Entrevista

Hamutal Bar-Yosef

«Un Estado normal no puede ser durante mucho tiempo un Estado de héroes»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 10 minutos
Hamutal Bar-Yosef | © Dan Porges / Cedida por Cosmpoética
Hamutal Bar-Yosef | © Dan Porges / Cedida por Cosmopoética

Córdoba | Octubre 2014

Es una de las poetas más reconocidas de Israel. A razón de tenacidad, cabe añadir: Hamutal Bar-Yosef (Galilea, 1940) empezó tarde en la literatura, a los 40 años, tras una vida entera de funcionara y profesora en el sector de la Educación. A los 74 años, su currículum vitae abarca 38 páginas, como apunta el diario israelí Haaretz: 14 libros de poesía y relatos, 12 libros de ensayos, decenas de traducciones del ruso, francés e inglés, críticas, investigaciones… así como 13 premios literarios y 10 académicos. Con este bagaje a cuestas, Hamutal Bar-Yosef leyó en octubre sus poemas en el festival Cosmopoética de Córdoba. En España tiene editado un poemario: El lugar donde duele (Vaso Roto Ed.), una antología de 2007 a 2010.

Literatura e investigación académica, eso ha llenado la extensa y muy activa vida de Bar-Yosef después de haber sido madre de familia con cuatro hijos, en la que ella fue no sólo la figura que aseguraban la economía del hogar, sino también las estructuras familiares autoritarias y tradicionales, frente a un marido inconformista, según el retrato de Haaretz. Finalmente, después de doctorarse en Jerusalén en Literatura Hebrea a los 44 años, empezó a dar clase en la Universidad Ben-Gurión del Néguev, donde es hoy catedrática emérita.

Nació en un kibbutz cerca del Lago de Galilea, por lo que su lengua materna es el hebreo, algo no demasiado habitual en su generación, nacida de padres que en su inmensa mayoría sólo habían llegado a Palestina en la década anterior, trayendo un sinfin de lenguas propias. Fue precisamente en los kibbutz donde se llevó a la práctica la educación de la infancia en un idioma recientemente revivido, que no era el de los padres.

«Hoy el hebreo es la lengua oficial, la de periódicos, taxistas y mercado. Esto no era posible cuando los judíos no tenían su estado propio»

Bar Yosef lo afirma con orgullo, subrayando que “hoy, el hebreo – el idioma del Antiguo Testamento – se habla en Israel como el castellano en España; es la lengua oficial, la de la mayoría, de periódicos, televisión, taxistas y mercado. Esto no era posible en el pasado, cuando los judíos no tenían su Estado propio”.

Ella tenía además la suerte de tener padres que ya utilizaban este idioma: “Aprendí hebreo de mis padres. Llegaron a Israel desde Europa del Este en 1936 y ya antes de inmigrar aprendieron a hablar y escribir hebreo”. Hoy, desde luego “hebreo es la lengua materna de la mayoría de los escritores, poetas y dramaturgos de Israel, diferente a lo que fue a principios del siglo XX”, recalca. “Hay unas pocas decenas de poetas en Israel que escriben en otros idiomas, sobre todo árabe, ruso o inglés, que son sus lenguas maternas, pero son una excepción”.

Le guarda un buen recuerdo al kibbutz: “Israel lo fundaron judíos que estaban hartos del antisemitismo. El sionismo lo crearon personas que querían sentirse a gusto con la cultura local y desarrollar sus logros. Muchos vinieron de Rusia, donde las ideas revolucionarias estaban en boga, así que – como hacen los judíos a veces – llevaron a la práctica las ideas de la iguadad, de las que los revolucionarios de Rusia no hacían más que hablar”.

“Eran idealistas”, insiste. “Los idealistas son gente especial. Me crié con ellos y creo que eran realmente héroes, especialmente en el sentido moral de la palabra”. ¿No es una pena que este idealismo igualitario de los kibbutz se fuera perdiendo y hoy sólo queden vestigios de ellos, perdidos en una sociedad capitalista como otra cualquiera? “No puedes esperar de un Estado normal que sea durante mucho tiempo un Estado de héroes. Sí, es una pena”.

También en otro aspecto, aprecia el legado de la vida en el kibbutz: en el de la total igualdad entre chicos y chicas que dominaba estos colectivos. “Te hace sentirte libre cuando estás con hombres, los ves como posibles amigos y hermanos, o más bien candidatos para juegos compartidos y aventuras”, recuerda.

«No lamento la suerte de las mujeres ultraortodoxas: ellas tienen sus beneficios»

Pero no comparte el rechazo visceral de muchos antiguos kibbutznik frente a los crecientes colectivos de judíos ultraortodoxos, que acaparan a menudo titulares por sus pretensiones de separar los autobuses por sexos o de delimitar playas separadas para mujeres y hombres. “Creo que en todo contexto cultural hay gente cruel y generosa, estúpida e inteligente, de miras estrechas o de mente amplia. Este abanico existe tanto en la sociedad ultraortodoxa como en la que no lo es”.

