Opinión

Si Charlie Hebdo es racista…

Zineb Elrhazoui
Zineb Elrhazoui
· 23 minutos

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 Esta carta de Zineb El Rhazoui fue publicada en Cercle des Volontaires como respuesta a una columna de Olivier Cyran, “¿Charlie Hebdo no es racista? Si usted lo dice…” publicada en el mismo medio el 5 Diciembre 2013, en la que Cyran, antiguo colaborador de Charlie Hebdo, acusaba a la revista satírica de racismo hacia los musulmanes. Cercle des Volontaires publicó la respuesta el 22 Diciembre acorde al derecho de réplica, subrayando su desacuerdo con varios puntos y su deseo de favorecer el debate.

El pasado 5 de diciembre [2013], me enteré por la prensa de que sufro de un terrible mal. El diagnóstico, realizado por Olivier Cyran en las páginas de la web Article 11, no admite recurso: soy racista. Dado que tengo la nacionalidad francesa, me he esforzado para averiguar, lo más rápido que pude, antes de que este mal me siga devorando, cuáles son las razas susceptibles de estimular mis anticuerpos de mujer blanca.

Desde luego, mis sospechas se han dirigido hacia los descendientes de esas hordas exóticas de los que dicen que invaden la Galia para comer nuestro pan, mi pan. ¿Los chinos y derivados? No constan quejas asiáticas contra mi persona, en este sentido. ¿Los negros de África y otras partes? Da la casualidad que justamente éste es el color del hombre que amo. ¿Los indios? Creo que alguno también se encuentra en mi palmarés amoroso. ¿Los bebedores de vodka? Acabo de venir de un año en el exilio esloveno y no tengo precisamente el recuerdo de haber sido alérgica al encanto eslavo. Así que ¿quién? ¿Los ‘white’, los blancos? No me atrevería tampoco a pensar que Olivier Cyran pueda ser un defensor de la teoría del “racismo antiblancos”.

Resulta que mi racismo se dirige contra los musulmanes y que he pillado este peligroso síndrome en la redacción de Charlie Hebdo

No. Apenas empezada la lectura de su columna, me tranquilicé al ver que su diagnóstico era mucho más preciso: mi racismo, gracias a Dios (¡anda ya!), sólo se dirige contra los musulmanes, y resulta que he pillado este peligroso síndrome en la redacción de Charlie Hebdo. Es decir, una enfermedad profesional. Dado que el propio Olivier Cyran es también uno de los antiguos de la casa, aunque no haya tenido nunca el placer de encontrármelo, al haber tenido él la suerte y, según dice él, los huevos de pirarse antes de que la infección se propagase en la revista, he decidido responderle hablándole de tú, dado que los colegas de Charlie siempre nos tuteamos.

Olivier, tú partes del postulado de que los musulmanes, de Azerbaiyán, de Bosnia, de Malasia, de Egipto o de Burkina, representan un conjunto que se pueda llamar “raza”. Pues mira, da la casualidad de que es la raza a la que pertenezco yo. ¿Soy atea y lo reivindico? Eso no importa, porque tú no nos preguntas lo que pensamos, tú hablas de racismo, es decir de una raza. No nos andemos con rodeos, porque no dudo ni un segundo de que, al igual que yo, tú sepas perfectamente distinguir una religión y una raza. Si tu cometes ese horror de amalgama, es porque recuperas, por tu cuenta y riesgo, un atajo sociológico que encuentra su origen en la demografía francesa: nuestros musulmanes, los de aquí, son casi siempre lo que se llama “árabes”. Ahí entiendo un poco por qué hablas de racismo.

Y hay  islamistas militantes, defensores de una identidad definida por la religión. Y son ellos a los que tú has elegido defender

Pero seamos precisos, de todas formas: no son árabes de Líbano, a los que uno se encuentra raramente en el barrio, ni son de la minoría árabe ahwaz perseguida en Irán, de la que nadie ha oído hablar en Francia, y mucho menos son los árabes de Qatar que dejan su dinero en Louis Voutton-Moët-Hennessy.

