Entrevista

Soumaya Naamane Guessous

«Hoy se empieza a hablar de amor en Marruecos»

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 35 minutos
Soumaya Naamane Guessous (Sevilla, Dic 2014) | © Ilya U. Topper / M'Sur
Soumaya Naamane Guessous (Sevilla, Dic 2014) | © Ilya U. Topper / M’Sur

Sevilla | Diciembre 2014

Es un best-seller en Marruecos:
Au délà de toute pudeur (Más allá del pudor), simple portada blanca con letras violetas, lleva décadas en las librerías y va por una decena larga de ediciones. Es el libro que escribió la joven socióloga Soumaya Naamane en 1987, basada en su investigación para el doctorado, realizada en 1985. Exponía, por primera vez, cómo viven el sexo las marroquíes.

Entrevistas con medio millar de mujeres de toda edad y extracción social dibujaban un panorama sin tapujos: la virginidad, los escarceos, los amantes, el orgasmo… Sin pudor. Treinta años más tarde, se sigue vendiendo. Y su autora, profesora en la Facultad de Letras de la Universidad de Hassan II en Ben M’Sik, Casablanca, sigue dando clase. Y sigue investigando, escribiendo libros, publicando columnas combativas sobre el sexo de las marroquíes. A favor de la liberación, siempre. Y como escribe, habla: citando experiencias personales, con precisión, eligiendo el término exacto, sentando cátedra. Y desde luego, sin pudor.

¿Está contenta de ser la referencia del sexo en Marruecos durante tres décadas?

«El mayor nudo de la tradición es el de la virginidad. Ahí todavía falta mucho, muchísimo trabajo»

Para mi ego es fantástico, un libro publicado en 1987 que todavía funcione. Creo que es un espejo para los marroquíes para poder entender la sociedad, los paradigmas, los comportamientos, sobre todo para comprender cómo se puede estar a caballo entre el mundo tradicional y el moderno. Los jóvenes lo leen, vienen a verme y me dicen: sentimos que es exactamente así… Pero mi lado de investigadora está un poco preocupado, porque si hay un libro publicado hace 27 años y con el que los jóvenes se identifican todavía, es que hay algo que sigue bloqueado y que debería superarse.

¿Cuál es ese bloqueo?

Es la paradoja: estamos en una sociedad que ha evolucionado de forma brutal, se ha puesto patas arriba, ha hecho que estemos realmente en la época moderna, pero que conserva aún ese anclaje en la tradición. Y ese en esa especie de nudo en el que los jóvenes se encuentran todavía hoy.

¿Por qué continúa ese anclaje?

Hay una resistencia de los ancianos, que son muchos… Bueno, es una minoría, porque el 78 por ciento de la población tiene menos de 40 años. Pero esa minoría mantiene las tradiciones. Los jóvenes de los que hablamos se han educado en la modernidad, pero aún sienten el peso de esa resistencia al cambio. Cuando todo se va a sanear, a purificar, será en la generación de nuestros hijos. De mis hijas. Los más jóvenes hacen un trabajo fabuloso para superar esos anclajes, desanudar ese nudo y crear otros paradigmas que sean más adaptados al mundo en el que viven

¿Cuál es el nudo principal?

El mayor nudo es el de la virginidad. Ahí todavía falta mucho, muchísimo trabajo.

Según su libro, ya en 1985 un tercio de las mujeres no llegaban vírgenes al matrimonio. Y eso sorprende, porque la imagen pública es que todo el mundo se casa virgen.

«La sociedad no permite a las chicas experimentar su sexualidad, pero anima a los hombres a hacerlo»

Es verdad. Marruecos es así. Da la impresión de ser una sociedad herméticamente cerrada, pero eso no es más que una imagen. Es un velo. Y cuando uno traspasa ese vuelo, resulta que el ser humano no puede dejar de ser un ser humano. Entre las chicas hay arrebatos de corazón que no se pueden asfixiar. De manera que se llega a compromisos para poder al mismo tiempo estar en estas dos vidas, entre el arrebato del corazón que es natural, y la presión, el peso de las tradiciones.

¿Sólo entre las chicas?

Estamos en una sociedad musulmana que no permite a las chicas experimentar su sexualidad antes del matrimonio, y al mismo tiempo anima alegremente a los hombres jóvenes de vivir su sexualidad. Porque lo que constituye el valor de un hombre es su virilidad. Lo que constituye el valor de una chica es su virginidad. Eso es una gran paradoja.

¿Y cómo lo viven los hombres?

