Opinión

Dentro de 90 años

Uri Avnery
Uri Avnery
· 8 minutos

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Con ocasión de mi 90 cumpleaños, un grupo de eminentes historiadores se reunieron en la sala Tsavta de Tel Aviv para celebrar un debate sobre la pregunta: «¿Existirá Israel dentro de otros 90 años? Lo que sigue es una versión ligeramente abreviada de mis propias aportaciones. Publicaremos lo antes posible un vídeo completo de la discusión con traducción al inglés.

¿Existirá Israel dentro de otros 90 años? La pregunta en sí ya es típica de Israel. Nadie se la tomaría en serio en Inglaterra o Alemania, y ni siquiera en otros países que nacieron gracias a la inmigración, como Australia o Estados Unidos.

Aquí, sin embargo, la gente habla todo el rato de los «peligros existenciales». Un Estado palestino es un peligro existencial. La bomba iraní es un peligro existencial. ¿Por qué? Ellos tendrán su bomba, nosotros tenemos la nuestra, habrá un «equilibrio del terror». ¿Y qué?

Hay algo en nuestro carácter nacional que fomenta las dudas personales, la incertidumbre. ¿El holocausto? ¿Tal vez una sensación inconsciente de culpa? ¿Un resultado de la guerra eterna, o más bien el motivo para ella?

Permítanme dejar una cosa clara desde el principio: Sí, yo creo que Israel existirá dentro de 90 años. La pregunta es: ¿qué tipo de Israel? ¿Será un país del que podrán sentirse orgullosos vuestros tataranietos y tataranietas? ¿Un Estado en que les gustará vivir?

El desenso de Israel hacia los abismos será gradual, casi imperceptible

El día que se fundó el Estado, yo tenía 24 años. Mis camaradas y yo, soldados en nuestro nuevo Ejército, no pensábamos que el evento fuera muy importante. Nos estábamos preparando para la batalla que se iba a producir esa noche, y los discursos de los políticos en Tel Aviv no nos interesaban realmente. Sabíamos que si ganábamos la guerra, el Estado existiría, y si no la ganábamos, no existiría el Estado ni nosotros tampoco.

Si Israel continúa siguiendo el rumbo que mantiene ahora, llegará al desastre.

No soy una persona nostálgica. No tengo nostalgia por la Israel de antes de (la guerra de) 1967, como lo han dejado ver algunos colegas aquí. Entonces también había muchas cosas que estaban mal. Se expropiaban inmensas extensiones de terrenos árabes. Pero no vayamos a mirar hacia atrás. Miremos Israel tal y como está ahora y preguntémonos: ¿A dónde vamos a partir de aquí?

La primera fase será la apartheid. Ya existe en los territorios ocupados, y se extenderá hasta Israel propiamente dicha. El descenso hacia los abismos no será dramático ni precipitado. Será gradual, casi imperceptible.

La presión sobre Israel crecerá lentamente. La demografía hará su trabajo. En algún momento antes de que se cumplan esos 90 años, Israel se verá obligada a otorgar a los palestinos derechos de ciudadanía. Habrá una mayoría árabe. Israel será un Estado con una mayoría árabe.

A alguna gente, esto les parecerá muy bien. Pero será el fin del sueño sionista. El sionismo se convertirá en un episodio de la Historia. El Estado será simplemente otro país donde vive una minoría de judíos… los que se habrán quedado aquí.

No me da miedo la amenaza militar sino los peligros internos: la implosión

Hay quien dice que «simplemente no hay solución». Si eso es así, todos nos deberíamos procurar pasaportes extranjeros ya.

Otros sueñan de la así llamada «solución del Estado único». Vamos a ver: durante el último medio siglo, muchos Estados que acogían a diversas naciones se han dividido. Una lista nada exhaustiva: la Unión Soviética, Chipre, Yugoslavia, luego Serbia, Checoslovaquia, Sudán. No hay ningún ejemplo de dos naciones que se unieran voluntariamente en un único Estado. Ni un solo ejemplo.

A mí no me da miedo la amenaza militar. No hay peligro real. En nuestra época es imposible destruuir por la fuerza un país que posee armas nucleares. Tenemos bastante capacidad de defendernos.

