Reportaje

El pueblo del sur quiere hacerse oír

Karlos Zurutuza
Karlos Zurutuza
· 10 minutos
Milicianos Tubu | © Karlos Zurutuza
Milicianos Tubu | © Karlos Zurutuza

Abdel Salam Wahali parece un hombre feliz. “¿Hay algo más satisfactorio que enseñar a escribir a los tuyos en su propio idioma?” exclama este profesor de tubu, una lengua milenaria que experimenta un auténtico auge en la Libia post-Gadafi. “Las clases son de cinco a siete y media de la tarde porque los niños van al colegio por la mañana”, explica Wahali a Msur desde la escuela de Murzuq, a unos 800 kilómetros al sur de Trípoli. “Por el momento, la educación reglada se imparte en árabe pero todo llegará”, matiza este subsahariano de 38 años.

Distribuidos por la inhóspita región donde confluyen las fronteras de Libia, Chad y Níger, los tubu fueron víctimas de brutales campaña de arabización bajo el régimen de Gadafi que buscaban eliminar las culturas y lenguas indígenas. Muchos de ellos fueron despojados de sus documentos de identidad, lo cual los privó de atención médica, educación y trabajo. “La nuestra es una carrera contra el reloj para la que no contamos con ninguna ayuda del Gobierno libio. Aún así, estamos satisfechos con los resultados,” apunta Wahali, quien también es profesor de francés.

Los tubu fueron víctimas de las brutales campañas de arabización del régimen de Gadafi

La falta de ayuda de Trípoli que menciona el maestro voluntario es comprensible tras escuchar el análisis de Adam Rami Kerki, líder de la Asamblea Nacional Tubu -la principal organización política para los miembros de esta etnia en Libia. “Si bien hoy no sufrimos persecución, el actual Gobierno libio insiste en identificar a Libia como país “árabe”, lo mismo que hacía Gadafi,” denunciaba a Msur Kerki desde su despacho en el centro de Trípoli. “¿Qué determina que un individuo sea árabe? ¿Su color de piel? ¿Su religión? ¿Su lengua?”, exclamaba el líder político, subrayando el estigma que supone aún ser negro en Libia.

Lo cierto es que el país en su conjunto sufre de una inestabilidad crónica que se ha visto acrecentada tras los terribles episodios de violencia del pasado día 15 de noviembre, los cuales se saldaron con decenas de muertos y centenares de heridos. Los incidentes se repiten con regularidad, incluyendo enfrentamientos entre milicianos tubu y clanes árabes, y ataques de hombres armados contra instalaciones gubernamentales y edificios de las fuerzas de seguridad.

Gadafi, los tubus y la “franja de Ouzou”

Durante los años 70, el depuesto Muammar Gadafi abrió una puerta directa a la obtención de ciudadanía libia para los tubu. El líder árabe apoyaba entonces a insurgentes tubu de Chad contra el régimen de Ndjamena a la vez que ofrecía a miembros indocumentados de esta etnia un pasaporte con la condición de que éstos ocuparan la llamada “franja de Ouzou”, un territorio en disputa con Chad. Pero la alianza con los insurgentes del otro lado de la frontera acabaría por romperse cuando estos últimos se incorporaron al Gobierno de Unidad Nacional de Chad en 1980.

A mediados de los 80, y en un último intento de consolidar su dominio sobre la franja de Ouzou, Gadafi sustituyó su apoyo inicial a los tubu por una llamada a la “repatriación” de la tribus árabes libias –principalmente Awlad Suleyman y Warfalla- que se habían establecido en Chad y Níger. Se sustituía a los subsaharianos locales por árabes mientras se demolían asentamientos históricos tubus, empujando a sus habitantes a suburbios chabolistas a las afueras de Sebha y Kufra, las principales localidades del sur de Libia.

En 1994, el Tribunal Internacional de Justicia dictó que la franja de Ouzou pasara a manos de Chad pero Gadafi siguió impulsando nuevas campañas como la última de 2007 para privar de documentación y patrimonio histórico a los tubus de Kufra y Sebha. Esta llevaría a la formación del Frente de Salvación de los Tubu de Libia, que participaría activamente en el levantamiento de 2011.

Los tubu contemplan la trágica deriva de lo que llaman “la costa” –la mayoría de los libios viven en ella- desde cierta distancia, confiando en que su propia milicia sea capaz de responder ante una eventual agresión. Saben que la estabilidad en su región es clave para poder subirse al tren hacia el siglo XXI que, de momento, sigue haciendo parada incluso en este desierto inmisericorde.

Una de ellas es el centro social de los “Hijos del Sahara”, la principal organización para el despertar cultural de este pueblo. Desde allí, voluntarios ofrecen clases de inglés, francés e Internet para todo aquel que disponga de tiempo. Hassan Egi, uno de sus coordinadores, subraya la importancia que tiene el acceso a la red global para la que describe como “la región más inhóspita de uno de los países más aislados de la tierra”: “Los libios pensábamos que vivíamos en el mejor país del mundo hasta 1997, cuando llegó la televisión por satélite. El acceso a Internet es como una nueva revolución para nosotros”, transmite a Msur este joven de 31 años mientras pasea entre las diez terminales del centro.

«Los libios pensábamos que vivíamos en el mejor país del mundo hasta que llegó la TV por satélite en 1997», señala un joven

Frente a una de ellas se sienta Adam Kukin. A sus 14 años es capaz de guiar un rebaño de 100 camellos a través del desierto pero, a diferencia de sus padres, también sabe leer y escribir en su lengua, e incluso domina las redes sociales. “Gracias a Internet puedo saber lo que pasa fuera de aquí, y en cualquier parte del mundo”, asegura el adolescente.

