Opinión

«Estúpida, mala y cruel»

Uri Avnery
Uri Avnery
· 10 minutos

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 “De sangre y sudor/ Nacerá en nosotros una raza/ Orgullosa, generosa y cruel…”. Esto es lo que escribió Vladimir (Ze’ev) Jabotinsky, el fundador de la extrema derecha del sionismo, que también fue escritor y poeta. Los líderes actuales del Likud lo consideran su antecesor, de igual manera que Stalin consideraba a Karl Marx.

Sorprende la palabra “cruel”, porque parece poco convincente que Jabotinsky realmente quisiera decir eso. Su hebreo no era muy bueno; probablemente, quiso decir algo como “duro” o “resistente”.

La crueldad es el único rasgo que destaca en la vida de hoy, y más en los territorios ocupados

Si Jabotinsky viera el Likud de hoy en día, le entrarían escalofríos. Su partido de entonces fue una mezcla de nacionalismo extremo del siglo XIX, liberalismo y humanismo.

Paradójicamente, la crueldad es el único de los tres rasgos que destaca en la vida de hoy en día, especialmente en los territorios palestinos ocupados. No hay nada de que estar orgulloso. La generosidad es algo que se asocia con los despreciados izquierdistas.

Esta rutina, la brutalidad diaria que reina en los territorios ocupados, se grabó en vídeo esta semana. Un intenso flash en la oscuridad.

Ocurrió en la Ruta 90, una carretera que conecta Jericó con Beit She’an, atravesando el río Jordán. Es la carretera principal del valle del Jordán, que nuestros gobiernos quieren anexionar a Israel de una manera u otra. Está reservada exclusivamente al tráfico israelí y cerrada a los palestinos.

(Los palestinos tienen una broma con respecto a esto. Durante las negociaciones tras los acuerdos de Oslo, el equipo israelí insistió en quedarse con esta carretera. El jefe de las negociaciones palestino se giró hacia sus compañeros y exclamó: “¡Qué coño! Si tenemos otras 89 carreteras, ¿por qué tanta insistencia con esta?”)

El oficial levanta su rifle, golpea al joven danés en la cara y sonríe satisfecho

Un grupo internacional de activistas jóvenes propalestinos decidieron manifestarse en contra del cierre de la carretera. Invitaron a sus amigos palestinos a participar en un agradable paseo en bicicleta por la autopista. Los detuvo una unidad del ejército de Israel. Durante algunos minutos, se encontraron cara a cara unos con otros: los ciclistas, algunos con la típica kufía (pañuelo palestino) árabe cubriendo sus hombros, y los soldados, con sus rifles.

Cuando tienen lugar este tipo de situaciones, el ejército tiene instrucciones de llamar a la policía, que están entrenados para realizar este trabajo y cuentan con medios no letales para la dispersión de multitudes. Pero el comandante militar decidió no atender a estas instrucciones.

Todo lo que ocurrió pudo verse gracias a un vídeo que grabó uno de los manifestantes. Se ve muy claro, no hay ambigüedad alguna: es inequívoco.

El oficial, un teniente coronel, se sitúa frente a un joven rubio danés que solamente miraba, no decía ni hacía nada. Junto a él, se veían a más manifestantes y soldados. No había signo de violencia por ningún lado.

De repente, el oficial levanta su rifle, lo sostiene horizontalmente: una mano en la parte trasera y otra en el cañón y, con el cargador del arma, de terminación cuadrada, golpea al joven danés en la cara. La víctima cae al suelo. El oficial sonríe de manera burlona, satisfecho.

La televisión israelí emitió el vídeo por la noche. Casi todos los israelíes ya lo han visto cientos de veces. Cuanto más lo ves, más chocante es. La absoluta brutalidad de este acto, sin previa provocación alguna, hace que uno se estremezca.

Lo que diferencia a este caso del resto es que fue grabado con una cámara, y no oculta

Para los veteranos de las manifestaciones en los territorios ocupados, este incidente no nos coge por sorpresa. Muchos han sufrido esta brutalidad de diferentes formas.

Lo que diferencia a este caso del resto es que fue grabado con una cámara, y no una cámara oculta. Había muchas cámaras por allí; no solo las de los manifestantes sino también las de los fotógrafos del ejército.

El oficial debería haber tenido esto en cuenta. Simplemente, le importó un bledo.

Esta publicidad indeseable provocó un alboroto nacional. Evidentemente, no fue el acto en sí lo que disgustó a los líderes políticos y militares, sino la publicidad que trajo consigo. Este tipo de publicidad no fue para nada bienvenida, porque los hechos ocurrieron al mismo tiempo que 700 policías defendían gloriosamente el aeropuerto de Tel Aviv de la terrorífica invasión de 60 activistas internacionales pro derechos humanos.

El jefe del Estado Mayor del ejército condenó al oficial y lo destituyó inmediatamente. El primer ministro denunció también a los altos mandos que jugaron cartas del mismo palo. Como ya es bien sabido, nuestro ejército es “el más moral del mundo”, así que lo que ocurrió fue un acto imperdonable de un oficial sin escrúpulos. Se llevará a cabo una investigación más rigurosa, etc., etc.

El héroe de este suceso es el teniente coronel Shalom Eisner (“El Hombre de Hierro”, en alemán).

Lejos de ser excepcional, parece ser un oficial ejemplar del ejército, además de un israelí modélico.

