Opinión

Homosexualidad ¿moderna?

Soumaya Naamane Guessous
Soumaya Naamane Guessous
· 11 minutos

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Nuestros compatriotas acaban de descubrir la homosexualidad. La relacionan con la modernidad y su libertinaje. Están convencidos de que el mal viene de Occidente y de sus gentes sin valores…

Las cadenas de televisión vía satélite e internet transmiten informaciones sobre diversas sociedades: informaciones inasequibles antiguamente o que tardaban años en llegarnos. Falta de criterio, estrechez de miras, oscurantismo…los ánimos se calientan. La homosexualidad se importa, creen, de un Occidente que desea la perdición de los musulmanes. Se ha difundido la tesis del complot. De ahí la violencia de quienes pretenden defender la pureza de su identidad, ya que hay que estar al acecho, combatir el mal.

Entre los árabes no siempre se ha condenado la homosexualidad: algunos la defendieron abiertamente

La religión tal y como se enseña y explica en los medios y en las mezquitas queda lejos de la tolerancia que predica el islam. Las clases de historia de árabes y musulmanes idealizan nuestro pasado adjudicándole una pureza absoluta. ¡Pero Dios creó humanos imperfectos! El fundamentalismo se basa en el regreso a la pureza de los tiempos del Profeta.

La homosexualidad, aceptada, rechazada, reprimida, condenada o legitimada ha existido siempre. Basta con adentrarse en la historia. En las sociedades en las que las mujeres estaban separadas de los hombres, la iniciación a la sexualidad se ejercía entre adolescentes. La bisexualidad está mucho más extendida de lo que se cree. Se vive en secreto, incluso por hombres casados y con hijos.

No se trata de hacer aquí apología de la homosexualidad, sino de ser precisos. Su rastro existe desde los escritos griegos hasta los de árabes y musulmanes. Entre los árabes, no siempre se ha condenado la homosexualidad. Algunos de los autores más importantes han dejado obras en las que se expresaban libremente. Sus libros se estudian todavía en el mundo,  incluido el mundo árabe.

Entre los árabes

En la literatura mística musulmana, está muy presente el amor platónico entre hombres. Numerosos religiosos han escrito historias y poemas ensalzando la homosexualidad, sin escrúpulo alguno. Ibn Hazm, jurista, riguroso teólogo del siglo X, en El Collar de la Paloma, cita los amores homosexuales sin juzgarlos. Se trata de relaciones castas que le permiten describir mediante anécdotas y poesía los tormentos de los enamorados y sus fantasmas.

Algunos creen que el Corán justifica la homosexualidad, al menos en el paraíso

Algunos autores reconocen que los poemas evocadores de este amor platónico estaban motivados principalmente por la búsqueda de la belleza en el verbo y la poesía y no tanto por la búsqueda del placer homosexual. Uno de los primeros textos literarios árabes que aborda la homosexualidad es Efebos y cortesanas  de Al Jahiz, traducido por Maati Kabbal: se trata de un diálogo entre dos hombres acerca de sus preferencias sexuales. Uno expone las razones de su amor hacia los hombres jóvenes y el otro su pasión por las mujeres. El ghulam, vocablo persa cuyo significado es sirviente, joven o esclavo, efebo, adolescente, está muy presente en las sociedades árabes y musulmanas, ha alimentado numerosos fantasmas y colmado a los hombres.

El ghulam, adolescente o púber, es ensalzado a través de la literatura. No es necesariamente homosexual, pero su juventud y el intenso ardor de su pubertad le convierten en el compañero de ensueño. Los hombres han temido siempre perder la virilidad al envejecer. Según la gerocomia, creían que la unión física con un cuerpo joven revitalizaba la virilidad. Los eunucos, esclavos castrados al servicio de las mujeres, así como los esclavos jóvenes fueron amantes de los maestros.

El Corán justifica la pasión por los efebos, creen algunos. Ibn Aktham, gran magistrado denominado “el genio de la teología musulmana” (siglos VII y VIII) y conocido por su homosexualidad, justificaba así su afición por los chicos: ¿Por qué no desear en la tierra lo que Dios nos reserva en el paraíso? Argumento rescatado de la sura At-Tur en el que se describe el paraíso: “Allá se pasaban unos a otros una copa que no provocaba ni vanidad ni incriminación. Y tenían desfilando entre ellos a mancebos, cual perlas bien conservadas”.