Conozco a jóvenes que están completamente confundidos, ya no saben cómo tratar con las chicas. Les supera. Se dan cuenta de que las chicas tienen relaciones sexuales y les choca. Es una paradoja, porque ellos son jóvenes y están contentos de tener a alguien con quien tener relaciones sexuales. Pero no consiguen respetar a esa chica que se entrega a ellos. Cuando se quieren casar, la mayoría de los hombres quieren una chica virgen.

¿La mayoría?

La mayoría. Cuando una les pregunta por qué, hay dos tipos de respuesta: En primer lugar “Es por mi madre”, no: “Es por mi padre”: allí se ve que es una sociedad más matriarcal que patriarcal. Las mujeres utilizan los útiles del patriarcado para conservar la tradición. La historia de la virginidad no es por los hombres, es una historia de mujeres. La segunda razón por la que insisten en la virginidad es que el acto de la defloración está sublimado por la sociedad. Creen que es genial desflorar a una chica y quieren probarlo.

Se llevarán una gran decepción ¿no?

[Risas] Por supuesto, por supuesto.

¿Y cómo lo llevan?

La gran paradoja es ésta. Muchos hombres jóvenes hoy día están completamente perdidos. Salen con chicas inteligentes, que pueden tener estudios, diplomas, que trabajan, que tienen un cuerpo de barbie, porque de eso se trata: guapas, cabellera larga… Están contentos con esas chicas. Pero cuando se quieren casar, este tipo de chicas les da miedo, sobre todo porque ya no son vírgenes. Incluso cuando han perdido la virginidad con este mismo hombre, puede que diga: Sí, ella se ha entregado a mí, así que es una chica fácil, no puede ser una buena esposa… Cuando me quiera casar, dicen, pediré a mi madre que me encuentre a una chica de buena familia.

¿Qué se responde a eso?

«En Marruecos, el islam se aplica a las mujeres. Para los hombres cuenta la tradición»

Siempre tengo discusiones con los jóvenes, con mis estudiantes, en el medio rural. Son hombres que me dicen: Las chicas marroquíes ya no son buenas, han perdido la vergüenza… ¿Ah sí? ¿Por qué? Porque hacen el amor antes de casarse. Ajá, y qué te molesta en eso? ¡Pero si es haram! Ah, tienes razón, les digo, y les pregunto: ¿Tú eres virgen? Pues claro que no, señora, ¡imposible! Eso lo perciben como un insulto. ¡Qué va! ¡Yo soy un hombre! Ah, digo, pero ¿tú has leído el Corán? ¿Qué dice el Corán sobre la prohibición de las relaciones antes del matrimonio? Y ahí me responden: En Marruecos, el islam se aplica a las mujeres. Para los hombres cuenta la tradición.

La ley marroquí sí que prohíbe las relaciones a ambos sexos.

Sí, tanto la religión como la ley son para ambos. Pero las tradiciones son muchísimo más fuertes. Ahora eso está cambiando. Porque cada vez más chicas tienen relaciones sexuales. Los hombres se sienten perdidos, porque saben que las chicas se pueden volver a coser el himen, y eso les molesta un poco, esa duda. Bien, todo eso se puede llamar hipocresía, pero creo que es irremediable que vayamos hacia una situación en la que el valor de las mujeres ya no se juzgará por su virginidad.

¿Ellas lo reivindican?

Hoy día hay cada vez más chicas que dicen: Oye, mi virginidad no le tiene que importar a nadie, yo hago con mi cuerpo lo que quiero. Y hay cada vez más chicos – no son tantos, pero lo que importa es que su número va creciendo – que dicen: yo, cuando me case con una virgen voy a tener en la cama un trozo de madera, yo no quiero casarme con una virgen, yo necesito una chica con experiencia. Es la percepción de tener una compañera con la que se compartirá un placer, y no la “pura” con un sello de pureza.

En casi todos los demás países de la religión, en Argelia, en Egipto, este proceso se ha invertido, se considera que hace 20 años las relaciones eran más libres.

«La ola de integrismo religioso  ha frenado el avance de las sociedades arabomusulmanes»

Sí, es cierto. Es la ola de integrismo religioso que obviamente ha frenado el avance de las sociedades arabomusulmanes. Incluso Marruecos sería un país mucho más liberado de sus tradiciones si no existiera ese peso de los movimientos integristas. Sólo que incluso dentro de estos movimientos integristas llegan a hacer arreglos. Siempre se ha dicho que las leyes son para evitar cumplirlas. Sería totalmente infantil pensar que viviremos en una sociedad en la que se asfixiará el impulso sexual por completo. Eso no es posible. Los impulsos son más fuertes que la ley.

¿Cómo se manifiesta esto?

