Entrevista

Asli Erdogan

«Las marionetas no pueden producir arte»

Javier Pérez de la Cruz
Javier Pérez de la Cruz
· 15 minutos

 

Asli Erdogan (Marzo 2017) | © Miguel Ángel Sánchez
Asli Erdogan (Marzo 2017) | © Miguel Ángel Sánchez

 

Asli Erdogan se enciende un cigarro tras otro. Es el único gesto que realiza con decisión. Está cansada y débil, y solo parece aunar fuerzas cuando recuerda su última novela.

Tas Bina ve Digerleri (El Edificio de Piedra y Otros) narra el descenso de un ángel a la tierra, con un estilo lírico, denso y oscuro, marca personal de la escritora, donde es el lector quien tiene que interpretar a qué personaje pertenece cada fragmento: un vagabundo demente de nombre A, un coro de niños torturados, una mujer a la espera de ser interrogada…

“Al final aparezco yo, mi voz,en primera persona. Pero los personajes me rechazan”.

De pronto el relato se esfuma. Se lleva la mano a la parte derecha de la mandíbula, a la altura las muelas. “El lunes tengo que ir otra vez al dentista. Me ha dicho que se me ha infectado”. La escritora pasó un calvario de cuatro meses y medio en la cárcel, en prisión preventiva, donde incluso llegó a pensar en el suicidio. Ahora se encuentra en libertad, pero sin pasaporte para poder salir del país y con unas consecuencias físicas y psicológicas que continúan.

«Tengo pesadillas todas las noches. Cada día sueño que estoy aún en prisión o en el juzgado»

“Tengo pesadillas todas las noches. Cada día sueño que estoy todavía en prisión o en el juzgado. Cuando veo a un policía, sobre todo un arma automática, mi cuerpo reacciona, porque cuando me detuvieron me pusieron una contra el pecho”.

Asli Erdogan (no, sin relación con el presidente Recep Tayyip Erdogan) ha combinado en su vida la pasión y delicadeza del ballet con la precisión matemática de las investigaciones físicas en el CERN de Ginebra, en búsqueda de las partículas elementales de la vida. Sin embargo, decidió dejarlo todo para dedicarse a otro tipo de investigación existencialista: la literatura.

Hoy es una de las autoras turcas con mayor proyección y reconocimiento internacional. En español lo único que se puede disfrutar de su obra es el fragmento Ángel, traducido por M’Sur. Su detención, la de una escritora de fama global, recibió gran atención mediática.

Y no es por falta de competencia. En estos momentos hay cerca de 150 escritores y periodistas encarcelados en el país eurasiático. De la mano de hierro del presidente Erdogan, Turquía se ha convertido en “la mayor prisión del mundo para periodistas”, según el último informe anual de Reporteros Sin Fronteras. Asli Erdogan está acusada de varios delitos por su vinculación con Özgür Gündem, un periódico clausurado en agosto pasado al que el Gobierno consideraba altavoz de la guerrilla kurda, el PKK, en guerra con el Estado turco desde 1984. Además de colaborar con sus columnas, la escritora decidió sumarse al Consejo Asesor junto a otros intelectuales, un organismo simbólico que solo trataba de mostrar apoyo moral al diario, siempre con problemas legales con la justicia turca.

¿Por qué a ti en concreto?

Es una advertencia. Soy lo que ellos llaman un ‘turco blanco’ [ciudadanos de clase media-alta que poseen tanto una educación como estilo de vida occidentales] y mi caso es un mensaje que dice: ‘No te metas en esto, no te involucres con los kurdos”. En tiempos de guerra los primeros que pagan el precio son los que pelean por la paz. Los dos bandos empiezan a odiarles. Creo que esta es parte de la explicación. ¿Cómo me atrevo a escribir para Özgur Gündem? Tiene que haber sido esto. Pero es muy estúpido porque no soy la única. El periódico tiene 40 columnistas. ¿Por qué a mí si soy de lejos la más suave?

