Monte Gurugú

por José Luis Cuesta
Inmigrantes subsaharianos observan Melilla desde la Montaña Gurugu en Marruecos.Melilla es una ciudad española separada del resto de Africa por una valla vigilada de forma permanente.Serge, 22 años, de Malí, ha cruzado la valla tres veces y fue devuelto otras tantas.Unas zapatillas de deporte cuelgan de la parte superior de la valla que separa Melilla de Marruecos.Inmigrantes subsaharianos en el monte Gurugú acuden a una charca para lavarse.El monte Gurugú es hogar para cientos de inmigrantes llegados de toda África para cruzar a Europa.Inmigrantes subsaharianos en el monte Gurugu esperan una oportunidad para saltar la valla de Melilla.Un recinto de piedras marca el espacio en el que los inmigrantes a la espera hacen su vida.Unos inmigrantes en el monte Gurugú intentan levantar un chamizo con palos y lonas para tener techo.Inmigrantes subsaharianos cocinan raíces para comer. Algunos llevan dos años en el monte Gurugú.Los inmigrantes esperan  ante la Jefatura de Policia de Melilla para la entrega de la tarjeta temporal.

35° 13′ 15″ N, 2° 59′ 48″ W

Para muchos clandestinos el infierno tiene estas coordenadas: 35° 13′ 15″ N, 2° 59′ 48″ W. Son las coordenadas de un lugar maldito ya a principios del siglo XX donde miles de soldados españoles y rifeños regaron con su sangre hasta la última piedra del que viene a llamarse Monte Gurugú.

Hoy todas las tensiones norte-sur se amplifican en el escaso punto de contacto terrestre que existe entre la opulenta y democrática UE y el sometido continente africano, lugar que no es otro que la valla de Melilla a los pies del Gurugú. Y sin embargo los actores han cambiado. Españoles y marroquíes juntos libran hoy una particular batalla contra el enemigo común declarado: “El clandestino”, un pequeño ejercito de hombres, mujeres y niños desarmados, desposeídos de todo menos de las ganas de vivir dignamente y de una gran determinación por conseguirlo.

En el Monte Gurugú, los clandestinos sobreviven como pueden, refugiándose del fuego cruzado de los uniformados españoles y marroquíes que los toleran a duras penas en esa especie de “reserva” o “almacén” en que se ha convertido el Monte.

Los clandestinos son utilizados de forma recurrente para tener unas relaciones bilaterales hispano-marroquíes fluidas, imposibles de mantener bajo otros parámetros por razones históricas, territoriales, políticas, económicas etc. Así vemos con frecuencia como desde Rabat sólo tienen que consentir o promover un par de intentos de entradas a la valla de Melilla para que todo el gobierno español, incluso el Rey, se desplace a Marruecos y se logren nuevos acuerdos de todo tipo: concesiones en la política sobre el Sáhara Occidental, acuerdos económicos, acuerdos militares… Por no hablar de el inicio de la creación de una zona “de acción militar compartida” en el entorno de la frontera de Melilla.

Hoy es fácil ver naves militares españolas sobrevolando el territorio marroquí acosando a los clandestinos y es también habitual que los militares marroquíes se adentren en territorio español para recoger a los inmigrantes detenidos tras pasar las vallas… (Esto podría ser el primer indicio de la puesta en marcha de un plan de retirada lenta y gradual de la jurisdicción española de Melilla y su sustitución por la marroquí: una vieja reivindicación de la dinastía alauí).

En este contexto los inmigrantes confinados en el Monte Gurugú son una valiosa mercancía desprovista de valor humano. Las víctimas del expolio secular de África siguen siendo los esclavos de hoy.

Lejos de resignarse a esta condición impuesta, hombres mujeres y niños luchan cada día por sobrevivir y escapar del Monte Gurugú con las únicas armas de que disponen, que no son más que sus brazos desnudos, sus piernas y su firme determinación de llegar al final del camino. Estrellándose contra las defensas militares marroquíes y españolas con gran valor. Conscientes de que durante unos minutos su vida queda a disposición de la voluntad de Dios.

 [José Palazón Osma. Miembro de PRODEIN Melilla]