En los movimientos integristas se observa un fenómeno: hay jóvenes que no quieren vivir en la fornicación, el pecado. En el ambiente de estudiantes se ha desarrollado una forma de unión sin acta de matrimonio. Un chico conoce a una chica y le dirá: mira, no tenemos dinero [para celebrar una boda] pero para no tener relaciones sexuales ilícitas vamos a casarnos por lo religioso. En el islam hay tres condiciones para para anular el tabú sexual: hay que leer la ‘fatiha’, el primer capítulo del Corán, hace falta que el pretendiente entregue a la novia un regalo, aunque sea simbólico, la dote, y hace falta publicitarlo, por eso se lanzan las albórbolas, para que los vecinos sean testigos. ¿Qué hacen estos jóvenes? Cumplen con los tres preceptos entre las dos familias, o ni siquiera, sólo en la pareja. Luego el hombre reza y dice: Me he casado contigo ante Dios, y consume la unión, sexualmente. Y ya está.

¿Y por qué no pueden hacer exactamente lo mismo ante el juez del distrito? Ya no hace falta que la mujer tenga tutor, y pedir el acta de matrimonio tampoco tiene un alto coste.

¿El acta de matrimonio? Ahí entramos en las tradiciones. [Risa]. En estas uniones religiosas puede que los padres de la chica ni se enteren. Pero si el chico pide la mano, ya nos metemos en las tradiciones, hace falta dinero. Como mínimo hay que pagar la cena, los regalos, la ceremonia de la boda… En el ámbito integrista se facilita el matrimonio. Se han dicho: para evitar que los jóvenes viven de forma ilícita, hay que casarlos pronto, y mejor que no haya protocolo de ceremonia de bodas, que es algo muy pesado en nuestro país. Un hombre gasta entre tres y seis años de salario para financiar todo lo que la familia de la mujer le pedirá.

Esto quiere decir que para la familia tradicional, el matrimonio verdadero es el determinado por la ley del Estado, no el de la religión.

Sí, así es.

Siempre se piensa que para una familia tradicional es la religión la que cuenta, y no la ley del Estado.

«La gente hoy cree que una persona integrista es honrada por principio»

Qué va, para nada, en absoluto. En Marruecos, la tradición es más importante que la religión. Y el acta de matrimonio representa una seguridad para la mujer, porque en los matrimonios sin acta entre integristas hay mucho abuso. He entrevistado a muchas chicas que se han quedado embarazadas en estas uniones sin acta, y no pueden demostrar que han estado casadas con tal hombre. Hay muchos niños que desde el punto de vista religioso son lícitos, pero que la ley considera hijos naturales porque no hay acta y el padre no los reconoce.

Claro, en la ley islámica, el marido se puede divorciar con enorme facilidad pronunciando tres veces la fórmula, y ya.

Hay muchos casos así. Incluso hay personas que juegan con esa fachada de islamista. Te voy contar un caso de Safi: una mujer tenía un vecino barbudo que llevaba el traje afgano y a ese tipo de gente se le supone de entrada la buena fe, la gente hoy cree que una persona integrista es honrada por principio. Esta mujer tiene una hija, menor de edad, y este hombre islamizado, barbudo, le dice a la madre: voy a pedir la mano de tu hija. Sin problema. Le pide que venga a cuidar su casa, la madre se lo envía, ella se queda un poco más, tienen relaciones sexuales, la chica queda embarazada. Para la madre era algo más o menos normal, porque es un chico honrado que se va a casar con la chica. Y un día, él le dice: si te he visto no me acuerdo. Incluso con la presión del islamismo, los jóvenes consiguen sacar del islam lo que les conviene para satisfacer sus impulsos sexuales.

Al final, el islamismo marroquí es aquel imam, Abdelbari Zemzemi, que habla de zanahorias y masturbación femenina. Que todo el integrismo sea éste…

«En las mezquitas se condena de forma muy severa la masturbación,  igual que en las iglesias»

[Estalla en risas] ¡Exactamente! Es extraordinario, Es ridículo, pero estoy de acuerdo, no es dramático, no es un integrismo puro y duro, que pueda destruir los valores modernos de una sociedad. Sé que a mi alrededor todas las feministas se han escandalizado, pero para mí era un reconocimiento del placer de la mujer, tal y como el islam lo ha definido como lícito, y no me ha chocado. La propia reacción ya dice mucho: alguien que se considera imam reconoce ese placer en lugar de condenarlo. Porque en todo el lenguaje religioso se condena la masturbación. En las mezquitas, en las escuelas coránicas, se condena de forma muy severa, igual que en las iglesias.

En las iglesias se sabe, pero ¿en el Corán hay algo que condene el placer?

Absolutamente nada. Nada de nada. Ni en el Corán, ni en la sunna, ni en los hadith del profeta. Ahora, la gente… siempre se ha instrumentalizado la sexualidad para fines ideológicos, políticos u otros, y eso continúa hasta hoy, pero las Iglesias también lo condenan.

