Opinión

La semilla del diablo

Uri Avnery
Uri Avnery
· 13 minutos

opinion

Desde que fui testigo del alzamiento de los nazis durante mi infancia en Alemania, cualquier atisbo de fascismo me huele a chamusquina, por muy leve que sea el olor.

Cuando comenzó el debate sobre la solución del ‘Estado único’ empecé a olerme lo peor.

¿Te has vuelto loca?, le dije a mi nariz, esta vez estás totalmente equivocada. Éste es un plan de la izquierda. Lo presentan izquierdistas de credenciales incuestionables, los mayores idealistas de Israel y parte del extranjero, incluso los marxistas declarados.

Pero mi nariz insistía. Me seguía oliendo a chamusquina.

Ahora parece que, al fin y al cabo, mi nariz estaba en lo cierto.

Ésta no es la primera vez que un plan kosher e izquierdista trae consecuencias propias de la extrema derecha.

Eso le ocurrió, por ejemplo, al símbolo más inquietante de la ocupación: el muro de separación. Fue una idea de la izquierda.

Los derechistas se dieron cuenta de que el muro era una oportunidad para entregar Cisjordania a los colonos

Cuando los ataques ‘terroristas’ se multiplicaron, los políticos de izquierdas, encabezados por Haim Ramon, ofrecieron una solución milagrosa al problema: un obstáculo infranqueable entre Israel y los territorios ocupados. Argumentaron que detendría los ataques sin recurrir a actos de brutalidad en Cisjordania.

La derecha se opuso completamente a la idea. Para ellos se trataba de una conspiración para fijar las fronteras del Estado y promover la solución de los dos Estados, que veían (y aún ven) como una amenaza para sus planes.

Pero de pronto la derecha cambió de parecer. Se dieron cuenta de que el muro ofrece una oportunidad magnífica para anexionar grandes extensiones del territorio de Cisjordania y entregarlos a los colonos. Y eso es lo que sucedió: el muro/valla no se levantó conforme al recorrido de la Línea Verde sino bien adentrado en Cisjordania. Se lleva gran parte de las tierras de las aldeas palestinas.

Hoy en día, los izquierdistas se manifiestan todas las semanas contra el muro, la derecha envía soldados a dispararles y la solución de los dos Estados se ha aplazado.

Ahora, los derechistas han descubierto la solución del Estado único. Me huele a chamusquina.

Uno de los primeros fue Moshe Arens, ex ministro de Defensa. Arens es un hombre de extrema derecha, un miembro fanático del Likud. Empezó a hablar del Estado único que abarcaría del mar Mediterráneo al río Jordán, en el que a los palestinos se les concederían plenos derechos, incluidos la ciudadanía y el voto.

Me froté los ojos. ¿Es éste el mismo Arens? ¿Qué le ha pasado? Pero lo que parece un misterio tiene una solución simple.

Arens y sus compañeros se enfrentan a un problema matemático que parece no tener solución: convertir el triángulo en círculo.

Su objetivo tiene tres lados: (a) un Estado judío, (b) la Tierra de Israel como un todo, y (c) la democracia. ¿Cómo combinar estos tres lados para formar un círculo armonioso?

Entre el mar y el río viven ahora unos 5,6 millones de judíos y 3,9 millones de palestinos, una proporción de un 59% de judíos frente a un 41% de palestinos (incluidos los habitantes de Cisjordania, la Franja de Gaza, Jerusalén Este y los ciudadanos árabes de Israel). Esta cifra no incluye, por supuesto, a los millones de refugiados palestinos que viven fuera del país.

Varios ‘expertos’ han tratado de cuestionar estas cifras, pero los estadísticos respetados, incluso los israelíes, las aceptan con pequeños cambios aquí y allá.
Eso sí, la proporción ¡ay! está cambiando rápidamente a favor de los palestinos. La población palestina se duplica cada 18 años. Incluso teniendo en cuenta el crecimiento natural de la población judía en Israel y la inmigración potencial en un futuro previsible, se puede predecir con precisión casi matemática cuándo constituirán los palestinos una mayoría entre el Jordán y el mar. Es una cuestión de años más que de décadas.

¿La inevitable conclusión? Se pueden hacer cuadrar dos de las tres aspiraciones, pero no las tres a la vez: (a) un Estado judío en todo el país no puede ser democrático, (b) un Estado democrático en todo el país no puede judío y (c) un Estado judío y democrático no puede incluir la Tierra de Israel en su totalidad.

Simple. Lógico. No hay que ser Moshe Arens, ingeniero de profesión, para verlo. Por lo tanto, la derecha está buscando otra lógica que permita la creación de un Estado judío y democrático para el país entero.

