Entrevista

Esther Ferrer

«A las feministas tendrán que matarnos para que demos un paso atrás»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 18 minutos

 

Esther Ferrer (Sevilla, Mayo 2017) | © Alejandro Luque
Esther Ferrer (Sevilla, Mayo 2017) | © Alejandro Luque

En el mundo de la performance, Esther Ferrer es algo más que una institución. Donostiarra de 1937, en los años 60 militó en el grupo musical de vanguardia Zaj, con quien giró por Estados Unidos invitados nada menos que por John Cage. Después de toda una vida dedicada al arte desde los márgenes, a menudo ajena a los vaivenes del mercado, en 2008 su trayectoria fue reconocida con el premio Nacional de las Artes Plásticas, a los que han seguido el Gure Artea, el MAV y el Velázquez. Esta semana, esta creadora afincada en París desde hace más de tres décadas brindaba una de sus acciones en el Auditorio del Cicus, en Sevilla.

¿Ha suspirado usted de alivio ante el resultado de las elecciones francesas?

Yo no voto, no soy francesa, pero claro que prefiero que salga Macron que Le Pen. Eso sí, un alto porcentaje ha votado a Macron por defecto, porque ya sabemos qué representa éste. La abstención y el voto en blanco han tenido también cifras muy elevadas. Todo el mundo está con la sensación de que, una vez más, hemos escapado de la boca del lobo.

Como española que llegó a Francia huyendo de una dictadura, ¿qué siente cuando diez millones de sus vecinos votan a una fuerza de extrema derecha?

«Los partidos están acabados. Lo único que me inspira confianza es la movilización ciudadana»

Pues me produce horror, como la victoria de Trump en Estados Unidos, como lo del húngaro… Me horrorizan todos los populismos, pero, ¿quién ha hecho eso posible? ¿Quién ha hecho que Le Pen sea una candidata con opciones? Pues todos los gobiernos que han venido antes, socialistas, republicanos… Toca hacer examen de conciencia.

… O dentro de cinco años volveremos a las mismas, ¿no?

¿Sabes? No creo que estén dispuestos a hacerlo. Los partidos, tal como los conocemos, están acabados. Lo único que me inspira confianza es la movilización ciudadana independiente. Eso es lo que necesitamos, la resistencia ciudadana.

Usted se marchó en el año 73. ¿Pensó alguna vez en volver, una vez instaurada la democracia?

«En el 68, en Bilbao, con Zaj la gente gritaba, participaba. Nos tomaba por locos de atar, eso sí»

Yo me fui la primera vez para estudiar, para salir de casa, para vivir la vida. Y fuera encontré lo que yo iba buscando, lo que me interesaba… Pero entonces nos invitó John Cage a los Zaj a hacer la gira por América, y cuando volvimos ya era definitivamente insoportable: ¡Otra vez! ¡Todavía está aquí! Sin darme cuenta, me había acostumbrado a vivir fuera de España, pero que el franquismo siguiera gobernando fue decisivo, porque estaba harta. Yo nací en el 37, en plena Guerra Civil, llevaba toda la vida con lo mismo. Y desde el punto de vista creativo, tenía ganas de vivir el arte de otra manera, de encontrar otras posibilidades. Además, ir a Francia era facilísimo, cogías el tren desde San Sebastián una noche, y al día siguiente estabas en París.

¿Estaban los franceses mucho más preparados para la performance y el arte de vanguardia que aquí?

No tanto, no es que tuviera una actividad tan grande como en Estados Unidos. Sí había miembros de Fluxus instalados en París, americanos, alemanes… había más actividad, pero seguía siendo un campo marginal, no estaba en los museos, ni los críticos se ocupaban de ello. A lo sumo, si un artista conocido hacía además alguna performance, se le prestaba algo de atención.

¿Recuerda cómo eran las primeras reacciones del público español?