Las Iglesias sí, pero eso está en su ideología desde Adán y Eva.

Sí. Pero es curioso: el lenguaje religioso está en vías de romper un tabú. El otro día escuchaba la radio, donde hablaba una mujer por teléfono en directo con el locutor, que era un ‘hermano’ [integrista] y decía: estoy divorciada y no tengo ganas de vivir en pecado, así que me doy placer a mí misma. Y él, un ‘hermano’ puro y duro, que lo escucho a menudo, dijo: usted puede usar eso, pero siempre con moderación [risas]. Yo oí eso y me dije: eso es un avance. Tuve ganas de decirle: sí, tiene usted toda la razón! [risas].

Con todo, depende. Me dicen que en el norte, en Alhucemas, hoy es casi imposible ir a la playa en bikini, cuando hace 20 años no había problema. ¿Hay un retroceso respecto a la imagen de la mujer en publico?

Sí, eso es verdad. En los años 70, dese los 60 hasta los 80, las mujeres se podían bañar en bikini, sin chocar a nadie. Pero había muy poca gente en la playa: sobre todo gente que tenía coche. No había transporte público. Y había muchas italianas, españolas, francesas en las playas, y algunas marroquíes, que habían superado un poco estos obstáculos culturales y se podían poner en bikini. Ahora, eso depende de las regiones. He estado mucho en Alhucemas de niña, con mis padres, y es verdad que en el Rif, que es una de las zonas más conservadoras de Marruecos, no veía a mujeres rifeñas en bañador; eran más las extranjeras o las marroquíes que llegaban de otras zonas.

¿Y por qué ha cambiado?

«Hoy me encuentro que en muchas playas ya no se puede pasear una todo el día en bañador»

En los años 80 y 90, empezó a haber transporte público y colectivos marroquíes recientemente urbanizados o rurales que descubrían su ocio, que empezaban a ir a la playa en familia, a hacer picnic… En su trayecto no ha habido ese camino a la libertad del cuerpo. Antes, lo que se veía en la playa eran mujeres urbanas que ya habían superado varias etapas, se habían alejado del conservadurismo. Luego llegaban a la gran ciudad y a la playa las familias de pequeñas aldeas, con sus hábitos, y no han pasado por la etapa de liberar el cuerpo.

Me pregunto de qué región rural hablamos. Porque hay regiones rurales que son mucho más liberales respecto al cuerpo.

Sí, pero no ante los hombres. No se pondrían en bikini o en bañador ante los hombres. Aunque el hecho de que se metan en bañador ya es un paso. Yo siempre me he paseado en bañador, me lo ponía cuando me levantaba y me lo quitaba por la noche cuando me metía en casita. Hoy me encuentro en muchas playas donde ya no se puede pasear una todo el día en bañador. Hoy día hay vergüenza, pero no hay que imaginar que un día había una masa de la población marroquí femenina en bañador y ahora han retrocedido. Eso no es verdad. Algunas se han puesto el pañuelo y hoy ya no estarán en la playa en bañador, pero lo que les molesta es la mirada de la familia, de los hombres, que acaban de llegar a ese proceso de modernización y que están chocados de ver un cuerpo de mujer, porque el cuerpo de mujer para ellos no es más que erotismo.

Recuerdo una imagen de los años 80, en un lago del Medio Atlas: a un lado, la élite marroquí en bikini, y al otro lado, dos niños y una niña de como diez años, bereberes del campo, que se bañaban desnudos.

«En sesenta años hayamos dado los mismos pasos que Occidente en dos siglos y medio»

Sí, es la diversidad de Marruecos. Cuando se analiza una región frente a otra, se tiene la impresión de que los separan siglos de diferencia. En sesenta años hayamos dado los mismos pasos que Occidente en dos siglos y medio. La sociedad ha estado estática durante siglos y siglos. Ahora hay una apertura. Y eso no se hace sin destrozos. Tanto del lado de los hombres como del de las mujeres. Pero donde se va a suavizar es en la generación de mis hijas, y de los hijos de ellas. Vivirán mucho menos esos desgarros.

Es usted muy optimista, convencida de que no irá todo hacia atrás como en Argelia.

No creo, sinceramente. Espero que no me equivoque. Porque toda esa juventud, incluso la juventud que se llama islamista, hace un trabajo maravilloso. Creo que somos demasiado severos respecto a esa población que llamamos islamista. Estas chicas que vemos veladas dan la impresión de haber vuelto a la era de sus abuelas. Y no es verdad. Son chicas, mujeres jóvenes, que en sus parejas reivindican abandonar los roles tradicionales del hogar, imponen su feminidad, reclaman su derecho al placer sexual. El pañuelo no quiere decir que la mujer se someta al hombre. Eso es una imagen falsa que se da de estas mujeres. Se ve en los tribunales, cuando denuncian a los hombres. En las asociaciones que acogen a las mujeres víctimas de la violencia reciben a muchas mujeres que llevan el burka o el pañuelo, y que vienen a quejarse de los maridos que los maltratan sexualmente.

