Reportaje

El último refugio de los cristianos

Ethel Bonet
Ethel Bonet
· 9 minutos
Una cristiana caldea en una iglesia de Erbil | © Ethel Bonet
Una cristiana caldea en una iglesia de Erbil | © Ethel Bonet

Unos jubilados juegan al tavla en la cafetería de la Asociación Cultural Caldea de Ankawa, en Erbil, capital del Kurdistán iraquí. Al lado, un grupo de niños ensaya para una representación en el salón de actos. El ambiente es distendido y familiar. Aquí nadie teme la violencia sectaria que ha convertido en un infierno la vida de los cristianos en el resto de Iraq.

La región autónoma del Kurdistán, independiente ‘de facto’ desde 1991, es el último refugio de los cristianos iraquies, portadores de una cultura no sólo preislámica – la presencia de cristianos en los países levantinos es muy anterior a la de los musulmanes – sino también preárabe: gran parte de este colectivo habla aún arameo, la lengua habitual de toda la región en épocas de Jesucristo, hoy desplazada por el árabe.

A Jenin Polis le hierve la sangre cuando se utiliza el término de “minoría religiosa” para referirse a los cristianos. Jenin es una mujer de carácter que engaña a primera vista con aspecto físico de señora bajita y regordeta. «Desde hace más de seis mil años, esta tierra, cuna de la civilización mesopotámica, pertenece a los asirios», reivindica Polis, que dirige la revista Beith Ankawa, una publicación mensual de la Asociación Cultural Caldea.

«Desde hace 6.000 años, esta tierra, cuna de la civilización mesopotámica, pertenece a los asirios»

La identidad «asiria» es el concepto que agrupa a numerosos colectivos cristianos de Iraq, en parte hablantes del arameo, aunque otros ya hayan perdido esta lengua o sólo la usen para las liturgias. Aunque no hay cifras concretas, se estima que antes de la invasión de Iraq en 2003 había unos 1,2 millones de cristianos en Iraq, la gran mayoría seguidores de la Iglesia Católica Caldea, una confesión que fue reconocida en 1830 tras separarse de la muy antigua Iglesia Asiria (también llamada nestoriana), que también mantiene una importante presencia en Iraq. También hay algunas decenas de miles de siriaco-ortodoxos y armenios.

Ya en los años ochenta, la emigración redujo el número de cristianos. Las persecuciones y amenazas de muerte a manos de los grupos radicales musulmanes hicieron el resto: miles de familias cristianas escaparon de las ciudades de Basora, Bagdad y Mosul para refugiarse en Ankawa, donde se sienten seguros. Ahora no quedan más de 300.000 en todo el país, estima Ano Jawhar Abdoka, presidente del gobernante Partido Democrático del Kurdistán (PDK), en el distrito de Ankawa.

“Cómo es posible que los descendientes de una de las primeras civilizaciones que se asentaron en la antigua Mesopotamia, y que hablan la lengua de Jesucristo nos hayamos convertido en parias en nuestro país?» pregunta Abdoka. En su despacho guarda en una vitrian la réplica de una esfinge alada babilónica, junto a una fotografía de Masud Barzani, presidente del Kurdistán iraquí.

“Primero soy caldeo, después iraquí y por último, kurdo. Tenemos una alianza con Kurdistán, pero no significa que los cristianos nos consideremos kurdos”, precisa Abdoka. De hecho, los que no conservan el arameo hablan árabe iraquí, pero casi nunca kurdo.

En Kurdistán hay cuotas para la presencia de los cristianos en el Parlamento autonómico

Eso sí, Erbil ha dado todas las facilidades a los asirios: en Ankawa cuentan con un centro cultural, un museo de arte siriaco, nuevas iglesias, seminarios, escuelas y un programa de televisión en arameo que se retrasmite en Kurdistán TV y que dirigió durante un tiempo Ano Abdoka.

Masud Barzani ha implementado un sistema de cuotas para la protección de las minorías étnicas y religiosas, que reserva al menos 6  de los 111 escaños a los cristianos (5 para los caldeos, asirios y siriacos y uno para los armenios) en el Parlamento autónomo kurdo, reconoce Jenin Polis. «Pero los cristianos no somos ciudadanos de pleno derecho”, se queja.

“Aunque en las escuelas cristianas sea oficial dar clase en arameo, los alumnos que quieren cursar estudios superiores están obligados a estudiar en lengua kurda”, critica Polis, algo problemático con los numerosos niños llegados del sur de Iraq, que desconocen este idioma. Otros han abandonado incluso el arameo y lo reservan para las misas, porque «en muchas zonas del país, donde hay mayoría musulmana, los cristianos tienen miedo a hablar su lengua”, apunta Polis.

Su defensa a ultranza de los derechos de los cristianos le ha costado a Jenin Polis algún que otro desaire con las autoridades locales, que han amenazado con cerrarle la revista. Desde hace unas semanas, la presión ha subido. “He recibido varias llamadas anónimas con amenazas de muerte por haber publicado un articulo sobre la demografía de los cristianos en Iraq”, advierte. Ya no contesta a ninguna llamada de teléfono que no sea desde un número registrado.

