Opinión

Bajo los tilos

Uri Avnery
Uri Avnery
· 10 minutos

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Uno de los versos más conocidos de la poesía alemana es: “No me saludes bajo los tilos”.

El poeta judío-alemán Heinrich Heine le pidió a su novieta que no le hiciera pasar un mal rato en público saludándole en la calle principal de Berlín, llamada Unter den Linden (“Bajo los tilos”).

Israel está en la postura de ese amor ilícito. Los países árabes están teniendo una aventura con ella, pero no quieren que se les vea juntos en público.

Demasiado embarazoso.

El principal país árabe en cuestión es Arabia Saudí. Desde hace algún tiempo, el reino del petróleo ha sido un aliado secreto de Israel, y viceversa.

“Oriente Medio” está ahora dividida en dos bandos, dirigidos por Arabia Saudí e Irán

En política, los intereses nacionales a menudo están por encima de las diferencias ideológicas. Y este es un caso.

La región conocida por los occidentales como “Oriente Medio” está ahora dividida en dos bandos, dirigidos respectivamente por Arabia Saudí e Irán.

El eje norte está formado por Irán, chií, el Iraq de hoy, con su mayoría chií, el principal territorio sirio controlado por la comunidad alauí (aliados de los chiíes) y Hizbulá (chiíes) en Líbano.

El bloque sur, liderado por Arabia Saudí, que es suní, está compuesto, principalmente, por Egipto y los principados del Golfo, todos Estados suníes. Mantiene oscuros vínculos con el califato islámico (suní), alias Daesh o ISIL, que se ha hecho fuerte entre Siria e Iraq. Excepto Egipto, que vive en la miseria absoluta, los demás están podridos de dinero con su petróleo.

El eje norte está apoyado por Rusia, que acaba de dar a la familia Asad en Siria un respaldo militar masivo. El bloque sur estaba apoyado, hasta hace poco, por EE UU y sus aliados.

Esto es una imagen estructurada, como debe ser. A la gente, a lo largo y ancho del planeta, no le gustan las situaciones complicadas, especialmente si le hacen difícil distinguir entre amigos y enemigos.

EE UU lucha contra Asad y contra Daesh, su enemigo Hizbulá con Asad contra Daesh…

Fíjese en Turquía. Turquía es un país suní, anteriormente laico pero ahora gobernado por un partido religioso. Por tanto, es lógico que apoye en silencio a Daesh.

Turquía también lucha contra los kurdos sirios, que luchan contra Daesh y que son aliados de la minoría kurda en Turquía, lo que es considerado por el Gobierno turco como una amenaza mortal.

(Los kurdos son un pueblo a parte, ni árabes ni turcos, que están distribuidos entre Irak, Irán, Turquía y Siria, y en general incapaces de unirse. Son en su mayoría suníes)

Estados Unidos están luchando contra el régimen sirio de Al Asad, que está apoyado por Rusia. Pero EE UU está también luchando contra Daesh, quien a su vez está luchando contra Asad. Los kurdos sirios están combatiendo contra Daesh, pero también contra el Ejército de Asad. El grupo libanés Hizbulá respalda firmemente Siria, un enemigo histórico del Líbano, y mantiene con vida al régimen de Asad, mientras lucha contra Daesh, codo con codo junto a EE UU, un enemigo mortal de Hizbulá. Irán ayuda a Asad y lucha contra Daesh, junto a EE UU, Hizbulá y los kurdos sirios.

¿No le encuentras sentido a todo esto? No eres el único.

La tiranía religiosa saudí ya no luce más atractiva que la democracia religiosa iraní y su mercado

Recientemente, EE UU ha cambiado de rumbo. Hasta entonces, la imagen era clara. EE UU necesitaba el petróleo saudí, tan barato como el rey se lo pueda suministrar. También odiaba a Irán, desde que los islamistas chiíes expulsaron al sah de los sahs en Irán, un títere de Estados Unidos. Los islamistas capturaron a los diplomáticos estadounidenses en Teherán y los mantuvieron como rehenes. Para liberarlos, EE UU proporcionó armas al Ejército iraní, vía Israel (esto fue denominado Irangate). Irán estaba en guerra con Iraq, que estaba bajo la dictadura suní de Sadam Husein. Los estadounidenses respaldaron a Sadam contra Irán, pero más tarde invadieron Iraq, lo ahorcaron y, practicamente entregaron Iraq a Irán, su enemigo mortal.

Ahora EE UU se lo está pensando (si todo este lio tiene algo que ver con “pensar”). Su tradicional alianza con Arabia Saudí contra Irán ya no parece tan tentadora. La dependencia estadounidense del petróleo saudí ya no es tan fuerte como lo era antes. De repente, la tiranía religiosa saudí no luce más atractiva que la democracia religiosa iraní y su seductor mercado. Después de todo, frente a los 20 millones de saudíes nativos hay 80 millones de iraníes.

Así que ahora tenemos un acuerdo entre EE UU e Irán. Se levantaron las sanciones occidentales contra Irán. Esto parece el comienzo de una bonita amistad, amenazando con dejar a los múltiples príncipes saudíes con la sangre hirviendo y temblando de miedo.

¿Dónde está Israel en todo este embrollo? Bien, es parte del desastre.