No, tú hablas más bien de los “árabes” de África del Norte, y resulta que también es precisamente esa “raza” la que me ha engendrado. Por cierto, sólo para tu información, que sepas que estos “árabes” a menudo no son tales. Los más cultos de Francia saben que son bereberes, palabra de origen griego, ‘barbarus’, que describe a nosotros, los amazigh o imazighen, ‘hombres libres’ como nos gusta definirnos. De manera que estoy triplemente legitimada para disipar la confusión manifiesta que demuestras cuando identificas a lo que pretendes defender: la raza musulmana.

Musulmán eres y serás…

Entre los individuos a los que asignas esa categoría racial hay ateos militantes, como yo, por supuesto laica. Hay ateos que se ocupan de otros asuntos, y que también son laicos. Hay ateos a los que les gusta Charlie Hebdo y lo apoyan, a otros les gusta menos o no les gusta nada. Hay agnósticos, hay escépticos, hay librepensadores, teístas, también laicos. Hay creyentes no practicantes, pero políticamente islamistas, hay practicantes laicos, o incluso hay quien no tiene opinión, y ninguno sufre cada día a causa de Charlie Hebdo. Hay conversos al cristianismo (¡mira tú qué laicos!) porque han sufrido los tormentos de la teocracia en sus países de origen. Y finalmente los hay integristas, islamistas militantes, defensores de una identidad definida en primer lugar por la religión. Y son ellos a los que tú has elegido defender.

Son ellos quienes, obligados por la laicidad, no tienen más opción que poner el grito en el cielo por el racismo, con lágrimas en los ojos y la mano en el corazón, bajo el pretexto de que su “sentimiento religioso” ha sido pisoteado por un dibujo de Charlie. Entre ellos vas a encontrar a muchos que reivindican la laicidad en Francia, pero votan a Ennahda en Túnez, que hacen sus compras en las carnicerías halal de París, pero armarían un escándalo si algún colgado quisiera abrir una charcutería en Yidda. Que se indignan cuando una guardería despide a una empleada con velo, pero que se callan cuando un familiar obliga a su hija a llevar el velo. Son una minoría, pero son el estándar que tú has elegido para homologar la identidad de todos nosotros.

Basta de generalidades que no creo que haga falta recordar a un hombre de la pluma. Si he cogido la mía para responderte no es sólo para defenderme contra la acusación de ser racista, sino sobre todo porque en toda mi vida de periodista, raramente me ha afectado una columna tanto como la tuya. Si permites a una “árabe” que exprese ella misma sus aflicciones, deja que te diga que tu discurso es incluso lo más refinado que existe en materia de racismo en Francia. Poca gente hoy día se arriesga a gritar en público “¡Moros raus!” [¡árabes fuera!] Si un extremista lo hiciera, se vería inmediatamente abucheado por ti, por mí y por una mayoría de los franceses.

Una Zineb que escupe al islam, esto es demasiado para ti ¿verdad? Eso te desconcierta tanto que has preferido no citarme

Para empezar, tú citas a Bernard Maris, Catherine, Charb, Fourest… ¿y yo? ¿Y yo qué? Has preferido callar mi nombre, aunque son precisamente mis artículos que destacas como peligrosamente “islamófobos”, es decir, según tú, necesariamente racistas. Francamente, me he preguntado por qué, y sólo veo dos opciones. Una es que te daba vergüenza explicar a los detractores de Charlie Hebdo (que sólo pueden aceptar tu razonamientos si no leen esta revista) que la autora de las sandeces racistas forma parte precisamente de la raza musulmana. Otra sería que simplemente no has considerado mi persona digna de ser citada, porque en una gacetilla de fachas como Charlie, yo sólo puedo ser la criada árabe. A mí me habrían contratado para que les haga de coartada, para que Charlie tenga su cuota de diversidad, pero no se te ocurre pensar que yo me haya podido integrar al equipo simplemente por las mismas razones que tú, unos años antes.

