Opinión

683 +1 motivos de vergüenza

Nuria Tesón
Nuria Tesón
· 9 minutos

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Egipto celebra en dos semanas las segundas elecciones presidenciales en dos años con sólo dos candidatos. Uno es Abdel Fatah Sisi, exgeneral y ex ministro de Defensa, rostro visible del golpe de Estado contra Mohamed Morsi. El otro, Hamdeen Sabahi, un nasserista que ya fue tercero en las elecciones en las que Morsi salió vencedor, pero que tiene poco que hacer frente al salvador de Egipto Sisi.

La campaña de ambos, que arrancó oficialmente el pasado sábado, planea pivotar en la lucha contra el terrorismo. Así lo hizo saber en su primera entrevista pública el exgeneral. Los proscritos Hermanos Musulmanes son el objetivo pero, a estas alturas, es como echar gasolina al fuego. La sociedad egipcia está ya más fracturada que nunca y con las recientes encarcelaciones de activistas y las condenas a muerte en masa, se ha criminalizado a una parte importante de la sociedad.

Alguien debía morir, pero no fueron los Hermanos Musulmanes ni los militares. Ha muerto la revolución

Hasta aquí ha llegado el país en la tumultuosa transición iniciada el 11 de febrero de 2011, cuando Hosni Mubarak fue depuesto como jefe de Estado, tras una revolución popular llevada acabo en apenas dos semanas. En estos poco más de tres años, las pugnas por el poder han sido enconadas, con los Hermanos Musulmanes y los militares manteniendo una lucha de sables y coranes que no podía acabar bien. Sobre todo para los primeros, como bien ha demostrado la historia que estos días se repite a sí misma, inexorable. Alguien debía morir, pero no fueron los unos ni los otros. Ha muerto la revolución.

El 6 de Abril, ilegal

En las últimas semanas han sucedido dos hechos graves que confirman el deceso: La ilegalización del Movimiento 6 de Abril y una nueva condena a muerte en masa (683 reos) para miembros de los Hermanos Musulmanes.

Los primeros ya han manifestado que son un ideal, no una empresa con razón social. Y no se puede ilegalizar un ideal. Los otros muy probablemente boicotearán las elecciones y su criminalización no hará sino acrecentar el ansia de revancha de muchos que no verán más salida que la de seguir apagando el fuego con gasolina.

Los jóvenes del 6 de Abril estuvieron en la vanguardia durante las protestas, pero fueron además el germen del alzamiento. Una de sus fundadoras, Asmaa Mahfuz, grabó entonces un vídeo alentando a los ciudadanos a alzar su voz contra el régimen y a salir a la calle el 25 de enero. Ese vídeo y otros que le siguieron componen lo que el Tribunal de Asuntos Urgentes de El Cairo ha calificado de uso de las redes sociales para crear el caos.

Esta ha sido una de las acusaciones esgrimidas en la corte para prohibir las actividades del Movimiento 6 de Abril y ordenar el cierre de sus oficinas. ¿Se habrán percatado los jueces de que los cafés del Borsa, en el centro de El Cairo, son la sede principal de este movimiento popular encarnado por jóvenes?

En la decisión judicial contra el 6 de abril se puede ver la revancha de los remanentes del antiguo régimen de Mubarak

Difamar a Egipto y pedir a Estados Unidos que cancele su ayuda son otras de las inculpaciones del tribunal que también usó como elemento condenatorio la grabación (obtenida sin autorización judicial y hecha pública en televisión, según denuncia la bloguera Zeinobia en The Egyptian Chronicles), de una conversación entre los cofundadores Ahmed Maher y Mohamed Adel. Ambos activistas se encuentran en prisión condenados a tres años por manifestarse ilegalmente precisamente contra la ley que prohíbe protestas no autorizadas.

La sociedad civil egipcia está consternada y el grupo ya ha anunciado que no acatará la sentencia, para la que aún cabe recurso. Pero lo que queda en la mente de todos, a pesar de la cacareada independencia judicial egipcia, es que se puede ver la mano de los remanentes del antiguo régimen de Mubarak tomando revancha detrás de la decisión judicial.

Los jóvenes del 6 de Abril se han sentado a la mesa con los dirigentes del país desde la revolución, incluso con el candidato presidencial, Abdel Fatah Sisi, el artífice del golpe de Estado contra Morsi el pasado 3 de julio , antes ministro de Defensa. El hombre, del que nadie duda que se convertirá en el nuevo presidente de Egipto, se hizo la foto con los líderes revolucionarios. Pero a un mes vista de los comicios, parece que se prepara el terreno al nuevo rais para que no haya voz que le lleve la contraria.

