Opinión

Adolf, Amin y Bibi

Uri Avnery
Uri Avnery
· 12 minutos

opinion

No es muy agradable que gente seria en todas partes del mundo – historiadores, psiquiatras, diplomáticos – se pregunten si mi mi primer ministro está bien de salud mental.

Pero esto es lo que está sucediendo. Y no sólo en el extranjero. Cada vez más gente en Israel se hacen la misma pregunta.

Todo esto es consecuencia de un solo incidente. Pero ahora la gente escudriña otros muchos incidentes, del pasado y del presente – bajo un nuevo foco.

Hasta ahora, muchas acciones y declaraciones extrañas de Binyamin Netanyahu se habían considerado como manipulaciones de un político taimado, un demagogo con talento que conoce el alma de su electorado y lo alimenta copiosamente con mentiras.

Una sospecha inquietante: ¿Está perdiendo algunos tornillos nuestro primer ministro?

Ya no. Se difunde una sospecha inquietante: que nuestro primer ministro tiene serios problemas de salud mental. ¿Está perdiendo algunos tornillos?

Todo empezó hace dos semanas, cuando Netanyahu dio un discurso ante una asamblea mundial sionista. Lo que dijo era chocante.

Adolf Hitler, pontificó, no quería realmente exterminar a los judíos. Sólo quería expulsarlos. Pero luego se entrevistó con el muftí de Jerusalén, que le convenció de “quemar” a los judíos. Así nació el holocausto.

¿Conclusión? Hitler no era tan malo, bien mirado. Los alemanes no tienen realmente la culpa. Eran los palestinos los que instigaron el asesinato de seis millones de judíos.

Si hubiera tratado de otro asunto, este discurso se podría considerar una de las habituales mentiras y falsificaciones que son típicas para Netanyahu. Hitler no era tan malo, los palestinos tienen la culpa, el muftí era el precursor de Mahmud Abbas. No más que una pieza rutinaria de propaganda política.

Pero esto trata del holocausto, uno de los sucesos más atroces de los edad moderna, y de lejos el suceso más importante en la historia moderna de los judios. Este suceso tuvo una influencia directa en las vidas de la mitad de la población judía de Israel (me incluyo), que ha perdido a familiares en el holocausto o sobrevivió a él.

El discurso de Netanyahu no era una de sus típicas manipulaciones, sino algo nuevo, espantoso

Este discurso no era una manipulación política menor, una de éstas a las que nos hemos acostumbrado desde que Netanyahu llegó a primer ministro. Esto era algo nuevo, algo espantoso.

Hubo indignación en todas partes del mundo. Hay muchos miles de expertos en el holocausto. Se han escrito innumerables libros sobre la Alemania nazi (yo también escribí uno). Todos los detalles se han investigado una y otra vez.

Los supervivientes del holocausto estaban chocados, porque Netanyahu estaba directamente absolviendo a Hitler, y a los alemanes en general, de la culpa primordial en este crimen horrendo. Resulta que al final, Hitler no era tan malo. Sólo quería expulsar a los judíos, no matarlos. Eran los malvados árabes quienes le indujeron a cometer la mayor de las atrocidades.

Angela Merkel hizo lo que tuvo que hacer y difundió de inmediato un desmentido, asumiendo de nuevo que la culpa recaía enteramente en el pueblo alemán. Miles de artículos furiosos se publicaron en todo el mundo, y muchos cientos de ellos en Israel.

Esta declaración en concreto de Netanyahu no era simplemente estúpida, no era sólo un ejemplo de ignorancia. Rozaba la demencia.

Un muftí es un estudioso de la religión, una autoridad de nivel alto en una sociedad islámico, por encima de un simple juez. Un Gran Muftí es la autoridad religiosa local más alta. En el islam no hay papa.

Las autoridades británicas en Palestina nombraron Gran Muftí a Amin Husseini, un grave error

El Gran Muftí de esta historia es hadch Amin al Husseini, al que las autoridades británicas en Palestina nombraron en el cargo de Gran Muftí de Jerusalén. Algo que resultó ser un grave error.

El hombre que cometió este error era judío: Herbert Samuel, el primer Alto Comisionado del territorio de Palestina bajo mandato británico después de la I Guerra Mundial. Al joven hadch Amin ya se le conocía como agitador y Samuel siguió la vieja práctica colonial de colocar a los enemigos en altos cargos para calmarlos.

