Opinión

#noenminombre

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 11 minutos

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Es muy fácil decir que el ISIL no tiene nada que ver con el islam. Tan fácil que más de uno se ha sorprendido al ver que tan pocos musulmanes en Europa, o en el mundo, hayan llegado a decirlo. (O eso creen, como si a los kurdos que ahora mismo están a punto de ser masacrados en Kobani, más o menos tan musulmanes como todo hijo de vecino, les hiciera falta dar lecciones de teología mientras el ISIL les tira artillería de la pesada y afila sus cuchillos).

Pero es cierto: en Europa, pocos han salido a la calle a decirlo. No hemos visto manifestaciones masivas en Alemania, Francia ni España, denunciando la pretensión del así llamado “Estado Islámico” de llevar este nombre. No puede ser por carencia de musulmanes: dicen que por ahí viven unos cuantos millones. Por fin, algunos de ellos han lanzado una campaña en las redes sociales: #Notinmyname. No en mi nombre. Hay quien se fotografía con un cartel y un Corán, para dejar claras las cosas.

¿Acaso algún cristiano español ha visto necesidad de salir a la calle para distanciarse de lo que hace el Ku Klux Klan?

Otros se niegan. Por principio. Porque distanciarse expresamente del ISIL, argumentan, significaría asumir de entrada que un musulmán, si no lo hace, es parte de él. Que un musulmán en cualquier parte del globo es responsable de lo que hace en cualquier otra parte cualquier criminal que se hace llamar musulmán. ¿Acaso algún cristiano español ha visto necesidad de salir a la calle para distanciarse de lo que hace el Ku Klux Klan allende el océano, con su parafernalia de crucifijos ardientes? No ¿verdad? ¿Por qué a un cristiano se le supone la inocencia, y a un musulmán, la responsabilidad?

Efectivamente, esta sensación de distancia absoluta es la que durante años ha causado la pasividad de muchos millones de musulmanes, tanto en los países oficialmente islámicos como en Europa: uno no se manifiesta contra cosas con las que no tiene nada que ver. Y sólo a un analista de éstos que escriben en la prensa europea, ávido buscador de citas coránicas convenientemente seleccionadas, con una agudeza teológica sólo comparable a su ignorancia terrenal, se le puede ocurrir que las ideologías proclamadas por Al Qaeda tienen algo que ver con lo que un musulmán normal, de los de toda la vida, considera su religión.

Pero de esa época feliz, de cuando aún podíamos decir que la inmensa mayoría de los musulmanes simplemente no tenía relación alguna con las ideologías de Al Qaeda, han pasado algunos años. Ahora apenas queda un país – aparte quizás la mitad sureña y campestre de Marruecos – donde no florezca el burka negro, el hierro con el que los adherentes de esta ideología marcan a “sus” mujeres.

ISIL es una herramienta para aniquilar toda semilla de democracia en las sociedades árabes, y podar las europeas

Y especialmente la población musulmana de Europa ya no puede sentirse distante: es ella la que alimenta al ISIL. Más que ninguna otra, proporcionalmente. Ser musulmán en Europa, hoy día sí significa, con cierta probabilidad estadística, ser defensor de la ideología bajo cuya bandera se masacra a la población siria. Y significa verse considerado parte de un colectivo, el “musulmán”, representado por predicadores a los que cortejan políticos y prensa: fue Sarkozy quien elevó a Tariq Ramadan a príncipe del islam europeo, ofreciéndole un debate de igual a igual en televisión. Ese debate en el que el “moderado” predicador defendió como “islámicas” las mutilaciones como castigo, esas que no aplica ningún país musulmán salvo Arabia Saudí. Solo pidió una moratoria. Entre los musulmanes, o entre quienes figuran como tales en las estimaciones demográficas, seguramente muchos se sentían asqueados. Si alguien protestó, no nos enteramos.

