Reportaje

Todos quieren a Kirkuk

Karlos Zurutuza
Karlos Zurutuza
· 12 minutos
Miliciano turcomano en Kirkuk (Iraq), Marzo 2013 | © Karlos Zurutuza
Miliciano turcomano en Kirkuk (Iraq), Marzo 2013 | © Karlos Zurutuza

«Kirkuk es el pozo negro en el que se refleja hoy Iraq». Lo dice Jalid Shwani, un diputado kurdo oriundo de esta ciudad en la frontera entre el Kurdistán autónomo en el norte del país y las regiones árabes. «No hay acuerdo político, ni diálogo, ni confianza entre las distintas comunidades», enumera.

El conflicto en Kirkuk no se limita a la pugna entre kurdos e iraquíes arabófonos para quedarse con la ciudad fronteriza. La tercera fuerza en la ecuación son los turcomanos, y nadie tiene muy claro de qué bando están.

Las comunidades de este pueblo de idioma túrquico se hallan dispersas por el norte de Iraq. Pero su mayor concentración se halla precisamente en Kirkuk, una ciudad que languidece en un limbo legal, desde que se decidió en 2007 celebrar un referéndum, siempre aplazado. Ni el Gobierno central de Bagdad ni las autoridades de la Región Autónoma del Kurdistán iraquí están dispuestos a soltar la plaza… y renunciar a los inmensos yacimientos de petróleo de sus alrededores, que cuentan entre los mayores del mundo.

La tensión se descarga a menudo en ataques suicidas, tiroteos, asesinatos selectivos y de vez en cuando despliegues ostentosos de tanques tanto del Ejército central como de las fuerzas autónomas kurdas. “Sabemos que estamos al borde del desastre y ya estamos preparándonos para ello», confiesa Jalid Shwani.

Kirkuk es una inmensa e informe sucesión de casas de hormigón de las que cuelgan coladas ennegrecidas por el humo que emana de los pozos petroleros. Solo las banderas de color azul turquesa en farolas y balcones rompen la monocromía para recordar que los turcomanos son mayoría en el barrio de Tarik Bagdad.

«Creemos que la guerra civil es inminente y estamos muy asustados: nos pillará en tierra de nadie»

Arshad Salihi, líder del Frente Turcomano, la principal coalición de esta minoría, y el único miembro de su nación en el parlamento iraquí, traza un balance desalentador. «Tras la invasión todos esperábamos una mejora en los derechos humanos, pero lo cierto es que hoy nos encontramos noqueados por el sistema», lamentó Salihi durante una entrevista en su oficina en Kirkuk. Al fondo, un televisor de plasma retransmite la voz sincopada de una presentadora turca desde el Gran Bazar de Estambul.

«Creemos que la guerra civil es inminente y estamos muy asustados. Si la situación acaba por reventar nos pillará en tierra de nadie. Siempre ha sido así», explica Salihi en referencia al pueblo turcomano. Ordena a su ayudante imprimir un mapa de Iraq y con un bolígrafo verde sombrea una línea transversal que va desde la frontera noroccidental, justo donde Iraa toca con Siria y Turquía, hasta un punto en la frontera de Irán, a la altura de Bagdad. “Talafar, Mosul, Erbil, Kirkuk… Estamos aquí desde hace más de mil años”, dice Salehi, con un gesto risueño que transmite más inquietud que satisfacción.

Atentados

“Nuestro territorio se encuentra hoy disputado entre árabes y kurdos, ese es nuestro primer problema. El segundo es la disputa entre chiíes y suníes por el poder en Bagdad, algo que incrementa la ya de por si frágil estabilidad del país”, añade. A pesar de la aparente tranquilidad de la región, los turcomanos siguen siendo víctimas de salvajes ataques como el del 23 de enero de 2013, donde más de 40 miembros de la comunidad murieron en un ataque suicida durante la celebración de un funeral en Tuz Khormato, a 90 kilómetros al suroeste de Kirkuk. En consecuencia, los turcomanos, tal y como han hecho los partidos árabes y las autoridades kurdas, han creado sus propias milicias de defensa.

Los turcomanos, también llamados a veces turkmenos, aunque no tienen una relación directa con los habitantes de Turkmenistán – más allá de compartir el origen túrquico, como numerosos pueblos entre Asia Central y Anatolia – aseguran ser el tercer mayor grupo étnico de Iraq, tras árabes y kurdos. Bien es cierto que también los asirios, nombre con el que se identifican los cristianos de habla aramea, reivindican este rango.