Va más allá: “No lamento la suerte de las mujeres ultraortodoxas: ellas tienen sus beneficios. Además, ahora mismo hay muchos cambios en la sociedad ultraortodoxa hacia el feminismo. No soy religiosa, pero respeto todas las religiones. Todas tienen buenas intenciones. El problema es la gente que las lleva a la práctica”. Y recuerda añadir: “He visitado el museo de la Inquisición en Córdoba…”

Entregada al piano durante su adolescencia, Hamutal Bar-Yosef sigue dedicándose a la música clásica y descarta con una breve frase la polémica sobre las pretensiones ultraortodoxas de impedir que haya cantantes mujeres en las orquestas clásicas que visitan. “Esto no forma parte de los valores israelíes. Forma parte del fanatismo, que es un fenómeno universal”.

El que Israel está virando a la derecha sí le preocupa. “Lo que hay es una frustración cada vez mayor respecto a las ideas de la izquierda, como la esperanza de una paz justa, un entendimiento mutuo… El gobierno actual lo eligieron quienes gradualmente habían dejado de creer en nada que no fuera el poderío militar como medio para la supervivencia nacional-cultural”, analiza.

Pero la culpa la busca fuera: “Israel, un país muy pequeño, está rodeado por países árabes más grandes, algunos de ellos más ricos que Israel. Estos países no quieren solucionar el problema palestino. Si quisieran, se habría podido resolver hace mucho”, asevera. Y rechaza rotundamente que no haber alcanzado la paz 66 años después de fundar la nación sea un fracaso de su bando. “¿Fracaso de quién? ¿De Israel? Es un fracaso de los países árabes de permitir que Israel exista”. Y en una comparación histórica algo llamativa: “Qué diríais vosotros si los musulmanes os acusaran de ocupar España y exigieran que se les devolviese”?

Para ella, la guerra de la independencia israelí son recuerdos muy personales. “Yo tenía ocho años en el momento en que se fundó Israel. Mi único hermano murió en 1948, junto con un 10 por ciento de la población judía, que en esta época no cifraba más de medio millón de personas. Era pocos años después del fin de la II Guerra Mundial y el holocausto, en el que mis padres perdieron la mayor parte de su familia”.

«¿Qué diríais vosotros si los musulmanes os acusaran de ocupar España y exigieran que se les devolviese?»

La muerte de su hermano, que la dejó profundamente afectada, probablemente no se debiera a una bala enemiga, averiguó Hamutal Bar-Yosef medio siglo más tarde, sino probablemente a un suicidio, quizás un accidente. Pero descarta la polémica sobre los suicidios en el Ejército de Israel, donde aparentemente varios reclutas acabaron con sus vidas tras participar en acciones de guerra como la última de Gaza. “Se suicida gente en todo el mundo, cuando siente que la vida es demasiado dolorosa para sobrellevarla. Tener un arma lo hace más fácil. Pero las estadísticas no demuestran que en el Ejército israelí haya más suicidios que entre los jóvenes de la misma edad en otros contextos, en contextos civiles, o en otros países. ¿Y qué pasa con Werther, con Anna Karenina, con Madame Bovary? La lista es larga ¿verdad?”

Desde su fundación en 1948, recuerda, “Israel tiene una guerra tras otra, muere mucha gente, pero las victorias no nos traen la paz, porque a la victoria se le llama ‘ocupación’, incluso después de que Israel diera áreas considerables a los palestinos, que nunca recibieron nada de sus ‘ocupantes’ anteriores: el imperio turco, Inglaterra, Jordania”.

Una vez puesta a defender su país, no para: “Israel está cansada de estas guerras y ha dejado de estar feliz o de estar orgulloso de las victorias, simplemente quiere paz, una vida normal. Luchamos todos los días para mantener nuestra vida tan normal como sea posible. Y pese a las guerras, las dificultades económicas y las oleadas de inmigrantes, Israel produce ciencia de gran nivel, tecnología, agricultura, literatura, música. El fracaso de crear la paz se debe a que los dirigentes árabes rechazan la normalización”, remacha.

«Cuando estoy en el extranjero, me siento más judía y más israelí que en Israel, donde simplemente soy una persona normal»

La prueba: “Los árabes que no huyeron de Israel en 1948 tienen una vida muy buena: son profesores de universidad, jueces, doctores. ¡Tantos estudiantes en nuestra universidad son palestinos! Sin embargo, en París he visto una manifestación contra universidades israelíes que no admiten a estudiantes palestinos. La propaganda árabe miente descaradamente. Por favor, venga a Israel y vea las cosas con sus propio ojos”, invita.

¿Es cansino ser una poeta, escritora, académica, y que en el extranjero siempre haya que dar explicaciones sobre la política de Israel, en lugar de hablar de literatura? Está acostumbrada, admite: “Cuando estás en el extranjero, tu identidad se perfila más. Cuando estoy en el extranjero, me siento más judía y más israelí que en Israel, donde simplemente soy una persona normal”.

No parece pesarle demasiado ser defensora de la visión nacional: “Es importante para mí contar a la gente, que en general tienen una información muy superficial y muy estereotipada – qué es lo que pasa en mi país. Este país que quiero de la manera en la que toda persona quiere su propio país, y todavía un poco más… precisamente porque los judíos no tenían su propio Estado durante tanto tiempo y están pagando un precio tan alto por tenerlo ahora. Este ‘lo’ en ‘tenerlo’ no es sólo el poder político: es el derecho a sentirse normal, lo cual no es posible cuando estás en minoría, aunque no sea una minoría perseguida”.

Antes de plantear qué podría significar esto para la minoría palestina en Israel, concluye: “Gracias por darme la oportunidad de expresar estos sentimientos”.