«Se pegó un susto porque yo jamás he usado ese instrumento de tortura que es el sujetador»

Recuerdo en el 68, en Bilbao, en la Asociación de Amigos del País, que con Zaj la gente gritaba, decía cosas, a veces divertidísimas, participaba a su manera. Nos tomaba por locos de atar, eso sí. Y había más público que en muchas performances de Nueva York, o de California. Yo creo que pensaban, “estos tres personajes no pueden ser franquistas, eso es evidente”. Nos consideraban chalados, pero fuera de la estética dominante, del discurso oficial.

Por ser la única mujer del colectivo, ¿era objeto de un trato especial?

Sí, yo era la pagana. Con los hombres se atrevían menos, era yo la que pagaba. En América recuerdo que hacía yo una acción, quemaba un billete de dólar, luego otro, al siguiente se ponían un poco nerviosos… Subió un chico y me quitó un chaleco que yo llevaba, luego me abrió la blusa que llevaba debajo, y ya no llevaba nada más, porque jamás he usado ese instrumento de tortura que es el sujetador. Al ver que no lo llevaba, se pegó un susto y cerró la camisa corriendo, y se fue avergonzado.

¿Qué más le ha ocurrido?

Una vez estaba inmóvil mirando al público, y subió un chico con un cigarro encendido, y lo fue acercando cada vez más a mi piel… En esos casos la mejor defensa era no hacer nada, porque esperas que siempre haya alguien que intervenga. Empezaron a gritarle “sádico”, siguió acercándolo, hasta que desistió, porque, como yo seguía inmovil, sin defenderme, gente entre el público empezó a gritarle, «cobarde,  no la vas a quemar». Y al cabo de un rato se fue porque los espectadores se reían de él.

Cuando usted vio la performance de Marina Abramovic en la que dejaba que el público hiciera lo que quisiera con su cuerpo, incluso poniendo armas a su disposición, usted sabía ya lo que se siente, ¿no?

Bueno, ella creó la situación que correspondía con su proyecto. A mí lo del sufrimiento no me va.  Nosotros trabajábamos de otra manera, por ejemplo proponíamos un vacío que la gente rellenaba como quería, con humor, con fantasía, con violencia… proyectando lo que ellos eran. El  Tao nos dice , es por el vacío que las cosas son útiles. Pero yo nunca he intentado provocar a la gente. Hago lo que quiero y considero que ellos pueden hacer lo que quieran, pero si me agreden verdaderamente, reaccionaré, sin problemas.

Me llamó la atención saber que en sus inicios ustedes ni siquiera documentaban sus performances, era todo arte por el arte, ¿no?

«Yo nunca he prohibido hacer fotos, ya se prohíben demasiadas cosas… Haced lo que queráis»

Es que la manía de la documentación aquí nunca la hubo, eso era más de los americanos, forma parte de su cultura. En la turné con Cage fuimos de Nueva York hasta California, y creo que tengo ¡alguna foto! En proporción a lo que tiene cualquier artista, no teníamos nada, ni nos preocupaba. La gente no venía a hacer fotos. Era estar allí, vivir la situación, pero en absoluto con la idea de documentarlo.

Ahora, en cambio, todo el mundo acude con sus cámaras, con sus celulares… ¿Cómo lo vive?

Yo nunca he prohibido hacer fotos, ya se prohíben demasiadas cosas… Si me preguntan, respondo: haced lo que queráis, pero no me molestéis a mí, ni a los que están allí asistiendo al evento. Como usen las fotos después, es algo que me trae sin cuidado.

Esa fugacidad de la performance, ¿no era también un modo de protegerse contra las inclemencias del mercado?

«Tengo casi 80 años, vivo de mi trabajo artístico exclusivamente, pero solo desde hace 16 o 17 años»

Yo no puedo decir que vivo al margen del mercado: cuando hago una performance me pagan, cuando hago arte vendo, aunque no venda jamás yo directamente. Estoy en el mercado, pero a mi manera. Como siempre he podido vivir con poco, no he necesitado vender cueste lo que cueste. En cuanto a lo de protegerse, es que en aquellos años estabas fuera quisieras o no, no te hacían ni caso. Tengo casi 80 años, vivo de mi trabajo artístico exclusivamente, pero solo desde hace 16 o 17 años puedo hacerlo sin escribir o sin traducir. Por otra parte, nosotros nunca buscamos reconocimiento. Si te reconocían, pues bien, pero no trabajabas para eso.