Nunca he pensado que sean sumisas. Pero sí adherentes a una ideología que divide el mundo en dos mitades, hombres y mujeres, y que puede dar a la mujer un lugar público, pero siempre separado.

Sí, es totalmente cierto, y estoy profundamente en contra. Es verdad que frena, que va hacia una bipartición sexual. Yo lo considero una cosificación del cuerpo femenino, porque así, el cuerpo no es más que sexo: se reduce a la mujer a un objeto de seducción, a un sexo ambulante que hay que encerrar. Para que el hombre sea piadoso y no caiga en la fornicación, hay que cubrir a la mujer, mientras que el hombre no se cubre. No se le dice al hombre, cuidado, si tú no te cubres, las mujeres te pueden desear. Porque las mujeres desean también, pero no se dice.

Habría que empezar a decirlo.

«Digo a los chicos: usted despierta la concupiscencia de las chicas, y es pecado. Venga en burka»

Yo lo digo cuando discuto con este tipo de hombres: oigan, si ustedes son musulmanes, no olviden que dios ha hecho el hombre como la mujer, si le ha dado impulsos a ustedes, los ha dado a las mujeres también. Sólo que ustedes tienen derecho a hablar de sus impulsos y a las mujeres se les prohíbe, quieren asfixiarles los impulsos; si no, no son virtuosas. En la Facultad me divierto así, traigo a un chicos, lo pongo en el estrado y les pregunto a las chicas, qué os parece ¿es guapo? ¿es deseable? Le digo: dése usted la vuelta… ¿ve cómo las chicas le desean a usted? Así que mañana usted vendrá en burka, porque está usted cometiendo un pecado: está usted despertando la concupiscencia de las chicas. Eso es lo que me molesta ¿por qué me tengo que ocultar yo para que el hombre pueda vivir su piedad correctamente?

Sólo se considera peligroso el cuerpo femenino, pues.

Hay un culto al cuerpo entre las mujeres porque ocultan el cuerpo. Una joven cineasta marroquí me contó que en un zoco de Jordania había visto un consumo muy fuerte de lencería fina: sujetadores, ligueros, braguitas con luces que se encienden y apagan… y estaba sorprendida de ver a tantas mujeres veladas y, en el espacio público, tanto objeto erótico destinado a las mujeres. Cuando la mujer esconde su cuerpo en el espacio público, vive un mayor culto en el interior del hogar.

¿Pero por qué lo ocultan fuera?

El velo, y eso es difícil de entender, libera a las mujeres, porque una mujer que lleva pañuelo sufrirá menos acoso verbal en la calle. Es más libre. Podrá salir más fácilmente a la calle. Muchas chicas se ponen el pañuelo sólo para que la familia las deje en paz.

Pero esto es un chantaje a ellas, y a través de las que lo aceptan, a todas las demás mujeres.

«Viven en la paranoia de que Occidente destruye la cultura musulmana atacando sus costumbres morales»

Totalmente de acuerdo. El avance de la sociedad es muy contradictorio. Un día le dije a una chica: Usted lleva el pañuelo y, una vez casada, en casa, asumirá el mismo rol que su madre, el marido trabaja fuera, usted trabajará dentro, lavará, fregará… Y ella me dijo ¡imposible! Si hasta Omar ibn Khattab, amigo del profeta y califa, se lavaba su propia ropia, y eso que tenía a varias esposas. Eso me pareció genial. Me dije que incluso encuadrada por la religión y el fundamentalismo, se pueden sacar de la sunna argumentos para tener igualdad en el seno de la pareja.

Ahí entramos en el debate del feminismo islámico. No hablo de feministas que son musulmanas, sino de mujeres que fundamentan su feminismo en las palabras del Corán. ¿Qué piensa?

Ha habido un rechazo de la cultura occidental bajo el pretexto de que Occidente está destruyendo la cultura musulmana. Es una tesis de conspiración, una paranoia difundida por medios como Al Jazeera y compañía, que Occidente quiere atacar la cultura musulmana y lo atacará destruyendo primero las costumbres morales. Y estas mujeres viven aún en esta contradicción. Están decididas a ser iguales a los hombres, legalmente, a tener sus derechos, pero no quieren pasar por el mismo circuito que las mujeres occidentales. Para tener la conciencia tranquila van al islam, buscan en los hadith – y sabemos que no todos son auténticos – , buscan en la teología – y sabemos que hay treinta y seis mil escuelas – y siguen la escuela que más les favorece. Bien. Las hay tolerantes, las hay abiertas, las hay fanáticas entre las escuelas de la exégesis musulmana, y ellas quieren apropiarse de la iniciativa de la revolución para no decir a Occidente: ustedes nos están influenciando.

