Opinión

Un chico llamado Bibi

Uri Avnery
Uri Avnery
· 11 minutos

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Hay a día de hoy dos opiniones distintas acerca de Binyamin Netanyahu, y parece difícil creer que ambas traten de la misma persona.

Una de ellas dice que Netanyahu es un político superficial, falto de ideas y convicciones, que se guía sólo por su obsesión de permanecer en el poder. Este Netanyahu posee una buena voz y un talento natural para hacer discursos superficiales en televisión, discursos faltos de cualquier contenido intelectual, y eso es todo.

Este Netanyahu es muy “presionable” (una palabra hebrea inventada prácticamente solo para él), un hombre que cambiaría su punto de vista según los intereses de la política, negando por la noche lo que dijo por la mañana. Nada de lo que dice es de fiar, mentiría y haría trampas siempre que fuera necesario para asegurar su supervivencia.

El otro Netanyahu es casi justo lo contrario. Un patriota con principios, un pensador serio, un hombre de Estado que ve el peligro más allá del horizonte. Este Netanyahu es un orador naturalmente dotado, capaz de hacer reaccionar al Congreso de los Estados Unidos y a la Asamblea General de las Naciones Unidas, admirado por un gran número de israelíes.

Debemos examinar la infancia de Netanyahu para poder entender su carácter

¿Y cuál de estas descripciones es la verdadera?

Ninguna.

Si es verdad que el carácter de una persona se moldea en su infancia más temprana, debemos examinar el pasado de Netanyahu para poder entenderlo.

Creció a la sombra de un padre fuerte, Benzion Millikowsky, que cambió su nombre extranjero por el hebreo Netanyahu, y que era una persona dominante y muy infeliz. Nació en Varsovia, que entonces era una ciudad provincial del Imperio Ruso, inmigró a Palestina cuando era un chico joven, estudió historia en la nueva Universidad Hebrea de Jerusalén y esperaba convertirse en profesor allí, pero no fue aceptado.

Benzion era hijo de un temprano seguidor de Vladimir (Ze’ev) Jabotinsky, el líder sionista de extrema derecha. Heredó de su padre su actitud extremista, y se la pasó a sus tres hijos. Binyamin era el segundo; su hermano mayor, que aún era también un niño, lo llamaba Bibi, y este apelativo infantil se le quedó.

Binyamin creció en Norteamérica, adquirió un inglés americano perfecto y se convirtió en comercial

El rechazo de la prestigiosa y joven Universidad Hebrea convirtió a Benzion en un hombre resentido, y este resentimiento duró hasta su muerte en 2012, a la edad de 102 años. Estaba seguro de que este rechazo no tenía nada que ver con sus calificaciones académicas, sino que estaba más relacionado con sus opiniones ultranacionalistas.
Su sionismo extremo no le impidió abandonar Palestina y buscar mejor suerte académica en los Estados Unidos, donde una universidad de segunda categoría le concedió una cátedra. Su carrera como historiador se centraba en la suerte de los judíos en la España medieval cristiana, su expulsión y la Inquisición. Esto generó en él una visión muy oscura del mundo: la convicción de que los judíos siempre serán perseguidos, de que todos los “goyim” (los no judíos), los odian y de que una línea recta conecta el auto de fe de la Inquisición española con el Holocausto nazi.

Durante estos años, la familia Netanyahu viajaba continuamente de los Estados Unidos a Israel. Binyamin creció en Norteamérica, adquirió un inglés americano perfecto, esencial para su futura carrera, estudió y se convirtió en comercial. Su claro talento para esta profesión atrajo al ministro de Asuntos Exteriores del Likud, quien lo mandó a las Naciones Unidas como portavoz de Israel.

Benzion Netanyahu no sólo era una persona resentida, que acusaba a los sionistas y al establecimiento académico israelí de negarse a reconocer su altura académica, sino que también era un hombre de familia muy autocrático.
Los tres chicos Netanyahu vivían en un constante sobrecogimiento por su padre. No se les permitía hacer ningún ruido en casa mientras el Gran Hombre trabajaba en su estudio cerrado. No se les permitía traer a otros chicos a casa. Su madre vivía en completa devoción por su marido, y le servía de cualquier modo en que le era posible, sacrificando su propia personalidad.