La semana pasada, Haaretz publicó una noticia sensacional: las personalidades más destacadas de la extrema derecha —de hecho, algunas de las más extremistas— aceptan la solución del Estado único desde el mar hasta el río. Hablan de un Estado en el que los palestinos serán ciudadanos de pleno derecho.

Arens y sus compañeros se enfrentan a un problema matemático sin solución: convertir el triángulo en círculo

Los derechistas citados en el artículo de Noam Sheizaf no ocultan sus razones para adoptar esta línea: quieren impedir la creación de un Estado palestino junto a Israel, que supondría el final de la empresa colonizadora y la evacuación de decenas de asentamientos y ‘puestos de avanzada’ por toda Cisjordania. También quieren poner fin a la creciente presión internacional a favor de la solución de los dos Estados.

Entre los izquierdistas de todo el mundo, que abogan por la solución del Estado único, la noticia fue recibida con gran alegría. Se burlan del bando pacifista israelí (no hay nada con lo que los izquierdistas disfruten más que burlándose de otros izquierdistas) y elogian a la derecha israelí. ¡Qué magnanimidad! ¡Qué disposición a dar su brazo a torcer y adoptar los ideales de sus adversarios! ¡Sólo la derecha conseguirá la paz!

Pero si estos hombres de bien se leyeran los textos, descubrirían que no es necesariamente así. Para ser precisos, es todo lo contrario.

Los seis derechistas citados en el artículo están de acuerdo en una serie de puntos que merecen tenerse en consideración.

Primero: todos ellos excluyen la Franja de Gaza de la solución propuesta. Gaza no será ya parte del país. De este modo, el número de palestinos se reducirá en 1.5 millones, consiguiendo una mejora en el poco tranquilizador equilibrio demográfico. (Es cierto que en el acuerdo de Oslo, Israel reconoció Cisjordania y la Franja de Gaza como un territorio integral, pero los derechistas consideran que el acuerdo de Oslo es, de todas formas, un producto contaminado de los traidores izquierdistas).

Segundo: el Estado único será, por supuesto, un Estado judío.

Tercero: la anexión de Cisjordania se llevará a cabo de una vez, de modo que la construcción de asentamientos pueda avanzar sin mayores contratiempos. En un Gran Israel, la empresa colonizadora no podrá estar limitada.

Cuarto: No hay manera de otorgar la ciudadanía inmediatamente a todos los palestinos.

El autor del artículo resume así la propuesta de estos derechistas: «Un proceso que tardará entre una década y una generación aproximadamente, y cuando llegue a su término, los palestinos gozarán de plenos derechos personales, pero el Estado seguirá siendo, en simbología y espíritu, judío… Ésta no es la visión de ‘un Estado que pertenece a todos sus ciudadanos’ ni una ‘Isratina’ con una bandera que combine la media luna y la estrella de David. Seguirá habiendo una soberanía judía sobre este Estado único».

La derecha busca una lógica que permita la creación de un Estado judío y democrático para el país entero

Vale la pena escuchar bien las explicaciones de los propios iniciadores (el énfasis lo añado yo):

Uri Elitsur, ex director general del Consejo de Judea y Samaria (autoridad de los colonos conocida como ‘Yesha’): «Yo hablo de un Estado judío que sea el Estado del pueblo judío, y en el que existirá una minoría árabe».
Hanan Porat, uno de los fundadores de Gush Emunim (autoridad de los colonos religiosos y el hombre que pidió a los judíos que se alegraran y celebraran tras la masacre de Baruch Goldstein en Hebrón): «Estoy en contra de la ciudadanía automática que propone Uri Elitsur, que es una idea ingenua y podría tener graves consecuencias. Propongo la aplicación de la ley israelí en los territorios por partes; primero en las zonas en las que (todavía) hay mayoría judía y, en un espacio de tiempo de una década a una generación, en todos los territorios».

Porat propone dividir a los palestinos en tres categorías: (a) Aquéllos que quieran un Estado árabe y estén dispuestos a conseguirlo por medio del terrorismo y de la lucha contra el Estado. Éstos no tienen lugar en la Tierra de Israel. Traducción: Serán expulsados. (b) Los que se hayan resignado a aceptar su lugar y a la soberanía judía pero no estén dispuestos a tomar parte en el Estado ni a cumplir con todas sus obligaciones para con él. Éstos estarán amparados por los derechos humanos pero no tendrán derecho a representación política en las instituciones del Estado. (c) Los que declaren que serán fieles al Estado y presten juramento de lealtad al mismo. A éstos se les concederá la ciudadanía plena. (Serán, por supuesto, una pequeña minoría.)