El aplauso suele culminar sus acciones. ¿Qué importancia le da?

«Nunca he pedido un premio, ni una beca, ni una ayuda. Nada a ningún gobierno»

Lo he vivido siempre mal. A veces los organizadores quieren que salgas a saludar. Yo doy gracias, por supuesto, pero me voy. Me fastidia salir a saludar, pero te insisten, y salgo y saludo. Pero lo vivo muy mal. A pesar de las dudas que pueda yo tener sobre mi trabajo, estoy segura de lo que hago en público. Si hago una cosa, es porque para mí es válida al cien por cien. Luego me puedo plantear si es eso lo que hay que hacer en la sociedad de hoy, pero la idea para mí es buena. Que guste o no guste, que la gente aplauda o no, es otra cosa.

Y cuando la llamaron para comunicarle que había ganado el Nacional de Artes Plásticas…

Me dio… al principio dije: “¡Qué angustia!” Me salió del alma. Yo nunca he pedido un premio, ni una beca, ni una ayuda. Nunca he pedido nada a ningún gobierno. ¿Me quieren dar el premio? Pues bien. Siempre he vivido con poco, ya digo…

¿Y por qué pensó que era un motivo de angustia?

Lo sigo pensando. A veces le digo a Tom [Johnson], mi marido, “qué bien vivía cuando nadie me reconocía nada”. El anonimato es la situación ideal del artista. Ahora mucha gente te llama para proponerte cosas poco intereantes, te lleva mucho tempo. Además como soy tonta, me cuesta mucho decir que no. Me da como vergüenza. Cuando trabajaba para ganarme la vida, hacía entrevistas y también me gustaba que la gente aceptara mis entrevistas, así que ahora me pongo en su lugar, están en su derecho de ganarse la vida, como era mi caso entonces. Lo que ocurre es que terminas repitiéndote, porque casi siempre te preguntan lo mismo, pero no puedo contestar otra cosa, no voy a inventar, ¿no?

Quería preguntarle por sus estudios de periodismo. ¿Aprendió usted algo que le sirviera luego para su labor artística?

[Risas] Buenos, la verdad es que nunca ejercí realmente el periodismo. Empecé a colaborar en medios como El País, o en Lápiz. Escribía sobre arte, sobre problemática social, feminismo, y en una revista médica llamada Jano sobre temas médicos para la mujer, problemática sanitaria, aborto, tratamientos específicos… Tuve la suerte de que escribía sobre lo que quería, lo que a mí me interesaba, proponía un tema, si lo aceptaban, estupendo; si no, buscaba otro.

¿Y las matemáticas, como se incorporaron en su trabajo?

«Me gusta reírme, y me gusta la ironía, aunque esa es más difícil, hay que ser más inteligente»

Yo no sé de matemáticas más de lo que aprendí en el bachiller. Si empecé a trabajar con los números primos, fue porque estaba buscando un sistema para eliminar en parte mi côté du subject, escapar de  tu subjetividad y someterte a una norma, como hicieron tantos artistas, como Cage por ejemplo. Un día soñé que nadaba en un mar de números primos, y cuando desperté los números que tenía en mi cabeza eran 7, 11, 13, era una serie y decidí trabajar con  e los números  primos y luego con Pi. Todo  ésto  me llevó a pensar el infinito,  y empecé  indagar en la idea de infinito…  Leo libros y revistas de divulgación, y entiendo lo que entiendo, por supuesto, pero lo suficiente como para realizar el proyecto que me interesa.

¿Qué papel ha jugado el humor, o el desenfado, en su trabajo?

