Opinión

Un, dos, tres, ¡alegraos!

Uri Avnery
Uri Avnery
· 11 minutos

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 Recuerdo los primeros Días de la Independencia, justo tras la fundación del Estado de Israel. Había un júbilo espontáneo, todos salíamos a las calles, la celebración era real.

Todo eso fue hace mucho tiempo. El Día de la Independencia de este año, que tuvo lugar el pasado martes, no fue lo que se dice un evento muy alegre. El día fue deprimente, incluso triste. Los mayores consideran que “este ya no es nuestro Estado”, que “ellos” nos han arrebatado Israel”. “Ellos”, los fachas.

Una de las razones por las que se piensa eso puede ser el hecho de que ya no hay una unidad real. La sociedad israelí se ha deshecho en distintas subsociedades que cada vez tienen menos en común.

Algunos mizrajíes han desarrollado un odio casi patológico por los asquenazíes

Están los asquenazíes (de ascendencia europea), los mizrajíes (orientales, provenientes de los países árabes y de Irán, a menudo llamados erróneamente sefardíes), los “rusos” (provenientes de la antigua Unión Soviética, que viven apartados de los demás), los jaredíes (temerosos de Dios, ultraortodoxos y no-sionistas), los religiosos nacionales (sionistas religiosos, incluyendo a los colonos de los territorios ocupados y a los grupos fascistas) y, por supuesto, la minoría árabe-palestina, que constituye más del veinte por ciento de la población y que existe ajena a todo lo demás.

Últimamente, algunos de los mizrajíes han desarrollado un odio casi patológico por los asquenazíes, sintiéndose menospreciados y discriminados.

Así que todos los actos rutinarios del Día de la Independencia se llevaron a cabo como algo ya programado, sin mucho entusiasmo y sin ofrecer nada novedoso. Los fuegos artificiales, las exhibiciones de vuelo de las Fuerzas Aéreas, el concurso con preguntas de la Biblia y el encendido de las antorchas oficiales por parte de varios ciudadanos destacados (incluyéndose entre ellos un líder de los colonos que ha destacado a la hora de expulsar a los árabes de Jerusalén.)

El presidente de la Knesset afirmó en su discurso que “no todos los izquierdistas son unos traidores.” Interesante. ¿Cuántos lo son?

¡Pobre del periodista de televisión que no le dé a Sarah Netanyahu su debido minuto!

La mayoría de los actos solo se perciben como oportunidades de sacar al rey, Binyamin Netanyahu, una y otra vez en televisión. Su reina, Sarah’le, también tiene el minuto de gloria que exige. ¡Pobre del periodista de televisión que no le dé a Sarah’le su debido minuto!

¿Cuál es su mérito? Bueno, se casó con Netanyahu cuando ella era tan solo una azafata de vuelo y él no era más que un joven diplomático, dos veces divorciado.

No me gustan ni los días de fiesta decretados de forma oficial ni los días de luto oficiales.

Cuando los nazis llegaron al poder en Alemania, yo tenía nueve años. Tenía la impresión de que casi cada dos días había una fiesta nacional, conmemorando la victoria de Alemania en alguna guerra olvidada o algún evento nazi.

En tales ocasiones, a todos los niños (no había ninguna niña) de mi colegio se les reunía en el aula (la palabra latina para referirse al salón de actos), escuchaban discursos patrióticos, levantaban el brazo derecho y cantaban los dos himnos, el nacional y el nazi.

En esa ocasión particular se conmemoraba la Batalla de Belgrado, que tuvo lugar en el siglo XVII y en la que el príncipe austríaco Eugenio derrotó a los turcos. Yo era el alumno más joven del curso más bajo y el único alumno judío en todo el colegio. Estuve en postura de firmes como todos los demás, pero no levanté el brazo ni canté el himno nazi. El corazón me palpitaba.

Mi profesor, un sacerdote católico, me protegió. Unas semanas más tarde, estábamos de camino a Palestina.

Desde ese día, no me gustan las fiestas establecidas oficialmente.

En Israel se nos ha bendecido, quizás más que a cualquier otra nación del mundo, con varios días oficiales de alegría y de luto, algunos nacionales y otros religiosos, sin que exista una clara distinción entre ambos.

Que yo sepa hay quince días festivos a lo largo de todo el año judío-israelí, pero puede que se me haya pasado uno o dos. Dichos días son:

Año Nuevo: una fiesta religiosa. Surgió hace mucho tiempo dentro de una sociedad agrícola. En Palestina, el otoño se considera como el momento de renacimiento de la naturaleza, al igual que la primavera en Europa.

Yom Kipur (Día de la Expiación): el día más sagrado en el Judaísmo, cuando Dios finalmente decide tu destino para el próximo año.

Succot (Fiesta de Tabernáculos): la fiesta de las chozas, que conmemora los cuarenta años en los que los judíos deambularon por el desierto tras escapar de Egipto. En el desierto no había casas.

Shemini Atzeret: el octavo día de la fiesta de Succot, cuando Dios nos entregó los Diez Mandamientos.

Janucá: la fiesta de las luces, que conmemora ¿el qué? Para los nacionalistas, conmemora la victoria de los macabeos sobre los “griegos” (en realidad sirios). Para los religiosos, tiene que ver con un milagro, cuando Dios hizo que una lámpara se mantuviera encendida durante ocho días en el templo teniendo sólo suficiente aceite para un día. Hoy, los judíos encienden velas durante ocho días.

Día quince del mes Shevat: “el cumpleaños de los árboles”, en el que se honra a todas las plantas existentes en nuestro país.

