Entrevista

Charles Simic

«En política, el cristianismo es la tapadera de los sinvergüenzas»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 7 minutos
Charles Simic | Cedida
Charles Simic | Cedida

En sus memorias, recién aparecidas en España bajo el título Una mosca en la sopa (Vaso Roto), Charles Simić evoca la entrada de los soldados alemanes en su Belgrado natal, la huida a Austria junto a su madre y su hermano, y su llegada a Estados Unidos, donde se instalaría para convertirse en uno de los grandes renovadores de la lírica norteamericana.

Premiado con diversos honores, Simic se convirtió en 2007 en el ‘poeta oficial’ de Estados Unidos: fue elegido como ‘Poeta laureado consultor en poesía’ por la Librería del Congreso, un galardón que se otorga anualmente por méritos líricos.

Considerado estadounidense a todos los efectos por el público de aquel país —y probablemente lo sea también para sí mismo—, Simić (Belgrado, 1938), bautizado Dušan Simić, profundiza en estos recuerdos aparentemente desordenados en sus raíces europeas y en la sinrazón que llevó a una ciudad a ser arrasada tres veces en el último siglo, un espanto al que opone el misterio redentor de la palabra poética.

El autor de títulos como Desmontando el silencio, Las cuatro estaciones o La voz a las tres de la madrugada visitó recientemente España, donde tiene buenos amigos y un buen número de lectores fieles, y aceptó amablemente responder a las preguntas de M’Sur.

¿Para usted Serbia es una región tan remota como puede serlo la infancia, o todavía reconoce en usted algo de esa identidad?
Lo es y no lo es. Sé que gran parte de mi carácter se formó cuando vivía en Belgrado, durante la Segunda Guerra Mundial, sé también el influjo que tuvo mi familia en mi formación, y por supuesto, el de los amigos y otras personas que conocí antes de irme de Yugoslavia con quince años. Esa identidad está aún ahí, junto con 58 años en América, conviviendo casi totalmente con americanos y asumiendo cualquier identidad que pudiera surgir de ahí.

«Llegó un momento en mi vida en que me di cuenta de que era incapaz de tener una única identidad»

En sus memorias confiesa: “Nadie necesita un psicoanalista cuando se ha pegado la vida respondiendo a la pregunta ¿Usted qué es?” ¿Es más sano quien tiene personalidad múltiple?
Sí, siempre y cuando tus múltiples personalidades se lleven bien. Las mías lo hacen. Llegó un momento en mi vida en que me di cuenta de que era incapaz de tener una única identidad. Estaba bien amar con la misma pasión la ópera, el jazz, el country, el blues, el tango, el fado, el flamenco, las canciones gitanas rusas y húngaras, y muchas más, siempre emocionándome, y diciendo: sí, éste soy yo, ésta y sólo esta música transmite cómo me siento en realidad. Y ¡me olvidé de mencionar a los serbios, bosnios, macedonios, griegos, egipcios y chinos!

¿Qué es más determinante para la formación de una persona: cambiar de país o de idioma?
Adoptar y amar un idioma más que al tuyo propio. O haces eso, o nunca te encontrarás como en casa en otro país.

Dice también que hoy es imposible “afirmar que alguien posee un status especial en virtud de su condición de víctima”. ¿Es una velada crítica al Estado de Israel?
No sólo a Israel, sino a cualquiera que vaya diciendo que sólo porque han sufrido de verdad tienen derecho a hacer sufrir a los demás. Los serbios usaron ese mismo argumento en los años noventa.

¿Qué conlleva el hecho de ser oriundo de Belgrado, una ciudad que fue destruida cuatro veces en tres guerras a lo largo del siglo XX? ¿Pudo ver con distancia los bombardeos de los primeros años 90?

Ninguna distancia, en absoluto. Estaba aterrorizado. Sabía exactamente lo que ocurría, que estaban matando a inocentes, que los malos estaban sanos y salvos en sus refugios bebiendo whisky escocés y exquisitos vinos franceses.

Le he oído decir que los yugoslavos no lo cuentan como uno de los suyos. Y sin embargo, ha sido usted un gran traductor y divulgador de poetas de allí. ¿Es su manera de mantener el vínculo con su tierra de nacimiento?
No sólo eso, sino también se trata de un claro deseo de hacer que el trabajo de algunos de los mejores poetas esté disponible en inglés.

«Como muchos poetas americanos desde Whitman, no pertenezco a ninguna iglesia, ni ideología»

¿Quiénes son, a su entender, los grandes maestros olvidados de las lenguas balcánicas?
Ninguno está olvidado allí, sino que no son conocidos, o son poco conocidos en el extranjero. Creo que los poetas serbios Novica Tadic y Aleksandar Ristovic entrarían en esa categoría.

¿Qué cree que tiene en común con un escritor joven como Aleksandr Hemon, bosnio afincado en Estados Unidos después del conflicto de los Balcanes y, como usted, serbio y también escritor en inglés?
Soy un gran admirador de sus historias y novelas, pero no creo que tenga mucho en común con él. Tengo 73 años, vine a Estados Unidos en 1954, crecí hablando principalmente en inglés, viví muchos aspectos de la vida americana, he escrito y publicado poesía en inglés durante casi cincuenta años y mis poemas se estudian en escuelas infantiles, etc.

Usted tiene una concepción de la poesía como algo fuera de toda ideología, pero, ¿es posible escribir en este tiempo sin tomar partido, sin reaccionar ante lo que sucede?
Mis poemas siempre han reaccionado a lo que está sucediendo. Como muchos poetas americanos desde Whitman, no pertenezco a ninguna iglesia, ni me acojo a ninguna ideología ni divulgo ninguna idea colectiva sobre la verdad. Para mí los grandes poetas son espíritus independientes. Si no creyera eso, no merecería la pena hacer lo que hago.

Da la impresión de que el espíritu cristiano impregna política, cultura e incluso vida académica en Norteamérica. ¿Se respira más libertad en el Viejo Continente?
No creo que eso afecte a la vida académica ni cultural. Existen escuelas e institutos cristianos pero se encuentran sobre todo en el sur. Donde yo vivo, en Nueva Inglaterra, los vecinos de mi pequeño pueblo desconfían de la religión, porque ellos recuerdan los tiempos en que quemaban a las brujas aquí y marginaban a los herejes. En política, el cristianismo es la tapadera de sinvergüenzas y mentirosos para seguir robando y mintiendo a la gente que les elige.

Conocerá el chiste de la encuesta mundial de la ONU que fracasó porque todos los pueblos ignoraban algún concepto: los cubanos ‘opinión’, los europeos ‘carencia’… y los norteamericanos ‘el resto del mundo’. ¿Explica esto la política exterior estadounidense?
Conocemos muy poco y nos importa muy poco el resto del mundo. Mucha gente en América esta convencida de que somos la nación excepcional; los elegidos de Dios, designados para arreglar el mundo, y que por esa razón son admirados en todas partes excepto por unos cuantos lunáticos que están celosos de nuestra libertad y nuestros valores. Con una visión como ésta, no hace falta preocuparse de nadie más.

Para terminar, ¿qué puede aportar la poesía en estos tiempos revueltos?
Lo que ha ofrecido siempre: un ser humano hablando a otro ser humano y compartiendo su soledad.