

Por ejemplo podrían retirar a los embajadores. Es algo que ya ocurrió antes de que los reformistas llegaran al poder. Pero hay muchos más aspectos.

Las multinacionales europeas siguen haciendo negocios en Irán. ¿Deberían continuar?

Creo que los europeos, a la hora de firmar acuerdos comerciales con Irán, se olvidan completamente de los derechos humanos. Ya dije que estoy en contra de las sanciones. Pero los acuerdos comerciales que se firmen con Irán deberían tener en cuenta el bienestar de la población iraní. Si las empresas construyen una carretera para nosotros o una fábrica, está muy bien. Pero desafortunadamente, lo que hacen es llevarse nuestro petróleo y vendernos coches. Esto no nos beneficia.

¿Cambiará algo en las elecciones legislativas de marzo?

Según una ley aprobada hace pocos años, que es anticonstitucional, los candidatos deben ser aprobados por el Consejo de los Guardianes. Y éste veta a cualquiera que haya dicho algo contra el Gobierno en algún momento. Mientras esta ley esté en vigor, no tendremos elecciones libres. No digo a los demás lo que tienen que hacer, no soy política, pero yo no votaré.

La nueva ley endurecerá una norma similar de 1996, que hasta ahora ha sido aplicada con mesura. En agosto de 2006, Washington vetó a siete empresas: aparte de dos fabricantes de armamento rusos, la medida afectó a una compañía cubana, dos norcoreanas y dos indias. La petrolera rusa Lukoil, con amplios intereses en el mercado norteamericano, no fue castigada, pero anunció en octubre que suspendía su trabajo en Irán para evitar las sanciones.

En realidad, la ley permite castigar de la misma manera a cualquier empresa que invierta más de 20 millones de dólares en el sector energético de la república islámica, pero otorga al Gobierno la facultad de suspender las medidas. De hecho, éste nunca ha golpeado a multinacionales como la francesa Total o el gigante semipúblico italiana Eni, con voluminosos negocios en el sector de los hidrocarburos iraníes y presentes en Estados Unidos. Esta facilidad para resultar exentos de las sanciones desaparecería si se aprueba la nueva ley.

Optimismo alemán

De momento, las grandes corporaciones europeas se muestran poco impresionadas por la campaña de Washington: en su web oficial, Renault anuncia con orgullo sus planes de expansión en Irán, donde ya fabrica los modelos Logan y Megane, y detalla que el país asiático se convertirá en base para la exportación del modelo local Tondar. También Carmen Herrero, portavoz de Repsol YPF, asegura a La Clave que la petrolera piensa seguir trabajando en el país con normalidad. Confirma que “Estados Unidos lleva años ejerciendo presión”, pero no ve motivo para una retirada mientras no haya una norma internacional al respecto.

La Cámara de Comercio de Hesse, un estado federal alemán, invitaba en septiembre a una reunión en la que primaba el optimismo: “Irán está acostumbrado a las crisis… y de cualquier manera siempre sigue adelante”, señalaba la nota, antes de añadir que “el potencial económico de Irán justifica sin duda este punto de vista positivo”. Destacados expertos alemanes añaden que, en todo caso, la parte del pastel que dejen de comerse las empresas germanas la añadirán a su plato las compañías chinas o malayas.

«Kohl se negó a respaldar públicamente a Rushdie. ¿Sería por los negocios de Thyssen en Irán?»

Quien no ve tan positivo los negocios alemanes con Irán es el afamado periodista alemán Günter Wallraff, buen conocedor de la sociedad persa y apasionado crítico del régimen teocrático. Considera preocupante el “exquisito respeto” que el Gobierno alemán profesa a los dirigentes de Teherán desde hace décadas.

“Cuando la fetua contra Salman Rushdie estaba recién proclamada y Rushdie vivía escondido en mi casa —recuerda Wallraff—, le pedí al entonces canciller Helmut Kohl que se encontrara públicamente con el escritor perseguido, un gesto que apoyaban incluso los consejeros más cercanos a Kohl. Pero el canciller lo rechazó tres veces, citando razones políticas. ¿No serían motivos económicos? ¿Acaso los negocios de Thyssen, el gigante alemán de acero, en Irán?”

Wallraff cree que las sanciones son un medio adecuado para inducir un cambio en las políticas del presidente, Mahmud Ahmadineyad. Algo en lo que choca con la premio Nobel de la Paz iraní Shirin Ebadi, igualmente crítica con el régimen de Teherán, que rechaza este tipo de medidas y prefiere “sanciones políticas” que no reduzcan las relaciones comerciales.

Tensión guerrera

El reciente incidente del Estrecho de Ormuz —el acoso de un buque de guerra estadounidense por cinco lanchas iraníes—, calificado como una provocación arriesgada por parte de Washington pero descrito como “montaje” por Teherán, ha vuelto a desatar las especulaciones sobre un posible enfrentamiento militar entre ambas potencias. Algo a lo que contribuyó también la nueva andanada verbal de George W. Bush durante su reciente gira por los países del Golfo: llamó Irán “el mayor patrocinador de terrorismo del mundo”.

