Opinión

Una idea terrible

Uri Avnery
Uri Avnery
· 10 minutos

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De pronto se me ha ocurrido una idea terrible. ¿Y si Avi Gabbay se cree de verdad lo que dice?

No puede ser. Es imposible creerse esas cosas. No, no.

¿Y si resulta que sí? ¿Dónde nos deja eso?

Avi Gabbay es el nuevo líder del Partido Laborista Israelí. Hasta hace poco era miembro fundador de un partido de derecha moderada llamado Kulanu (“Todos Nosotros”). Sin siquiera haber sido elegido a la Knesset, se le nombró ministro de Medio Ambiente. Dimitió cuando a Avigdor Lieberman, considerado por muchos un semifascista (y lo más alejado de la verdad es lo de semi), se le permitió unirse al gobierno en calidad de ministro de Defensa, el segundo cargo más importante.

En una audaz jugada, Gabbay abandonó Kulanu, se afilió al Partido Laborista (también conocido como “El Bando Sionista”) y poco después fue elegido presidente de esta formación. No obstante, no se convirtió en el Líder de la Oposición por no ser parlamentario electo. Su predecesor, el simpático pero insignificante Yitzhak Herzog, siguió ostentando el título.

En la política, la lógica es un bien escaso. Puede incluso ser un obstáculo

Una de las cualidades sobresalientes de Gabbay es que pertenece a la comunidad mizrají, es decir que es un “judío oriental”. Es el séptimo de los ocho hijos de una familia que emigró a Israel desde Marruecos en 1964, tres años antes de su nacimiento.

Este dato es muy relevante. Al Partido Laborista se le tacha de “occidental” o asquenazí, de ser el partido de una élite social alejada de las masas de orientales. Si el partido quiere volver a gobernar, necesita dejar atrás esa calificación.

En el Likud se da la situación opuesta. Sus votantes son mayoritariamente mizrajíes, aunque no se puede ser más asquenazí que Netanyahu. Los mizrajíes lo adoran como nunca han adorado a un líder de su propia comunidad.

El origen de Gabbay no es su único atributo. Es una persona que ha ascendido hasta las más altas cotas del éxito económico a pesar de sus humildes orígenes. Fue el presidente del consejo de administración de una de las corporaciones más importantes de Israel y ha amasado una considerable fortuna.

No es un líder carismático ni una persona que enfervorice a las masas. De hecho, su rostro es fácil de olvidar. Sin embargo, el mundo de los negocios le ha dotado de una forma de pensar lógica y de gran solidez. En la política, la lógica es un bien escaso. Puede incluso ser un obstáculo.

La pregunta es: ¿A dónde le conduce su lógica?

Durante sus pocos meses como líder del Partido Laborista, Gabbay ha sorprendido hasta la médula a muchos de sus miembros. Los ha dejado de piedra.

Todas las semanas, normalmente en Sabbat, emite un comunicado en el que contradice todo lo que el partido lleva defendiendo en sus más de cien años de existencia.

Gabbay dijo que no haya que desmantelar ningún asentamientos de los territorios ocupados

En uno de ellos decía que la paz no implica que haya que desmantelar ninguno de las docenas de asentamientos que hay en los territorios ocupados. Hasta entonces, la línea del partido dictaba que solo permanecerían los “bloques de asentamientos”, construidos muy cerca de la Línea Verde, en un marco de intercambio de territorio, y que los demás serían desmantelados. El anuncio de Gabbay causó gran conmoción, ya que probablemente hace imposible la “solución de los dos estados”.

En otra ocasión afirmó que no entraría en coalición con la “Lista Conjunta”, la única formación “árabe” de la Knesset. Está compuesta por tres partidos árabes muy diferentes entre sí que tuvieron que coaligarse cuando Lieberman (ver más arriba) elevó el umbral electoral con el objeto de deshacerse de ellos.

Sin el apoyo de la Lista Conjunta es muy difícil, por no decir imposible, conseguir una mayoría de izquierdas en la Knesset. Los Acuerdos de Oslo nunca habrían existido sin el incondicional apoyo de los parlamentarios árabes a Yitzhak Rabin, aunque no formaran parte de su gobierno.

Para empeorar las cosas, Gabbay anunció que el único parlamentario árabe del Partido Laborista, el conocido comentarista deportivo Zouheir Bahloul, no ocuparía un escaño en la próxima Knesset. Su crimen: haber criticado la Declaración Balfour de 1917, que prometía a los judíos una patria en Palestina, que por entonces pertenecía a los árabes.

El clímax (de momento) se alcanzó la semana pasada cuando Gabbay le puso la guinda al pastel haciendo algo que para los laboristas es una aberración.

Hay en Israel decenas de miles de refugiados africanos no judíos, sobre todo sudaneses y eritreos. Llevan varios meses internados en unas instalaciones abiertas en estado de semidetención, en condiciones muy superiores a las que tendrían en sus países. Otros sobreviven a base de trabajos esporádicos por los barrios pobres de Tel Aviv, en competición con los habitantes pobres de los mismos y despertando su ira.