¿Pero el resultado?

El resultado es que ellas consiguen liberarse un poco, trabajan para hacer avanzar la ley pero se bloquean, a veces, ante algunas prácticas. Cuál es el riesgo? Somos mujeres y debemos estar representadas por una unidad solidaria. Y cuando hay varias corrientes, eso retrasa la evolución de una sociedad. Cuando se hacía el trabajo para reformar el Código de la Familia, no conseguimos ponernos todas de acuerdo, hasta el punto de que el mismo día hubo una marcha en Rabat, a favor de la reforma de la Mudáwana, y otra marcha en Casablanca, contra la reforma de ciertos artículos de la Mudáwana. Lo estúpido es que eso nos hace perder mucho tiempo, mucha energía.

¿No existe el peligro de que al basarse en el Corán, se cimente la idea de que el libro sagrado es y debe ser, efectivamente, base de la sociedad?

«Hoy día, para mostrar que eres una persona valiosa, tienes que llevar el velo, dejarte barba…»

Eso no es lo que me molesta, porque de una religión se puede sacar lo que uno quiere. Lo que me molesta es que hay una vinculación fanática a la religiosidad. Todo debe pasar por la religión. Hoy, la devoción debe ser visible, cuando la devoción es algo íntimo. Nuestros abuelos han vivido la relación con la religión en la intimidad. Hoy día, para mostrar que eres una persona valiosa, tienes que llevar el pañuelo o el velo, dejarte barba y sobre todo, tener una mancha en la frente…

…..producida por los golpes contra el suelo durante la oración…

…exacto. Y por qué se hace? Porque cuando uno pasea por la calle, la gente le otorga credibilidad. Abundan los hipócritas. Sabiendo que el Corán dice claramente que la devoción es algo individual. En el islam no hay clero: todo creyente está directamente en contacto con Dios. Pero con la influencia fundamentalista, los marroquíes deben mostrar a todos que están viviendo en devoción. Es un riesgo para la ciudadanía, para la honradez, para el interés público. Si se buscan argumentos en la religión para convencer al antagonista, no me molesta. Porque la realidad es esta: mucha gente tiene necesidad de dejarse convencer a partir de la religión.

En el Corán está claramente establecido que la hija hereda la mitad del hijo. Quien lo acepta deja de ser feminista, quien no lo acepta, deja de basarse en el Corán. ¿Cómo se elige?

Hay que recolocar el Corán en su contexto. He sido la primera en denunciar esta desigualdad en el texto coránico. No es que las mujeres no merezcan más: heredan la mitad porque son dependientes. En la pareja, el dinero de la mujer le pertenece sólo a ella. El marido es el que mantiene a la familia y a la esposa, tiene a su cargo a una familia. Si el padre muere y hay hermanas no casadas, los chicos deben mantenerlas hasta que se casen, y una vez que se casen les deben dar su parte de la herencia, entera. Este contexto ha cambiado. Yo trabajo. Mi hermano no me financia en absoluto, pago mis impuestos igual que los hombres. Y cuando los pago, nadie me dice, a no, tú pagas la mitad. Todo el contexto ha cambiado. Pero me dicen: No, la religión es válida en todo momento y todo lugar. Vale, ya quisiera.

Lo sagrado es inmutable ¿no?

Ya, pero dice el Corán que quien está de viaje no necesita ayunar en el mes de ramadán, lo puede recuperar más tarde. Pero se dice: antes se viajaba a lomos de mulo o de camello, hoy hay coches, y ya no se acepta comer de viaje. Ahí se ha admitido que las cosas han cambiado. Pero si se dice que en la herencia, las cosas también han cambiado, hay un bloqueo. ¡El Corán es sagrado! [risas].

Pero en la práctica, ¿es posible convencer a una población menos intelectual de que se acepta el Corán como base legal, sólo que dice lo contrario de lo que pone?

Estoy segura de que si hay un debate desapasionado, se puede llegar a un compromiso, pero hace falta una voluntad política, y hoy día no existe. Si se aborda la cuestión por el feminismo, será rechazada. El feminismo siempre ha generado antifeminismo. Pero hay nichos en los que se puede trabajar.

La campaña por la igualdad en la herencia es uno de los últimos flecos de la igualdad legal en Marruecos ¿no? Porque la ley aún sigue las reglas coránicas.