Según la literatura y los textos de historia árabes, la homosexualidad era corriente incluso entre ciertos califas, jefes políticos y religiosos. Abu Nuwas (siglo VIII) poeta de la corte del califa Harun Rachid y más tarde de su hijo Amin profesaba un amor particular hacia los sirvientes. Amin reinaba desde el Magreb hasta la China. Evocaba su pasión por los esclavos masculinos en poemas ardientes: “Kauthar es mi religión y mi vida, mi enfermedad y mi doctor. Injusto aquel que culpa un corazón a causa de su amor”. Según Assayuty (siglo VIII) gran teólogo malekita, el califa Moatassim tenía “un primoroso de belleza excepcional a quien llamaba Ajib y del que estaba locamente enamorado”.

En Marruecos la homosexualidad existe desde siempre: aparece en múltiples obras árabes

En la obra Delicias de corazones a través de los cinco sentidos, Tifachi (siglo VIII), célebre geólogo y musicólogo bereber, habla de relaciones heterosexuales y homosexuales, sin ocultar su preferencia por las últimas. En el siglo XIV, Ibn Kathir, teólogo y jurista, afirma que la homosexualidad concierne a la mayoría “de reyes y príncipes así como a comerciantes, gente corriente, escritores, ulemas y jueces (…)”. Según relata Maqrizi (siglo XV), “la homosexualidad estaba tan extendida que las mujeres se tenían que vestir de hombres con el fin de acaparar la atención de sus pretendientes”. En Marruecos la homosexualidad existe desde siempre: aparece descrita desde hace siglos en múltiples obras árabes y occidentales.

El safismo, menos presente

A las lesbianas se les conoce como sihakiat en árabe clásico y hakkakat o lahhassat en dialecto marroquí. ¡Cómo no imaginar las prácticas en los harenes y otros espacios reservados exclusivamente al género femenino! Las mujeres, analfabetas, reclusas, no tenían acceso a la poesía y no se vanagloriaban de sus proezas sexuales.

Incluso en la actualidad, en nuestra sociedad, cuando hablamos de homosexualidad pensamos en los hombres. Las mujeres no se exponen, por miedo a represalias y a la condena por parte de sus propias familias. Si bien la homosexualidad masculina ha suscitado protestas por parte de ciertos religiosos y pensadores a lo largo de la historia, su homólogo femenino es apenas mencionado. La homosexualidad masculina está  ligada a la fornicación. La penetración anal la convierte en maldita.

A los gays se les consideraba seres diferentes pero nadie se adjudicaba el derecho a condenarlos

Los homosexuales no eran juzgados por sus familias. Se les consideraba seres diferentes pero nadie se adjudicaba el derecho a condenarlos. Durante las ceremonias, rodeados de mujeres, se podían ver hombres vestidos con caftán, dejándose llevar por una danza femenina. Se les podía ver en los carros, danzando al ritmo de las melodías de los músicos que acompañaban el ajuar de las novias y los regalos. Bouchaïb El Bidaoui, célebre cantante del siglo XX, vivía su homosexualidad sin reparos.

Numerosos homosexuales eran descubiertos por sus allegados aunque no tuviesen una imagen afeminada. “Fui un gran deportista, de aspecto viril. Mi entorno acabó por descubrir mi verdadera naturaleza. Pero nadie me lo mencionaba, si bien mi madre no paraba de acosarme para que me casase”, testimonia Mustafa, de 72 años. De hecho algunos fueron obligados a casarse, y tuvieron hijos aun siendo bisexuales. Se decía de un padre de familia respetable que buscaba la compañía de chicos que era un homosexual al que habían obligado a casarse, o bien un heterosexual dando rienda suelta a placeres a las que se había aficionado durante la adolescencia. Se vivía la homosexualidad con discreción.