A un Olivier se le contrata necesariamente por sus cualidades profesionales, a una Zineb, en cambio, sólo se le contrata por discriminación positiva. Salvo que me hayas “salvado” porque conmigo no tenías que ajustar ninguna cuenta personal, a diferencia de gran parte de tus antiguos colegas. En ese caso, les pediría a los lectores que busquen los motivos de tu columna en otro lugar, no en el debate de ideas.

Racismo por omisión

Una Zineb que escupe al islam, esto es demasiado para ti ¿verdad? Eso te desconcierta tanto que tú has preferido no citarme para no introducir la duda respecto a la veracidad del proceso de racismo al que nos sometes a los periodistas de Charlie. Si la expresión “escupir al islam” te choca, permíteme que también te responda ahí. ¿Por qué demonios un “blanco” que escupe al cristianismo es un anticlerical, pero una árabe que escupe al islam es una enajenada, una coartada, una árabe de cuota, una incoherencia que más vale ni siquiera citar? ¿Por qué?

Según tú, la gente como yo somos una especie de desertores del Corán, traidores profundamente corroídos por el complejo racial

¿Crees que la gente de mi raza y yo misma seamos congénitamente herméticas ante las ideas, compartidas universalmente, del ateísmo y el anticlericalismo? ¿O piensas que, a diferencia de otros pueblos, nuestra identidad se estructura únicamente a través de la religión? ¿Qué queda de un árabe si ya no tiene el islam? Según tú, parece, la gente como yo somos una especie de desertores del Corán, de traidores tan profundamente corroídos por el complejo racial que sólo alimentan una pena, la de no ser blancos.

Pero mi interacción con los musulmanes y los árabes no arranca con las marchas antirracistas de los ochenta. Soy lo que se dice del ‘bled‘, nacida en Marruecos de un padre indígena y una madre francesa. Es allí donde me escolaricé y donde empecé a ejercer el oficio de periodista en un semanario que fue cerrado por el régimen en 2010. Mis colegas del ‘bled’ te podrán explicar cómo el Estado policial de Marruecos, que tenía otras cuentas que ajustar con nosotros, organizó en 2006 una falsa manifestación islamista debajo de la redacción del Journal Hebdo, acusado de haber publicado las caricaturas de Charlie.

Te informo también que tu columna en Artículo 11 ha sido republicada por varias webs marroquíes, las mismas webs que jamás se atreverían a meter la nariz en un asunto de corrupción que implique al rey, por ejemplo. No te voy a ocultar que con este texto habrás hecho no sólo las delicias de los islamistas, sino también las de la dictadura marroquí que me ha empujado a mí y a varios de mis compañeros al exilio, pero que continúa hostigándonos, a nosotros, periodistas independientes, como traidores a la nación, como secuaces de potencias extranjeras hostiles a Marruecos o incluso al islam.

La dictadura marroquí que me ha empujado al exilio continúa hostigándonos, a los periodistas independientes, como traidores a la nación

Una columna como la tuya vale su peso en oro para los de la secreta del Majzén, que hace unos meses metió un “dossier” dedicado a Charlie en un periódico amarillista de Casablanca. Ahí nos enteramos, por ejemplo, que el ataque contra nuestra redacción con cócteles molotov en noviembre de 2011 era fingido para estafar al seguro, y que Charb conduce un ferrari gracias a la pasta que nos levantamos. No sé si has hablado con él desde que te fuiste de la revista, pero que sepas que aún no ha conseguido sacarse el carné de conducir. En otro artículo marroquí sobre Charlie me he enterado de que a mí me contrataron por haberme acostado con Caroline Fourest y que mis reportajes están financiados por los servicios secretos argelinos, españoles e israelíes. Es evidente: a una mora realmente no se le puede contratar por los mismos motivos que a un Olivier.

Ya sé, compañero, que tú no tienes nada que ver con esa gentuza de periodistas que sirven a la dictadura de Mohammed VI, pero te quería mostrar simplemente a quién le das gusto, si mis artículos sobre el islam le dan gusto, de paso, a algunos miembros del Frente Nacional.