Sí. Un ejemplo. Una amiga que es redactora jefa de una revista femenina en Marruecos. Ha estudiado, se ha casado, ha pedido un crédito con su marido, se han pagado el piso. El marido falleció de una enfermedad y la ha dejado con dos hijas. El hermano y la hermana del marido son herederos. La parte del piso que les corresponde tiene el valor de 300.000 dirham [30.000 euros]. Ellos han venido a pedirla. Y ella no tiene 300.000 dirham. Sólo tiene ese apartamento y su salario. Ha tenido que abandonar su apartamento y mudarse a un barrio más modesto. Y así hay muchos casos. El padre ha muerto, ellas han tenido que dejar el piso para dar la parte a los tíos y tías, la madre no tenía medios de mantenerse, y las hijas han salido a prostituirse para mantener a sus hermanas y la madre.

¿Qué se puede hacer frente a esto?

En Túnez, la vivienda nunca entra al reparto de la herencia. En Marruecos, incluso los bienes que hay en la casa entran al reparto de la herencia, de manera que tendrás a gente que se mete en tu casa, abre los cajones y se reparte todo lo que hay en tu casa. El hombre también sufre por esa situación. Y en Túnez han aprobado una ley para que la vivienda no forme parte de la herencia. Pertenece al marido o a la esposa, o a los hijos. Es una protección. Si no se puede hacer una revolución por la igualdad, se puede empezar con pequeños nichos para la protección.

Una pregunta optimismo: ¿para cuándo la abolición del parágrafo 489, que prohíbe las relaciones sexuales sin matrimonio?

Hay un gran debate sobre esto. No será para mañana, seguro que no. Hay de una parte la presión de la sociedad civil, en las redes sociales, de los jóvenes que están en vías de constituir una fuerza para poder abolir este artículo. Y del otro lado, el peso de los fundamentalistas y de los teólogos representan otra fuerza hoy día. Tengo que la sensación de que dentro de los próximos seis años se cuestionará ese artículo o al menos se hará una modificación que permita no seguir castigando. Pero no se puede conseguir la felicidad de una población contra su voluntad. Es triste.

Pero la ley no se aplica de todas formas. ¿O hay chicas que van a la cárcel por tener relaciones sexuales?

Depende de las personas, de los jueces. En principio, las chicas ya no van a la cárcel. Hace al menos seis años que no he oído hablar de chicas encarceladas por esto. La sociedad civil denunciaría este tipo de abusos. En las redes sociales, la gente es cada vez más atrevida para hablar del tema, hay a veces manifestaciones que lo denuncian. Y si este movimiento se hace más fuerte, creo que podrá abolirse el artículo. Lo espero.

En 2002 entrevisté a Aïcha Sakhri. En su revista Femmes du Maroc hablaba de sexualidad, pero siempre en el marco del matrimonio. Me dijo que no podía tocar el tema del sexo sin matrimonio. ¿Hoy sí?

Hoy sí se toca, totalmente. No en la televisión. Pero sí en revistas, en la radio, en internet, y también en todo lo que son manifestaciones, derechos humanos, seminarios, congresos, etcétera. Se habla libremente del tema. Pero el debate no está maduro aún.

¿Qué más ha cambiado en la sociedad en esta década?

La demografía. Hice mi primer investigación sociológica cuando era estudiante, sobre la tradición que acompaña el fin del amamantamiento de un niño. No había anticonceptivos, y por eso las madres alargaban el amamantamiento todo lo que podían, porque el amamantamiento puede proteger a algunas mujeres contra la concepción. Pero hoy, incluso en el campo, las mujeres toman la píldora para no quedarse embarazadas. Ya no existe esta sublimación de la maternidad. Antes se decía que la mejor mujer era aquella que llevaba un niño de la mano, otro en la espalda, otro en su seno y otro en su vientre. Hoy día, en el campo, las mujeres tienen tres hijos.

¿Incluso en el campo? En los ochenta, en los pueblos se decía que era normal tener siete hijos.

Hoy día la media de hijos en el campo es de 2,8 hijos, en las ciudades, de 2 hijos, con una pequeña tendencia de tener un hijo único. La media nacional es de 2,2.

Es decir que el crecimiento de la población se ha frenado. ¿Cómo ha ocurrido?

Muy de golpe.Hassan II tenía dos políticas: construir embalses y planificación familiar, un programa muy eficaz. Además está la globalización, que hace que las mujeres, incluso en el campo, tengan más conciencia que tener hijos destruye la belleza y la juventud. Una mujer de 80 años, que estuvo embarazada 16 veces, digamos, puede decir a su nieta que se va a casar: cuidado, no tengas más de dos hijos. Si no, te vas poner vieja muy pronto. El embarazo se concibe hoy como un peligro para la salud, la juventud y la belleza. Antes, a una mujer que quería conservar a su marido se le decía que debía “ponerle peso en las alas”, dándole muchos hijos. Hoy día, incluso en el campo, se les dice: si quieres conservar a tu marido, dale sólo dos o tres hijos. Así seguirás estando guapa y tu marido seguirá contigo.

