Opinión

Cuadrar el círculo

Uri Avnery
Uri Avnery
· 11 minutos

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Me cae bien el presidente del Estado de Israel , Reuven (“Rubi”) Rivlin. Me cae muy bien.

Esto puede sonar un poco raro, porque él es un hombre de derechas. Es miembro del partido Likud. Cree en lo que se conoce en hebreo como “el conjunto de la tierra de Israel”.

Sin embargo, es una persona muy humana. Es amable y modesto, su familia ha estado viviendo en Palestina durante muchas generaciones. Se ve a si mismo como el presidente de todos los israelíes, incluidos los ciudadanos árabes.

Creo que en el fondo desprecia a Benjamin Netanyahu y a los suyos. Entonces, ¿cómo fue elegido presidente? El presidente de Israel es elegido en una votación secreta de la Knesset. Tengo la firme sospecha de que no obtuvo todos los votos del Likud sino que fue elegido con el apoyo de la izquierda.

Esta semana, el presidente Rivlin publicó un plan de paz. No es un acto habitual del presidente, cuyo cargo es principalmente protocolario.

En Israel, todas las ideas se congelan y eso crea un ambiente de resignación, indiferencia, desesperación

Su plan está basado en una federación de dos “entidades”, una entidad sionista-judía y una árabe-palestina.

No entró en muchos detalles. Obviamente, él cree que a estas alturas del cuento es mejor soltar una idea general y dejar que la gente se vaya acostumbrando a ella. Puede que esto sea, en efecto, lo más prudente.

Sin embargo, eso también hace que sea difícil juzgar seriamente el plan. Como dice el refrán, el diablo está en los detalles. Puede ser un muy buen plan o un muy mal plan. Depende. Depende de los detalles.

El hecho mismo de que Rivlin haya publicado esta idea es positivo. En el actual Israel, todas las ideas se han congelado. Eso ayuda a afianzar una ambiente de resignación, indiferencia, e incluso de desesperación. “No hay ninguna solución” es una actitud bastante generalizada, impulsada por Netanyahu, que llegó a la conclusión conveniente (para él): “Vamos a vivir para siempre por la espada”.

La idea de una federación no es nueva. Yo también he pensado en ella muchas veces. (Pido perdón si repito cosas que ya he dicho antes).

Por lo que vi en la guerra, he llegado a la conclusión de que tenemos en este país dos naciones distintas

Antes de la guerra de 1948, algunos creímos que los hebreos y los árabes en este país podrían fusionarse en una nueva y unida nación. La guerra me quitó esa idea de la cabeza. Por lo que he observado, he llegado a la conclusión de que tenemos en este país dos naciones distintas, y que cualquier solución realista deberá basarse en ese hecho.

Inmediatamente después de esa guerra, a principios de 1949, un pequeño grupo se reunió para encontrar una solución. El grupo incluía un musulmán y un druso. Se creó lo que es hoy conocido como la solución de dos estados en la tierra situada entre el Mediterráneo y el Jordán, y quizás más allá. Hoy en día, este es un consenso mundial abrumador.

Teníamos claro que dos estados en un pequeño país como el nuestro no pueden existir lado a lado sin un estrecha cooperación entre ambos. Se consideró si llamar a eso una federación, pero decidimos no hacerlo por temor a que esto asuste a ambas partes.

Inmediatamente después de la guerra de 1956 (en este país, siempre estamos “inmediatamente después de la guerra”) formamos un grupo mucho más grande que se hizo llamar “Acción semita”. Incluía a Nathan Yellin-Mor, el ex comandante del clandestino (o terrorista) Lehi, conocido por los británicos como la “banda de Stern”; los escritores Boaz Evron y Amos Kenan, y otros.

Dedicamos todo un año a la elaboración de un documento que, en mi opinión, sigue siendo inigualable hasta hoy en día. En él redactamos un plan para la restructuración completa del Estado de Israel, en todas las esferas de la vida. Lo llamamos el “Manifiesto hebreo”.

Este manifiesto incluía una federación entre el Estado de Israel y el Estado de Palestina, encabezada por las necesarias instituciones conjuntas. También se abogó por la creación de una “Confederación semita” de todos los Estados árabes, Israel y quizás incluso Turquía e Irán (los cuales no son estrictamente países semitas, aunque profesan una religión con raíces semitas).

Desde entonces, la idea de una federación o una confederación ha surgido en diferentes momentos y en distintas circunstancias, pero no ha echado raíces.

La Unión Europea es a todos los efectos prácticos una confederación, a pesar de que no se llame así

Los términos en sí mismos son imprecisos. ¿Cuál es la diferencia entre ellos? Tienen diferentes significados en cada país. Rusia es ahora oficialmente una federación, aunque no está claro qué derechos tienen sus componentes. Suiza dice ser una confederación. El Bund alemán es una “republica federal”. La Unión Europea es a todos los efectos prácticos una confederación, a pesar de que no se llame así.

Es más o menos aceptado que una “federación” es una unión más estrecha que una mera “confederación”. Esto se puso de manifiesto por la guerra civil estadounidense, cuando el norte “federal” estaba luchando contra los Estados “confederados” del sur que intentaron separarse de la unión, demasiado estrechamente unida para su gusto.

Pero, como ya he dicho, estos términos son muy fluidos. Y no son realmente importantes. Es la sustancia lo que importa, y la sustancia varía necesariamente de un lugar a otro, según la historia y las circunstancias.

Para nuestro país, lo bonito de la idea radica en el hecho de que es la cuadratura del círculo.

