Opinión

El centro no se sostiene

Uri Avnery
Uri Avnery
· 10 minutos

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“Los mejores carecen de toda convicción,
 mientras que los peores / están llenos de apasionada intensidad!”.

¿Se puede describir mejor lo que está pasando ahora mismo en Israel?

Sin embargo, estas palabras fueron escritas hace casi cien años por el poeta irlandés William Butler Yeats.

Yeats lo escribió poco después
de la terrible masacre y destrucción de la Primera Guerra Mundial. Él creía que el mundo estaba llegando a su fin, y esperaba la segunda llegada del Mesías.

Como parte del caos, previó en ese poema que “el centro no se sostiene”. Creo que se quedó con esta metáfora de los campos de batalla de los viejos tiempos, cuando los ejércitos enemigos estaban distribuidos en dos filas una frente a otra, con la principal fuerza en el centro, y los dos flancos protegiéndola.

En una batalla de las clásicas, cada lado trató de destruir uno de los flancos enemigos para cercar el centro y atacarlo. Mientras el centro aguantara, la batalla seguía indecisa.

En las batallas clásicas, mientras el centro aguantara, la batalla seguía indecisa

En Israel, como en la mayoría de las democracias modernas, el centro está compuesto por dos o más partidos del sistema, ligeramente a la izquierda y ligeramente a la derecha. A la izquierda está el partido obrero de toda la vida, ahora oculto detrás del nombre de “Campo sionista” (lo que, automáticamente, excluye a la minoría árabe, un 20% del electorado). El derechista es el Likud, la presente encarnación del viejo partido “revisionista”, fundado hace cerca de cien años por Vladimir Jabotinsky, un nacionalista liberal, en el estilo del Risorgimento italiano.

Este fue el centro en Israel, apoyado por algunos partidos menores que surgían según la coyuntura del momento.

Dirigen Israel desde el día de su fundación. Un partido constituye el Gobierno, el otro actúa como una oposición leal, y se intercambian los papeles cada pocos años, como debe ser en una democracia decente.

En los “extremos” estaban los partidos árabes (ahora unidos bajo presión), el Meretz, pequeño pero fiel a sus principios, a la izquierda, y varios grupos religiosos y protofascistas a la derecha.

Era una estructura “normal”, igual que en muchos otros países democráticos.

Esto se ha acabado.

En el centro-izquierda prevalece un estado de ánimo de resignación y derrota. El viejo partido ha caído en manos de numerosos enanos políticos, cuyas disputas internas no dejan tiempo a todas sus otras funciones.

Los mejores elementos de la sociedad israelí están desanimados, derrotados, callados

El actual líder, Yitzhak Herzog, vástago de una buena familia, lleva por ley el titulo glorioso de “Líder de la Oposición”, pero ni siquiera sabe lo que es la oposición. Algunos llaman a su partido “Likud 2”. El partido mantiene silencio en todos los temas vitales, como la paz con el pueblo palestino y el mundo árabe, la justicia social, los derechos humanos, la democracia, la separación entre Estado y religión, la corrupción. En cuanto a todas las cuestiones prácticas, está moribundo o peor.

“Los mejores carecen de toda convicción”, como lamentaba Yeats. Los mejores elementos de la sociedad israelí están desanimados, derrotados, callados.

En el centro-derecha, el panorama es aún peor, y mucho más peligroso. El Likud, una vez un partido de derechas, liberal y democrático, ha sido víctima de una OPA hostil. Su ala extremista ha expulsado a todos los demás y ahora domina completamente el partido. Siguiendo la misma metáfora, el flanco derecho se ha hecho con el control del centro.

Incluso Ehud Barak dijo públicamente que este Gobierno incluye elementos fascistas

“Los peores están llenos de intensidad”. Estos radicales de derechas están ahora en pleno apogeo. Promulgan leyes atroces en la Knesset. Respaldan y fomentan actos detestables de la policía y los soldados. Tratan de socavar el Tribunal Supremo y el Comando del Ejército. Tienen la intención de construir más y mayores asentamientos. Estos peligrosos bárbaros están, de hecho, “llenos de intensidad”.

La entrada de Avigdor Lieberman en el Gobierno completa el aterrador cuatro. Incluso el ex primer ministro, Ehud Barak, un político medido, dijo públicamente que este Gobierno incluye elementos fascistas.

¿Por qué ha ocurrido esto? ¿Cuál es la causa fundamental?

La respuesta habitual es “la gente se ha movido hacia la derecha”. Pero eso no explica nada. ¿Por qué se ha movido hacia la derecha? ¿Por qué?

Algunos buscan la explicación en la ruptura demográfica en la comunidad judía israelí. Los judíos cuyas familias proceden de países islámicos (llamados mizrajíes) tienden a votar por el Likud, los judíos cuyas familias son de origen europeo (asquenazíes) tienden hacia la izquierda.

Esto no explica el fenómeno de Lieberman, cuyo partido se compone de inmigrantes de la ex Unión Soviética, alrededor de un millón y medio, generalmente llamados “rusos”. ¿Por qué muchos de ellos son de extrema derecha, racistas y antiárabes?