Israel afirma ser un “Estado Judío”. Durante siglos, los judíos han sufrido persecuciones. En cambio ahora, el gobierno ha decidido no solo detener el flujo de refugiados sino pagar para deshacerse de los que ya están en el país. Piensa pagar 5000 dólares al gobierno de Ruanda por cada refugiado que admita. Los refugiados recibirán 3500 dólares si abandonan Israel voluntariamente. De lo contrario se les internará en una prisión de verdad de forma indefinida.

¿Deportados? ¿Encarcelados? ¿En un “Estado Judío? Increíble. ¡Y Gabbay le pide a su partido que vote a favor de semejante atrocidad!

Y por si fuera poco, también dijo algo increíble. Denunció la postura de su partido acerca del judaísmo.

Hace algunos años a Netanyahu lo pillaron las cámaras susurrándole al oído a un viejo rabino que “el Partido Laborista ha olvidado lo que significa ser judío”. Es increíble, pero Gabbay ha repetido la acusación al afirmar que de hecho el Partido Laborista “ha olvidado lo que significa ser judío”.

Nada hay más chocante que semejante afirmación. El partido fue fundado hace un siglo por un puñado de ateos convencidos como por ejemplo David Ben Gurión, que no se ponía una kipá ni en los funerales. Hasta yo lo hago a veces por respeto a los deudos.

David Ben Gurión era un ateo convencido que no se ponía una kipá ni en los funerales

El sionismo comenzó como una rebelión contra la religión. La mayoría de los rabinos importantes de entonces acusaban de herejía a Theodor Herzl, el padre fundador del sionismo, y lo condenaban en los más enérgicos términos. Fue Dios mismo el que expulsó a los judíos de su tierra a causa de sus pecados y solo Él puede enviar al Mesías para devolverlos a ella cuando le plazca y si le place.

El movimiento laborista sionista ha sido siempre profundamente ateo, a excepción de una pequeña minoría de elementos religiosos. Las palabras de Gabbay equivalen de hecho a una revolución ideológica. Por cierto, en hebreo un gabbay es el administrador de una sinagoga.

Hoy en día nadie sabe a ciencia cierta lo que significa “ser judío”. ¿Es el judaísmo una religión, una nación o ambas cosas? ¿Quiere decir tan solo que uno se identifica con la historia y las tradiciones judías o que uno cree que somos el “pueblo elegido de Dios”? ¿Y a quién demonios le importa?

Entonces, ¿Gabbay se cree de verdad todo esto o no es más que propaganda política?

Hay muchas posibilidades de que se trate de lo segundo.

Gabbay es un curtido hombre de negocios. Su lógica es la lógica del hombre de negocios: cuadrar las cuentas.

El Partido Laborista necesita ganarse a un gran número de votantes de la derecha moderada

El panorama político israelí se puede ver desde dos puntos de vista. El primero es sencillo: sumar resultados electorales. De acuerdo con este sistema, en la actualidad la derecha ostenta la mayoría. Aparte del Likud, la derecha está compuesta por Ha Bayit Ha Yehudi (“La Casa Judía”) y Yisrael Beiteinu (“Israel es nuestro hogar”), que son dos partidos de extrema derecha, Kulanu y dos partidos ortodoxos. La izquierda, o centroizquierda como les gusta autodenominarse, está formada por el Partido Laborista, Meretz, el Yesh Atid (“Hay Futuro”) de Yair Lapid y la Lista Conjunta.

Para cambiar el equilibrio de fuerzas, el Partido Laborista necesita ganarse a un considerable número de votantes de la derecha moderada.

El segundo punto de vista es que hay una minoría de derechas enfrentada a una minoría de izquierda con la gran masa popular en medio. El resultado es, sin embargo, el mismo: la centroizquierda necesita atraer a muchos votantes para que cambie el equilibrio.

 Gabbay quiere robarle a la derecha la ropa del tendedero, como diría Churchill

¿Cómo hacerlo? La solución de Gabbay parece lógica: en palabras de Churchill, robarle a la derecha la ropa del tendedero. Es decir, hacer que los votantes de derechas cambien su voto adoptando eslóganes derechistas, aparentando religiosidad y dando muestras de chovinismo.

Esa parece ser la estrategia de Gabbay. ¿Tendrá éxito? En política, la única manera de saber si el pastel está en su punto es probarlo. Si es capaz de atraerse a suficientes votantes de derechas podrá cambiar el equilibrio de fuerzas. No importa si su partido pierde votos por la izquierda. Ese voto irá a Meretz, lo cual no marcará diferencia alguna. Tampoco importa si se despierta la ira de los árabes. No les quedará más opción que apoyar “desde fuera” a un gobierno de izquierda.

¿Pero qué pasa si la estrategia conduce al desastre? La lógica política es muy diferente de la de los negocios. No se basa en operaciones del tipo 2 + 2 = 4. En política bien puede suceder que el resultado sea 3 o 5.

Entonces fue cuando caí en la cuenta. ¿Y si resulta que no se trata en absoluto de una estrategia política? ¿Y si resulta que Gabbay se cree de verdad todo este rollo?

¡Que Dios nos coja confesados!

 

© Uri Avnery  | Publicado en Gush Shalom | 25 Nov 2017 | Traducción del inglés: Jacinto Pariente.

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