He sido muy admiradora del absurdo, de Alfred Jarry, del cine mudo, de la Codorniz… Para mí es un elemento fundamental en mi vida. Cuando hablo, digo muchas tonterías, cosas que se me ocurren sin más, y en las performances igual, porque las performances son la vida. Me gusta mucho reírme, y me gusta la ironía, aunque esa es más difícil, hay que ser más inteligente. Pero  cuando hago performances, nunca intento hacer reír. Si digo algo divertido, es porque se me ha ocurrido en ese momento.

¿Y por qué cree que todas las dictaduras, todos los radicales, odian el humor?

Porque es una descarga liberadora, y nadie desde el poder quiere en el fondo la libertad, ni los unos ni los otros. Quieren que haya unas normas, más o menos democráticas, pero el humor siempre transgrede.

¿Y el cuerpo, del que usted afirma que se trata de su herramienta de trabajo predilecta?

«En los 60 y en los 70, ‘Nuestro cuerpo nos pertenece’ era nuestro eslogan preferido»

Es mi útil de trabajo, es mi soporte, soy yo. Siempre digo que las performances que prefiero son aquellas en las que no necesito nada, solo mi cuerpo. Llego sin nada, y me voy tal cual. Una acción cruda sin ningún elemento que distraiga a la gente, que pero que sugiera  connotaciones o relaciones… Pero para eso, es preciso que la idea sea fuerte en sí misma, o que al menos yo la considere  así. Si tengo que elegir entre mis performances, aquellas en las que no utilizo nada o casi nada, son mis preferidas, son también las más arriegadas.

Usted niega que su cuerpo desnudo haya querido ser provocador. Pero no ignora que en los 60 muchos españoles cruzaban la frontera solo por contemplar un seno…

Cada uno va con sus fantasmas. En los 60 y en los 70, ‘Nuestro cuerpo nos pertenece’ era nuestro eslogan preferido. La historia del arte ha estado durante siglos llena de mujeres generalmente desnudas para vehicular los fantasmas, los miedos, el mal humor, todas las elucubraciones del machismo, apoyado en la religión, en la mitología, en la poesía, en lo que fuera. En mayo del 68, y en el posmayo, muchas mujeres decidimos que nuestro cuerpo iba a vehicular todo lo que quisiéramos, que normalmente era todo lo contrario que se había hecho, a través de pensamientos, fotos, acciones, poesía… No era una provocación, era una decisión muy consciente. ¿Cuándo estaba la Venus u otra figura femenina, ofreciéndose para inspirar  al señor, al artista, no era provocación?

Me gusta mucho su serie de Autorretratos en el tiempo, que parece ir contra la tendencia actual de ocultar el envejecimiento, de no asumir el paso del tiempo.

No te imaginas lo difícil que es, cada vez más, porque la cara se va transformando y yo no trabajo en digital, es todo revelado, de modo que hay que hacer infinidad de pruebas hasta que encaja bien. Descubrí que lo único que no cambia es la niña de los ojos, así que me sirve de guía. Pero vamos, yo asumo el envejecimiento porque no tengo más remedio, porque peor es no cumplir años. Si pudiera, no envejecería.

¿Cómo ha evolucionado el movimiento feminista en el arte?

La situación económica y social lo condiciona muchísimo. En momentos de expansión, todo es más fácil, mientras que en momentos de crisis, hay una tendencia a retroceder, esa es la pura verdad. Hemos conseguido cosas. Pero en Francia la mujer todavía gana un 25 % menos que el hombre en el mismo puesto, y los equipos de los políticos son hombres en su inmensa mayoría, los de Macron como los de Le Pen, Fillon… Quizá Mélénchon ha sido un poco más igualitario, pero está lejos de la paridad. Las mujeres de mi generación seguimos en el frente, lo repito siempre: hemos tardado mucho, quizá demasiado, por muchas razones, en dar un paso adelante. Pero nos tendrán que matar para dar un paso atrás. Avanzamos, si no podemos resistimos. Pero no iremos hacia atrás. Es fundamental, no transigir, no hacer compromiso. En esto, en esto y en esto, no hay diálogo.

¿Qué opina de Femen?