“Si no podemos enseñar la historia de los cristianos a nuestros hijos, desaparecerá nuestra identidad”, lamenta Polis. Recuerda que en la ciudad de Nayaf, al sur de Bagdad, se encontraron hace poco, al ampliarse el aeropuerto, los vestigios de un gran número de iglesias del siglo V. “Las autoridades iraquíes no han hecho nada para conservarlos porque temen que lo reclamemos como lugar histórico”, critica Polis. La iglesia más antigua de Ankawa, la de San Jorge, data del siglo VI.

El arzobispo caldeo de Erbil, Matran Bashar Mati Warda, solo tiene 41 años. Es el dirigente más joven que ha tenido la diócesis, cuya sede es la catedral de San José en Ankawa, una edificación moderna que imita al estilo babilónico. En sus terrenos se ha construido el nuevo seminario de San Pedro, trasladado desde Bagdad por razones de seguridad. Además hay un centro comercial, cafeterías y un parking cuyos beneficios se destinan a la reconstrucción de “50 aldeas cristianas, a un orfanato y un hospital”, explica Monseñor Warda.

Fahmi Mati Sulaqa es el alcalde más antiguo de Ankawa, que permaneció durante 18 años en el puesto. Se le ve un hombre campechano al que le gusta reunirse en cafés populares y empalmar cigarrillo tras cigarrillo. Está agradecido a Barzani: “El presidente aboga por el respeto a las minorías religiosas y gracias a sus políticas, los derechos de los cristianos se están implementando en Kurdistán: donde haya mayoría cristiana hay regidores cristianos”.

Tras la caída de Sadam, los cristianos se convirtieron en blanco de atentados y secuestros

Ankawa, hasta hace una década una zona rural con apenas 1.700 viviendas, ahora «tiene más de 10.000 hogares con 30.000 personas», señala el exalcalde. En octubre de 2010, el Papa Benedicto XVI visitó Erbil y declaró que el Kurdistán iraquí era “un ejemplo único de tolerancia religiosa y respeto a las diferentes culturas”, recuerda Sulaqa.

Es algo poco habitual. “Durante el Imperio Otomano, los cristianos no teníamos los mismos derechos que los musulmanes, éramos ciudadanos de segunda clase», recuerda Ano Abdoka. Aquella época, recuerda, terminó en el ‘seyfo’, la masacre de entre 250.000 y 300.000 cristianos asirios del sureste de Anatolia y norte de Iraq en los últimos días del imperio, a principios del siglo XX.

La comunidad menguada mantuvo cierta prosperidad durante las siguientes generaciones, pero esto se acabó tras la caída de Sadam Husein en 2003. «Se nos consideró aliados de Estados Unidos por no ser musulmanes y nos convertimos en blanco de atentados, secuestros y asesinatos”, se queja Abdoka.

Atrapados en las luchas entre milicias tribales suníes, escuadrones de la muerte chiíes, los bien organizados peshmerga kurdos y cuanto delincuente o mercenario se quiera sumar a la interminable guerra de Iraq, los asirios se sienten olvidados por no haber formado su propio bando.

“Los cristianos no tenemos milicias, ni armas, somos gente de paz», dice Alin Saraha, un cristiano de Mosul que emigró con su familia a Ankawa hace cinco años tras haber recibido amenazas de muertes de los islamistas.

 “Mientras los islamistas radicales queman iglesias en Bagdad, en Erbil se construyen nuevos seminarios»

» El gobierno iraquí es muy débil, en realidad se limita a la Zona Verde de Bagdad. Mas allá es todo anarquía, un sin gobierno”, describe. Va a peor: “Antes, los islamistas te exigían dinero por ser cristiano, ahora directamente te pegan un tiro en la calle”, advierte.

Uno de los episodios más tristes que ha vivido la comunidad cristiana de Iraq en los últimos años fue el secuestro y asesinato del arzobispo de la Iglesia Católica Caldea de Mosul, Matran Paulos Faraj Rahho, en 2008. “Los secuestradores devolvieron el cuerpo descabezado”, recuerda Saraha con horror.

En Kurdistán no ocurre. “Desde que asumí mi cargo en el gobierno local no ha habido ni un solo incidente sectario en Ankawa”, subraya el antiguo regidor. “Mientras los islamistas radicales queman iglesias en Bagdad, como la de Saida Nayas, o asesinan a obispos cristianos, en Erbil se construyen nuevas iglesias y seminarios”.

Sin embargo, a pesar de la relativa calma que se respira en la región autónoma, el pasado 29 de septiembre Erbil fue objetivo de una ola de atentados con coche bomba, en la que murieron seis miembros del cuerpo de policía kurdo. No está nada claro que Kurdistán siga siendo el oasis de paz de los cristianos.

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