Alemania, en la cabeza

3.800 millones de euros fue el volumen de las exportaciones de Alemania a Irán en 2006. Berlín es desde hace décadas un firme valedor de Teherán en el mundo comercial, aunque su apoyo no sea tan visible en la diplomacia.

2,5 millones de barriles de petróleo al día exporta Irán. Es el quinto productor y exportador de crudo en el mundo y el segundo de Oriente Medio.

70 activistas que se manifestaban contra la discriminación legal de las mujeres fueron arrestados en junio de 2006 en Teherán y detenidos durante un mes. Human Rights Watch resume que, en Irán, actualmente “cualquiera puede ser detenido por cualquier cosa”.

Curiosamente, esta aparente vuelta de tuerca viene sólo un mes después de que las agencias de espionaje estadounidenses descartaron, en una declaración inesperada, que Teherán tuviera un programa armamentístico nuclear.

Wallraff no se fía. “El que Washington retire de repente toda la campaña contra Irán me parece exactamente igual de sospechoso que antes las grandes palabras guerreras. De Bush no te puedes fiar en absoluto. Puede ser, sí, que necesite salvar su cara después de tanto amenazar con la guerra. Sólo que la amenaza de Irán sigue ahí: a Ahmadineyad hay que tomarlo en serio”, advierte.

La guerra con Irán está prácticamente descartada, sobre todo después de hundirse Pakistán en el caos

A juicio de otros analistas, la guerra con Irán está prácticamente descartada, sobre todo después de hundirse Pakistán en el caos y teniendo en cuenta que a Bush le queda menos de un año en la Casa Blanca. Lo que tampoco está claro es si las sanciones pueden aumentar el descontento de la población iraní con un régimen que no cuenta con las simpatías de la clase media y de la juventud —la tesis que defiende Wallraff— o si, por el contrario, darán alas a la propaganda de los sectores más intransigentes para unir a la población bajo la bandera de la lucha contra el enemigo exterior.

También queda por ver la capacidad de los iraníes de a pie de forzar la mano a los mulás, vista la reacción del Gobierno frente a la campaña del ‘millón de firmas’, liderada por Shirin Ebadi, que expresa el descontento de los ciudadanos con las leyes que restringen los derechos de las mujeres. “Desafortunadamente, nuestro Gobierno no es capaz de aceptar siquiera esta manera tan pacífica de mostrar nuestro desacuerdo. Muchos de los voluntarios que difunden la campaña están ahora procesados por la Justicia,” denuncia Ebadi. Pero es optimista: “Cuanto más aprieta el Gobierno, más poder adquieren las mujeres para protestar contra esta presión”.

Günter Wallraff

“Irán no va nada bien”

Günter Wallraff (Estambul, 2010)  |  © Ilya U. Topper/ M'Sur
Günter Wallraff (Estambul, 2010) | © Ilya U. Topper/ M’Sur

Decidido defensor del diálogo con el islam, el periodista alemán Günter Wallraff aboga por endurecer la postura frente a lo que llama el “régimen religioso-fascista” de Ahmadineyad.

¿Apoya las sanciones de Washington?

Siempre he estado totalmente en contra de la política de Bush en Iraq, desde antes de la guerra, pero a la vez he pensado que la política de presiones contra Irán podía tener efectos positivos. Estoy convencido de que el programa de desarrollo armamentístico nuclear sólo se ha suspendido por las dificultades económicas. Porque, económicamente, Irán no está nada bien situado. Los jóvenes, aunque no lo muestren abiertamente, sí que sienten el impacto del aislamiento de Irán, sobre todo la clase media.

¿La presión no une al pueblo?

Si se hicieran encuestas secretas, resultaría que hay una amplia opinión pública a favor de Estados Unidos. Lo consideran el enemigo de su enemigo interno, que es el régimen, y así se convierte prácticamente en amigo. No en las zonas rurales, claro, pero sí en las grandes ciudades. Sobre todo los jóvenes están hasta el gorro de la política de restricciones sociales y de que sólo puedan vivir en secreto los temas sexuales. Admiran absolutamente todo lo que venga de EE UU y lo que ven a través de la televisión vía satélite.

¿Un boicot reforzaría esta sensación?

La retirada de las grandes corporaciones con negocios en Irán aceleraría este proceso. Desde luego conllevaría problemas para la población, pero es que los problemas ya los tienen de todas formas. El precio de la gasolina sube cada vez más y afecta a la movilidad de la clase media.

¿Cree que se anuncia un cambio?

Irán es una nación llena de jóvenes. La oposición se mantiene en contacto via internet. Hay un gran movimiento de blogs. Los no religiosos están hasta el moño de los mulás. No le doy más de diez años al régimen.

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