«Las Femen han hecho muchas cosas con una osadía que no sé ni cómo la hacen»

El feminismo tiene muchas formas, estoy contra la ideología única. A estas chicas no las conozco mucho, solo a algunas que me encuentro en las manifestaciones, pero son jóvenes, arriesgan mucho, son eficaces. ¡La mayor parte son guapas, es un placer verlas con sus flores, parecen las gracias de Botticelli! Además son coherentes, saben perfectamente lo que están haciendo. Pero bajo esa apariencia la gente piensa que están jugando, o en el circo. Algunas quizá, pero el movimiento en sí, no. Han hecho muchas cosas con una osadía que no sé ni cómo la hacen.

¿Cómo vivió en su momento el manifiesto Scum? ¿Y cómo ha pasado el tiempo por ese movimiento?

¡Claro que viví el tiempo de Valerie Solanas y todo esto! Era nuestro evangelio. En todo movimiento hay extremos. Hay momentos en que se exagera, se desborda, pero creo que son necesarios para que la cosa marcha, a pesar de las cosas que puedan ser criticables. A Valerie Solanas le tengo una simpatía enorme, después de leer una biografía suya pienso que era una mujer en carne viva, tenía una sensibilidad que no estaba hecha para vivir en este mundo.

¿Qué opina en el debate sobre la gestación subrogada, que tanta polémica está provocando?

¿Hay que negar a la gente el derecho a hacer lo que quiera con su cuerpo?

Mira, ayer mismo hablé con un amigo español que ha tenido  dos niños de esa manera, ha ido a América. Es un problema muy, muy delicado. Nuestro cuerpo nos pertenece, es nuestra propia responsabilidad, pero esto puede llegar a ser un elemento de esclavización de la mujer, cuando lees cómo se realiza en India es aterrador, es una explotación del cuerpo de la mujer total. Legalizar esto, supone abrir la puerta a la explotación del vientre de la mujer, contra lo que hemos luchado tantos años. Y al mismo tiempo, ¿se puede  negar a la gente el derecho a hacer lo que quiera con su cuerpo? Hay mujeres que lo hacen voluntariamente, las razones no sabemos cuáles son, al parecer no todas lo hacen por dinero. Es un problema complicado. Los casos que conozco me parecen justificados, honestos, pero, aunque me gustaría poder opinar con claridad, no puedo.

Con la prostitución hubo debates similares…

Claro, ahí el problema es que la inmensa mayoría de las mujeres lo hacen explotadas por un chulo. Son dos temas que me preocupan, unas veces pienso sí, otras veces pienso que abre todavía más  la puerta al abuso a un nivel ya…

¿Participó en el debate del velo islámico en Francia?

«Lo que me gustaría es que las mujeres se liberaran de las religiones, t-o-d-a-s»

Hemos discutido muchísimo. Yo en principio, lo del velo no me gusta nada y estoy en contra. Lo que no veo es por qué tengan que prohibir llevarlo, en ciertas condiciones. Que vaya a la playa y se bañe como las he visto en Marsella, yo lo encuentro incomodísimo, pero hijo mío, si quieren hacerlo, que lo hagan. “Es que su marido o su padre o su hermano se lo impone”. Es posible, pero de la misma forma que a nosotras nos impusieron muchas cosas y nos liberamos, ellas van a hacer su revolución también, y se van a liberar. Lo de multar me parece un abuso, y eso que no me gusta nada la idea del velo y todo lo que va en ello. ¡Nosotras teníamos una mantilla! Lo que me gustaría es que todo esto terminara y las mujeres se liberaran de las religiones, t-o-d-a-s, estoy en contra del patriarcado venga de quien venga, de Cristo o de Zeus. Las mujeres no deberían sentirse concernidas por la religión, especialmente las monoteístas. Todas las religiones han intentado someter a la mujer. Aparte de eso, mi idea siempre ha sido: mientras no hagas mal al otro, haz lo que quieras, mientras nadie sufra la consecuencia de tus actos, haz lo que quieras. Lo malo es que todas las religiones, no sé qué les pasa, tienen una obsesión contra la mujer.

O temen mucho…

Eso es. Es el miedo.

 

 

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