Se arresta incluso a autores que no están metidos en temas políticos, como Turhan Günay [editor del suplemento literario del diario Cumhuriyet].

«La Junta oprimía a todo el mundo, con mentalidad de soldado. Ahora es todo mucho más aleatorio»

Así es. Sí, si al menos ellos supieran lo que están haciendo… Una de dos, o no estaba preparado, no sabían quién era, o bien estaba perfectamente preparado. Tenemos que recordar que el Estado es muy diferente al de la Junta Militar de 1980. Es igual de opresivo, pero no igual de racional. Al menos podíamos saber lo que Junta iba a hacer. La Junta oprimía a todo el mundo, con la mentalidad del soldado. Ahora es todo mucho más aleatorio, más caprichoso. Simplemente alguien ahí arriba, no diré su nombre, se enfada por algún motivo y ya está. Solo lo puedo suponer, sí, quizá esta entrevista que di… [no quiere decir más] Probablemente sí sepa la razón, muy personal; él se enfada con este periodista; con este escritor; el abogado también tiene que pagar el precio; ahora los académicos. Él es así.

Sobre tu detención dijiste que pensabas que ibas a ser liberada pero que luego hubo “una llamada desde arriba”.

Todo es muy kafkiano. Las preguntas de la policía eran muy tontas y muy chistosas. Me preguntaron por mis artículos, y no hay nada ilegal en ellos porque conozco muy bien la Ley de Prensa. Se habían publicado meses antes y el fiscal no había encontrado la manera de abrir un caso contra mí. Por eso pensaba que iba a ser liberada. Además los periodistas habían sido liberados, y ellos son los que realmente hacen el trabajo del periódico. En mi caso, como parte del Consejo Asesor Editorial, no tengo ni poder ni control sobre el periódico. Durante dos años y medio he vivido en el extranjero. Ni siquiera he leído la mitad de los números publicados. Así que parece que ha sido así, una decisión desde arriba.

A la escritora, ganadora de premios internacionales en diversos países europeos, una persona que nunca ha empuñado un arma y que se define como pacifista, se le imputa, entre otros, el delito más grave del código penal turco: “Conspirar contra la unidad y la integridad del Estado”. El artículo 302, como ella prefiere llamarlo. Esta es la sentencia con la que se condenó, por ejemplo, a Abdullah Öcalan, el fundador del PKK . “Que yo sepa, esta es la primera vez que se utiliza contra un periodista”, cuenta la escritora. Por ello el Tribunal podría dictar contra ella cadena perpetua, aunque lo que Asli Erdogan realmente teme es que le puedan condenar por “propaganda terrorista”, pena que también supondría cárcel.

No es la primera vez que has sufrido campañas en tu contra. ¿Qué hay de diferente esta vez?

«Todos los periodistas en Turquía esperan hasta las cinco de la mañana para irse a dormir»

Hoy todo el mundo puede acabar arrestado. Un buen ejemplo es Ahmet Sik. Él fue el primero en escribir un libro sobre los peligros de Fethullah Gülen y cómo sus seguidores estaban infiltrándose en las instituciones más importantes del Estado: la judicatura, el Ejército… Por ello pasó un año en la cárcel y ahora está otra vez acusado de hacer propaganda por la FETÖ [Organización Terrorista Fethullah Gülen, como el Gobierno se refiere ahora a los gülenistas], el PKK y el DHKP-C [agrupación armada de extrema izquierda]. Es una locura total. No se puede ser de los tres grupos a al vez. Se odian a muerte entre ellos. Incluso un niño de 8 años puede ver el sinsentido que es el caso contra Ahmet Sik.

¿Por qué lo acusan de esa forma, entonces?

¿Por qué alguien, siendo asesor de un periódico, iba a destruir la unidad del Estado? ¿Por qué Turquía está menos unida por el hecho de que nuestros nombres estén en esa lista? El objetivo es aterrorizar a la gente. Incluso periodistas de grandes medios, periodistas que siempre han estado en el centro y nunca levantaron la voz como opositores, tienen miedo. Cada noche. Todos y cada uno de los periodistas en Turquía esperan hasta las cinco de la mañana para poder irse a dormir. La situación es inimaginable.