En todas las familias, el segundo de tres hijos se encuentra en una posición difícil, no es admirado como el mayor, ni consentido como el más pequeño, y para Binyamin esta situación era especialmente dura debido a la personalidad del mayor.

Yonatan Netanyahu (ambos nombres significan “Dios ha dado”), parece haber sido un chico especialmente bendecido. Era guapo, dotado, querido e incluso admirado. En el ejército se convirtió en comandante del venerado Sayeret Matkal (“Unidad Especial del Estado Mayor”), la élite de la élite del ejército.

Como tal, en 1976 era comandante de tierra del atrevido comando de asalto de Entebbe en Uganda que liberó a los pasajeros de un avión secuestrado por guerrilleros palestinos y alemanes cuando volaba hacia Israel. Yonatan murió en combate y se convirtió en un héroe nacional. También su padre lo adoraba, y nunca aceptó del todo las cualidades de su segundo hijo.

Entre su padre, el resentido pensador, y su hermano mayor, el héroe, Binyamin creció como un chico callado

Entre su padre, el resentido Gran Pensador, y su hermano mayor, el Héroe Legendario, Binyamin creció como un chico callado, pero muy ambicioso, mitad israelí y mitad norteamericano. Trabajó por un tiempo como vendedor de mobiliario hasta que Moshe Arens, el Ministro de Asuntos Exteriores del partido de extrema derecha Likud, lo descubrió.

Entre la obsesiva necesidad de aprobación de su padre y ser considerado como un igual a su glorioso hermano, se forjó el carácter propio de Netanyahu. Su padre nunca lo apreció del todo, y una vez declaró que podría llegar a ser un buen Ministro de Exteriores, pero no primer ministro.

Como buen hijo de su padre, Netanyahu incitó al pueblo contra Yitzhak Rabin tras los Acuerdos de Oslo, y fue fotografiado en el balcón desde donde se daba el discurso durante la manifestación en la que se paseaba un ataúd simbólico de Rabin. Poco después, cuando éste fue asesinado, negó cualquier responsabilidad.

El sucesor de Rabin, Shimon Peres, fracasó miserablemente y Netanyahu se convirtió en primer ministro. Fue una completa catástrofe. La noche después de las siguientes elecciones, cuando resultó evidente que había perdido, una gran multitud se dirigió a la plaza central Tel Aviv (que ahora lleva el nombre de Rabin), en una manifestación espontánea de alegría similar a la acontecida tras la liberación de París.

Aplicando las enseñanzas ultracapitalistas de EE UU, hizo a los ricos más ricos y a los pobres más pobres

Su sucesor Ehud Barak, del Partido Laborista, no tuvo más suerte que él. Como antiguo Jefe de Estado Mayor del ejército, era admirado por muchos, y especialmente por sí mismo, y convenció al presidente Bill Clinton de convocar una conferencia de paz entre israelíes y palestinos en Camp David. Barak, que era bastante ignorante en cuanto a las actitudes palestinas se refería, dictó sus términos y se sorprendió cuando fueron rechazados. Cuando llegó a casa declaró que los palestinos nos querían echar al mar, y tras oír esto, el público lo echó de su cargo y eligió al duro general de extrema derecha Ariel Sharon, el fundador del Likud.

Netanyahu entonces se convirtió en ministro de Finanzas, y como tal tuvo mucho éxito. Aplicando las enseñanzas neoliberales y ultracapitalistas que había absorbido en los Estados Unidos, hizo a los ricos más ricos y a los pobres más pobres. A los pobres parecía gustarles esto.

Sharon fue el padre de los asentamientos en Cisjordania. Para reforzarlos decidió ceder la Franja de Gaza con sus pocos asentamientos, que eran un lastre desproporcional para el ejército. Sin embargo, su retirada unilateral de la Franja sorprendió al campo de derechas, y Netanyahu padre calificó esta medida como “un crímen contra la humanidad”.