Son muchos los que confían en que “prohibir la disidencia política no hará que desaparezca”, como apuntaba al conocerse la sentencia Joe Stork, subdirector para Oriente Medio y el Norte de África de la organización no gubernamental Human Rights Watch (HRW).

El segundo hecho que ha firmado la muerte de la revolución también llega desde la judicatura. Un magistrado ha condenado a muerte a 683 miembros de los hermanos musulmanes, incluido el líder del movimiento, Mohamed Badie, en una sentencia masiva con un precedente: tres semanas antes había pronunciado el mismo veredicto contra otros 529 reos, aunque finalmente sólo a 37 de ellos se les mantendrá la pena capital.

Revancha militar

A los 683 condenados se les acusa de matar al oficial de policía Mamduh Kotob, incitar a la violencia y destruir mobiliario urbano… entre otras cosas, además de ser miembros de los Hermanos Musulmanes. Tal vez su mayor crimen.

Entre ellos, además del guía espiritual supremo de la cofradía religiosa, Mohamed Badie, está también Saad Katatni, quien fuera presidente del Parlamento electo que emanó de los primeros comicios democráticos de Egipto tras la revolución de enero de 2011. Aquel Parlamento fue disuelto también por una decisión judicial, poco antes de que Mohamed Morsi tomara el poder en 2012.

El veredicto debe ser confirmado por la máxima autoridad religiosa del país, el gran muftí (aunque su decisión no sea vinculante). Este recomendó levantar la condena a muerte de 492 de los 529 reos a los que el mismo juez, Said Youssef, había puesto la soga al cuello acusados de similares crímenes.

La sociedad no sólo está más fracturada de lo que la dejó Morsi, sino que se ha criminalizado a gran parte de ella

Finalmente los 37 inculpados deberán pasar el resto de sus días en la cárcel, según fuentes judiciales citadas por Reuters. Aquí el Estado profundo toma revancha de los islamistas a los que Morsi intentó colocar copando la Judicatura, un hecho que les llevó a la huelga en su día.

Así las cosas, no es extraño predecir la reinstauración del régimen bajo un nuevo general: Sisi, que sin duda sabrá ganarse a los antiguos aliados de Mubarak. Aunque tal decisión conlleve grandes riesgos. La sociedad no sólo está más fracturada de lo que la dejaron los Hermanos Musulmanes y el pésimo mandato de Morsi, sino que se ha criminalizado a una parte muy importante de ella.

Estimaciones de algunos analistas egipcios consideran que los simpatizantes de la cofradía podrían suponer entre el 30 y el 45% de la población. Y la posibilidad de que los Hermanos puedan volver a la senda democrática no parece factible con las miles de detenciones y sentencias llevadas a cabo en los últimos ocho meses.

Protestas dispersadas, muertos a diario y atentados casi cada semana con artefactos de fabricación casera, contra efectivos policiales o militares. Más que barrerlos bajo la alfombra, se les fuerza -como advertía hace unos meses el director del Instituto de El Cairo para la información de derechos humanos- al radicalismo.

No contentos con esto, las autoridades arremeten también contra los revolucionarios e ilegalizan a los jóvenes que iniciaron la revolución, dejando a los ciudadanos huérfanos de propuestas democráticas. O de cualquier propuesta distinta a la oficial. Tabla rasa y vuelta a empezar.

El 17 % de la población egipcia tiene dificultades en el acceso a la comida, y casi el 70 % recibe cartillas de racionamiento

Con unos forzados a abrazar el radicalismo y otros a regresar a la subversión, ¿qué futuro le espera a este nuevo Egipto y a su revolución? En el país del Nilo la población que sobrevive por debajo del umbral de la pobreza (con menos de un dólar al día) supera el 26%, según estimaciones de la agencia estatal CAPMAS. El 17% tiene dificultades en el acceso a la comida, según datos de Naciones Unidas. Desde 2011 esa cifra no ha dejado de aumentar, llegando a duplicarse y, en la actualidad, casi el 70% de la población recibe cartillas de racionamiento, según un estudio del International Food Policy Research Institute (IFPRI) y el Programa Mundial de Alimentos de la ONU. Igualmente extendidas están las ayudas para gas y gasolina.

El nuevo presidente, más que probablemente Sisi, tendrá que afrontar grandes retos. Algunos temen una contienda civil si el rais no logra el consenso social ni las mejoras económicas que necesitarán de serios recortes (que ya han empezado), principalmente a esos subsidios de los que dependen casi las tres cuartas partes de la población.

Otros, los que no han dejado de pelear aunque sea para llegar hasta aquí, confían en una nueva lucha que al fin les dé lo que anhelan: pan, libertad y justicia social. La revolución ha muerto, ¡viva la revolución!

Primero publicado en Esglobal