En todo caso es difícil cotejar el dato, ya que las estimaciones en torno al número de turcomanos número varían desde los 300.000 individuos hasta los dos millones que calculan algunas fuentes turcas. Prácticamente todos son musulmanes; se calcula que en Iraq, un 60% sigue la rama suní y un 40%, la chií.

Arshad Salihi reconoce que gran parte del pueblo iraquí pasa por el mismo sufrimiento que aguantan los turcomanos. “Pero a éstos hemos de añadir las dificultades para preservar nuestra lengua y culturas y la disputa con nuestros vecinos kurdos sobre nuestra tierra”, señala. Se siente algo decepcionado: “Antes kurdos y turcomanos padecíamos prácticamente los mismos males pero hoy parece que a ellos se les ha olvidado. Nosotros también fuimos víctimas de las campañas de genocidio y desplazamiento forzoso a manos de Saddam Husein. Durante la era de Saddam todo se hacía en beneficio de los árabes y hoy los kurdos hacen lo mismo”, acusa.

«Bajo Saddam todo se hacía en beneficio de los árabes y hoy los kurdos hacen lo mismo»

Formalmente hay “un consenso, una voluntad de convivencia” entre las autoridades kurdas y los turcomanos, “pero eso sólo es la teoría. Sobre el terreno las cosas son muy diferentes”, asegura el diputado. “Le daré un ejemplo. Justo al otro lado de esta calle hay una casa recién construida pero sin permiso de la administración local. La ley exige su derribo pero, al tratarse de una casa kurda, el proceso se detiene. Esta en concreto pertenece a kurdos que ni siquiera son de Kirkuk, y se dan miles de casos similares en toda la ciudad. Tienen el apoyo de los partidos kurdos para establecerse y lo acaban consiguiendo”.

En su discurso trasluce el temor ante una campaña de “kurdización” de la ciudad, que acabará relegando a los turcomanos a la insignificancia en una ciudad que este pueblo túrquico considera suya por derecho histórico. “Nosotros somos los habitantes originales de la ciudadela de Kirkuk. Los árabes y la mayoría de los kurdos vinieron de otras localidades y se fueron instalando fuera de las murallas. La alta tasa de natalidad entre ellos ha jugado a nuestra contra y esa es la razón de que no seamos hoy mayoría en Kirkuk”, asevera Salihi. Sólo acepta como kurdos nativos a “aquellos que no se hayan trasladado aquí con documentos falsos y que lleven viviendo entre nosotros por lo menos desde la década de los 50”.

La zona de Kirkuk, fronteriza entre las montañas del norte, habitado casi exclusivamente por kurdos, y las provincias mayoritariamente árabes suníes al norte de Bagdad, muestra un mosaico de población extremamente rico. Desde la frontera iraní hasta Mosul, cerca ya de Siria, se extiende una banda de tierra donde conviven kurdos, árabes, turcomanos, cristianos asirios, kurdos yezidíes y shabak, un grupo de habla iraní y religión cercana a la aleví.

No todos los turcomanos ven con buenos ojos que Kirkuk se integre en el Kurdistán autónomo

Cuando se redactó la Constitución iraquí en 2005, se preveía que tanto Bagdad como Kirkuk, por sus mezclas de población tuviesen un estatus diferenciado, pero “los kurdos consiguieron eliminar este artículo y sustituirlo por el 140, que permitiría a Kirkuk integrarse en el Kurdistán autónomo tras un referéndum” recuerda Salihi.

Su partido, el Frente Turcomano, apuesta por un Estado descentralizado en el que cada provincia o incluso cada ciudad importante, sea Kirkuk, Bagdad o Ramadi, gestione sus propios asuntos mientras que competencias como Defensa o Exteriores sigan perteneciendo a Bagdad. “En cualquier caso seguiríamos reconociendo la existencia legítima del Gobierno Regional Kurdo”, acota.

Pero entre reconocer y querer formar parte media un abismo. “La prensa ha magnificado hasta extremos inimaginables” los escasos contactos respecto a una posible integración del bloque turcomano en el territorio del Kurdistán autónomo, se queja el diputado. “Sí es cierto que hay un sector de entre nosotros que vería con buenos ojos este paso; no se ha cerrado esta vía”, admite.

“Pero dígame: ¿cómo podríamos aceptar algo así cuando Erbil sigue cometiendo arbitrariedades en nuestro territorio?” pregunta Salihi, para acto seguido exponer las condiciones: “Requisitos imprescindibles serían un total reconocimiento de nuestra lengua y cultura y apoyo para desarrollarlas, así como cuotas de representación en el Parlamento y que al menos uno de los tres cargos más importantes del Gobierno Autónomo esté ocupado por un turcomano. Y, por supuesto, que Erbil nos devuelva los territorios que nos pertenecen pero de los que se ha apropiado de facto, como Kifri”, una localidad situada unos 100 kilómetros al sur de Kirkuk.