Impaciente con la oposición, Sharon se separó del Likud y fundó su propio partido Kadima (“hacia adelante”). Netanyahu se convirtió de nuevo en líder del Likud.

Como siempre, tuvo suerte, ya que Sharon sufrió un derrame cerebral y cayó en un coma del que nunca se recuperó. Su sucesor Ehud Olmert fue acusado de corrupción y tuvo que dimitir; la siguiente en la lista, Tzipi Livni, era incompetente e incapaz de formar un gobierno a pesar de disponer de todos los ingredientes necesarios.

Netanyahu, el hombre al que las masas habían echado a patadas y entre vítores hacía solo unos años, volvió como un imperator. De nuevo las masas vitoreaban, a Shakespeare le habría encantado.

Desde entonces, Netanyahu ha sido elegido una y otra vez, y la última fue una clara victoria personal. Derrotó a todos sus contrincantes de la derecha.

Al contrario de lo que se piensa, es un hombre de creencias arraigadas: las de extrema derecha de su padre

Entonces, ¿quién es este Netanyahu? Al contrario de lo que piensa la opinión popular, es un hombre de creencias muy arraigadas, las creencias de extrema derecha de su padre. El mundo entero quiere matarnos en todo momento, necesitamos un Estado fuerte para defendernos, toda la tierra entre el Mediterráneo y el Jordán nos ha sido concedida por Dios (exista o no). Todo lo demás son mentiras, subterfugios, tácticas.

Cuando durante un famoso discurso en la universidad de Bar-llan, cerca de Tel Aviv, Netanyahu adoptó el principio de “Dos Estados para Dos Pueblos”, aquellos que lo conocían solo pudieron sonreír. Era como si hubiera recomendado comer cerdo el día del Yom Kipur.

Tentó con esta declaración a los ingenuos norteamericanos y dejó que su ministra de Justicia, Tzipi Livni, liderara interminables negociaciones con los palestinos, a quienes él desprecia. Siempre que parecía que las negociaciones se estaban acercando a un acuerdo, rápidamente él imponía otra condición, como la ridícula exigencia de que los palestinos reconocieran Israel como el Estado Nación del Pueblo Judío. Por supuesto, ni siquiera pensó en reconocer los territorios palestinos como el Estado Nación del Pueblo Palestino (un pueblo que él no cree que exista en absoluto).

El día antes de las últimas elecciones, hace poco, Netanyahu anunció que no habría un estado palestino mientras él estuviera en el poder. Cuando los norteamericanos protestaron, se negó a sí mismo. ¿Por qué no? Como dice la famosa cita de su predecesor del Likud, Yitzhak Shamir: “Está permitido mentir por la patria”.

Ya lo dijo el predecesor de Netanyahu en el Likud: “Está permitido mentir por la patria”

Netanyahu mentirá, hará trampas, se negará a sí mismo, izará falsas banderas, y todo con el propósito de alcanzar su único y real objetivo, la Roca de nuestra Existencia (como a él le encanta decir), la herencia de su padre: el Estado Judío desde el mar al río.

El problema es que en esta zona, los árabes son ya una mayoría, pequeña, pero que tiene muchas probabilidades de crecer de forma constante.

Un Estado judío y democrático en todo el país es imposible. El chiste popular dice que es demasiado incluso para Dios, así que decretó que tenemos que escoger entre tres actitudes: un Estado judío y democrático en parte del país, un Estado judío en todo el país que no sea democrático, o un Estado democrático en todo el país que no sea judío.

La solución de Netanyahu a este problema es ignorarlo, simplemente seguir hacia delante, agrandar los asentamientos y concentrarse en el problema más inmediato: instaurar su cuarto gobierno y planear el quinto, para dentro de cuatro años.

Y por supuesto, demostrar a su padre que lo mira desde el cielo, que después de todo el pequeño Bibi, su segundo hijo, es digno de él.

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