Calar Alto

por Ramsés García

Lluvia seca

No lo echo de menos porque no miro mucho hacia arriba. Y menos de noche. Y cuando lo hago, lo que suelo ver son anuncios luminosos, farolas, balcones, chimeneas, con suerte algún campanario o minarete recortado contra el cielo oscuro.

Lo de oscuro es un decir. En las ciudades en las que vivimos —especialmente España, que tiene una afición desmesurada a las farolas relumbrantes hasta en las playas, ni que fuéramos polillas— el cielo nunca está oscuro de verdad. No pasa de blanco ofuscado. Azulgris sombreado, los días sin nubes. Y si ven ustedes alguna estrella, pueden apostar la próxima ronda a que es un planeta.

Yo tuve la suerte de nacer en otro mundo. Un lugar donde las noches sin luna eran negras. Negras en la definición física de ausencia total de luz. Pero en realidad no es luz lo que falta cuando una noche se hace negra. Es humedad. Sin las minúsculas partículas de agua de la atmósfera que hacen efecto de espejo difusor, los rayos que caen del cielo no pueden expandirse, no adquieren dimensión. Hay un millón de estrellas si miras hacia arriba, y brillan como faros. Pero no iluminan nada. Por eso se pueden ver.

Es lo que tiene nacer en los desiertos: en lugar de agua lo que hay es una lluvia seca de luz cada noche. Ahora saben ustedes porque el mayor telescopio de la España continental está en la única “provincia con desierto” como la definió Aurora Luque, y además a 2100 metros de altura, en la Sierra de Filabres. No, lo de irse monte arriba no es para estar un poco más cerca de las estrellas. Es porque a más altura, menos humedad.

Calar Alto se llama esa meseta, y el fotógrafo sevillano Ramsés García la ha captado con la lente de su cámara, un poco menor que la del telescopio (que tiene 3,5 metros de diámetro, no es algo que echarse en bandolera) pero capaz de hacer panorámicas que captan tierra y cielo. Y si hay suerte, y miramos arriba, en una noche sin farolas, vemos como la lluvia luminosa se convierte de repente en nevisca, en torbellino: la vía láctea. Ahí la tienen.

[Ilya U. Topper]