¿Hay alguna oposición por parte de los intelectuales turcos?

«Europa trata de actuar en su propio beneficio, sobre todo ahora, cuando se acercan elecciones»

Los intelectuales siempre han tenido muy poco contacto o impacto en la sociedad. El único lugar desde el que podían influir eran las columnas, pero ahora hay muchos columnistas arrestados y otros muchos optan por la autocensura. Además, el típico intelectual apoya a un grupo en concreto pero no está dispuesto a mover ni un dedo por alguien de otro grupo. Así que no tengo mucha esperanza en los intelectuales turcos. Los periodistas formaban un bloque mejor, pero muchos de ellos han perdido sus empleos y muchos otros están arrestados. La izquierda turca está muy debilitada y desorganizada, la élite del partido kurdo [refiriéndose al HDP, Partido Democrático de los Pueblos] está encarcelada… Por lo tanto, la responsabilidad de levantar una voz recae sobre el CHP [el socialdemócrata Partido Republicano de los Pueblos, segundo del Parlamento], y no creo que puedan hacerlo bajo estas amenazas.

¿Cómo consideras la actuación de la comunidad internacional ante la actual situación de Turquía?

Los Gobiernos o la gente con poder sabe perfectamente lo que está ocurriendo en Turquía. Les preocupa pero no llegan a poner el asunto sobre la mesa. En Europa hay diferentes voces y cada uno, en primer lugar, trata de actuar para su propio beneficio. Sobre todo ahora, cuando se acercan elecciones muy importantes, y, claro, ¿por qué tendrían que arriesgarse por 150 periodistas encarcelados en Turquía? Lo puedo entender, pero éticamente está mal. Va completamente en contra de los valores de la Unión Europea. Además, cuanto más próxima esté Turquía de Oriente Medio peor, más problemas sufrirá Europa.

¿Por ejemplo?

Tienen miedo de los tres millones de refugiados de ahora, pero tendrán que afrontar más y más y más. Además, antes que resolver el problema de los refugiados, deberían tratar de solucionar la guerra de Siria. Simplemente no es posible construir murallas alrededor del paraíso y quedarse dentro a salvo. Europa está empezando a olvidarse de la lección aprendida en 1945. Cuando Hitler llegaba al poder, la gente miraba para otro lado. ¿A quién le importa? Al fin y al cabo a los alemanes les gusta. Es su elección. Votaron por él.

El Gobierno ha logrado que prácticamente todos los medios y periodistas sean afines a sus posiciones. ¿Está ocurriendo lo mismo con los escritores e intelectuales?

En televisión veo nuevas caras. En los periódicos progubernamentales veo nuevos columnistas. Y respecto a la literatura, sí, tienen a sus propios escritores que están comenzando a surgir. Pero tengo que decir que, en realidad, no son tan fuertes. Es fácil crear artificialmente a un periodista o a un columnista. Pero hacerlo con un escritor o un intelectual no es tan fácil. Se necesita mucho tiempo, cultura, calidad y libertad. Dije esto en mi defensa: ‘No he oído nunca que un escritor se haya dedicado a la literatura durante 30 años y después se haya unido a un grupo armado’. Eso significaría perder su libertad. La literatura necesita independencia y libertad. Y hay otro efecto: el de la calidad de la producción artística e intelectual en Turquía. Es el efecto colateral de los tiempos autoritarios. Nadie piensa en cómo sufre el arte porque sus consecuencias son a largo plazo.

¿Tienes miedo de no ser capaz de continuar escribiendo en Turquía?

