Objetivo, Surf

por Francisco Seco

Vida vs. Muerte en Nazaré

La estampa es sobrecogedora. Un minúsculo punto negro en medio de una inmensa pared de agua -de hasta 24 metros de altura, según dicen- lucha por mantenerse en pie, por no dejarse llevar por la corriente, por escapar de los tentáculos de un fiero monstruo mientras éste lanza espuma blanca por la boca, furioso por no conseguir derribar a ese insignificante insensato.

Esa huida, esa escapada (hacia ninguna parte para más inri), ese desafío loco no deja de ser una metáfora sobre la vida misma. ¿O qué es nuestra existencia si no una continua pelea por seguir hacia delante, derribar obstáculos y continuar erguidos, pese a saber que la única gran certeza es que todo tiene un final, que nada es eterno y que la muerte acabará dándonos caza, más tarde o más temprano?

Bienvenidos a Nazaré, en Portugal, una de las zonas del planeta donde la naturaleza brinda la oportunidad de ser testigos de esa batalla épica. De un lado, los valientes surfistas, con sus planchas y sus trajes de neopreno como toda armadura. Del otro, las gigantes olas, que pasan una tras otra sin apenas descanso, rugiendo cada vez que rompen en la escarpada orilla, otorgando al lugar una atmósfera única.

Para transmitir esa sensación, para colocarnos en medio de la brisa, la expectación, el miedo, las pequeñas gotas de agua, nada mejor que el objetivo de Francisco Seco. «Surfer» aficionado, es uno de esos «foteros» que no sueltan la cámara, que son incapaces de pasar un día sin percutir el disparador, incompletos sin su máquina, bien colgada al cuello, bien amarrada al brazo. Lo mismo da Lisboa que Madrid, Senegal o Palestina. Llegó al fotoperiodismo tarde, ya en la treintena, y hoy trabaja para la agencia AP obsesionado por ir siempre más lejos, por alcanzar esa imagen diferente a la del resto, por encontrar historias nuevas y originales que reflejen la esencia de un país, una familia, una ciudad.

En definitiva, por retratar la vida mientras se pueda, sorteando las olas y luchando por mantenernos a flote. Porque aunque ya sabemos que la corriente acabará por alcanzarnos y engullirnos, lo importante -ya lo decía Kafavis- es el viaje, y no el destino.

[Oscar Tomasi]