En las soluciones de los derechistas subyace siempre la misma idea principal: «en un futuro lejano»

Tzipi Hutubeli, miembro del Parlamento en la periferia extremista del Likud: «En el horizontepolítico tiene que vislumbrarse la ciudadanía para los palestinos de Judea y Samaria… Esto ocurrirá poco a poco… El proceso debe llevarse a cabo a lo largo de mucho tiempo, tal vez incluso una generación, y mientras tanto la situación de las tierras se estabilizará y los símbolos del Estado judío y su carácter estarán sujetos a la ley… El signo de interrogación que se cierne sobre Judea y Samaria será eliminado… Primero viene mi profunda fe en nuestro derecho sobre la Tierra de Israel. Shiloh y Bet-El (en Cisjordania) son para mí tierras de nuestros antepasados con todo lo que ese término implica… En este momento, se habla de otorgar la ciudadanía en Judea y Samaria, no en Gaza. Que quede claro: Yo no reconozco derechos políticos a los palestinos en la Tierra de Israel… Entre el mar y el Jordán hay espacio para un solo Estado, un Estado judío».

Moshe Arens: «La integración de la población árabe (de Israel) en la sociedad israelí es una condición previa, y sólo después se puede hablar de ciudadanía para los palestinos en los territorios». Traducción: Arens propone centrarse en la integración de los ciudadanos árabes de Israel —algo que no ha sucedido en los últimos 62 años— y sólo después plantearse la cuestión de la ciudadanía para la población de Cisjordania.

Emily Amrussi, una colona que organiza encuentros entre los colonos y los palestinos de los pueblos vecinos: «No me describáis como una de las que hacen presión para llevar a cabo la solución del ‘Estado único’. Al final se llegará a eso, pero todavía estamos muy lejos. Hablemos primero de un solo país… No hablamos en términos de ciudadanía sino de relaciones entre vecinos… En primer lugar, dejemos que se conviertan en mis buenos vecinos y ya les daremos derechos luego… En un futuro lejano será necesario avanzar hacia una ciudadanía para todos».

Reuven Rivlin, portavoz de la Knesset: «El país no puede dividirse… Me opongo a la idea de un Estado que pertenezca a todos sus ciudadanos o de un Estado binacional, y se me ocurre un régimen de soberanía conjunta de Judea y Samaria en el marco del Estado judío, incluso un régimen de dos Parlamentos, judío y árabe… Judea y Samaria serán un co-dominio, sostenido conjuntamente… Pero estas cosas llevan su tiempo… Dejad de atacarme con la demografía».

El régimen aquí descrito no es un Estado de apartheid sino algo mucho peor: un Estado judío en el que la mayoría judía decidirá cuándo otorgar la ciudadanía a algún árabe, si es que se hace. La idea que sale a relucir una y otra vez, «tal vez de aquí a una generación» es, por naturaleza, muy imprecisa, y no por casualidad.
Pero lo más importante: hay un silencio ensordecedor sobre la madre de todas las preguntas: ¿qué ocurrirá cuando los palestinos lleguen a ser mayoría en el Estado único? No es una cuestión de ‘si’, sino de ‘cuándo’: No cabe la menor duda de que esto ocurrirá, no «dentro de una generación», sino mucho antes.
Este silencio ensordecedor habla por sí mismo. Quien no conozca Israel puede creer que los derechistas están dispuestos a aceptar semejante situación. Sólo alguien muy ingenuo puede esperar que se repita lo que sucedió en Sudáfrica, cuando los blancos (una pequeña minoría) entregaron el poder a los negros (la gran mayoría) sin derramamiento de sangre.

Ya hemos dicho que es imposible ‘convertir el triángulo en círculo’. Pero la verdad es que hay una forma: la limpieza étnica. El Estado judío puede ocupar todo el espacio entre el mar y el Jordán y seguir siendo democrático. Si no hay palestinos allí.

La limpieza étnica se puede realizar de forma radical (como en Israel en 1948 y en Kosovo en 1998) o de forma tranquila y sistemática, con decenas de sofisticados métodos, como está sucediendo ahora en Jerusalén Este. Pero no puede caber la menor duda de que ésta es la última etapa de la visión del Estado único de los derechistas. La primera etapa será un gran esfuerzo para llenar todo el país de asentamientos y la erradicación de toda posibilidad de llevar a la práctica la solución de los dos Estados, que es la única base realista para la paz.

En la película de Roman Polanski La semilla del diablo, una preciosa joven da a luz a un bebé precioso, que resulta ser el hijo de Satanás. La atractiva visión izquierdista de la solución del Estado único puede crecer hasta convertirse en un monstruo derechista.

¿Te ha gustado esta columna

Puedes ayudarnos a seguir trabajando

Donación únicaQuiero ser socia



manos