Es más que un miedo, es una realidad. En las condiciones de hoy no puedo ni siquiera escribir una simple columna. Así no se puede. Si estoy esperando a que la policía aparezca en cualquier momento o si pienso que en cualquier entrevista que dé alguien se puede enfadar conmigo, que alguien del servicio secreto se cabree y pase otros seis o sietes meses en la cárcel, así no se puede.

¿La literatura entera está bajo amenaza?

«Toda una Bienal cancelada porque a alguien se enfadó con un tuit; es una situación horrorosa»

Olvidémonos de la literatura, de la producción cultural o del arte. La escena cultural está más o menos muerta ya, y, sin duda, acabará muriendo. No solo el escribir. Por ejemplo, la Bienal de Çanakkale. La comisaria estaba preparando la exposición, pero alguien se enfadó por uno de sus tuits… y la Bienal se canceló. Toda una Bienal cancelada porque a alguien se enfadó con un tuit. Muchas exposiciones han sufrido ataques por diferentes razones, como por beber alcohol. Es una situación horrorosa.

¿Fomenta el Gobierno sus propios artistas?

Ellos pueden controlar la televisión, pueden tener sus propios periodistas e incluso pueden intentar formar a sus propios intelectuales, pero las marionetas no pueden producir arte. Si quieren color y profundidad para este país, nos necesitan. Si no lo quieren, y parece que así es, será la gente la que pagará el precio, un precio que ya están pagando, aunque no se den cuenta, por haber votado lo que han votado. La gente está pagando el precio de muchas maneras. Los artistas son, por supuesto, lo último en la agenda, pero su función es mucho más importante de lo que la sociedad cree.

¿Cómo ves tu futuro?

Cuando me arrestaron, por la tarde me dijeron: ‘Asli, a partir de ahora no hagas planes para tu vida, nosotros lo planeamos por ti. El 302 fue un mensaje muy claro y muy brutal: si queremos, pasarás el resto de tu vida en una celda. Si quieres te vas de este país o si queremos te meteremos en una tumba. Es un mensaje muy claro y yo lo entendí. Estoy segura de que encontrarán alguna manera de decirme ‘Largo de aquí’. Asumo que ese es el destino que me tienen reservado y yo no tengo ninguna opción. Sentía en prisión que todo el Estado de Turquía estaba en mi contra, con toda su gran fuerza policial, los fiscales, los jueces y quienquiera que esté detrás de ellos. Toda la crueldad y la ira del Estado. ¿Qué puedo hacer yo como individuo? No tienes ningún poder.

¿Es difícil salir de la cárcel y adaptarte a la vida real?

«La arbitrariedad, no saber cuándo vas a salir, son sensaciones como en un campo de concentración»

En prisión eres como un niño. Te dicen en cada momento qué y cuándo tienes que hacer algo. Así que cuando sales es muy difícil volver a ser proactiva, tomar tomar la iniciativa, hacer planes. Creo que eso es lo que quieren. Consiguen romper to autoconfianza. De una manera o de otra, está rota. Tu contacto con la realidad se rompe, de lo contrario no podrías seguir adelante. Juegas a a hacer el papel de prisionero y cuando sales es muy difícil caminar hasta tu antiguo tú.

¿Crees que escribirás sobre tu tiempo en la cárcel y todas las experiencias vividas?

Tengo en mente una historia de prisión, pues parte de la novela sucede en la cárcel. Pero mis recuerdos directos… Quizás, pero no aún. Hay una cierta presión, todo el mundo tiene curiosidad por saber cómo fue y parte de mí se opone, si me piden que haga algo entonces digo que no. El núcleo de todas estas experiencias es más profundo. Si simplemente lo escribes como diario, no refleja la realidad. [Jorge] Semprún tardó 10 años en poder escribir sobre [el campo de concentración de] Buchenwald. Una prisión no es Buchenwald, pero la arbitrariedad, la humillación, el hecho de no saber cuándo vas a salir, son sensaciones como las de un campo de concentración. Dos años, 20 años o nunca. Es la parte más dura, no saber tu futuro. Eso es lo realmente convierte una prisión en prisión.

 

 

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