Opinión

Un líder sin gloria

Uri Avnery
Uri Avnery
· 10 minutos

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La primera vez que me encontré con Mahmud Abbas era en Túnez, a inicios de 1983.

Yo sabia que era el responsable de la sección de Israel en la cúpula de la OLP. Said Hamami e Issam Sartawi, los delegados de la OLP con las que yo estaba en contacto permanente desde 1974, me habían dicho que él estaba al cargo. Pero no estuve presente en mi primer encuentro con Yasser Arafat en Beirut, durante el asedio.

Llegué a Túnez con el general Matti Peled y con Yaakov Arnon, en una delegación oficial del Consejo israelí por la paz israelí-palestina, que habíamos fundado en 1975. Antes de encontrarnos con Arafat, se nos pidió reunirnos con Abu Mazen, el nombre con el que se conoce a Abbas, para debatir nuestras ideas, para que pudiera presentar al líder una propuesta detallada y consensuada. Este procedimiento se seguía también en los muchos encuentros posteriores que mantuvimos.

Arafat era espontáneo, extravertido. Abu Mazen es reservado, cauteloso, meticuloso

Abu Mazen era muy diferente de Arafat. Arafat era ostentoso, espontáneo, extravertido. Abu Mazen es más bien reservado, introvertido, cauteloso, meticuloso. La primera impresión que me dio era la de un maestro de escuela.

Cuando a Arafat lo asesinaron (como yo creo), había dos candidatos obvios para sucederle: Mahmud Abbas y Farouk Kaddoumi, ambos integrantes de la generación fundacional de la OLP. Kaddoumi era mucho más extremista, no creía que Israel firmaría nunca la paz y admiraba al régimen sirio de Hafez Asad. La cúpula de la OLP eligió a Abbas.

Cuando Abbas asumió el “poder” (entre comillas”), se encontraba en una situación casi imposible.

Arafat había aceptado el estatus de la Autoridad Palestina bajo la ocupación israelí como un riesgo calculado.

En primer lugar creía a Yitzhak Rabin, como le creíamos todos (y le aconseje que lo hiciera). Todos creíamos que Rabin estaba realmente comprometido a aceptar un Estado palestino vecino a Israel. En el plazo de cinco años, el Estado de Palestino se convertiría en un hecho. Nadie pudo prever el asesinato de Rabin, la cobardía de Shimon Peres y el ascenso de Binyamin Netanyahu.

Abu Mazen llegó con Rabin muerto y la ocupación y la expansión de los asentamientos en auge

Incluso antes, Rabin había cedido a la presión de sus “jefes de seguridad” y había incumplido partes cruciales de los Acuerdos de Oslo, como las conexiones libres entre Cisjordania y la Franja de Gaza.

Abu Mazen entró en esta situación: Rabin estaba muerto, los Acuerdos de Oslo eran una sombra de lo que eran, la ocupación y la expansión de los asentamientos estaban en auge.

Era una empresa casi desesperada desde el principio: una autonomía dudosa bajo la ocupación. Según lo acordado en Oslo, que se preveía mantener un máximo de cinco años, la mayor parte de Cisjordania (el “área C”) estaba bajo control directo y pleno de Israel, y el Ejército israelí tenía libertad para actuar también en las otras dos áreas (llamadas “A” y “B”). Nunca se produjo una retirada israelí adicional, aunque en Oslo se había previsto.

Las elecciones palestinas celebradas en estas circunstancias llevaron a una victoria de Hamás, algo facilitado por la competición entre los candidatos de Fatah. Cuando Israel y Estados Unidos impidieron a Hamás que asumiera el poder, Hamás se apoderó de la Franja de Gaza por la fuerza. Los dirigentes israelíes estaban encantados de la vida: la vieja máxima romana del Divide y reinarás les servía perfectamente para sus fines.

Desde entonces, todos los gobiernos israelíes han hecho todo lo que estaba en su poder para mantener a Abbas en el “poder”, a la vez que le reducían a un simple lacayo. A la Autoridad Palestina, concebida al principio como embrión de un Estado palestino, se le privó de toda autoridad real. Ariel Sharon solía referirse a Abu Mazen como “un pollo desplumado”.

Para darse cuenta del extremo peligro de la situación de Abu Mazen sólo hay que recordar el precedente histórico más reciente de una “autonomía” bajo ocupación: Vichy.

Al Pétain, dirigente de la Francia Vichy, se le sentenció a muerte, pero no fue ejecutado

En verano de 1940, cuando los alemanes arrasaron con el norte de Francia y ocuparon París, los franceses se rindieron. Francia se dividió en dos partes: el norte, con París, quedó bajo ocupación alemana directa, al sur se le concedió autonomía. Un mariscal venerable, Henri Pétain, un héroe de la I Guerra Mundial, fue nombrado dirigente de la zona no ocupada, cuya capital se estableció en la ciudad provincial de Vichy.

Un solitario general frances se resistió a la rendición. Charles de Gaulle, con una pequeña banda de seguidores, huyó a Londres, desde donde intentó por radio exhortar al pueblo francés a resistir. El efecto era imperceptible.

Contra toda expectativa, Inglaterra continuó la guerra (“Vale, pues, iremos solos”) y el régimen alemán en Francia se volvió, de forma inevitable, más y más duro. Se les ejecutaba a rehenes, se deportaba a los judíos, Vichy se convirtió cada vez más en un sinónimo de colaboración con el enemigo. Lentamente, la “Resistance” ganaba terreno. Al final, los Aliados invadieron Francia, los alemanes ocuparon el territorio de Vichy y fueron derrotados, De Gaulle retornó victorioso. A Pétain se le sentenció a muerte, pero no fue ejecutado.