Purim: un día de alegría, como los carnavales en otros lugares, en el que se conmemora el día en el que el antisemita Amán estaba a punto de matar a todos los judíos de Persia, pero la reina Ester, una chica judía que había conseguido casarse con el ebrio rey Asuero, convenció al rey de cambiar el decreto y permitir que los judíos mataran a todos sus enemigos, especialmente a Amán y a sus hijos.

Pascua: la fiesta en la que se conmemora el éxodo de Egipto, cuando se prohíbe a los judíos comer pan y se les ordena comer matzá, una especie de pan sin levadura.

Segunda Pascua: el último día de la fiesta. Los días situados en medio de ambos son medio festivos.

Día del recuerdo del Holocausto: día de luto por los millones de judíos que murieron gaseados, acribillados, de hambre o por enfermedad a manos de los nazis. Prácticamente todos los judíos asquenazíes tenían familiares entre todos aquellos que perecieron. Como había muy pocos mizrajíes entre las víctimas, este hecho suscita muchos celos por parte de los mizrajíes.

Día del Recuerdo: día en conmemoración de los caídos en las diversas guerras de la Israel moderna. La cifra de fallecidos asciende a unos 23.000, pero este año los asistentes quedaron asombrados al descubrir que en dicha cifra se incluyen también todos los soldados que perdieron la vida en accidentes de tráfico o por enfermedad.

Día de la Independencia: comienza inmediatamente al día siguiente del Día del Recuerdo.

Lag Ba’Omer: una antigua fiesta agrícola que anuncia la llegada del verano pero que se relaciona en la mitología judía con varios eventos históricos diferentes como la última rebelión contra Roma, que puso fin a la existencia de un Estado judío en Palestina. Los niños encienden hogueras por todo el país.

Shavuot: la fiesta de la cosecha y también la fiesta de la Torá.

Día nueve del mes Av: el día en el que el templo de Jerusalén fue destruido dos veces, primero por los babilonios y, siglos más tarde, por los romanos. Un día de luto.

En la mayoría de estos días, todo en Israel está cerrado. Algunos incluso pasan más días conmemorando las desgracias del pasado.

¿Cuál es la razón para esta proliferación de alegría y luto?

Durante muchos siglos, los judíos constituían una comunidad étnico-religiosa, sin ningún tipo de patria territorial. No eran una excepción. En los imperios bizantino y otomano, las comunidades se organizaban de esa forma. Una chica judía de Antioquía (hoy en día Siria) podía casarse con un chico judío de Alejandría (Egipto), pero no con el chico católico de la casa de al lado. Las comunidades eran en su mayor parte autónomas, gobernadas por oficiales religiosos.

¿Cómo se transforma una comunidad religiosa en una nación moderna?

Tales comunidades desaparecieron hace ya mucho tiempo. La gente comenzó a adoptar nuevas formas de organización humana. Pero los judíos se aferraban a sus hábitos ancestrales. Todas estas ceremonias y fiestas eran necesarias para mantenerlos unidos. Los judíos de Riga leían la Hagadá de Pascua exactamente de la misma forma y al mismo tiempo que los judíos en Ciudad del Cabo.

Hace unos doscientos cincuenta años, las comunidades humanas se convirtieron en naciones. A medida que estas naciones se volvían algo habitual, los judíos se fueron volviendo cada vez más “anormales” y odiados. Los fundadores del sionismo decidieron que los judíos debían también convertirse en una nación.

¿Cómo se transforma una comunidad religiosa en una nación moderna? Todos los rabinos importantes en aquel momento maldijeron al sionismo y a su fundador, el periodista y dramaturgo vienés Theodor Herzl. Con el objetivo de derrotar a esta resistencia y atraer a los judíos a Palestina, Herzl y sus discípulos adoptaron los días festivos religiosos y les añadieron un nuevo contenido nacionalista.

Estas son, entonces, las fiestas judío-israelíes: un batiburrillo de la antigua religión y del nacionalismo moderno, incluyéndose ambos en muchas de esas fiestas.

Al inicio del sionismo moderno, tal proliferación de días festivos podría haber sido necesaria para mantener unida a esta nueva sociedad. ¿Pero hoy en día?

¿Qué tiene de malo?

Lo malo es que estos días festivos crean una continuidad sin fin del adoctrinamiento, del lavado de cerebro. Cada niño absorbe la historia nacional casi desde su nacimiento. Los padres se encargan de ello. En la guardería, estas ideas se implantan a fondo en sus mentes, mientras que en la escuela se intensifica este adoctrinamiento de fiesta en fiesta y de año en año. El resultado final no es otro que una comunidad totalmente absorta en sí misma, medio religiosa y medio ultranacionalista, separada de las otras naciones, careciendo de valores universales.

Expresiones como “todo el mundo está en contra de nosotros” se oyen muy a menudo

Expresiones como “todo el mundo está en contra de nosotros”, “todos quieren destruirnos” o “todos los goyim (no judíos) son iguales” se oyen muy a menudo. La gran mayoría de israelíes sin importar su color creen en ellas en el fondo de sus corazones.

Quizás es cierto que no existen judíos israelíes realmente seglares. Coge a un espécimen seglar, hurga en su consciencia y encontrarás restos de todos estos días festivos. Muy pocos logran escapar.

Probablemente lo más característico es la transición que vivimos en la tarde del pasado lunes. El Día del Recuerdo por los soldados caídos se convirtió en el Día de la Independencia, sin que hubiera nada entre ambos días.

Alegría extrema justo a continuación del luto extremo, casi fusionándose. Una obra maestra de la manipulación emocional.

Si queremos convertir a Israel en una nación normal, toda esta abundancia de días festivos debe reducirse a unas pocas jornadas.

 

© Uri Avnery  | Publicado en Gush Shalom | 6 Mayo 2017 | Traducción del inglés: Pablo Barrionuevo 

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