Opinión

La larga transición de Egipto

Sultan Al-Qassemi
Sultan Al-Qassemi
· 6 minutos

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En los últimos años, las relaciones de Egipto con Arabia Saudí y los Emiratos Árabes por un lado, y con Qatar y Turquía del otro, han experimentado un giro radical, y además de doble vuelta.

Hasta las revueltas de 2011, Egipto mantuvo frías relaciones con Qatar y Turquía, que habían acogido a los líderes de los Hermanos Musulmanes, mientras conservaban al mismo tiempo fuertes lazos con Emiratos y Arabia Saudí.

Tras el ascenso al poder de los Hermanos Musulmanes en 2012, la ecuación dio la vuelta por completo.

La montaña rusa de relaciones internacionales vino acompañada de generosas subvenciones

El gobierno de la Hermandad estrechó los lazos con Qatar y Turquía, y enfrió las relaciones con Emiratos y Arabia Saudí. Tras las revueltas –el golpe– de julio de 2013, las relaciones exteriores de Egipto volvieron de nuevo a las posiciones anteriores a 2011; esta vez, sin embargo, con una añadida hostilidad contra Qatar y Turquía, evidenciada en la disminución de actividad diplomática con ambos países, que seguían apoyando y acogiendo a miembros de la Hermandad en el exilio.

Esta vertiginosa montaña rusa de relaciones internacionales vino acompañada de generosos paquetes financieros, subvenciones e inversiones en Egipto.

Por ejemplo, en el año en que los Hermanos Musulmanes gobernaron Egipto, Doha prometió a El Cairo ayudas por valor de 3.000 millones de dólares y prometió invertir  otros 18.000 millones. Turquía ofreció a Egipto un préstamo de 2.000 millones.

Después de que el presidente Morsi fuera desalojado del poder, la ayuda desde Qatar se agotó y Egipto devolvió 2.000 millones de dólares a Doha. Mientras Emiratos, Arabia Saudí y Kuwait por lo general se mantenían alejados de la Hermandad entre 2012 y 2013, tras el cambio del gobierno prometieron 12.000 millones en 24 horas, con Emiratos incrementando notablemente sus compromisos en los meses siguientes. Emiratos ha adoptado también un papel proactivo con ofrecimientos de asistencia a Egipto, y con buena parte de la ayuda destinada a proyectos de desarrollo e infraestructuras.

La nefasta situación de la economía egipcia no es un secreto. El estado probablemente necesita inversiones de tantos socios como pueda reunir. Pero ciertos apoyos financieros podrían ir también en detrimento del país.

Las deficiencias estructurales que había en Egipto en 2011 siguen existiendo hoy

De hecho, la generosa ayuda de Qatar a Egipto pudo tener repercusiones negativas para el gobierno de la Hermandad, al permitirle mantener a raya las conversaciones con el FMI sobre reformas esenciales y compromiso político, algo que podría haber abierto el país a mayores ayudas e inversiones. Arabia Saudí, Kuwait y Emiratos deberían garantizar que no conceden su ayuda para anular reformas críticas en Egipto.

Parece haber un consenso entre los países del Golfo sobre la idea de que volver a una era Mubarak sería insostenible a medio o largo plazo. Cuando fue preguntado por la BBC sobre la posibilidad de que el coronel general Abdel Fattah al-Sisi optara a la presidencia, Mohamed bin Rashid al-Maktoum, el primer ministro de Emiratos, dijo: “Espero que siga en el Ejército. Y que otro opte a la presidencia”. Un Estado egipcio civil que es estable y próspero es definitivamente un mejor aliado para los vecinos del Golfo.

Las deficiencias socioeconómicas estructurales que había en Egipto antes de 2011 siguen existiendo hoy. De hecho, en muchos sentidos, los problemas solo han ido a peor con el aumento del desempleo y la desconfianza derivada de los asesinatos de manifestantes, la mano dura con los disidentes y el agotamiento de los ingresos generados por el sector turístico. Un veterano oficial de Emiratos afirmó en noviembre de 2013 que la ayuda del Golfo no podía durar siempre y “Egipto debe pensar en vías innovadoras y diferentes [para levantar la economía]”. Si esto quiere decir algo, es un indicativo de que el gobierno egipcio simplemente no puede confiar en vivir indefinidamente de las subvenciones.

Cuando los egipcios acamparon en la plaza durante aquellos gloriosos 18 días, probablemente no estaba claro aún que para llegar a la democracia quedaba como mínimo una década. Y hoy, tres años después, la lucha de la transición egipcia no es en absoluto algo excepcional.

Tomemos, por ejemplo, la propuesta de Samuel Huntington según la cual los países que transitan de “democracias emergentes” a “democracias estables” necesitan pasar un examen de doble vuelta. La premisa de la teoría es que esa democracia estable solo surge de veras en un país de democracia reciente después de sobrevivir a dos alternancias de poder. El país supera ese examen cuando “el partido o grupo que toma el poder en las primeras elecciones a la hora de la transición pierde una siguiente convocatoria y cede el poder a los ganadores de ésta, y si los ganadores de esas elecciones ceden pacíficamente el poder a los ganadores de la próxima”.

Los egipcios podrían dejar pasar la mayor parte de la década antes de superar la actual fase de transición

Así, para que Egipto sea una democracia estable, según la teoría de Huntington, el escenario más próximo sería este: un presidente (preferiblemente civil) es elegido en algún momento de los próximos meses, cumple con su mandato durante los cuatro años completos hasta 2018; luego, en el caso de que no se presentara a un segundo mandato, un nuevo presidente accede al gobierno en 2018 y hace lo propio hasta verano de 2022 antes de abandonar su despacho.

Finalmente, cuando un tercer traspaso de poder llegue democráticamente en 2022, Egipto podrá ser calificado de “democracia estable”. Por supuesto, la democracia es algo más que un procedimiento de alternancia de poder, y la teoría de Huntington ha sido criticada por ignorar la sustancia de la democracia.

Pero el examen de doble vuelta es un interesante puzle numérico para mostrar que los egipcios podrían tener que dejar pasar la mayor parte de la década antes de superar la actual fase de transición.

El camino de Egipto para llegar a ser un estado democrático, justo y próspero será una larga senda que requerirá muchos sacrificios y compromisos dentro y fuera del país, también entre los propios países del Golfo.

Las relaciones entre estos y Egipto necesitarían crecer más allá de los tradicionales esquemas de ayuda para convertirse en planes de desarrollo a largo plazo. Quizá el trabajo conjunto en lo que los Emiratos propusieron como un plan Marshall para Egipto, podría ser más benéfico para que los egipcios se aseguren de que la ayuda y la inversión sean correctamente canalizadas por un largo periodo de tiempo.

Primero publicado en Mada Masr • 20 Ene 2014

Traducción del inglés: Alejando Luque