Es todo un cambio de paradigma.

Si. Las chicas del campo cuando han trabajado en una ciudad, traen consigo parte de esa nueva vida, ese nuevo paradigma. Antes se transmitía todo de madre a hija. Hoy se transmite de hija a madre. Es la hija cuando viene de la ciudad la que le compra a su madre la caja de anticonceptivos y es ella la que dice a su madre: hazte la operación de ligarte las trompas. Ya has tenido cuatro hijos, stop, párate ahí. Y eso despierta las conciencia de la madre.

¿Cómo han adquirido esta conciencia?

Las cadenas satélite han dado nuevos sueños a las madres, han cambiado las referencias. Cuando ven a esas mujeres tan guapas en las telenovelas mexicanas, indias, turcas etcétera, se proyectan hacia esa imagen de mujer guapa, con gracia, que tiene cerca de 70 años, pero que es todavía seductora. Y se quiere parecer a esa mujer. Ellas eligen. Es una ruptura.

¿La globalización, de la que tanto se dice que destruye las culturas locales, es benéfica para estas mujeres?

Es benéfico, sí. Ha transformado los sueños, las referencias, el amor. Antes, cuando una chica se quería casar, no se hablaba de amor. Su familia elegía al marido que convenía a la familia, y se decía que quizás no le guste, pero se acostumbrará. Hoy se empieza a hablar de amor, l-hubb. Es muy reciente, porque en dáriya, esa palabra no se usaba en absoluto. Es una influencia de los filmes.

Pero en las canciones tradicionales de fiesta marroquíes ¿no hay canciones de amor?

Hay muchas en la población amazigh. Pero entre las poblaciones arabófonas, de las llanuras, no se habla mucho de amor. Había un tabú, porque en esas regiones, el hombre está obligado a tener un poder autoritario, a ser un ‘macho’, incluso si no era más que teatro. Pero no se puede ser macho, mantener la autoridad sobre las mujeres de la familia, y al mismo tiempo rebajarse a decir “Te quiero”, porque es una debilidad. Y no forma parte en absoluto de las tradiciones, no se dice “Te quiero” en árabe, eso no existe.

Una diferencia grande de vivir la pareja.

Entre los amazigh, los hombres llaman a sus esposas por su nombre, cuando hablan de ellas. Dirán “Fadma” o “Aïcha”. Entre las poblaciones arabófonos, en el medio rural, hasta hoy, se dice “l’ulía hashek”, la tutora de la casa, con la venia. ‘Hashek’ es una palabra usada después de decir “perro” o “burro”. Decir “mi mujer” era vergonzoso, era como hacer alusión a la sexualidad que unía hombre y mujer.

¿En la población amazigh es distinto, porque sí hay una tradición de canciones de amor?

Entre los amazigh es distintos, porque se canta al amor. Hay mucha poesía. Y hay cierta libertad para elegir pareja. Pienso en Imilchil, pero hay muchos más ejemplos. Las jóvenes allí tienen derecho a elegir al hombre que les atrae. Por el que se sienten atraidas, así lo expresan. No dicen “Lo amo”, sino “me siento atraída, “me parece guapo”, “me atrae”. Y es verdad que en esta población, el amor no es algo ‘hchuma’ (que da vergüenza), y el hombre podía expresar el amor sin quedar en ridículo. Mientras que entre los arabófonos, al hombre que dijera “La amo”, se le consideraba de inmediato una mujer, una nenaza, sin personalidad. Pero hoy eso está todo cambiando a un ritmo muy rápido.

¿Por qué ha cambiado?

Por influencia de las cadenas satélite. Hay un mito del amor que se está desarrollando en estos momentos, incluso entre las chicas del campo. Hoy, si les preguntas a las chicas del campo qué es el tipo de hombre ideal, responderán de inmediato: “Un hombre que me respete y me quiera”. Me acuerdo de una chica que conocí en un recóndito lugar rural. Tenía 17 años y un novio formal que vivía en la ciudad. Tenía casa, coche, empleo… ¡Es el sueño para una chica del campo! Pero ella no estaba contenta. ¿Por qué no? “Verás, cuando viene a visitarnos en casa, nunca me ha cogido de la mano. Nunca me mira a los ojos. Nunca me ha dicho “Te quiero”. Era la primera vez para mí que escuchara decir algo así en un aldea. Demuestra que la mujer adquiere más peso. Es la imagen proyectada por los medios. Y está bien.

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