Una categoría aparte son los jóvenes izquierdistas que se niegan a apoyar a ningún partido. En su lugar, se dedican al activismo no partidista, fundando a cada rato nuevos grupos por los derechos civiles y la paz. Apoyan a los palestinos en los territorios ocupados, luchan por la “pureza de nuestras armas” en el Ejército, y hacen un trabajo maravilloso por causas similares.

Hay decenas, quizás cientos de asociaciones semejantes, muchos de ellos respaldados por fondos extranjeros, que hacen un trabajo estupendo. Pero aborrecen el ámbito político, no se unirían a ningún partido, y mucho menos se unen para este fin.

No consideran a los partidos políticos un instrumento necesario para lograr el cambio en una democracia

Creo que este fenómeno se acerca a explicar la tendencia. Cada vez más gente, especialmente los más jóvenes, le da totalmente la espalda a la “política” (lo que para ellos significa partidos políticos). Ellos no “carecen de todas las convicciones”, pero creen que estos partidos políticos carecen de todas las convicciones honestas y no quieren tener nada que ver con ellos.

Ellos no consideran que los partidos políticos son un instrumento necesario para lograr el cambio en una democracia. Los ven como un grupo de corruptos hipócritas, carentes de convicciones reales, y no quieren ser vistos con semejante compañía.

Así llegamos a un hecho sorprendente: la evolución en Israel se asemeja a los procesos de muchos otros países, aunque no tengan nada que ver con nuestros problemas en concreto.

Hace unos días, hubo elecciones para la presidencia en Austria. Hasta ahora, la presidencia austriaca, un cargo nominal como en Israel, se intercambiaba entre los dos partidos principales. Esta vez sucedió algo sin precedentes: los dos candidatos finalistas vienen de la extrema derecha y los Verdes. El electorado simplemente eliminó a todos los candidatos del centro. Y lo que es peor aún, el candidato casi fascista perdió por un margen muy estrecho.

La única explicación es que los austriacos, como los israelíes, están hartos de los partidos del sistema

¿Austria? ¿Un país que acogió con entusiasmo a Adolf Hitler (que fue austriaco) hace solo 80 años y sufrió todas las consecuencias?

La única explicación es que los austriacos, como los israelíes, están hartos de los partidos del sistema. Las dos naciones, que solo tienen en común el tamaño, sienten lo mismo.

En Francia, Marine le Pen, la política de extrema derecha y antisistema, está que no se lo cree. En España, Holanda y algunos países escandinavos, los partidos anti-sistema están ganando.

En el Reino Unido, la madre de la democracia, la opinión pública está a punto de votar a favor o en contra del Brexit, una causa identificada con el sistema. Salir de la Unión Europea parece (a mí, al menos) totalmente irracional. Sin embargo, la probabilidad de que esto ocurra parece real.

Pero ¿por qué hablar solo de los países más pequeños? ¿Qué pasa con la única superpotencia, los Estados Unidos de América?

Desde hace meses, la opinión pública mundial ha estado observando con un creciente asombro el ascenso increíble de Donald Trump. Día tras día, el drama, que empezó como una comedia, se vuelve más alarmante.

¡¿Que le ha pasado a esta gran nación, por el amor de Dios?! ¿Cómo pueden millones y millones de personas acudir al llamamiento de un candidato gritón, ignorante, vulgar, cuyo principal –y quizás único- activo es su distancia de todos los partidos políticos? ¿Cómo pudo superar -en realidad destruir- el Viejo Gran Partido, una parte de la historia de Estados Unidos?

Solo hay una similitud entre Donald Trump y Bernie Sanders: odian a sus partidos y sus partidos los odian

Al otro lado, está Bernie Sanders, un personaje mucho más atractivo pero odiado por su propio partido, con un programa que está bastante lejos de la mayoría de los estadounidenses.

Solo hay una similitud entre los dos: odian a sus partidos y sus partidos los odian.

Esto parece haberse convertido en un patrón mundial. En toda América del Sur, hasta no hace mucho tiempo un bastión de la izquierda, los partidos de izquierdas son expulsados, y las figuras de derechas toman el relevo.

Teniendo en cuenta que esto está ocurriendo al mismo tiempo en decenas de países, grandes y pequeños, que no tienen absolutamente nada en común (diferentes problemas, diferentes temas, diferentes situaciones) esto es poco menos que asombroso.

Para mi, esto es un enigma. Cada pocas décadas surgen nuevas ideas e infectan a una gran parte de la humanidad. La democracia, el liberalismo, el anarquismo, la socialdemocracia, el comunismo, el fascismo, la democracia otra vez, y ahora esta especie de caos en la que una mayoría de radicales de derechas son la tendencia en todo el mundo. Todavía no tienen un nombre.

Estoy seguro de que muchas personas, marxistas y otras, ya tienen una explicación prefabricada. A mi no me convence ninguna. Estoy desconcertado.

Volviendo a nosotros, pobres israelíes: acabo de publicar en Haaretz un plan práctico para frenar la avalancha y hacerla retroceder.

Todavía estoy comprometido con el optimismo.

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