Crítica

Nadie dijo que fuera fácil

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 4 minutos
Hedi, un viento de libertad
Dirección: Mohamed Ben Attiabenattia-hedi

Género: Largometraje
Intérpretes: Majd Mastoura, Rym Ben Messaoud, Sabah Bouzouita, Hakim Boumessoudi, Omnia Ben Ghali
Produccción: Nomadis Images, Les Films du Fleuve, Tanit Films
Guión: Mohamed Ben Attia
Duración: 88 minutos
Estreno: 2016
País: Túnez
Idioma: magrebí
Título original: نحبك هادي

La escena la hemos visto muchas veces: en la víspera de la boda (¡o incluso ante el mismo altar!), uno de los contrayentes se lo piensa mejor y decide echarse atrás. A menudo, el motivo es que hay por ahí otra persona que anima a desafiar el destino, a romper con las convenciones. Por eso la consabida frase “… que hable ahora o calle para siempre” provoca un momento de suspense irresistible para los guionistas.

Hedi, un viento de libertad, la multipremiada cinta del director Mohamed Ben Attia, gira en torno a un arrepentimiento similar. La acción transcurre en el Túnez posterior a los sonados atentados terroristas de Susa y del Museo Nacional del Bardo, un país que ansía vivir en paz y recuperar la estabilidad económica mientras consolida su incipiente democracia.

Trabaja como viajante y ve acercarse la fecha de su boda con Khedija, con tres años de noviazgo casto

El protagonista, Hedi, es un veinteañero que trabaja como viajante para la Peugeot y ve acercarse la fecha de su boda con Khedija, cuyos tres años de noviazgo se reducen a encuentros castos y esporádicos en el interior de su coche.

Ni las inminentes nupcias ni sus vaivenes como comercial parecen volver loco al muchacho, que vive en una inercia un tanto deprimente. Solo su afición a dibujar le distrae de sus pesadas rutinas. Su relación con una madre un tanto invasiva y con su hermano, afincado en Francia, tampoco ayuda demasiado.

En uno de sus viajes, se instala en un hotel de playa que sufre los estragos del turismo, y allí conoce a Mahdia. Ella, una mujer independiente, segura de sí misma, conocedora de mundo, será el elemento catárquico que le obligará a replantearse su futuro y a soñar con la posibilidad de que las cosas sean diferentes.

Este ejercicio, que no puede ser sino positivo para el personaje, constituye el centro de la propuesta de Ben Attia. Con un ritmo deliberadamente irregular y una indisimulable debilidad por el primer plano, su película es una invitación a cuestionar el modelo heredado, pero no olvidar subrayar una advertencia: decir “no” es lo más fácil, pero, aun siendo un valioso punto de partida, no es suficiente. Es a la hora de enfrentar múltiples resistencias cuando se descubre hasta qué punto el entorno nos condiciona a todo. Tras la toma de conciencia empieza lo duro: actuar en consecuencia.

Conviven el hiyab y el bikini, los últimos posos de la dictadura y las tímidas luces de la Primavera árabe

Porque el viento de libertad al que alude el subtítulo del filme puede ser apenas una brisa refrescante, o un venturoso y revolucionario huracán. O, como aquel polverone que escribiera Tonino Guerra, una corriente que siembra el caos antes de volver a dejar las cosas tal y como estaban.

Estas tribulaciones vienen encarnadas por Majd Mastoura en el papel de Hedi, un soberbio ejercicio de expresividad, y discurren en medio de contrastes sutilmente reveladores: estamos en un Túnez donde conviven el hiyab y el bikini, los últimos posos de la larga dictadura y las tímidas luces de la Primavera árabe, las más rancias tradiciones y las comunicaciones por teléfono celular y skype.

Tal vez convenga, sí, que las revoluciones sociales vayan acompañadas de revoluciones individuales. Esas en las que no se trata tanto de enarbolar una pancarta o una bandera, o de corear una consigna, sino de tomar decisiones por uno mismo. De cambiar por dentro. Cueste lo que cueste.
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