Reportaje

El factor petróleo

Karlos Zurutuza
Karlos Zurutuza
· 8 minutos
Un miliciano kurdo vigila un pozo de petróleo en Rumelán, cerca de Derik, Siria |  © Karlos Zurutuza
Un miliciano kurdo vigila un pozo de petróleo en Rumelán, cerca de Derik, Siria | © Karlos Zurutuza

 «El uno de marzo nos dijeron que nos fuéramos a casa y que esperáramos dos días por nuestra seguridad”. Mahmud Hassan recuerda con detalle el día que pudo cambiar el curso de la guerra que arrasa el país desde hace ya dos años.

“Eran las 7 de la mañana y el edificio estaba completamente rodeado por las milicias kurdas del YPG – los Comités de Protección Popular-. Decían que llevaban esperando desde las 3 de la madrugada”, continúa Hassan, uno de los 3.000 trabajadores en la refinería de Rumelán. Situada a varias decenas de kilómetros al este de Qamishli, la capital de los kurdos de Siria, y cerca de la frontera de Iraq, se trata de la única planta operativa hoy en Siria.

“El gas se queda para consumo local pero el petróleo sigue fluyendo hacia Homs y Banyas aunque la producción se ha visto reducida drásticamente desde el comienzo de la revolución”, lamenta el operario.

“El gas se queda pero el petróleo sigue fluyendo hacia Homs y Banyas aunque la producción se ha visto reducida»

“Primero fueron las sanciones internacionales y luego los sabotajes del Ejército Libre de Siria o de particulares que agujerean la tubería para conseguir algo de dinero”, asegura este hombre con más de 20 años al servicio de la Syrian Petroleum Company, la compañía estatal fundada en 1974 y dueña de la planta de Rumelán.

Mientras el Gobierno de Al-Assad concentra sus esfuerzos en combatir la rebelión opositora en buena parte de Siria, la mayor parte de la región nororiental del país disfruta de un gobierno kurdo de hecho. Muchos han atribuido este nuevo escenario a un pacto entre el PYD -el partido dominante entre los kurdos de Siria- y Asad, un extremo que su líder, Salih Muslim, niega tajantemente.

Desde las filas del YPG, el comandante Feirusha aporta algunas claves sobre el funcionamiento de la que es la milicia hegemónica entre los kurdos de Siria. “Contamos con más de 30.000 efectivos repartidos por todas las regiones kurdas y no usamos la fuerza hasta que no es estrictamente necesario”, explica orgulloso Feirusha mientras conduce su 4X4 por un territorio llano que dominan extractoras y columnas de fuego.

La toma de contról de la refinería de Rumelán se produjo “de forma pacífica y sin ningún disparo”

Feirusha subraya que la toma de contról de Rumelán se produjo “de forma pacífica y sin ningún disparo”, algo que corrobora la activista local Khabat Abas a través de un amplio testimonio gráfico obtenido aquel 1 de marzo.

El recorrido termina en el complejo residencial para la mayoría de trabajadores de Rumelán: un conjunto de edificios de hormigón rodeados de matorral y con depósitos de agua alineados en los techos.

“Seguimos trabajando con la misma normalidad de siempre y sin grandes cambios”, explica desde otro de los impersonales apartamentos el electricista Hafez Nuseibi. Asimismo, el veterano operario dice no temer que Damasco interrumpa sus salarios tras el reciente cambio de dueños de Rumelán. “¿Por qué habría de hacerlo? El petróleo sigue fluyendo no solo para los kurdos sino para todos lo sirios”, apunta tajante Nuseibi. “Además, Asad sabe que si a final de este mes no recibimos nuestro sueldo, iremos a la huelga y colapsaremos el país”.

Reuniones secretas

No obstante, algunos señalan otros factores tras la confianza generalizada de los trabajadores en la planta.
“A la semana de caer Rumelán se produjeron dos reuniones secretas entre los kurdos, el Ejército Libre de Siria y un representante del Gobierno de Bashar Asad”, explica Firat Dicle -es un nombre falso-, trabajador en Rumelán desde hace más de 25 años. “Los invitados se reunieron en el edificio de la administración para decidir cómo repartir los beneficios de Rumelán en tres partes. Al final, se acordó que un tercio sea para el Ejército Libre de Siria y otro tercio para el YPG-PYD, mientras que Damasco se queda con el 40%”, explica Dicle.