Cuando Israel se estableció en medio de una guerra con los árabes, el Gobierno promovió algo llamado “la alianza de las minorías”. Esto significaba la cooperación con todos los agentes periféricos de la región: los maronitas en el Líbano (los chiíes fueron despreciados e ignorados), los alauíes en Siria, los kurdos en Iraq, los coptos en Egipto, los gobernantes de Irán, Etiopía, Sudán del Sur, Chad, etcétera.

En efecto, hubo algunos contactos fallidos con los maronitas. El Irán del sah se convirtió en un aliado estrecho, si bien medio secreto. Israel ayudó al sah a construir su policía secreta, y el sah permitió a los oficiales israelíes entrar en su territorio para sumarse y entrenar a los rebeldes kurdos en el norte de Irán, hasta que –por desgracia- el sah llegó a un acuerdo con Sadam Husein. El sah también se hizo socio del oleoducto que trajo petróleo persa desde Eilat a Ashkelon, en lugar de atravesar el canal de Suez. (Una vez pasé todo el día construyendo esa línea, que sigue siendo una negocio israelí-iraní, sujeto a arbitraje).

Ahora la situación es muy diferente. La brecha entre chiíes y suníes (en relación a la sucesión del profeta Mahoma), que estuvo en el olvido a lo largo de muchas generaciones, ha salido a la luz otra vez, sirviendo, por supuesto, a muchos intereses mundiales frívolos.

Para los saudíes, su competición con Irán por la hegemonía es mucho más importante que Israel

Para los saudíes, su competición con Irán por la hegemonía en el mundo musulmán es mucho más importante que la vieja pelea con Israel. De hecho, hace años, los saudíes anunciaron un plan de paz semejante a los planes presentados por las fuerzas de paz israelíes (incluido el mío). Fue aceptado por la Liga Árabe pero rechazado por el Gobierno de Sharon y, desde entonces, totalmente ignorado por los sucesivos gobiernos israelíes.

Los asesores de Benjamin Netanyahu presumen de que la situación geopolítica de Israel nunca ha estado mejor que ahora. Los árabes están ocupados con sus disputas. Muchos países árabes quieren fortalecer sus lazos secretos con Israel.

Los alianzas con Egipto ni siquiera son secretas. El dictador militar egipcio coopera abiertamente con Israel para estrangular la franja de Gaza, con sus cerca de dos millones de habitantes palestinos. La franja está gobernada por Hamas, un movimiento acusado por el Gobierno egipcio de estar vinculado con su enemigo, Daesh.

Indonesia, el país musulmán más grande del mundo, está a punto de tener relaciones abiertas con nosotros. Los vínculos políticos o económicos de Israel con la India, China y Rusia son buenos y van en crescendo.

El pequeño Israel es considerado un gigante militar, un poder tecnológico, una democracia estable (al menos para los ciudadanos judíos). Enemigos como el movimiento BDS son meras molestias. Entonces, ¿qué tiene de malo?

Aquí es cuando volvemos a los tilos. Ninguno de nuestros amigos árabes secretos quiere que nos saludemos abiertamente. Egipto, con el que tenemos un tratado de paz oficial, ya no acoge a turistas israelíes. Se les aconseja no viajar allí.

Todos los gobiernos árabes piden lo mismo: un Estado palestino en las fronteras de 1967

Arabia Saudí y sus aliados no quieren relaciones abiertas y formales con Israel. Por el contrario, siguen hablando de Israel como en los peores tiempos de rechazo árabe.

Todos recurren a la misma historia: la opresión del pueblo palestino. Todos repiten lo mismo: las relaciones oficiales con Israel vendrán solo después del final del conflicto palestino-israelí. Las masas de los pueblos árabes en todas partes están demasiado concienciadas con la situación de los palestinos como para aceptar relaciones oficiales entre sus gobiernos e Israel.

Todos esos líderes ponen las mismas condiciones, que fueron presentadas por Yasser Arafat e incluidas en el plan de paz saudí: un Estado palestino libre al lado de Israel, fronteras de mutuo acuerdo basadas en el plan de 1967 con un intercambio menor de territorios, un retorno “consensuado” de los refugiados (un “consenso” con Israel significa a lo sumo un retorno simbólico de un número muy limitado).

Los gobiernos israelíes nunca han respondido a este plan. Hoy, con Benjamin Netanyahu, están más lejos que nunca de esas condiciones de paz. Casi todos los días nuestro Gobierno promulga leyes, amplía asentamientos, toma medidas y hace declaraciones que alejan a Israel de cualquier paz aceptable por los países árabes.

A las futuras generaciones les sorprenderá esta situación.

Desde la fundación del movimiento sionistas, y más exactamente desde la creación del Estado de Israel, los israelíes han soñado con vencer a la resistencia árabe y con hacer que el mundo árabe acepte al “judío y democrático” Estado de Israel como un legítimo miembro de la región.

Ahora esta posibilidad se ha presentado. Se puede llevar a cabo. A Israel se le invita a la mesa árabe, pero hace caso omiso de esta oportunidad.

No porque Israel esté ciego, sino porque los territorios palestinos ocupados y la ampliación de asentamientos le parecen más importantes que el histórico acto de hacer la paz.

Es por esto que nadie quieren que los saludemos bajo los tilos.

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