Artes

Abdulá Baradouni

M'Sur
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· 6 minutos

El último poeta de Arabia

Abdulá Baradouni | Imagen difundida en internet
Abdulá Baradouni | Imagen difundida en internet

Era historiador, periodista de radio y abogado. Y sobre todo y ante todo, poeta. O quizas todos estos oficios diversos fuesen el mismo: el de las letras. Abdulá Baradouni (1929- 1999) fue, tal vez, el último poeta de la Arabia clásica.

Nacido en Dhamar, en el centro de lo que fue entonces el reino mutawakkilí de Yemen, Baradouni se quedó ciego a la edad de seis años por una enfermedad, lo que no le impidió escolarizarse en un colegio local y más tarde cursar estudios de lengua, literatura y religión. Antes de cumplir los 20 años, ya pasó por la cárcel por un poema satírico contra el régimen teocrático de Yemen, y la experiencia se repetiría en los años 50, 60 y 70, en las diversas fases políticas – golpe de estado, república y guerra civil – que recorrió el país.

Considerado feminista por su defensa – como abogado en los cincuenta – de mujeres que se divorciaban, Baradouni trabajó durante 18 años – desde la proclamación de la república en 1962 hasta 1980 para Radio Saná, y hasta su muerte presentaba cada semana un programa sobre literatura. A la vez era columnista para diarios y semanarios y escribía libros en los que documentaba tradiciones, dichos, ritos y costumbres de Yemen, atacado a veces por dar valor a las supersticiones del pueblo llano.

Pero sobre todo escribía poemas. Doce volúmenes de poesía lo atestiguan: desde 1964 a 1994, desde La tierra de Belqis a Camino del alba, pasando por La ciudad de mañana, Viaje a los días verdes o Criaturas de la segunda nostalgia. Entre su obra destacan versos de crítica política, como los del conocido «De exilio a exilio»: «Mi país se pasa de la mano de un tirano al siguiente, a un tirano peor. De una prisión a otra, de un exilio a otro».

Cuando murió, no faltaba quien lo consideraba el mayor poeta árabe del siglo XX. Y probablemente fuera el último gran literato que mantenía vivas las formas clásicas de la métrica y la rima árabes, tal y como se codificaron hace catorce siglos.

La arabista Eva Chaves ha traducido dos poemas para M’Sur, publicados por primera vez en la revista Caleta (2015). Dada la amplia difusión de la obra de Baradouni en páginas árabes en internet, y la trágica guerra civil en Yemen hemos renunciado esta vez en averiguar posibles titulares de derechos de autor y preferimos hacer accesible una muestra de su poesía al lector.

[Ilya U. Topper]

Conversación de pechos

 

Cómo olvidarlo, fingir que se olvida.
Él y los recuerdos y mi añoranza

y el deseo más cercano al corazón.
Entre nosotros dos, mil distancias.

Las ansias de abrazarle suenan en mi cuello
y su respiración alegra mi collar.

Cuando cae la oscuridad lo veo:
aparece en mis ensoñaciones y mis insomnios.

Oh, imagino sus brazos en mi cuerpo.
Se vanagloria y queda destetado mi cuerpo

como si nos fusionáramos en el lecho;
él recolecta mi boca, cosecha mi mejilla.

Me inclino en el lecho y sólo escucho
Hablar a un pecho con otro pecho.

Un sueño como certero me lo acerca
y las ilusiones me lo esconden y lo enseñan.

Veo su fantasma a ratos cariñoso
y a ratos, en sus pupilas rechazo.

Ojalá lo viera en el despertar de la mañana
y no a un rival que cante sus alabanzas.

Cada vez que se derretía en la sumisión
yo rechazaba y hacía perecer mi deseo,

Desafié sus miradas con mi desdén
y con el desafío se encendió su amor.

Fingí ignorarlo mientras mi corazón lo llamaba
y mi cuerpo por poco se quema en mi rechazo.

Luego me insiste y seduce mi cuerpo,
despótica, tiránica seducción de su seno.

Aquí: lo contengo entre mis brazos,
lo aprieto entre mi carne y mi piel.

Ojalá no le hubiera suplicado, ojalá le
hubiera borrado de mí, mis recuerdos y mi pasión.

Ojalá ¡infierno del abandono! supiera yo
quién es su amor, quién me reemplazará al alejarme.

Ojalá esté como yo, abandonado entre tristezas
así me echará de menos, recordará mi promesa.

Así sufrirá el amor, infeliz como yo que
estoy a solas con sus fantasmas y sus recuerdos.

 *     *      *

Así traduje el fin y la noche es
sombría como si fuera una ola de rencor.

Las tinieblas son tinieblas, por donde se mire
un destino aplastante que aterra y destruye

Callado, la arrogancia en sus pupilas
sediento como el arma en una mano canalla.

Las ilusiones son una procesión de errantes,
el arrogante va a rastras, y el errante es guía.

La ansiedad de la mañana va al capricho de las brisas
como el perfume en un capullo de rosa.

baradouni-pechos

 *     *      *

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Un yemení en el país de los otros

·

¿De dónde soy? ¿Quién lo sabe?
¿Es que no tengo nacionalidad?

Mi linaje son banderas rojas
y conquistas doradas.

¿Por qué le soy extraño
a este silbato de madera?

Hermanos, soy oriundo de Saná,
mi madre es de Daba’a

¡Soy de Saná; de los montes de Huyaría!
¿Y qué es Saná, qué la Huyaría?

*    *    *

¿De dónde soy? Me abrasan
con el sarcasmo de su fingida ignorancia

Árabe, y no me conoce…
ni tan siquiera el mundo árabe

Mi padre –dicen– es yemení;
mi madre –dicen– es yemení

Pero me hicieron olvidar mi color,
mi boca… mis manos toscas

Años de hambre, de sed,
de jefes y sumisiones

Extraños sucesos que no se cuentan,
extraños sucesos para contar

*    *    *

¡Oh, viento!… Llevo a mi país detrás,
como yo, olvidado

Incluso mi tierra, ¡tierra mía!
como su gente, desterrada

Mi patria son viajes que pasan,
que regresan sin ilusiones

Andanza sin un comienzo,
distancias inhumanas

Guardas fronterizos alerta,
códigos paganos

Ciudades sin oídos,
muchedumbres nihilistas

Grandes mercados debajo
sin humanidad.

Primitivos ahogados
en máscaras modernas

Pese a que yo suplico
a todas las manos pétreas

*    *    *

Un país de mi país desterrado,
laberintos eternos.

¿De dónde soy?… Ignorado,
moviéndome sin identidad

Sin patria pero
engañado por el patriotismo

[Octubre de 1972]

baradouni-yemeni

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© Herederos Abdulá Baradouni · Primero publicado en Caleta (Dic 2015)