La familia Husseini es la hamula (clan) más destacada de Jerusalén. Tiene unos 5.000 miembros y ocupa todo un barrio. Es una de las tres o cuatro familias más prestigiosas de la ciudad, y durante muchas generaciones, siempre ha habido un Husseini que ocupara bien el cargo del muftí, bien el del alcalde o de un dignatario similar en la Jerusalén árabe.

El hadch Amin (hadch se le llama a un musulmán que ha realizado el peregrinaje obligatorio a La Meca) creaba problemas desde el primer momento. Reconoció pronto el peligro que la inmigración sionista suponía para la comunidad árabe en Palestina y varias veces instigaba revueltas antibritánicas y antijudías. Estas culminaron en la Gran Rebelión de 1936 – que los judíos conocen como “los sucesos” – que sacudieron el país durante tres años, hasta la II Guerra Mundial.

Durante “los sucesos” murieron muchos judíos y muchos británicos, pero la mayoría de las víctimas eran árabes. El muftí (como le llamaba todo el mundo) utilizaba esta oportunidad para hacer matar a todos sus rivales y competidores. Para los judíos en Palestina se convirtió en el símbolo del mal, el objeto de un odio intenso.

Al final, hasta los británicos se hartaron de él. Expulsaron al muftí del país. Se fue a Líbano, pero cuando los británicos ocuparon este país en la II Guerra Mundial (para echar a las tropas del régimen Vichy de Francia), el muftí huyó a Iraq, que estaba en mano de rebeldes antibritánicos y pronazi. Cuando los británicos reconquistaron Iraq, el muftí escapó a Italia, que encabezaba los intentos del “Eje” de ganarse a los árabes. El muftí, cuyo enemigo principal eran los británicos, seguía la tesis según la que el enemigo de mi enemigo es mi amigo. (Al mismo tiempo, un dirigente del movimiento judío clandestino en Palestina, Abraham Stern, siguiendo la misma tesis, también buscó contacto con los italianos y los alemanes).

Parece que los italianos no tenían tantas ganas de tener por ahí al hadch Amin, de manera que el muftí se mudó a la Alemania nazi. En esta época, las SS intentaban alistar a voluntarios musulmanes para la guerra contra Rusia, y a alguien se le ocurrió la brillante idea que una foto del Gran Muftí con Hitler podría ser útil.

Es ridículo coronar al muftí padre de la nación palestina. Nunca he oído decir una buena palabra de él

A Hitler no le gustaba la idea en absoluto. Creía de verdad en la teoría de las razas y los árabes son semitas: una raza inferior y despreciable, al igual que los judíos. Pero al final se le convenció para que recibiera a este refugiado árabe para lo que ahora llamaríamos un “momento foto”. Se hizo una fotografía, la única que existe del único encuentro entre estas dos personas. (Lo que sí hay son fotos del muftí con voluntarios bosnios de las SS).

El encuentro era breve y se levantó un acta rutinaria, en la que no aparecen los judíos por ninguna parte. Todo el episodio era insignificante. Hasta que vino Netanyahu.

Es ridículo coronar al muftí padre de la nación palestina. En los cientos de encuentros que he tenido con palestinos, de Arafat hacia abajo, nunca he oído decir una buena palabra sobre hadch Amin, ni siquiera de parte del maravilloso Faisal Husseini, un pariente lejano. Se le describe de forma unánime como un verdadera patriota palestino, pero como alguien con una formación limitada y una visión de mente estrecha, que tiene parte de la responsabilidad en el desastre que sufrió el pueblo palestino en 1948. El baño de sangre que Amin causó entre los palestinos en la rebelión de 1936-1939 debilitó tanto a este colectivo que la nación carecía de líderes o dirigentes verdaderos cuando llegaba la prueba de verdad: la división de Palestina en 1947 y la guerra de 1948.

La idea de que el poderoso Führer necesitaba el consejo de un semita refugiado o le hacía caso para decidir sobre el holocausto es absurda. Es más, es de locos.

Que el Führer necesitara el consejo de un semita refugiado para decidir el holocausto es de locos

Tampoco cuadran las fechas. El encuentro fotográfico tuvo lugar a finales de 1941. El exterminio empezó inmediatamente después de la conquista de Polonia en 1939 y alcanzó sus monstruosas dimensiones con la invasión nazi de la Unión Soviética a mediados de 1941. Alcanzó su formato final, industrial, cuando Heinrich Himmler, el jefe de las SS, decidió que “no se le puede exigir a un alemán decente” fusilar toda esta chusma judía. El muftí no tenía absolutamente nada que ver con esto y sólo pensar que sí es demente.