Es fácil salir ahora a Facebook con un cartel de #No en mi nombre. Pero es tarde para eso.

Es tarde porque ya no es cierto que el ISIL no tenga nada que ver con el islam. Por supuesto – esto que no se nos olvide -, ISIL sigue siendo una estructura militar establecida con el fin, por una parte, de destruir Siria e Iraq y, por otra, de amedrentar a la población europea y norteamericana. Una herramienta creada para aniquilar toda semilla de democracia en las sociedades llamadas árabes, y podar todo lo que sea posible la democracia que en el último siglo ha crecido en Europa o Norteamérica. Esto, que no se nos olvide.

Pero para que funcione su amedrentamiento de Europa y Norteamérica (en Siria e Iraq no importa: basta con las armas), el ISIL se ha modelado según lo que estas sociedades creen que es “islámico”. Se ha diseñado acorde al modelo del “islam” que es el más visible –no el más difundido, pero sí el más visual, el más chillón y el más llorón– en las sociedades europeas. El modelo wahabí.

Que este modelo tenga de islámico poco más que el nombre, que fuera considerado secta desviada y prácticamente hereje hasta el siglo XX, ya importa cada vez menos. Otra generación más, y no quedará otro “islam” que este. Dos generaciones más, y hasta en los países musulmanes de toda la vida, hasta en países como Marruecos, una religión que existió durante mil años y se llamaba islam habrá sido exterminada. Borrada de la faz de la tierra, cubierta con telas negras.

Y ustedes, europeos, musulmanes o no, están colaborando con este exterminio.

Están colaborando porque están ustedes respaldando la religión wahabí que se hace llamar islam, dándole carta de naturaleza. La están respaldando con la simple actitud de no denunciarla, de aceptarla como si fuera normal. Cuando no lo es. Quien no levanta ni una ceja, dice Brecht (en 1935), viendo crímenes sangrientos, les otorga / la apariencia de lo natural. Describe / el terrible crimen como algo tan poco llamativo como la lluvia / también tan imposible de impedir como la lluvia/ Así, con su silencio respalda / a los criminales.

Es criminal difundir un ideario en el que alguien que “insulta” una religión pueda merecer un severo castigo

A los criminales, sí. Es criminal difundir un ideario según el que una mujer debe, durante toda su vida fértil (sí: sólo durante su vida fértil: sólo durante el tiempo en que puede servir de objeto sexual) ocultar su pelo bajo una tela, en respeto por las hormonas masculinas. En la que no debe tocar a hombres que no sean familiares. En la que debe enseñar a sus hijos que los no musulmanes son “impuros” y es mejor no tocarlos. En la que debe obedecer a su padre, su hermano, su marido, su hijo, a quien sea, con tal de que tenga aparato genital masculino y se adjudique una lejana relación genética con ella.

Es criminal difundir un ideario en el que alguien que “insulta” una religión, cualquier religión, pueda merecer un severo castigo, y me da igual si ese castigo es la muerte que decretó Jomeini para Rushdie o es simplemente la cárcel que Erdogan prevé para un humorista que cuele un chiste ateo en una revista satírica. Es criminal someter la libertad de pensamiento y de creación a un consejo de clérigos poseedores de la verdad divina.

El orientalismo es eso: las esclavas quedan muy bonitas en el cuadro cuando se les rodea de califas y turbantes

Por supuesto sabemos que la Iglesia Católica difunde ese mismo ideario, en lo referente a la blasfemia y en lo referente a la mujer (y no hablemos ya del clero judío). Pero ustedes, lectores de esta columna, no le reirán las gracias a los obispos. Me consta que difunden enardecidas protestas en las redes sociales cuando un cura lanza algún despropósito (muy a propósito de los padres eclesiásticos en los que ellos fundan su poder). No he visto a ninguno de ustedes sentarse en una iglesia junto con las mujeres que acuden a clase de preparación para ser una buena y abnegada esposa. Pero cuando es una mezquita, me hablan del respeto a “otras culturas”, de la “vida social de las musulmanas” y grandes excusas parecidas. El orientalismo es eso: las esclavas quedan muy bonitas en el cuadro cuando se les rodea de dagas, califas y turbantes.

