Reportaje

Los últimos zoroastras

Alicia Alamillos
Alicia Alamillos
· 9 minutos
Templo zoroastra en Yazd (2017) | © Javier Calero

Yazd | Enero 2018 · Con F. J. Calero

La ciudad del desierto Yazd es un destino obligado para el turista, que encuentra en sus callejuelas de barro y viejos templos el pasado persa del país. «Bienvenidos a Irán», refunfuña Advi, taxista zoroastra reconvertido en guía. Acaba de detenerlo la policía, «con cualquier pretexto», y le ha puesto una multa: «Solo porque soy zoroastra. Si fuera musulmán, ni me hubieran parado».

Advi -prefiere usar este seudónimo- es miembro de la pequeña minoría de seguidores de Zoroastro (o Zaratustra), una religión reconocida en la República Islámica de Irán pero que sufre de discriminación diaria, intimidación e incluso acoso por las facciones más rigoristas del islam chií. No falta quien los acusa de «amenazar la seguridad nacional” y de “corromper los valores de la Revolución islámica».

En la práctica, los zoroastras tienen vetado el acceso a altos cargos del gobierno y las fuerzas armadas

Los zoroastras de Irán, también conocidos como mazdeos, cuyo censo se estima en unos 25.000 almas (aunque algunos hablan de hasta 90.000) viven en su mayoría en los alrededores de Yazd, prácticamente en el centro geográfico de Irán, y una de las ciudades más calurosas y con menos precipitaciones del país: aquí casi nunca llueve. También hay comunidades en Kerman, unos 300 kilómetros más al sureste, y también con un clima semirárido. Oficialmente constituyen una minoría religiosa, protegida por la Constitución iraní que les reserva un asiento en el hemiciclo de 290 escaños, al igual que a judíos y a cristianos asirios, mientras que los cristianos armenios tienen dos diputados garantizados por ley.

Pero en la práctica, los zoroastras tienen vetado el acceso a altos cargos del gobierno y las fuerzas armadas, y muchos practicantes denuncian presiones para cambiar su religión. En las últimas décadas se ha registrado una migración de sus provincias originales a Teherán, que permite más anonimidad, o al extranjero: Estados Unidos ya tiene un censo de 11.000 zoroastras.

Otro destino es India, ya desde hace siglos exilio de zoroastras, que allí se conocen con el nombre de parsis. Las primeras oleadas llegaron hace algo más de un milenio, poco después de la islamización de Irán. Casi todos se asentaron alrededor de Bombay, donde hay hoy un censo de algo menos de 60.000 personas. De aquí era oriunda la familia de uno de los parsis más famosos del mundo, aunque probablemente muchos de sus seguidores desconocían su filiación zoroastra: Freddy Mercury.

«Técnicamente no está prohibido ser zoroastra, pero la época de Jomeini era como el Daesh»

La Carta Magna iraní reconoce una completa libertad de culto, asevera el según el coordinador cultural de la embajada de Irán en Madrid, Ali Reza Esmaeili, que dibuja una imagen de integración de los zoroastras: «Incluso participan en los problemas» de la República Islámica, añade. Advi tiene una experiencia distinta: «Técnicamente no está prohibido ser zoroastra, pero lo que hacen es ahogarte en problemas, aunque sean burocráticos, o en el trabajo, a la hora de comprar una casa, en la educación. Hacen que sea muy duro el día a día», opina el taxista.

«Políticamente sí que pueden ser considerados ciudadanos de segunda clase, pero no mucho más que la propia mayoría musulmana: solo la clase gobernante y el clero representan una minoría “de primera clase”», matiza Kianoosh Rezania, profesor iraní de Historia de las Religiones Asiáticas en la Universidad de Bochum (Alemania).

Las montañas de Persépolis recuerdan el glorioso pasado del imperio persa de la dinastía aqueménida, levantado sobre el zoroastrismo. Tras la invasión árabe en el siglo VII, la civilización y cultura «irania» fueron barridas casi por completo. Así y todo, no desapareció: la iconografía del sol alado del Zoroastro -farohar- impregna todo lo iraní.

Boom turístico

En el siglo XX otra dinastía, la pahlevi, fomentó el renacimiento del zoroastrismo como religión para un nuevo Estado llamado Irán o «país de los arios». Fue breve: en 1979 llegó la Revolución islámica del ayatolá Ruholá Jomeini, que impuso una variante severa del islam como religión del Estado. Un informe del Middle East Institute, un think tank con sede en Washington, sostiene que muchos jóvenes zoroastras fueron obligados a cometer ataques suicidas durante la guerra contra el Iraq de Sadam Husein. «La época de Jomeini era como el Daesh», asevera Advi mientras conduce su taxi por el desierto de Mazrae Kalantar hacia el pequeño monasterio sagrado de Chak Chak, enclavado en una montaña a donde peregrinan cada año en junio miles de zoroastras de todo el mundo.