No tiene pinta de que haya consenso pronto. “Desde 2003 hemos llegado a acuerdos estratégicos con los árabes de Kirkuk pero hemos llegado a la conclusión de que sintonizar con una parte significa enfrentarse a la otra. La nuestra es siempre una situación muy comprometida”, lamenta el político.

De hecho, aparte de Bagdad y Erbil, también Ankara mete baza. Desde hace varios años, los últimos dos han hecho frente común contra el gobierno central iraquí y tienen múltiples intereses compartidos. Casi toda la inversión extranjera en Kurdistán es turca y Turquía proporciona incluso el carburante refinado, al tiempo que es el mejor comprador para el petróleo de los yacimientos kurdos. Dada la oposición de Bagdad, las empresas turcas aún no han empezado la extracción y exportación a gran escala, pero todo indica que es cuestión de tiempo.

“Hemos de evitar a toda costa que Kirkuk se convierta en un campo de batalla entre facciones rivales»

Ankara se perfila como la potencia protectora de los turcomanos, por los lazos del idioma – casi todas las lenguas túrquicas son muy similares entre ellas – y cuando el ministro de Exteriores turco Ahmet Davutoglu visitó Kirkuk en agosto de 2012 hizo hincapié en reunirse con representantes de ese colectivo. Salihi no se muestra del todo entusiasmado. “Turquía sigue siendo el mejor modelo de democracia en Oriente Medio”, admite. “Pero la relación estrecha entre Erbil y Ankara, principalmente por los acuerdos energéticos que están firmando, no es algo necesariamente bueno para nosotros”, reflexiona.

Fue Turquía quien apadrinó en 1995 la creación del Frente Turcomano Iraquí, el partido que Salihi preside hoy. Siete años más tarde, el Partido Democrático de Kurdistán, en el poder en Erbil, impulsaría la creación de la Asociación Nacional Turcomana, una coalición prokurda vista por muchos como un intento efectivo de dividir a los turcomanos de Iraq. De momento, Salihi va ganando: en las elecciones generales de 2010 obtuvo un excelente resultado, quedando segundo por Kirkuk y únicamente superado por el kurdo Jalid Shwani.

Pero el futuro se presenta oscuro. “Tanto Kirkuk como Iraq en su conjunto están siendo gobernados por agentes extranjeros. Los turcomanos vivimos atrapados entre kurdos y árabes, sabemos que la guerra es inminente y estamos asustados”, reconoce el diputado. “Hemos de evitar a toda costa que Kirkuk se convierta en un campo de batalla entre facciones rivales. Los kurdos han desplegado sus ‘peshmerga’ (milicias) por el norte y el este mientras que Bagdad ha acuartelado a una unidad militar formada exclusivamente por árabes chiíes en Hawija”, una localidad a 160 kilómetros al suoreste de Kirkuk. Al mismo tiempo, más al oeste, en Mosul, arrecian las protestas cívicas de árabes suníes contra el gobierno central y crece la tensión en torno a lo que puede ser la próxima fractura del país. Nadie sabe qué puede ocurrir, pero en el aire flota un ambiente de guerra.

La herencia otomana

El origen de los turcomanos en Iraq se remonta probablemente al siglo IX. La mayoría se asentó en Mesopotamia durante el primer período de los selyúcidas. También se produjeron oleadas más recientes durante el siglo XVIII, cuando la administración otomana buscaba garantizar el transporte y el correo de Bagdad a Estambul. Otros fueron enviados a la región a fin de repeler las incursiones tribales, estableciéndose muchos de ellos en las entradas de los valles que dan acceso al territorio kurdo.

Con el ascenso de Saddam Husein y el partido Baath al poder, las minorías no árabes de Iraq fueron sometidas a una brutal campaña de asimilación y los turcomanos no fueron una excepción. El uso de la lengua turca en las escuelas y los medios de comunicación fue vetado por la Constitución, y ya en la década de los 80, Saddam prohibió el uso público de la lengua turca por completo.

La creación de la Región Autónoma Kurda de Iraq en 1991 trajo nuevos focos de fricción, esta vez entre kurdos y turcomanos en torno a la soberanía de su territorio. Y es que junto con la lengua, uno de los principales rasgos identitarios turcomanos es la percepción de ser los legítimos herederos de la “tierra otomana” bajo sus pies.