Hasta 1939, Hitler promovía en efecto la expulsión de los judíos, porque exterminarlos físicamente en una Europa pacífica era impensable. Pero una vez que empezó la guerra, vio de inmediato una oportunidad para un exterminio masivo… y lo dijo con bastante franqueza.

¿Cómo, pues, puede decir cosas tan alocadas este hijo de un “respetado historiador”? (Llamar así a Ben-Zion Netanyahu es ahora la fórmula obligatoria en los medios de comunicación israelíes, aunque nunca he llegado a encontrar a nadie que se hubiera leído su libro sobre la Inquisición española).

Si realmente nos gobierna un hombre con problemas mentales ¿hacia dónde nos lleva?

Quizás Netanyahu lo escuchara a algún chiflado contratado por Sheldon Adelson… pero incluso en este caso, el hecho de que no lo descartara de inmediato demuestra no sólo que es un ignorante total en la materia del capítulo más importante en la historia moderna de los judíos, sino también que podría tener algún problema mental.

Bajo este foco, otras muchas decisiones suyas ahora adquieren otro aspecto, entre ellas la decisión, tomada esta semana, de tomar medidas para cancelar el estatus de “residentes” de decenas de miles de vecinos árabes de Jerusalén. Cuando Israel anexionó Jerusalén Este en 1967, sus habitantes no recibieron la ciudadanía israelí sino únicamente unos derechos limitados de “residentes”, lo que les impide votar en las elecciones generales. Se les permite generosamente solicitar la ciudadanía de forma individual, pero desde luego casi nadie lo ha hecho, porque esto significaría reconocer la anexión.

Ahora tengo miedo. Si realmente nos gobierna un hombre con problemas mentales ¿hacia dónde nos lleva?

Publicado en Gush Shalom | 31 Oct 2015 | Traducción del inglés: Ilya U. Topper

Posdata, escrita por Uri Avnery al día siguiente: El muftí (continuación)

El muftí (continuación)

Algunos de mis amigos se han quejado de que mi último artículo contenía – como diría Churchill – una inexactitud terminológica.

Escribí que a los judíos no se los mencionó en el encuentro entre Hitler y Husseini. Decir eso es exagerar mucho. Todo el mundo que sabe algo de Hitler sabe que el Führer no podía pronunciar tres frases sin mencionar a los judíos (decir eso también es exagerar mucho).

La versión inglesa de las actas oficiales de la entrevista contiene un total de unos 2.250 palabras. A los judíos se les menciona 12 veces: tres veces lo hace el hadch Amin y nueve veces, Hitler. Hitler utilizaba todas sus frases de recurso y el muftí utilizaba un lenguaje abiertamente adulador. Nadie dijo nada nuevo. Hitler rechazó de forma cortés todo lo que el muftí pedía.

Según Hitler, los judíos dominaban Gran Bretaña y la Unión Soviética (Estados Unidos todavía no había entrado en la guerra). Si Italia y Japón hubiesen estado en el otro bando, Hitler los habría añadido a la lista.

En este momento, noviembre de 1941, el exterminio por parte de los Einsatzkommando ya estaba en plena marcha. Obviamente, el muftí no sabía nada de esto, ni Hitler se lo contó tampoco. Era el secreto de Estado número 1.

Las actas de este encuentro se conocen desde hace mucho tiempo. Si las afirmaciones absurdas de Netanyahu fuesen ciertas, nuestra máquina de propaganda supereficaz nos lo habría recordado a nosotros y al mundo entero todos los días.

Respecto a lo que nos nazis pensaban del muftí: Hadch Amin se quedó en Alemania otros cuatro años, hasta el final de la guerra. No se sabe prácticamente nada de lo que hizo durante este tiempo. Hitler nunca volvió a recibirlo. Esa era la importancia que tenía el personaje.

Por cierto, esta semana, Netanyahu se vio obligado a emitir una especie de desmentido… del tipo Netanyahu. Dijo que Hitler era responsable del holocausto. Ni una sola palabra sobre el muftí o el discurso con el que empezó todo el desaguisado.

Publicado en Gush Shalom | 1 Nov 2015 | Traducción del inglés: Ilya U. Topper

¿Te ha gustado esta columna?

Puedes colaborar con nuestros autores y traductores. Elige tu aportación