Las opiniones sobre Pétain eran divididas y lo están aún. Por una parte, salvó París de la destrucción y salvó al pueblo francés de muchas crueldades a manos de los nazis. Tras la guerra, Francia se recuperó rápidamente, mientras que otros países estaban en ruinas.

La desobediencia cívica falló. La violencia falló ¿Qué queda?

Por otra parte, muchos consideran a Pétain un traidor, un antiguo héroe que colaboraba con el enemigo durante la guerra y entregó a los luchadores de la Resistencia y a los judíos a los nazis.

Desde luego no se pueden equiparar diferentes situaciones históricas. Los israelíes son ocupantes duros, pero no son nazis. Abu Mazen por supuesto no es un segundo Pétain. Pero algunas comparaciones pueden ser adecuadas.

Una manera de juzgar una política determinada es preguntar: ¿Cuáles son las alternativas?

No exageramos si decimos que todas las formas de resistencia palestina se han probado y se han revelado ineficaces.

Al principio, algunos palestinos soñaban con una desobediencia civil al estilo de la India. Falló completamente. Los palestinos no son indios y el ejército ocupante, que no tiene un antídoto eficaz contra la desobediencia civil, simplemente empezó a disparar, lo que obligó a los palestinos a recurrir a la violencia.

La violencia falló. El bando israelí goza de una superioridad militar infinita. Con la ayuda de informantes y tortura, descubre regularmente a las células clandestinas palestinas, como ocurrió aún esta semana.

Muchos palestinos pusieron sus esperanzas en la intervención internacional. Esta fue bloqueada por los sucesivos gobiernos de Estados Unidos, que han apoyado siempre la ocupación, por petición del potente sector judío norteamericano. Los simpatizantes de la causa palestina, como el movimiento internacional del boicot (BDS) son, de lejos, demasiado débiles como para tener un efecto real.

Los países árabes son buenos a la hora de hacer declaraciones y de proponer planes, pero en gran medida no tienen voluntad de ayudar a los palestinos de forma eficaz.

¿Qué queda? Bien poco.

Abu Mazen cree – o pretende creer – en la “presión internacional”. Muchos activista por la paz de Israel, desesperados con su propio país, han llegado a la misma conclusión.

Con mucha paciencia, Abbas va ganando puntos en Naciones Unidas, lentamente. Esta semana, la bandera palestina se izó en la sede de Naciones Unidas entre las demás enseñas de los países miembros. Esto ha elevado el orgullo nacional (recuerdo un momento similar en nuestro propio pasado) pero no ha cambiado realmente nada.

Abbas juega para ganar tiempo: colabora con el Ejército ocupante. Está a un paso del abismo

Abbas también puede tener la esperanzo de que el antagonismo personal creciente entre el presidente Obama y el primer ministro Netanyahu pueda inducir a los estadounidenses a abstenerse de su veto en el Consejo de Seguridad de la ONU la próxima vez que se presente una resolución contra la ocupación. Yo lo dudo. Pero si ocurre, el Gobierno israelí simplemente hará caso omiso. Lo mismo sucederá si Abbas consigue que la Corte Penal Internacional impute a algunos altos cargos israelíes por crímenes de guerra. Los israelíes sólo creen en los “hechos sobre el terreno”.

Imagino que Abu Mazen sabe todo esto. Juega para ganar tiempo. Está intentando prevenir una rebelión violenta que, a su juicio, sólo beneficiaría la ocupación, por lo que despliega a sus “fuerzas de seguridad” entrenadas por Estados Unidos, colaborando con el Ejército ocupante. Eso es estar a un paso del abismo.

Tiene sólo un consuelo: las autoridades de Hamás en la Franja de Gaza han llegado obviamente a la misma conclusión y observan ahora una especie de armisticio (“hudna”) respecto a Israel.

Una de las diferencias principales entre los israelíes judíos y los árabes es su actitud respecto al tiempo. Los israelíes son por naturaleza impacientes, los árabes son pacientes a más no poder. Los árabes admiran el camello, un animal de paciencia infinita. Los árabes tienen una historia muy larga, mientras los israelíes prácticamente no tienen historia.

Creo que Abbas es un auténtico patriota, no menos de lo que lo fue Arafat, no un corrupto

Imagino que Abu Mazen cree que en este momento hay muy poco que los palestinos puedan hacer. De manera que encabeza una operación de aguante: soportar la ocupación, prevenir enfrentamientos violentos que los palestinos sólo podrían perder, esperar que la situación cambie. Los árabes son buenos en este tipo de estrategia, que llaman ‘sumud’.

Sin embargo, la ocupación no se queda simplemente ahí. Es activa, quita tierra a los árabes, construye y expande sin descanso los asentamientos israelíes.

A la larga, esta es una batalla de voluntad y aguante. Como se ha dicho, una batalla entre una fuerza imparable y una masa inamovible.

¿Cómo juzgará la Historia a Abbas?

Es muy pronto para decirlo.

Creo que es un auténtico patriota, no menos de lo que lo fue Arafat. Pero está en peligro de deslizarse, contra su voluntad, hacia una situación similar a la de Pétain.

No creo en absoluto que sea corrupto o que represente una reducida clase de “gatos gordos” que se enriquecen bajo la ocupación y gracias a ella.

La Historia lo ha colocado en una situación que roza con lo imposible. Está mostrando gran valor intentando liderar a su pueblo en estas circunstancias.

No es un papel glorioso. No son tiempos para la gloria.

La Historia tal vez lo recuerde como un hombre que hizo lo que pudo en unas circunstancias deastrosas.

Yo, por mi parte, le deseo suerte.

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