Lo que me da miedo son los peligros internos: la implosión de nuestros niveles intelectuales, la proliferación del ‘establishment’ ultraortodoxo parasitario, y sobre todo la emigración. En todas partes del mundo, la gente se vuelve más y más nómada. Las familias de dispersan. El sionismo es una vía de doble carril. Si uno puede ser un buen judío tanto en Los Ángeles como en Tel Aviv, ¿para qué quedarse aquí?

La conexión entre Israel y los judíos del mundo se debilitará. Eso es natural. Somos una nación nueva, arraigada en este país. Esta es la meta verdadera. Nuestras relaciones con la diáspora serán similares, digamos, a las que mantiene Australia con Inglaterra.

Quiero hacer una pregunta básica: ¿Sobrevivirá el nacionalismo? ¿O será suplantado por nuevos métodos colectivos de organización y nuevas ideologías?

Yo creo que el nacionalismo seguirá existiendo. En el último siglo, ningún poder ha sido capaz de superarlo. La Unión Soviética, internacionalista, ha colapsado y todo lo que ha dejado es un nacionalismo feroz y racista. El comunismo sólo tuvo éxito cuando se montaba en el carro del nacionalismo, como en Vietnam o en China. También la religión tuvo éxito cuando saltó al tren del nacionalismo, como en Irán.

El Estado-nación es anacrónico, sus funciones son asumidas por bloques regionales

¿En qué se funda el poder del nacionalismo? Parece ser que el ser humano necesita la sensación de pertenecer a algo, a una cultura determinada, una tradición, unas memorias históricas (reales o inventadas), una patria, una lengua.

Haré esta pregunta de otro modo: ¿Sobrevivirá el Estado-nación?

En términos fríos, el Estado-nación es un anacronismo. Surgió en los últimos tres siglos porque la economía necesitaba un mercado amplio, los militares necesitaban un ejército adecuado, etcétera, y todo ello requería contar con un Estado del tamaño de, digamos, Francia. Pero hoy día, casi todas estas funciones han sido asumidas por bloques regionales como la Unión Europea.

Esta es la razón de un curioso fenómeno: mientras que los Estados-nación se juntan en uniones mayores, al mismo tiempo se dividen en unidades más pequeñas. Escoceses, corsos, flamencos, catalanes, vascos, chechenos, francocanadienses y muchos muchos otros están buscando la independencia.

¿Por qué? Un escocés piensa que una Escocia independiente puede adherirse a la Unión Europea y cosechar todos los beneficios, sin tener que sufrir el esnobismo inglés. El nacionalismo local se impone al nacionalismo más amplio.

En resumen: ¿Dónde estaremos dentro de 90 años, a inicios del siglo XXII?

En el año en que yo nací, un noble austríaco llamado conde Nikolaus Coudenhove-Kalergi hizo un llamamiento para crear un movimiento paneuropeo y establecer los Estados Unidos de Europa. En ese momento, pocos años después de la I Guerra Mundial y pocos años antes de la II Guerra Mundial, eso sonaba como una utopía loca. Ahora tenemos la Unión Europea.

En estos momentos, los Estados Unidos del Mundo también suenan a utopía loca. Pero no habrá escapatoria de algún tipo de gobierno mundial. La economía global lo necesita para poder funcionar. Las comunicaciones globales hacen que sea posible. El espionaje global ya está entre nosotros. Sólo una autoridad global eficaz puede salvar nuestro sufrido planeta, poner fin a las guerras, las guerras civiles, las epidemias mundiales y el hambre.

Tus descendientes votarán a diputados de un Parlamento Mundial.

Un gobierno mundial ¿puede ser democrático? Yo desde luego espero que sí. Las comunicaciones globales lo hacen posible. Tus descendientes votarán a diputados de un Parlamento Mundial.

¿Seguirá existiendo el Estado-nación en este Mundo Feliz? Sí, seguirá. Más o menos como los Estados-nación existen hoy en Europa: cada uno con su bandera, su himno, su equipo de fútbol y su administración local.

Ésta, pues, es mi visión optimista: Israel, el Estado-nación del pueblo israelí, en estrecha alianza con el Estado-nación del pueblo palestino, será miembro de una Unión Regional que incluirá a los Estados árabes y esperemos que también a Turquía e Irán, como miembro orgulloso de los Estados Unidos del Mundo.

Un Estado democrático, liberal y laico, donde tus descendientes podrán decir orgullosamente: «Sí, soy israelí».