Opinión

Siria: Fechas y narrativas

Laura F. Palomo
Laura F. Palomo
· 6 minutos

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Hemos convenido una fecha capciosa cada mes de marzo para describir la situación en Siria. “Cinco años de guerra” mencionamos hoy sin reparo. En algunos casos, utilizamos “cinco de conflicto” que con más acierto sitúan la evolución – en esencia involución – de los acontecimientos que han abatido material y emocionalmente un país al coste de cientos de miles de muertos (más de 400.000 según las estimaciones más altas), 4 millones de refugiados y 11 millones de desplazados).

El 15 de marzo 2011 no comenzó ninguna guerra; en Siria no había bandos ni grupos armados

Es una fecha capciosa porque esta semana del 15 de marzo no comenzó ninguna guerra; en Siria no había bandos, ni muchos menos grupos armados. El 15 de marzo sólo hace referencia a una convocatoria de protesta nacional que siguió a las crecientes manifestaciones que se sucedían en el país desde enero siguiendo el espíritu de la llamada Primavera Árabe. Por aquel entonces, ni siquiera el Ejército del régimen de Bashar Asad había empleado a fondo su armamento. Eso sí, se apresuró a intensificar una represión en nada ajena a la que los sirios habían vivido hasta el momento: arrestos masivos,desapariciones y amenazas por grupos paramilitares, conocidos como shabiha. Esos días, entre los perseguidos hubo 12 niños, de entre 14 y 15 años, de la localidad sureña de Daraa que fueron apresados por atreverse a dibujar una pintada anti gubernamental en un colegio.

Aquella detención supuso un punto de inflexión en el aumento del hartazgo, que probablemente no se hubiera manifestado sin esa etérea sensación de valentía que alentaron aquellos históricos aires de cambio. Los residentes de Daraa llamaron a una nueva protesta el viernes 18 de marzo. El Gobierno envió helicópteros y fuerzas de seguridad especiales que abrieron fuego contra los manifestantes. Murieron al menos dos civiles. La secuencia se repetirá por toda Siria, especialmente Homs, que se convertiría en los meses posteriores en el bastión de los opositores, blanco de bombardeos y asedios.

El Ejército Libre Sirio (ELS), si hemos de identificar uno de los primeros bandos armados de la guerra que hoy describimos, no se formó hasta agosto de 2011. Su líder, Riad al-Asaad, quien fuera coronel de las Fuerza Aérea siria, había desertado y con él miles de soldados que se negaron a disparar contra las manifestaciones. El resultado fue la formación del ELS como fuerza defensiva con el único objetivo de proteger a los protestantes.

Los refugiados comenzaron siendo exiliados perseguidos políticamente por el régimen

Lo cierto es que el debate sobre la utilidad de continuar con las protestas pacíficas o armarse como respuesta ante la exacerbada represión ya estaba sobre la mesa y a finales de 2011 algunos grupúsculos del ELS comenzaron a atacar instalaciones y simpatizantes del régimen.

De aquí surgen las cuestiones que hoy todavía nos hacemos: ¿cuándo es legítima la violencia?; ¿mereció la pena la llamada “Revolución siria” o de haberse intuido las consecuencias muchos hubieran optado por otra vía de cambio?; ¿cuáles? Son tantas las respuestas y los matices como individuos; pero en marzo de 2011 no había guerra, aunque hace cinco años comenzara una huída de ciudadanos.

Porque los refugiados, que tanto mentamos hoy, comenzaron siendo exiliados perseguidos políticamente por el régimen, como Rima Flihan, una de las siete participantes del Consejo Nacional Sirio (CNS), reunido por primera vez el 28 de noviembre en Turquía; o el joven Mohamed, perseguido mucho antes de aquel año por participar en las manifestaciones frente a la Embajada de Irán en Damasco contra su intervención política; o Mays que huyó tras colaborar en la grabación de un documental de las manifestaciones. Esos fueron los perfiles que conocí en 2011 en Jordania.

Poco después, miles de sirios, sobre todo de Daraa y Homs, cruzaron cada día la frontera en una llegada masiva de civiles que copó en 2013 el recién estrenado campo de refugiados de Zaatari con historias de bombardeos y torturas en las cárceles. Y el dato objetivo es que la única fuerza área en Siria hasta la llegada de la coalición internacional contra el Estado Islámico (Daesh) – otro capítulo que nada tiene que ver con el conflicto interno – era la del régimen de Asad. Así pasaron los meses, hasta que los sirios entrevistados comenzaron a declarar que escapaban de no sabían bien quién: una violencia en aumento en cada pueblo, cada villa; cañonazos desde el aire, pero también matanzas a cuchillazos en las casas y ataques con morteros: grupos radicales, con un gran número de extranjeros, que participaban a favor del Gobierno o de la oposición, a costa del pueblo sirio.

Estos 5 años no son sólo los de la destrucción de un país sino de unos cambios relacionales

El año 2014 trajo el protagonismo al Daesh, un grupo terrorista criado en Iraq, amamantado en Siria y hecho adulto en el mes de junio con la conquista en Mosul y la declaración del Califato en Iraq y Siria, cuya existencia replica muchos más argumentos de los que quieren vincularlo a Siria y utilizarlo hoy como excusa en la resolución de paz.

Aquí perdimos la narrativa. Un problema que ha resultado afectar no sólo a una parte de Oriente Próximo, donde parece que el conflicto hubiera sido asumible, sino al mundo entero. Y así nos enteramos de lo que estaba ocurriendo en Siria cuando los disparos sonaron en Europa y los refugiados huyeron en masa hasta nuestro bienestar.

Porque estos cinco años no son sólo los de la destrucción de un  país (que nos recuerda tantos destruidos como los de las nacionalidades que se acercan a nuestras fronteras) , sino los de unos cambios relacionales, geográficos y comunicativos, que no alcanzamos a entender. Nos ha servido simplificar que hace cinco años comenzó una guerra, aún no explicando con esa “asunción” lo ocurrido. La pragmática siempre conlleva falta de perspectiva. Por eso, Asad ha vuelto a ser hoy la mejor opción, cuando ya se ha impuesto la nueva narrativa que ayudará a digerirlo mejor.

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