Si a mí me agrediera un barbudo en Casablanca, los que publican tu columna dirían que me lo he buscado, porque no respeto el islam

Verás, Olivier, yo, una chica del ‘bled’, nacida en el ‘bled’, a la que le han asignado, sin comerlo ni beberlo, una casilla de religión -y no sólo se la has asignado tú, sino sobre todo un Estado teocrático que no me permite elegir mi fe y que rige mi estatus personal por leyes religiosas- yo me he preguntado siempre por qué unos chicos como tú se tumban delante de la propaganda islamista. A mí, las leyes de mi país no me dan ni la cuarta parte de los derechos que tú has adquirido al nacer, y si a mí me agrediera o violara un barbudo en una calle de Casablanca, como me han prometido hacer en cientos de correos – que la policía marroquí nunca se ha querido tomar en serio – , las web que han publicado tu columna dirían con certeza que me lo he buscado, porque no respeto el islam.

Y tú, aquí, en Francia, en un Estado laico, tú nos machacas sin cesar con todo el peso de ese discurso moralista según el cual se debe “respetar el islam”, tal y como lo reclaman los islamistas que nunca se preguntan si el islam respeta a otras religiones, si respeta, simplemente, a otros. ¿Por qué debería yo respetar el islam? ¿Me respeta él a mí? El día que el islam muestre un poco de estima, por poquita que sea, por las mujeres, primero, y por los librepensadores, luego, te prometo que modificaré mi postura.

¿Frente Nacional? ¿Cómo?

Es para ver ese día que lucho junto a todos los ateos de Marruecos, Túnez, Egipto o Palestina, y no para darle gusto al Frente Nacional, como aseguras en tu columna. Porque, créeme, muchos ateos virulentos del mundo árabe, tan virulentos que pasan temporadas regulares en chirona por blasfemia, nunca han oído hablar de Marine Le Pen, y se lo pasan por el forro si su discurso le gusta a la extrema derecha francesa, porque están ocupados en combatir la suya propia: el islamismo.

Si tú nos lo permites, nosotros, “islamófobos” de raza musulmana, pensamos que para la emancipación de nuestras sociedades será imprescindible liberarse del yugo de la religión de Estado. Como el islam es religión estatal más o menos en todos los países llamados árabes, ahí encontrarás también una fuerte oposición a la teocracia, que se alimenta tanto del concepto universal de la separación de poderes como del escepticismo y el análisis de las fuentes islámicas. Nos permitimos prácticamente todo, como por ejemplo que Mahoma, e incluso Alá, no son irrepresentables. La caricatura, la parodia de los versículos coránicos o los hadithes… basta con darse una vuelta por nuestros foros para ver que Charlie no es un precursor en esta materia.

Hay que entendernos porque, verás, siglos después de morir, Mahoma aún nos impone su ley. Es de alguna forma el jefe de Estado perpetuo de esa ‘umma’ que nos ha privado de la libertad de pensar, o que me prohíbe a mí, por ejemplo, heredar la misma cantidad que mis hermanos o incluso casarme con el hombre que elija. Por qué quieres tú, tú el contestatario, que un hombre con tanto poder se sitúe fuera del alcance de la crítica? Y cuando te hablo de leyes no me estoy refiriendo a unos obsoletos versos del Corán, sino al derecho que se está aplicando en nuestros países, al código civil que rige nuestros matrimonios, divorcios, herencias, tutela de los hijos etcétera.

Sí, es Mahoma, en nombre de Alá, quien decide sobre esto, y no las personas libres, iguales a ti. Por todas estas razones, permíteme decirte que no serán los representantes del culto islámico en Europa, cuya palabrería sobre el “respeto al islam” ratificas y que aprovechan muy bien las delicias de la laicidad, ellos sí, quienes van a fijar los límites de nuestra libertad de expresión.

