Crítica

La guerra no es épica

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 4 minutos
Torneranno i prati
Dirección: Ermanno Olmiolmi-torneranni

Género: Largometraje
Produccción: Cinemaundici, Ipotesi Cinema
Intérpretes: Claudio Santamaria, Camillo Grassi, Niccolò Senni
Guión: Ermanno Olmi
Duración: 80 minutos
Estreno: 2014
País: Italia
Idioma: italiano
Título original: Torneranno i prati.

Uno se imagina a Ermanno Olmi, desde la atalaya de sus ochenta y muchos años y después de una veintena de títulos, considerando que tal vez haya llegado la hora de hacer una buena película antibélica, algo que no falta en la filmografía de la mayoría de los directores legendarios.

El bergamasco, que ha hecho de todo en su vida, desde cine comprometido con obreros y campesinos hasta adaptaciones literarias (Joseph Roth, Buzzati), alegorías de los Reyes Magos, aquel retrato de Giovanni de Médicis que fue El oficio de las armas, o una historia china tan llamativa como Cantando dietro i paraventi,  decide seguir los gloriosos pasos de los Jean Renoir, Kubrick, Chaplin, Oliver Stone o Coppola.

Olmi vive en unos tiempos difíciles para el celuloide: no se puede permitir grandes presupuestos

Claro que este Olmi vive en unos tiempos difíciles para la industria del celuloide, de modo que no se puede permitir grandes presupuestos. Así se imagina uno al anciano mirando a su alrededor en Altopiano di Asiago, donde reside, preguntándose cómo debía de ser el invierno de los soldados de la I Guerra Mundial –lo vemos sonreír, también, calculando la oportunidad de su centenario-, o tropezándose, en su biblioteca, con aquel cuento de Federico de Roberto, El miedo, que inspirará parcialmente su filme.

Ya lo tiene: la suya no será una historia trepidante, con grandes despliegues de tropas por las montañas nevadas. Nada de épica. Por el contrario, quiere contar la vida en una ratonera, un búnker en la frontera austríaca que amenaza ser la tumba de los pobres diablos que lo defienden mal que bien en nombre de la patria. Por si cupieran dudas, introduce algún ratón de verdad, como cortesía a los espectadores torpes. Imagina las largas horas que pasan todos mirando el techo de sus literas, los retratos de los seres queridos mil veces escrutados, apuntalados en la madera, el único cielo que ven. Imagina el frío atroz, el rancho miserable, el dudoso consuelo de las cartas que traen noticias de un mundo tan remoto que parece mentira.

Sí, murmura Olmi, la guerra es una gran mierda. Por muchas condecoraciones que prometan, no hay heroísmo que valga. Puedes ser un padre de familia, hombre honrado, trabajador, te mandan salir a una misión y no duras ni cinco segundos sobre la nieve: te cazan como a un conejo. Una muerte absurda, gratuita, casi irrisoria. ¿Y qué te hace exponerte de ese modo a las balas?, cabecea Olmi. ¿Por qué no se opone uno a tan desquiciadas órdenes que vienen, casi siempre, de despachos lejanos que ignoran por completo la situación sobre el terreno, y que sobre todo no se juegan nada?

Los prados regresan, pero la nieve derretida arrastrará también la memoria de los soldados

Pues obviamente, porque el único modo de hacer la guerra es no cuestionar las órdenes, por muy suicidas que sean. Órdenes son órdenes. Bueno, hay un modo, el que sugiere De Roberto en sus páginas: pegarte tú el tiro, antes de lo haga el enemigo, o el pelotón de fusilamiento.

Hasta la belleza que supone ese árbol pelado recortado en medio de la noche tiene fecha de caducidad: una andanada desde el otro lado, y arde como papel en pocos segundos. A esos hombres ateridos de frío y miedo solo les asiste una esperanza: que todo acabe pronto, y que los prados regresen, es decir, vuelvan a verdear las colinas. Solo que la nieve derretida arrastrará también la memoria de los soldados. Las familias vendrán a hacer sus excursiones, tal vez sus picnic domingueros sobre estas colinas, y de los muertos no quedará ni las cenizas.

Sí, la guerra es una gran mierda, se repite Olmi. Confía en que las cuentas le saldrán. Que su filmografía no se quedará sin película antibélica. Que con un buen escenógrafo y un par de buenos planos sobre esas montañas majestuosas será suficiente. Casi puede oír ya la hermosa música de Paolo Fresu, que le servirá de banda sonora. Y empieza a redactar su proyecto, que titula Torneranno i prati.

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