Opinión

¡Dios mío, Trump!

Uri Avnery
Uri Avnery
· 10 minutos

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Trump presidente. Todavía estoy en estado de shock. Pero más me vale ir asimilándolo.

Estas no son unas elecciones estadounidenses más. He visto muchas a lo largo de mi vida. Algunas tuvieron resultados que me gustaron, otras no.

Pero estas son totalmente diferentes. Esto es un terremoto que cambia la imagen del planeta.

¿Cómo ha pasado? ¿Por qué? Y… ¿Por qué ha sido completamente inesperado?

Fue imprevisto gracias a este culto pagano de las encuestas.

Como escribí la semana pasada, antes de que ocurriera, estas encuestas me recuerdan al arte romano de adivinar el futuro a partir de las entrañas de los animales y el más moderno arte de los astrólogos.

Hasta donde puedo recordar, las encuestas siempre se han equivocado. De vez en cuando, una encuesta daba en el clavo, como un reloj roto que marca la hora correcta dos veces al día. Se aplaudía entonces esta encuesta, hasta la siguiente vez, cuando se volvía a equivocar, como todas las demás veces.

Esto es así en Israel, en EEUU y en el mundo entero.

Una encuesta da en el clavo, como un reloj roto que marca la hora correcta dos veces al día

Así que, ¿volverán a recurrir los medios a las encuestas en las próximas elecciones? Por supuesto. No tienen elección. Las encuestas proporcionan valoraciones. Generan suspense. En lugar de emitir solo los discursos aburridos y repetitivos, los sondeos provocan entusiasmo. Sus altibajos llenan los espacios de los periódicos y los medios audiovisuales.

En resumen, las encuestas son creadas por los medios, para los medios. No significan nada. Cuando se conocen los verdaderos resultados, nos olvidamos de ellas hasta nuevo aviso, cuando las encuestas aparecen otra vez como si nada hubiera sucedido.

¿Qué pasa? Bueno, pues que casi todo el mundo le miente a los encuestadores. Era humillante para un votante admitir que iba a votar por Trump, la ridícula opción de la multitud ordinaria, en lugar de votar por la excelente candidata de la élite.

Para obtener algo parecido a los resultados reales, un encuestador tiene que pasar al menos una hora con cada uno de los encuestados, haciéndole preguntas sobre cuestiones cruciales, tales como el empleo, las armas, la élite, etc. E incluso así, uno no puede estar tan seguro.

No estoy escribiendo esto con la esperanza de que la gente se ría la próxima vez que vea las encuestas. Sin los sondeos, ¿cómo van a pensar que saben quién va a ganar?

No sabemos quién es realmente Trump, ni lo que va a hacer durante los próximos cuatro años. Solo conocemos al Trump de las elecciones: una persona desagradable, un megalómano, un mentiroso, un ignorante. Y algunos añadirían: un protofascista.

Ya lo dijo Goebbels: “Debemos apelar nuevamente a los instintos más bajos de las masas”

En vísperas de las últimas elecciones libres de la Alemania pre-Hitler, Joseph Goebbels, el cerebro de la propaganda moderna, escribió en su diario: “Debemos apelar nuevamente a los instintos más bajos de las masas”.

Este podría ser perfectamente el lema de todos los movimientos fascistas en el mundo. Desde luego fue el lema de Donald Trump durante su campaña.

Los instintos más bajos de las masas los llevan a odiar a los extranjeros, a los miembros de las minorías, a los sexualmente distintos, y sobre todo a las “élites” generalmente ubicadas en la capital de la nación. Esos instintos les llevaron a creer en teorías de la conspiración, cuanto más salvajes mejor. Les llevaron a creer que hay fuerzas oscuras en acción, debilitando a nuestro adorable país, apuñalando por la espalda a nuestros soldados heroicos.

En cada país hay gente que cree vehemente en este tipo de tonterías. Que confía en su líder. Que odia a sus enemigos. Que quiere que su país sea grande otra vez. ¡Deutschland erwache! (¡Alemania despierta!)

En tiempos “normales”, estos elementos vegetan en las esquinas. Apenas se escuchan sus voces en los medios de comunicación y en el Parlamento. Pero, a veces, en algún lugar, la escoria sube a la superficie. Y eso es lo que ha ocurrido ahora en Estados Unidos.

¿Por qué? ¿Por qué ahora?

Algunos dirían: debido a la personalidad auténtica de Donald Trump. La mezcla única de megalomanía, teatralidad y apelación a las masas. Esto es correcto, pero no suficiente para explicar este fenómeno.

Los Estados Unidos sensatos se mearon encima y ya nadie se burla del payaso

Hay Trumps en todas partes y en cualquier momento. Van y vienen sin dejar rastro. ¿Por qué este preciso Trump? ¿Qué hace que este Trump sea tan especial?

Al principio provocó burlas, al igual que otros demagogos, que fueron considerados payasos políticos durante años, antes de que causaran desastres incalculables. Esta semana no hubo ninguna burla cuando los Estados Unidos sensatos se mearon encima. El payaso puede convertirse en un monstruo.

¿Por qué? ¿Por qué ahora?

El movimiento popular que ha surgido alrededor de Trump se parece a la erupción de un volcán. Viene de las profundidades de la tierra.

Esto no es simplemente un movimiento político organizado por un político inteligente. Es un fenómeno natural, una emoción en masa, una expresión de profundos temores y anhelos.

Creo que está provocada por el hecho de que la sociedad humana ha cambiado, dejando detrás en la miseria y la desesperación a las masas de gente desorientada.

La globalización ha cambiado las condiciones de vida de miles de millones, para bien o para mal. Los patrones de producción y comercio son irreconocibles. Es como un terremoto: las montañas se convierten en valles, y los valles se convierten en montañas.

