Crítica

¿Sciascia contra Sciascia?

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 5 minutos
sciascia
Leonardo Sciascia
Para una memoria futura (si la memoria tiene un futuro)

Género: Ensayo.
Editorial: Tusquets.
Páginas: 192.
ISBN: 978-84-8383-485-5.
Precio: 15 euros.
Año: 2013 (1989).
Idioma original: Italiano.
Título original: A futura memoria (se la memoria ha un futuro).
Traducción: Juan Manuel Salmerón.

Palermo, 1986: se celebra el Maxiproceso, el primer gran juicio a la mafia siciliana, con 475 imputados en el banquillo. En mayo, tres meses después de abiertas las sesiones, Leonardo Sciascia no quiere perderse el interrogatorio que el juez Falcone hace a Tommaso Buscetta, el mafioso cuya familia fue asesinada por sus viejos socios de la Cosa Nostra, y cuyo arrepentimiento y consiguientes confesiones están facilitando una valiosísima información sobre el funcionamiento del tejido criminal y sobre sus responsables.

Sciascia, que ha escrito muchas páginas sobre este fenómeno desde la ficción, también viene dando abiertamente su parecer en prensa desde finales de los 70, en cabeceras como L’Espresso, La Stampa o el Corriere della sera. Muchas veces, la realidad y la fantasía novelesca se habían entrecruzado, como sucedió con la identificación del asesinado general Dalla Chiesa con el capitán de carabineros de El día de la lechuza, o el asesinato de Aldo Moro y la trama de El contexto. Eso dio al escritor un aura de profeta más bien incómoda, pero también reforzó el peso de su opinión. Nadie leía como él los jeroglíficos del crimen organizado, ningún cerebro en Italia ponía tanta lucidez al servicio de la lucha contra esa lacra.

Sin embargo, hacia 1983, Sciascia se enzarzó en una agria polémica con el hijo de Dalla Chiesa, a raíz de una serie de artículos donde el escritor explicaba las ingenuidades que llevaron a la muerte al general, y lamentaba su excesiva acumulación de poderes. La perplejidad cundió entre los seguidores del maestro de Racalmuto: ¿No era hora de cerrar filas compactas contra el terror? Palermo, Sicilia entera, sufría la rutina de los tiroteos y las amenazas. ¿Qué sentido podían tener las disputas entre gente de paz, en lugar de unir fuerzas contra el enemigo común? En fin, lo que tantas y tantas veces ha sucedido en coyunturas análogas.

Sciascia, aunque afectado por crecientes problemas de salud, no se arredró. Respondió a las veladas acusaciones de connivencia con la mafia tachando al hijo de Dalla Chiesa de estúpido y sinvergüenza. Antes quizá de ser consciente de ello, se abriría para él otro frente, en esta ocasión contra los jueces estrella, los “profesionales de la antimafia”, empezando por Borsellino. ¿Sciascia enfrentado a los nuevos héroes del pueblo? Peor aún: parecía, en palabras del periodista Giampaolo Pansa, “un Sciascia que se ha puesto a combatir contra Sciascia”. Era demasiado contradictorio para entenderlo, y todavía lo seguiría siendo, si no fuera porque el escritor nos legó, en forma de artículos, este testimonio de título perfecto, Para una memoria futura.

Lo que Sciascia viene a defender es que, cuando el entusiasmo nos invita a ser maquiavélicos ante los fines, es precisamente cuando más cuidadosos con los medios debíamos ser. Italia había estado demasiado expuesta al fascismo como para no verse tentada a solucionar sus problemas aflojándose los corsés legales. Por eso la ley de arrepentidos, por muy eficaz que se revelara, no le gustaba: nunca dejó de pensar que Buscetta era un granuja más, un mafioso deseperado, y no el converso que algunos querían mostrar. Por eso se opuso a las detenciones arbitrarias, indiscriminadas, tan mediáticamente ruidosas como banales. Por eso creyó siempre que la sana crítica y el garantismo –la estricta sujección al Derecho– no sólo no debilitaban la lucha antimafia, sino que eran su mejor apoyo. Por eso no se cansó de repetir que la mafia no era un poder opuesto al Estado, sino una asociación “con fines de lucro ilícito que se interpone parasitariamente y con medios violentos entre la propiedad y el trabajo, entre la producción y el consumo, entre el ciudadano y el Estado”.

Borsellino acabó comprendiendo esta postura, pero la oleada de insultos que recibió Sciascia, a menudo por parte de gente que nunca se había señalado en su oposición al terror, no dejaba lugar a dudas: dentro, pero sobre todo fuera de Sicilia, le tenían muchas ganas. El escritor fue dejando poco a poco sus polémicas colaboraciones de prensa, y falleció en 1989, sin sospechar jamás que apenas tres años después una bomba acabaría con Falcone y su esposa en la carretera de Punta Raisi, y al poco otra haría lo mismo con Borsellino en via d’Amelio.

Palermo, 2013: los fiscales antimafia Nino Di Matteo, Francesco Del Bene y Roberto Tartaglia preparan el juicio para esclarecer los términos de la negociación que el Estado italiano y la Mafia siciliana mantuvieron desde 1992 a 1994, un pacto con el diablo para aplacar la furia asesina de Cosa Nostra tras la confirmación de las condenas del Maxiproceso. Hay libros que necesitan casi tres décadas para escribir su final.