Lo primero que llamaba la atención a los espectadores era la kipá que llevaba en la cabeza. “Bueno, por supuesto”, murmuraban muchos. Durante décadas, el movimiento nacional religioso ha infiltrado sistemáticamente los cuerpos de oficiales de las fuerzas armadas: empezaron con los cursos de reclutamiento de oficiales y después iban ascendiendo, con el fin de que uno de ellos terminara siendo proclamado jefe del Estado Mayor del ejército. Por ahora, es común encontrarse con tenientes coroneles con kipá… poco que ver con los miembros de los kibutz que dominaban a los cuerpos de oficiales cuando se creó nuestro ejército. En el momento del incidente, Eisner era vicecomandante.

El movimiento nacional religioso, al que pertenece el sector principal de los colonos, también fue el hogar de Yigal Amir, el asesino de Yitzhak Rabin, y de Baruch Goldstein, el autor de la matanza de los musulmanes de la mezquita de Hebrón.

Uno de los pilares de este movimiento es la Yeshivá Merkaz Harav (“Centro del Rabino”), donde el padre de Eisner fue un rabino destacado. Cuando tuvo lugar la evacuación de los colonos de la Franja de Gaza por Ariel Sharon, Eisner hijo estaba entre los manifestantes. El año pasado, Eisner fue fotografiado en el mismo punto de la Ruta 90 confraternizando con los manifestantes de la extrema derecha, que también protestaban en bicicleta.

Eisner no aceptó los reproches sin rechistar. Con una impertinencia sin precedentes, atacó al jefe del Estado Mayor del ejército, al comandante del Frente Central y a su comandante de división por haberle destituido. Ondeó su mano vendada para demostrar que a él lo atacaron primero y que actuó en defensa propia. Incluso consiguió que un médico confirmara que tenía roto uno de los dedos.

Esto es muy improbable. En primer lugar, por la manera en que coge el rifle en el vídeo, que habría sido imposible con un dedo roto. En segundo lugar, en el vídeo se ve que lo que hizo no fue en reacción a ningún ataque violento. En tercer lugar, había algunos fotógrafos del ejército por allí, que inmortalizaron cada detalle (que podría servir de prueba si se juzgara a los manifestantes en un tribunal militar). Si hubiera tenido lugar un acto de violencia, el ejército hubiera difundido esos vídeos el mismo día. En cuarto lugar y, desafortunadamente fuera de cámaras, Eisner golpeó también a dos mujeres en la cara y a un hombre en la espalda.

Él insiste fervientemente en que hizo lo correcto. Después de todo, consiguió disolver la manifestación, ¿no?

Sin embargo, parece que le quedó algo de remordimiento: admitió públicamente que “puede que haya sido un error actuar de esa manera en presencia de las cámaras”. Al oír estas declaraciones, el ejército y muchos comentaristas coincidieron en una cosa: no criticaron su brutalidad, sino su estupidez.

Como individuo, Eisner no es muy interesante. Si el ejército se abstuviera de alistar a gente estúpida, ¿qué sería de nosotros?

El problema es que Eisner no es una excepción, sino un representante de la norma. Hay gente excelente en el ejército, pero Eisner es solo un ejemplo de los muchos oficiales que proceden del crisol militar.

Eisner admitió que “podía haber sido un error actuar así delante de las cámaras”

Pero esto no solo ocurre en el ejército. Parafraseando a Jabotinsky: nuestro sistema educativo ahora produce “una raza/ estúpida, mala y cruel”. ¿Cómo no, después de 60 años de adoctrinamiento sin descanso y 45 años de ocupación? La ocupación y la opresión a otras personas corrompen a los ocupantes y hacen estúpidos a los opresores.

Cuando era adolescente, trabajé como recepcionista para un abogado judío-británico que estudió en Oxford. Muchos de sus clientes eran miembros de la administración colonial británica. La mayoría de ellos eran agradables, inteligentes, atentos y con un atractivo sentido del humor. Aún así, la administración británica actuaba con una asombrosa falta de inteligencia.

En esa época, yo era miembro del Irgún, cuyo objetivo era expulsarlos del país. En mi casa había un arsenal de armas, que se utilizaban para matarlos.

Como vivía entre dos mundos, constantemente me preguntaba: ¿cómo estos ingleses tan agradables pueden comportarse de manera tan estúpida?

Llegué a la conclusión de que ningún amo colonial actúa de manera inteligente. La situación colonial en sí les obliga a actuar en contra de su mejor naturaleza y de su mejor juicio.

De hecho, durante los primeros años de la ocupación israelí, ésta fue elogiada y calificada de “progresista” y “liberal”. El entonces ministro de Defensa, Moshe Dayan, dio órdenes de tratar a los palestinos de la manera más generosa posible. Les dejó comerciar con el enemigo y escuchar sus emisiones hasta la saciedad. En un gesto sin precedentes, mantuvo abiertos los puentes entre Cisjordania y Jordania, un país enemigo. (Yo bromeaba en aquella época con que Dayan, que no había leído un libro en su vida, no sabía que esto era impensable).

Detrás de esta política no había benevolencia, solamente la creencia de que si a los árabes se les dejara vivir en paz, no se sublevarían sino que aguantarían una ocupación eterna. De hecho, esto funcionó durante alrededor de 20 años; hasta que una nueva generación comenzó la primera intifada y vino la ocupación (estúpida, mala y cruel) junto con los oficiales al mando.

Hace dos días, Israel celebró el Día de la Conmemoración del Holocausto. A este respecto, me gustaría citar a Albert Einstein, judío y sionista:

“Si no somos capaces de encontrar el camino de la cooperación ni de los acuerdos sinceros con los árabes, entonces no habremos aprendido absolutamente nada durante estos dos mil años de sufrimiento y mereceremos todo lo que nos venga”.