Periódicos en lengua tubu

La “primavera tubu” trasciende ya las cuatro paredes del aula y el centro cultural para extenderse por toda la región suroccidental libia de Fezzan –“Zalaa” en tubu. Vehículos para ello son iniciativas como periódico Sodur Zalaa (El Eco de Zalaa) o la revista Labara Zalaa (Noticias de Zalaa). Esta última comenzaba su andadura justo cuando Gadafi perdía el control del sur del país.

“Empezamos con 500 ejemplares en agosto de 2011 hasta llegar a los 2000 que imprimimos hoy”, explica a Msur Ahmed Kuki, orgulloso impulsor y editor de una revista que en su último número trae noticias, entrevistas, crucigramas, canciones e incluso un reportaje desde el hoy auténtico centro neurálgico de la cultura tubu, en las montañas Tibesti, al norte de Chad. “Le debemos mucho a Kandamai. Nada de esto habría sido posible sin su trabajo y la inyección de moral que nos ha dado,” asegura Kuki.

Kandamai, “ambicioso” en lengua tubu, no es otro que el seudónimo con el que todos conocen a Mark Ortman, un lingüista estadounidense que se estableció en la región tubu de Chad hace ya 20 años. Su objetivo, desarrollar un alfabeto que pondría la lengua sobre el papel y contribuiría a la alfabetización de este pueblo.

“Opté por una adaptación del alfabeto latino que ha de servir de puente entre la lengua tubu y la alfabetización en francés, la lengua oficial de Chad”, explica a Msur Ortman vía telefónica desde su base en la región de Tibesti, en la que vive con su mujer y sus cinco hijos. Insiste en que el futuro de los tubu de Libia pasa por “seguir resistiendo la asimilación que llega desde el mundo árabe para conservar así sus rasgos identitarios históricos y culturales”.

Por el momento, la determinación de este pueblo parece más que probada, en parte gracias a la altruista iniciativa de esta familia se ha convertido en toda una apuesta vital para ellos: “Nuestros hijos han crecido entre los tubu; formamos parte de esta comunidad y cuanto más aprendo más consciente soy de que compartimos los mismos valores de libertad, secularidad y democracia en el sentido de que cada uno es libre de escoger vivir como más le guste”, asegura Ortman, quien está ayudando a un pueblo a escribir su historia. Quizá incluso forme ya parte de ella.

“El virus de Al Qaeda se extiende como la pólvora por todo el norte de África”

Adam Rami Kerki | Líder de la Asamblea Nacional Tubu de Libia

3-1

¿Qué ha cambiado para su pueblo tras la revolución de 2011?
Si bien hoy no sufrimos persecución, el actual Gobierno libio insiste en identificar a Libia como país “árabe”, lo mismo que hacía Gadafi. El nuevo ejecutivo se agarra a las mismas tesis arabo-islamistas que defendiera el dictador. De hecho, en Libia no escuchamos la palabra “árabe” hasta la llegada de Gadafi al poder en 1969. No somos árabes pero sí libios. aunque parece que a un sector importante de la sociedad le cuesta entender este paradigma. Dígame, “¿Qué determina que un individuo sea árabe? ¿su color de piel’ ¿su religión? ¿su lengua? Lo que está claro es que nosotros no somos árabes pero sí libios. De hecho, se han encontrado rastros humanos en nuestra región que datan desde hace más de 30.000 años”. La mayoría de aquellos que se dicen “árabes” en Libia no son más que arabófonos, norteafricanos que han perdido su lengua, principalmente el tamazight .

Ya que lo menciona, los amazigh –principal minoría del país- denuncian sentirse excluidos del cuerpo que ha de redactar la nueva Constitución. ¿Es ese su caso?
Exactamente el mismo. Las minorías –amazigh, tuareg y tubu- contamos con seis asientos en el llamado Comité de los 60. Para trazar las líneas principales del documento queremos un sistema basado en el consenso, y no en la mayoría, de lo contrario no podremos garantizar nuestros derechos más elementales.

¿Qué modelo de Estado propones ustedes?
Uno de los principales problemas de Libia es que nadie tiene una idea clara del modelo de Estado que persigue. Unos hablan de un Estado Islámico, otros de un califato, otros de un Estado árabe… Estamos en el siglo XXI y los tubu queremos un país construido por y para todos los libios basado en la democracia.

¿Apostarían por un modelo federal como el de la Cirenaica?
No necesitamos un Estado federal siempre y cuando se respeten nuestros derechos en Libia. En el caso de Bengasi –capital de la Cirenaica- sus líderes no son políticos sino tribales. Volver a eso sería un atraso parejo al de un Estado islámico.

De momento, parece que este último es el que más opciones tiene, ¿no le parece?
Desgraciadamente, el virus de Al Qaeda se extiende como la pólvora, y no sólo por Libia sino por todo el norte de África y el Sahara. El vacío de poder en Libia, Túnez y Egipto tras los levantamientos es un escenario perfecto para ellos. Hoy es difícil distinguir entre los Hermanos Musulmanes, Al Qaeda, Ansar al Sharia, los salafistas… es difícil saber quién es quien. Sin ir más lejos, le diré que en torno a 15 miembros de el GNC –cuerpo legislativo libio- comulgan con sus tesis.