Se está librando una guerra entre la libertad y la dictadura político-islamista, y Charlie ha elegido su bando: el de los anticlericales

No te confundas, Olivier: el antirracismo está del lado de Charlie Hebdo, que abre sus páginas a gente como yo, que no se pueden expresar en su país, bajo pena de prisión o de agresión, y no del tuyo, que está de acuerdo en entregar toda la “raza musulmana” a su clero autoproclamado. Charlie es consciente del hervor intelectual e ideológico que anima el mundo musulmán; ha comprendido que allí se está librando una guerra entre la libertad y la dictadura político-islamista, ya date de antes de la primavera árabe o de después, y Charlie ha simplemente elegido su bando: el nuestro, el suyo, el de los anticlericales. Si la blasfemia es un derecho adquirido por los herederos de la civilización cristiana, ¿por qué se lo niegas a los musulmanes? ¿Por que un Estado islámico es aceptable en Túnez o en Egipto pero no en Francia? ¿No es eso racismo?

Asfixiar la crítica

No tengo intención de atribuirte este análisis, porque aunque se deriva en toda lógica de tu lectura, no iré al punto de decir que tú estarías de acuerdo. He intentado poner de relieve las razones que te han puesto contra este escollo, y las encuentro también en otro atajo que sirve de fundamento a tu razonamiento: “Poco me importan el velo, los tacones altos o incluso las camisetas Carnaïeu made in Bangladesh, si la persona debajo, encima o dentro merece respeto”, dices en tu columna. La honrosa intención filantrópica que muestras desafortunadamente hace una amalgama entre la crítica de las ideas y la de las personas.

Criticar el velo no es lo mismo que humillar a cualquier mujer velada, criticar el islam no es abuchear a todo musulmán

¿Hay que recordar que el fundamento de toda retórica sana es que no se haga nunca un argumento ad hominem? Y viceversa: detestar una idea nunca debe llevar a personificarla. Criticar el velo no es lo mismo que humillar a cualquier mujer velada, al igual que criticar el islam no es lo mismo que abuchear a todo musulmán. Las mujeres veladas de mi familia son menos susceptibles en este aspecto. Aunque yo no oculto mi aversión contra el trozo de tela que ellas llevan en la cabeza, ellas han comprendido que esto no reduce en nada el afecto y el respeto que les pueda tener – o no tener – por motivos simplemente humanos.

Al hacer este atajo, tú vuelves a apropiarte, una vez más, de los argumentos de los perros guardianes de la islamofobia. Al no tener a su disposición las leyes canónicas que les sirven como herramienta de poder en los países musulmanes, ellos se agarran a las leyes antirracistas de Francia para acallar a los detractores de sus creencias. Se vuelven locos para hacernos confesar que criticar el velo es lo mismo que negar la dignidad de quienes lo llevan, y que por eso es racismo. Criticar Mahoma es humillar a cada musulmán a título individual, así que es racismo. Esta es su ecuación, y tú, Olivier, has mordido este anzuelo.

Yo no. Porque el espectro del racismo que tú temes, mientras armas las tesis de la extrema derecha islámica y tiras piedras a tus antiguos colegas para librarte de toda sospecha, ese espectro, yo no lo temo. Es tan absurdo suponer que yo sea racista que incluso tú has preferido censurar mi nombre en tu columna, mientras que sí citas a los demás. A mí, como árabe, cuyo nombre has preferido no citar, me parece racista tu texto, porque me obligas a mí, a la árabe, a defender a mis compañeros blancos. ¿Por qué tengo yo más legitimidad que ellos para expresar estas ideas? ¿Por qué tu columna me exige recordarte mi nombre y mi identidad? Te invito a reflexionar sobre esto.

Me niegas el derecho de criticar la religión que he estudiado como materia obligatoria en la escuela, desde la guardería hasta el bachillerato y que todavía hoy me prohíbe alquilar la misma habitación de hotel que mi chico cuando quiero pasar un finde en Marrakech, bajo el pretexto de que no tenemos un acto de fornicación legal firmado por Mahoma. Mientras, mis colegas de Charlie deberán limitarse directamente a cerrar el pico o dibujar abetos de navidad cada vez que les dé por querer criticar la dictadura del islam, bajo el pretexto de que ellos son blancos. Bonita definición de antirracismo.