Es fácil decir No en mi nombre, cuando se trata del ISIL: ¿quién quiere quedar como un defensor de asesinos? Pero es falso, si al mismo tiempo se exhiben los símbolos de esa ideología. No: no hay ninguna diferencia esencial entre el hiyab y el burka. Ambos son expresiones del mismo concepto: el que marca a tela a las mujeres para identificarlas como “musulmanas”, frente al resto de la humanidad. Musulmanas, no personas. Propiedad exclusiva de un colectivo bajo la batuta de los imames que decidirán cuáles son, para ellas, los designios de Dios.

No hay ningún clérigo que a la vez defienda el hiyab como obligatorio y denuncie el burka como una aberración: el uno no es más que la continuación lógica del otro, el concepto llevado al extremo. O históricamente, al revés: desde que la secta wahabí formalizó el burka como expresión de su poder expreso sobre la mitad de la población, el hiyab no es más que el ensayo previo, la versión acortada, la primera capa en la construcción del camino hacia la teocracia.

Y esa teocracia es la que hay que denunciar. No en mi nombre se impondrán penas de cárcel a quien se ría de los libros santos, no en mi nombre se le dará al imam la autoridad de decir qué quieren “los musulmanes”, no en mi nombre se llevará a comisaría a quien quiera comer a la hora que sea, así otros hagan ramadán, no en mi nombre se dirá desde los púlpitos o la prensa que una mujer no es musulmana si no se tapa el cabello, no en mi nombre se mantendrán leyes que prohiban que dos enamorados se casen, sea cual sea su religión, no en mi nombre se les prohibirá follar sin papeles por medio.

Francia ha aceptado no casar a parejas homosexuales si uno de ellos es de un país musulmán. Vergüenza nos debería dar

Ésta es la campaña que hace falta. La campaña que hacen los pocos activistas valientes que quedan en Marruecos y en Túnez y Líbano, la que ya no puede hacerse en Argelia o Egipto, la que en Europa ni se plantea: hasta Francia ha aceptado no casar a parejas homosexuales si uno de ellos es de un país musulmán. Vergüenza nos debería dar.

El año pasado, tras la noticia de que una mujer musulmana fue agredida en Suecia por llevar hiyab, cientos de ciudadanas suecas difundieron fotografías suyas con velo: un gesto de solidaridad para denunciar una agresión contra la libertad de llevar una determinada prenda. Cada día se agrede a mujeres en Egipto, en Argelia, en Sudán, y por supuesto en los guetos de Londres, París y Berlín a mujeres que se niegan a llevarlo. Nombro estos países y digo agredir, para no nombrar Irán, Arabia Saudí o Iraq, donde se les encarcela o asesina. Y todavía me falta por ver una sola musulmana que lleve el hiyab por decisión propia quitárselo en público, difundir una foto con el cabello al aire, como gesto para solidarizarse con las que no tienen esa libertad. ¿Libre decisión, dijeron? Para ponérselo ¿verdad? Jamás para quitárselo. Dios no lo quiera.

Desde luego, todo esto no tiene nada que ver con el islam. No más que el Ku Klux Klan con la romería del Rocío. Sé de qué hablo. He estado en las romerías. Pero como ustedes no se den prisa, esa religión que durante mil años se llamaba islam, ustedes ya no van a conocerla. Desaparecerá. Con el ISIL convertido en pararrayos, ahora los más radicales, los que hace veinte años se habrían encerrado en un manicomio, quedarán de moderados. Lo están ustedes viendo. Y no falta quien aplaude. ¿No tienen ustedes vergüenza?

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© Ilya U. Topper | Especial para MSur ·  Oct 2014

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