Los lugares de culto, como los Templos de Fuego, son gestionados hoy día por sus sacerdotes, los ‘mobeds’, y la Sociedad de Zoroastras en Irán, que han detectado el potencial de la creciente ola turística que llega al país tras el levantamiento de las sanciones de Occidente. En Yazd, incluida en julio de 2017 en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco, algunos zoroastras se anuncian como guías turísticos que pueden ofrecer «un auténtico acercamiento a la cultura persa y zoroastra». Este boom ofrecerá «beneficios a nivel social y cultural mucho más importantes que económicos», sostiene Rezania.

El zoroastra Sepanta Niknam fue elegido como concejal, pero suspendido por un tribunal

En Yazd aun se pueden observar las “torres del silencio” (dajma) donde antiguamente los zoroastras exponían a los muertos para que los buitres limpiaran los esqueletos antes de recoger los huesos. El rito se justificaba con la prohibición de no contaminar ni tierra ni agua ni aire ni fuego con un cadáver, pero fue prohibido en Irán durante la década de 1970 alegando riesgos sanitarios.

Los gobiernos reformistas de Mohammed Jatami (1997-2005) y Hasan Rohaní (desde 2013) han relajado la discriminación de esta minoría religiosa. No obstante, la reelección del zoroastra Sepanta Niknam como miembro del consejo municipal en Yazd ha reavivado la polémica interreligiosa en el país, recoge un informe de la organización internacional Human Rights Watch (HRW) publicado en octubre pasado. Acorde a las normas que intenta imponer el Consejo de Guardianes de la República, los representantes de las minorías religiosas no pueden ser elegidos en distritos de mayoría musulmanas, Niknam fue reelegido en mayo de 2017, pero luego suspendido por un tribunal, si bien, según HRW, el Consejo de Guardianes no tiene facultad legal para vetar a un candidato municipal.

Pero «una cosa es la sociedad y otra es la élite política», insiste Narges Rahimi, especialista iraní del zoroastrismo en la época sasánida de la Universidad de Granada. «Muchos jóvenes iraníes, hartos del islam más restrictivo, muestran sus simpatías manteniendo las tradiciones persas preislámicas de Zaratustra», apunta Nazanin Armanian, analista iraní que se exilió del país poco después de la Revolución. Sin embargo, abandonar el islam está prohibido bajo amenaza de la pena de muerte: «Nuestros mobeds no pueden hacer una ‘evangelización’ porque podrían ser acusados de proselitismo», prohibido por la ley.

De todas formas, esta ‘evangelización’ es polémica para los propios zoroastras: si bien entre los colectivos iraníes, sobre todo los emigrados, la conversión se admite, otros sectores, especialmente los parsis de Bombay, rechazan que sea posible convertirse al zoroastrismo, y ni siquiera cuentan como miembros a los hijos nacidos de una madre zoroastra si el padre no lo es. De ahí que muchas familias vigilan que los jóvenes solo se casen con sus correligionarios. Algo cada vez más difícil conforme se va reduciendo la comunidad. Hay quien considera que la extinción de esta antigua religión ya tiene fecha.

La religión de Zaratustra

Interior del templo zoroastra de Yazd (2017) | © Alicia Alamillos

Nacido en el norte del actual Irán alrededor del 600 a. C., el profeta Zaratustra -o Zoroastro para los griegos- fundó una de las religiones más antiguas del mundo, según documentan las ancestrales tradiciones iranias, y que ha inspirado de forma decisiva a las religiones monoteístas posteriores, como el judaísmo, el cristianismo o el islam: estableció el concepto de dios y diablo, cielo e infierno. Su libro santo, el Avesta, se basa en una cosmovisión dualista donde uno puede evitar el caos si elige servir a Dios (Ahura Mazda) mediante «buenos pensamientos, buenas palabras y buenas obras», evitando al diablo (Ahriman).

El zoroastrismo sirvió también de base para el maniqueísmo, una religión dualista que mezclaba elementos mazdeos con cristianos y budistas y en la temprana Edad Media se difundió por toda Asia Occidental y grandes partes del Mediterráneo, aunque hoy no quedan comunidades de seguidores.

Los reyes persas abrazaron el zoroastrismo como religión del Imperio, culminando su expansión durante la dinastía sasánida (226-651 d. C.), en el Segundo Imperio, hasta que la expansión árabe impuso el islam en todo el territorio persa.

Aunque la tradición clásica islámica reconoce principalmente solo cuatro religiones como respetadas por su origen divino – aparte del propio islam, son el cristianismo, el judaísmo y el la religión de los sabeos, identificados con los mandeos de Iraq -, muchos teólogos consideran que el zoroastrismo también forma parte de este elenco, al disponer de un libro santo y al ser mencionado en el Corán (sura 22, 17) en el mismo verso que las demás religiones, bajo el nombre de “magos”.


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