Si no has leído nada más que Malek Chebel, porque es él el defensor más popular del islam-religión-de-paz-y-amor, te aconsejo vivamente comprarte primero una edición de la Sira [biografía de Mahoma] para hacerte una idea tú mismo de las enseñanzas de Mahoma y ya me dirás si después aún te parece tan asqueroso que una las critique. Si no, date directamente una vuelta por las librerías salafistas que florecen en la región de París, y ya me dirás si piensas todavía que quien alberga odio es Charlie Hebdo.

El aumento de los integristas no corresponde a una explosión demográfica de los musulmanes en Francia, sino a una deriva ideológica

Por cierto, reconoce que el aumento del número de estas librerías desde hace unos quince años – fecha en la que, según dices, Charlie Hebdo ha empezado, curiosamente, a interesarse por esto – no corresponde en absoluto a una hipotética explosión demográfica de los musulmanes en Francia, sino a una deriva ideológica, financiada por petrodólares, que cobra una minoría radicalizada de estos musulmanes.

A aprender el islam

En estos libros encontrarás numerosas perlas, como el matrimonio de placer (zawaj al-mut’a). Practicado en tiempos de guerra por los musulmanes, este contrato de matrimonio unilateral -porque lo decide el guerrero victorioso- puede durar una hora, dos horas o algunos días, y se considera que está permitido para que los combatientes de Alá se alivien el dolor de huevos (perdón por el borderío, pero no hay otra manera de expresarlo) durante sus razias. Parece que eso es lo que ha pasado en Siria, con esa inextricable historia de la yihad sexual. En tu columna citas un artículo de Charlie, cuya autora soy yo, que trata este asunto, y que tú calificas de “seudoinvestigación” basada en un abominable rumor islamófobo.

Te olvidaste de recordar que el héroe cómico de mi artículo es un belga convertido al islam que se llama Jean-Louis

Concedo que ni tú ni yo hemos estado en el lugar para constatar la práctica, dadas las condiciones difíciles de ejercer el periodismo en Siria en este momento. Pero a ti te basta que Mohamed al-Arifi niegue la fetua que se le atribuye y que pide aprovisionar a los yihadistas con mujeres, para que nada de esto tenga ya fundamento. ¿Piensas que el FIS de Argelia o Al Qaeda en todas partes hayan esperado a Arifi para hacer uso de esto? […]

Por cierto, también has hecho referencia a otro artículo mío – siempre sin citarme – del que recoges la entradilla para ilustrar la peligrosa deriva nacionalista de Charlie Hebdo. Para ti, este texto, que habla de un grupo de salafistas belgas, denuncia el peligro de la invasión de nuestro Occidente cristiano por las hordas bárbaras musulmanas. “¿Será que las papas fritas serán pronto todas halal?” me preguntaba yo allí. Te olvidaste simplemente de recordar que el héroe cómico de mi artículo es un belga convertido al islam que se llama Jean-Louis, apodado el sumiso. Es decir, nada de racismo sino integrismo. Cuando se publicó este artículo, este tipo pelirrojo fue detenido y acusado de dirigir una célula de reclutamiento para la yihad en Siria. Debe de ser que no iba yo tan descaminada al interesarme por él.

Verás, Olivier, este Charlie, que no era en absoluto racista cuando tú trabajabas allí, y que se habría convertido de forma inexorable en racista desde que te fuiste, no necesita que tú le des lecciones de antirracismo, y quien te lo dice es una árabe. Yo no he trabajado con [Philippe] Val y no sé si yo habría sido capaz, como tú lo fuiste, de escucharle elogiar Israel, un Estado colonial y racista, en cada reunión de redacción para conservar mi trabajo. Yo tengo mucho más afinidad con la pluma de Charb, una de las más propalestinas de la prensa francesa. Charb, a causa de este linchamiento al que tú contribuyes con tu confusión de ideas, está hoy amenazado por Al Qaeda y vive bajo protección policial. ¿En qué bando está el odio, pues?

Saludos de colega

Zaynab bint Mohammad ibn al-Mâati al-Rhazwi al-Harîzî

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