En la actualidad, en la era del fundamentalismo, cada ser humano se siente dotado de una misión divina, la de corregir a quienes no cumplen los requisitos establecidos por la religión, la moral, la cultura, las tradiciones…Desdichado quien transgrede las normas. Taghyir al-munkar (perseguir el mal) tal y como lo dicta el Corán, se promulga en las mezquitas, en los discursos religiosos, en la enseñanza…

Este consejo legitima todo comportamiento agresivo hacia los otros, principalmente hacia las mujeres consideradas como fuente del mal. Agredir una mujer en la calle por estimar que su vestimenta es inapropiada es un acto de fe en aras a mantener el orden. Perseguir a un homosexual es proteger el islam de la infamia. Sin embargo no se consideran ‘munkar’ todas las torpezas del creyente-ciudadano. Saltarse un semáforo en rojo, vender enseres defectuosos o drogas, no cumplir las promesas, mentir, robar, corromper y ser corrupto, ser adúltero, acosar a las mujeres están excluidos del ‘munkar’.

Perseguir a un homosexual es proteger el islam de la infamia; mentir, robar, corromper da igual

El islam se basa en dos principios: la piedad, la relación directa con Dios y el comportamiento del creyente dentro de su comunidad así como su relación con los otros, sean musulmanes o no. Sin embargo lo único que los intolerantes retienen de la religión son el rezo y el ayuno. Quedan descartados la ética, el civismo y otros valores mencionados en el Corán. Si los marroquíes dedicasen tanto empeño a perseguir el mal que acecha al civismo y la disciplina, viviríamos en una serenidad total.

Marruecos, hoy

El Marruecos moderno se está volviendo intolerante. Los homófobos creen que un hombre o una mujer se despiertan un día y se dicen: “¿Oye, y si me hago gay por cambiar?”. En el Marruecos tradicional la gente decía: “Dios los creó así”. Había que aceptar la voluntad divina e intentar ayudar a que estos seres diferentes cambiasen. O al menos se les dejaba tranquilos. Hoy se piensa que se trata de una elección individual.

La homosexualidad equivale a prostitución, perversión, pedofilia… Wahid, alfaquí, tiene una opinión bien radical sobre el tema: “Hay que quemarlos. Es el mayor de los pecados”. Y cuando dejo caer la eventualidad de que pueda concernir a su hijo, se pone furioso: “Dios me proteja. Yo le curaré”. Pero se niega a decirme cómo.

¿La homosexualidad, una enfermedad? Visto de esta manera se acepta mejor. Las familias consultan a los alfaquíes, los curanderos, las brujas, pero no rechazan a sus hijos. El sufrimiento de las familias puede llevarlos a recurrir a la medicina. Basta con navegar por la red para descubrir las numerosas ofertas de curación por terapia o acompañamiento psicológico.

“Soy muy activo en las redes, pero tengo siempre miedo: corremos el riesgo de ser agredidos»

Algunos se refugian en la religión. Es el caso de Habib, de 42 años: “Lo he intentado todo: la abstinencia, el rezo, el ayuno, la lectura del Corán, los talismanes. Me odio a mí mismo, me quiero matar, pero me falta valor. Tengo miedo de Dios. Que Dios me perdone. Vivo con el miedo de que alguien informe a mi familia, de que me arresten…”

En Mauritania, en Nigeria, en Sudan, en Arabia Saudí, en Irán o en Yemen, el homosexual se expone a la pena de muerte. En Marruecos la condena va de 6 meses a 3 años de cárcel. “Estoy obsesionado con ser descubierto y que me arrastren por el fango “reconoce M, hombre conocido. En la era internet el escándalo se busca, se desvela, se difunde, se comparte… ¡Ya no hay pudor!

Los menos intolerantes protestan ante la exhibición de la homosexualidad. Algunos estiman que los medios y las acciones llevadas a cabo por el colectivo homosexual pueden influenciar a los jóvenes “normales “. De tal manera que la mayoría de los homosexuales vive en la discreción. Algunos, los menos, se exponen en pro de un cambio de las mentalidades y de las leyes.

Y., de 24 años, forma parte de este colectivo: “Soy muy activo en las redes, pero tengo siempre miedo. Desde que nos consideran heréticos, corremos el riesgo de ser agredidos. Y sin embargo soy devoto. Mi orientación homosexual no me impide ser musulmán”. El triste ejemplo de la agresión llevada a cabo en Fez demuestra la emergencia de una especie de conciencia colectiva que “persigue el mal”.

Pero el estado, mediante la condena a los agresores, ha recordado que nadie tiene derecho a dictar la ley en su lugar. Y nadie tiene derecho a remplazar a Dios.

Primero publicado en illi | 23 Oct 2015 | Traducción: Maite Galarza

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