Esto ha sucedido antes en la historia. Por ejemplo, el ludismo en Inglaterra y los tejedores en Alemania a principios del siglo XIX, que destrozaron las máquinas modernas que les privó de sus trabajos. Fue una rebelión en vano.

Las principales víctimas son las clases bajas de las antiguas naciones superiores. Los collares azules. Esos que ayer estaban orgullosos de estar contratados en trabajos profesionales, bien pagados y satisfactorios, y ahora tienen que conformarse con empleos mucho más bajos, si es que los hay.

El automóvil estadounidense, un símbolo mundial, el orgullo de la nación estadounidense, ahora es un cacharro despreciado.

Esto genera un odio natural hacia los extranjeros (los asiáticos que producen coches) y las minorías (los mexicanos que compiten por los trabajos miserables que siguen disponibles). Genera un nacionalismo feroz. El trabajador de Detroit puede estar desempleado y su casa en riesgo de desahucio, pero sigue siendo un blanco de pura cepa. Y así ha votado.

El trumpismo es el clamor de las grandes masas de estadounidenses económicamente afectados

El trumpismo es el clamor de las grandes masas de estadounidenses que están económicamente afectados, espiritualmente desorientados, generalmente miserables, llenos de odio, desconfianza y desesperación.

Esto no es una situación pasajera o un estado de ánimo transitorio. El trumpismo seguirá existiendo bajo la presidencia de Trump.

Hay grandes diferencias entre el EEUU e Israel.

Estados Unidos es enorme. Israel es pequeño, más pequeño que muchos estados de EE.UU. Estados Unidos es ahora multicultural, Israel definitivamente no lo es. Estados Unidos es rico en recursos naturales. Israel no tiene casi nada, excepto un poco de petróleo en el mar, lejos de sus costas. Etcétera.

Benjamín Netanyahu no es Trump, ni siquiera la mitad de lo que es Trump. Aunque se está convirtiendo rápidamente en uno.

Netanyahu es un hombre de un solo tema. Una vez que le hinque el diente a algo, ​​allí se queda un buen rato.

Hace no mucho, era la bomba iraní. En un minuto Irán la podría conseguir. Ese sería el fin del mundo, comenzando por Israel. Así que le declaró la guerra a Barack Obama, hizo un discurso en el Congreso, conmovió al mundo entero.

Adelson, magnate de casinos judío y benefactor de Trump, es el mayor admirador de Netanyahu

Y de repente, paró. Prácticamente de la noche a la mañana. No hay bomba. No hay Irán. No será el fin de nada.

Ahora le toca a los medios de comunicación. Netanyahu quiere conquistar los medios. No algunos. No la mayoría. Todo el lote.

No es UNA de sus preocupaciones. Ni siquiera es la más grande de sus preocupaciones. Es su ÚNICA preocupación.

Para poner esto en práctica, Netanyahu dio un paso muy poco habitual en él. Cuando formó su nuevo (y cuarto) gabinete, se quedó para sí mismo el Ministerio de Comunicaciones, un ministerio sin importancia. Ahora se entiende por qué.

El magnate judío de los casinos Sheldon Adelson, el benefactor de Trump, es el mayor admirador  de Netanyahu (y también su dueño). Ha creado un periódico diario que se distribuye gratis y que se dedica exclusivamente a Netanyahu y su esposa. Es ahora mismo el más difundido del país.

¿Suficiente? ¡Ni de lejos! Netanyahu no está contento con la televisión pública israelí, que es más o menos neutral. Aunque es mucho menos influyente que nuestras dos cadenas privadas comerciales, Netanyahu está decidido a reemplazarla por una emisora personal.

Esta es ahora su (única) gran preocupación. Creó una nueva corporación de televisión, al estilo de la BBC, pero de repente descubrió que la nueva emisora, que aún no está ni emitiendo, ya está llena de «izquierdistas radicales» (cualquiera que no sea un admirador de «Bibi»). Así que ahora Netanyahu la quiere quitar y conservar el servicio existente, presumiblemente después de una profunda remodelación.

Por qué necesita Netanyahu el control total y absoluto de los medios lo dejó claro esta semana el canal comercial 10. Un programa de investigación muy popular (y excepcional) llamado Uvda ( «Hechos») dedicó una hora a Sara, la terrible e impopular (tercera) esposa de Netanyahu.

Parece que Sari’le (Sarita), como se le llama en general, se encarga personalmente de nombrar a los altos cargos del país, incluido el jefe del Estado Mayor del Ejército y los directores generales de todos los ministerios, únicamente por su lealtad personal a su marido (y a ella misma).

Netanyahu quiere ser claramente un Putin o un Erdogan israelí. Y ahora: un Trump

Al final del programa, la editora y locutora Ilana Dayan leyó un desmentido oficial de la oficina de Netanyahu. Se tiró más de cuatro páginas (seis minutos) y estaba lleno de insultos dirigidos contra la propia Dayan, que leía lentamente y con la cara recta. Una experiencia muy entretenida.

Con tan pocas excepciones, los medios de comunicación israelíes están totalmente acobardados. El humor popular habla de una Corte, un rey, una reina y un príncipe heredero. Pero ya no es un asunto de broma: Netanyahu quiere ser claramente un Putin o un Erdogan israelí. Y ahora: un Trump.

Seamos justos. Los milagros suceden.

Presidente Trump puede convertirse en una persona muy diferente al candidato desagradable. Puede ser pragmático en el buen sentido de la palabra, aprender rápidamente, gobernar con sensatez.
Como dicen nuestros amigos musulmanes: Inshallah, si Alá quiere.

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© Uri Avnery  | Publicado en Gush Shalom | 12 Nov 2016 | Traducción del inglés: Imane Rachidi

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