Crítica

Si ganaran ellos

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 6 minutos

Boualem Sansal
2084: El fin del mundo
sansal-2084

Género: Novela
Editorial: Seix Barral
Páginas: 272
ISBN: 978-1508-74163-3
Precio: 19,50 €
Año: 2015 (2016 en España)
Idioma original: francés
Título original: 2084 : la fin du monde
Traducción: Wenceslao Carlos Lozano

Cuando hace unos años Boualem Sansal se dio a conocer en nuestro país con una soberbia novela, El juramento de los bárbaros, algunos nos precipitamos y corrimos a identificarlo con la pujante literatura negra mediterránea, en la estela de su compatriota Yasmina Khadra y otros nombres recurrentes. Hizo falta una siguiente entrega, Rue Darwin, tan diferente en su exploración de la memoria, para darnos cuenta de que el autor argelino no se avenía tan fácilmente a las clasificaciones. Por eso no fue de extrañar el anuncio de que su nueva novela, aclamada en Francia, sería una distopía orweliana de título inequívoco: 2084, El fin del mundo.

La novela histórica, la distópica y hasta la tópica fundan su éxito en la robustez de sus protagonistas

Mi confianza en el buen de hacer de Sansal, uno de los mejores prosistas del mundo árabe actual, chocaba con las reservas que me ha inspirado siempre el género. Incluso sus máximos artífices se ven obligados a invertir notables esfuerzos en describir esos mundos posibles y dotarlos de verosimilitud, una molestia que se ahorra la literatura realista al uso; y tanto se afanan en contarnos las nuevas estructuras jerárquicas, las insólitas costumbres adquiridas, las nuevas monedas corrientes, los avances y los retrocesos, que se olvidan de que una novela necesita, casi siempre, de personajes. La novela histórica, la distópica y hasta la tópica fundan buena parte de su éxito en la robustez de sus protagonistas. No basta con el fondo.

La distopía de Sansal no está a salvo de estos riesgos. El mundo que nos propone es el resultante de una guerra de proporciones planetarias en la que han triunfado los fanáticos religiosos. Aparentemente solo existe una nación, Abistán, consagrada al dios Yölah y a su Delegado, Abis. Los peregrinos son hostigados por continuos controles, pues nadie en Abistán viaja libremente, e incluso los comerciantes lo hacen con salvoconducto. El sistema no solo se basa en la fe, sino en la completa ausencia de duda y la sumisión absoluta al texto sagrado, el Gkabul, que los súbditos saben recitar de memoria.

El protagonista vuelve curado de sus males físicos, pero ha desarrollado un virus peor: el de la rebeldía

Cualquier descuido puede hacer que un desdichado sea identificado como adepto de Balis El Renegado, la imaginaria encarnación del Mal, aunque todos viven convencidos de que la población entera es un bloque ciego y devoto. Si hubo un mundo distinto, anterior a éste, se ha olvidado. Para la masa, 2084 señala el inicio de todo, aunque nadie sepa con qué hecho se corresponde esta fecha.

El personaje central, Ati, ronda la treintena y acaba de salir de un sanatorio para tuberculosos. Vuelve curado de sus males físicos, pero ha desarrollado un virus que puede ser aún peor para su salud a largo plazo: el de la rebeldía. Un contagio parecido sufre su amigo Koa, estudioso de la abilengua, la lengua sagrada, que también apasiona a Ati. Todo se acelera cuando tienen conocimiento de que un joven arqueólogo, Nas, ha hecho en cierta villa un descubrimiento que promete hacer temblar los cimientos dogmáticos del régimen.

Hasta aquí, a grandes rasgos, el planteamiento inicial de la novela. Seguiremos a los protagonistas en su viaje a las verdades del sistema, es decir, al descubrimiento de sus trampas e imposturas. Pero también, me temo, irán quedando a la vista las flaquezas de la propia historia. La principal ya ha sido apuntada: Ati no logra cobrar vida, no se le permite despegar.

Querríamos saber cómo es su conciencia de superviviente, pero el autor opta por dejarnos especular: “Rebeldía contra qué, contra quién, no podía imaginarlo; en un mundo inmóvil no hay comprensión posible, solo sabe uno que se rebela, contra sí mismo, contra el imperio, contra Dios”. ¿Y por qué Ati y no otro? ¿Siente remordimientos, contradicciones, excitación? Casi nada se nos dice al respecto. Tampoco resulta demasiado sugestiva la relación con Koa. Incluso cuando toca explorar los guetos, espacios degradados donde florece por sorpresa la cultura de la resistencia, la descripción es casi técnica, en todo caso desapasionada y con escasa acción.

Es una crítica despiadada a las iglesias, todas las iglesias, que no necesita hacer juicios de valor

Es como si a Sansal se hubiera metido tanto en la idea de Sistema rígido y monolítico, que él mismo se hubiera contagiado de los mismos atributos. Sin embargo, estamos hablando de un escritor mayor, que siempre tiene algo que decir. Y lo que dice es un alegato contra el enemigo que hasta ahora ha venido compareciendo en todas sus novelas, bajo ópticas distintas: el fanatismo religioso.

Así, en el peor de los casos 2084 es una crítica despiadada a las iglesias, todas las iglesias, con el encanto añadido de que no necesita hacer juicios de valor: las describe asépticamente, casi con realismo, enmascarando los nombres de las deidades y de los ritos, y deja que ellas solas aparezcan ante el lector como algo poco menos que absurdo. Un absurdo por el que matan y mueren muchas personas, por el que unos pocos sojuzgan a muchos, un absurdo que a menudo mueve el mundo. Que exige sumisión y amnesia.

Por otro lado, reserva para el final –dicho sea sin aguarle la fiesta a nadie– algún giro inteligente, alguna sorpresa extra y un desenlace más o menos redondo, como si quisiera redimirse de su posible falta de sangre en las páginas anteriores.

No es esta, lo confieso, la obra que esperaba de Boualem Sansal, la prometida fábula orwelliana que le ha valido el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa, entre otros galardones, y el beneplácito de la crítica de aquel país, desde Bernard Pivot a Houellebecq. No es la gran novela que, como sugiere la contraportada, nos iba a contar cómo sería el mundo “si ganaran ellos”. El pamphlet desplazó al roman, el esquema al thriller. Seguiremos leyendo a Sansal, desde luego, pero movidos a medias por la convicción y a medias por eso que llaman fe.

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