El veterano operario confiesa que “todo el mundo tiene miedo tanto al régimen como al ELS”. No en vano, el punto álgido de los combates entre este último y el YPG se vivió en la localidad de Serekaniye. Un alto el fuego el pasado marzo puso fin a unos encarnizados enfrentamientos que se habían prolongado durante tres meses.

“Contamos con 1.350 extractoras de tipo canadiense -bastidor basculante con contrapeso- repartidas en un territorio de unos 3.000 kilómetros cuadrados. Antes de la revolución, producíamos 165.000 barriles de petróleo diarios pero hoy estamos en torno a los 50.000”, detalla Abu Muhamad desde el departamento de producción.
El ingeniero confirma que es el YPG quien protege los pozos y quien ha de repartir los salarios a final de mes. “Rumelán no es solo para los kurdos sino también para los árabes, los cristianos y para todos los sirios en su conjunto”, subraya.

Abu Muhamad compagina su labor técnica con el puesto de delegado del PYD en Rumelán. Recuerda que la reciente ocupación de la planta se acordó ya el pasado 1 de enero, en una asamblea celebrada en Derik, el pueblo cabeza de la región, a varias decenas de kilómetros más al norte.

 “Una interrupción en el suministro de petróleo sería catastrófica para la oposición”

Respecto a las supuestas reuniones secretas entre miembros de las tres fuerzas dominantes en el país, Muhamad se muestra tajante: “Ese es solo un rumor que circula desde hace una semana. Ni el YPG ni el PYD obtienen rédito económico de ningún tipo. Su único objetivo es que la planta siga funcionando en beneficio de todos”. ¿Podría una eventual interrupción en el suministro de petróleo acelerar el colapso del régimen que ansían tanto el ELS como los kurdos de Siria?

El principal delegado político en Rumelán tampoco vacila esta vez. “Una interrupción en el suministro sería catastrófica para nosotros”, avisa. “La oposición al régimen quedaría paralizada mientras que Damasco seguiría recibiendo combustible de Irán, Rusia y China”.

Iraq y el petróleo kurdo

Si la planta de Rumelán parece unir a los sirios y favorecer los acuerdos entre milicias kurdas y Ejército Libre de Siria – todos necesitan petróleo -, los yacimientos de Kirkuk en la frontera entre territorios kurdos y árabes en Iraq tienen el efecto contrario: están rompiendo la fragil unidad del país.

El gobierno del Kurdistán autónomo se queja de que la Administración central no aplica el reparto presupuestario acordado, por lo que gestiona y exporta por su cuenta los recursos petrolíferos de la zona bajo su control, pese a las protestas de Bagdad. “El Gobierno Regional Kurdo no recibe la cuota presupuestaria que le corresponde por lo que debemos exportar petróleo y gas por nuestra cuenta para cubrir las carencias económicas. Por otra parte, el artículo 112 de la Constitución iraquí autoriza al gobierno kurdo a explotar cualquier yacimiento nuevo encontrados en nuestro territorio”, asegura Jalid Shwani, diputado por Kirkuk del partido Alianza Kurda.

Las previsiones son sombrías, porque hay un conflicto a tres bandas: los kurdos quieren revertir el proceso de colonización árabe de una territorio que consideran suyo, los árabes suníes de la región han empezado a sublevarse contra el gobierno de Bagdad, dominado por chiíes, y finalmente están los turcomanos, etnia concentrado en Kirkuk, que reivindica sus derechos e intenta navegar entre los tres polos. En esto reciben el apoyo de Turquía, aunque Ankara también respalda al gobierno regional kurdo en su enfrentamiento con el poder central.

“El interés de Turquía en nuestro petróleo allana el camino para un encuentro entre turcomanos y kurdos”, cree Shwani. Aunque por el momento son empresas privadas turcas los que se interesan por los hidrocarburos y Ankara todavía no se ha lanzado a fondo, todo indicará que lo hará pronto: la única vía de exportación rentable para el petróleo de Erbil y Kirkuk pasa a través de Turquía y sus cercanos puertos mediterráneos. Un acuerdo beneficiará a ambas partes y apartará Bagdad del reparto.

“Las manifestaciones en las regiones suníes desde hace tres meses y la crisis en Siria están poniendo a Iraq al borde de un nuevo desastre. Si no se consigue aclarar a través del diálogo, será a través de las armas. De hecho, los kurdos ya nos estamos preparando para un nuevo conflicto armado. Todo apunta a que los suníes trasladarán la guerra a Iraq una vez haya caído el régimen de Asad en Siria”, prevé Shwani.