¿Qué quieren ambos lados?

Los judíos quieren un Estado judío, un Estado que esté basado en la cultura y la historia judía, que hable principalmente hebreo y esté conectado con la diáspora judía. Excepto para una minúscula minoría, este es un ideal común para todos los judíos israelíes. A muchos israelíes también les gustaría mantener unido el país, y especialmente la ciudad de Jerusalén.

Los judíos quieren un Estado judío,  los palestinos quieren un Estado donde se respete su cultura

Los palestinos quieren un Estado libre para ellos, por fin, donde sean sus propios dueños, hablen su propio idioma, y fomenten su propia cultura y religión, libre de ocupación, bajo su propia ley.

Una (con)federación puede resolver esta aparente contradicción, cuadrando el circulo. Permitiría a ambos pueblos ser libres en sus propios Estados, con sus propias identidades, banderas nacionales e himnos, gobiernos y equipos de fútbol, mientras que al mismo tiempo, se salvaguardaría la unidad del país y se resolverían sus problemas juntos en unidad y estrecha cooperación. Las fronteras entre ambos estarán necesariamente abiertas para la libre circulación de personas y mercancías, sin muros.

No soy experto en América del Norte, pero me parece que algo así ya existe entre EE UU, Canadá y México (al menos hasta que Donald Tramp se convierta en presidente), a pesar de las diferencias culturales y sociales entre los tres pueblos.

El presidente Rivlin no debería conformarse con hacer pública la idea. Debe hacer algo al respecto, a pesar de las limitaciones de su cargo.

Yo le sugeriría convocar una conferencia de alto nivel de expertos que se reúnan en su residencia y empiecen a entrar en detalles para ver cómo podría quedar todo esto en términos prácticos.

No creo que ninguna de las partes se conforme con una “entidad”. Los judíos israelíes no renunciarán a la condición de Estado de Israel, ni los palestinos se contentarán con algo inferior a un “Estado”.

En primer lugar, existe el problema del Ejército. ¿Habrá dos ejércitos separados, con algunos aparatos de coordinación (distinta a la muy desigual relación que existe ahora entre el Ejército israelí y la “fuerza de seguridad” palestina)? ¿Puede haber un Ejército unido? ¿O algo intermedio?

En ambos Estados, todos los alumnos deben aprender el idioma de la otra parte; así ocurre en Suiza

Esa es una pregunta difícil. Una más fácil es la sanidad. En esa cuestión, existe una gran cooperación entre pueblos, con los médicos y enfermeros árabes que trabajan en los hospitales israelíes. Los doctores israelíes asesoran a sus colegas palestinos en los territorios ocupados.

¿Qué pasa con la educación? En cada uno de los dos Estados, la educación estará, naturalmente, basada en su propio idioma, cultura, historia y tradiciones. En cada Estado, todos los alumnos deben aprender el idioma de la otra parte, al igual que los alumnos suizos aprenden uno de los idiomas nacionales distintos al suyo propio.

Esto no es suficiente. En ambas partes, los profesores deben ser reeducados, aprender al menos lo básico de la cultura y la religión del otro lado. Y los libros de texto deben ser liberados de las huellas del odio y presentar una narrativa verdadera y objetiva de los acontecimientos de los últimos 120 años.

La economía plantea graves problemas. El ingreso promedio de un israelí es 20 veces (si, ni más ni menos. No es un 120%, es un 2000%) mayor que el ingreso promedio de un palestino en los territorios ocupados. Debe haber un esfuerzo federal para reducir esta brecha increíble.

Por supuesto, no todo puede ser planeado y decretado. El tiempo dirá. Los empresarios israelíes que quieren prosperar en Arabia Saudí e Iraq, por ejemplo, buscarán socios palestinos, y los emprendedores palestinos podría utilizar la experiencia y el capital israelí para hacer negocio en el Yemen o Marruecos. Se crearán amistades. Aquí y allí, se casarán unos con otros. (No, ¡válgame Dios! borra la última frase).

Donde se reúnen muftíes y rabinos, descubren la increíble similitud entre el islam y el judaísmo

Los contactos mutuos tienen su propia lógica. Allá donde se reúnen muftíes y rabinos, descubren la increíble similitud entre el islam y el judaísmo (mucho más que entre cualquiera de ellos y el cristianismo). El dinero sirve de puente entre los empresarios. Los académicos encuentran fácilmente un lenguaje común.

Habrá, por supuesto, inmensas dificultades. ¿Qué pasa con los colonos? ¿Se podrá convencer a los palestinos para que dejen quedarse a algunos? A cambio, ¿los israelíes pueden permitir que algunos refugiados vuelvan? Confío en la vida.

¿Puede permanecer unida Jerusalén como la capital de ambos estados y de las instituciones federales?

¿Dónde estarán los límites entre la jurisdicción de los dos gobiernos nacionales y las instituciones federales?

No se puede subrayar lo suficiente la importancia del papel que el presidente Rivlin puede jugar en todo esto.

Solo invitando expertos a su residencia y siendo anfitrión de sus deliberaciones teóricas puede enviar una clara señal, sin comprometerse.

Las deliberaciones en si mismas pueden tener una fuerte influencia mental, cambiar el ambiente, revivir la esperanza, crear optimismo.

Rubi Rivlin es un optimista por naturaleza. Yo también lo soy.

Sin optimismo, nada irá a mejor.

El presidente puede mostrar a la gente normal y decente en ambos lados: sí, puede lograrse la cuadratura del círculo.

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