Opinión

Los infiltrados

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 9 minutos

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Mentir es pecado, dicen, pero no es delito. Mentir sobre refugiados, inmigrantes, islamistas, en fin, todo lo que en los viejos tiempos podíamos llamar “putos moros” sin quedar mal, incluso tiene aplausos. Pero vista la campaña exitosa que están montando desde las redes sociales y la prensa seria, con respaldo del Gobierno español, dan ganas de interponer denuncia por atentado contra la inteligencia.

Habrán ustedes visto la foto que circula por Twitter de un miliciano sirio barbudo y sonriente con kalashnikov y, al lado, otra foto donde un tipo que se parece vagamente, con gafas de sol, en camiseta verde, pide asilo en Europa. En una versión del montaje era un comandante del Frente Al Nusra, es decir Al Qaeda, que ahora se infiltra en Europa para cometer atentados. En otro, uno del Estado Islámico (ISIL), fotografiado en Macedonia o por ahí. En alguna dan hasta su nombre: Laith Abu Saleh. Suficiente para desmontar la calumnia en cuestión de segundos.

El fotomontaje era mentira cochina, convirtiendo a un combatiente antiyihadista en comandante del ISIL

Porque Laith Abu Saleh, el de la camiseta verde, figura en un reportaje de Associated Press firmado el 17 de agosto en la isla griega de Kos y es, según dice, un excomandante del Ejército Sirio Libre, que ha luchado contra Al Nusra y contra ISIL, antes de cansarse de la guerra. (Sobre la foto del miliciano al lado no sabemos nada porque AP no la trae).

Es decir que el fotomontaje es no sólo mentira, sino además mentira cochina, convirtiendo a un combatiente antiyihadista en comandante del ISIL. Pero ¿qué importa? El efecto ya se ha conseguido: los refugiados son yihadistas. Algunos. Muchos. Todos. Vienen a matarnos.

Para redondear la jugada, el periódico de extrema derecha británico Sunday Express ha desenterrado un reportaje del digital estadounidense BuzzFeed del 30 de enero pasado en el que un tipo que se identifica como operativo del ISIL asegura que está enviando a miles de yihadistas a Europa, mezclado con los refugiados en los cargueros que parten de Izmir o Mersin hacia Italia.

El Express desde luego se cuidó de mencionar que la frase tan bonita “espera y verás” había sido registrada hace ocho meses, y no ayer. Al igual que RT, el medio estatal ruso, que citó al Express y redifundió la historia, con gran éxito entre esa izquierda española que se sonrojaría de vergüenza ajena si viera una portada del Express – este periódico que en 2013 lanzó una petición pública de firmas, que tildó de “cruzada”, para impedir la entrada de rumanos y búlgaros en Inglaterra – pero que está encantada de difundir en sus perfiles a RT, que es ruso, es decir antiimperialista ¿no? Que además es pro-Asad, como corresponde a Moscú, y le conviene denigrar a todas las víctimas de la guerra siria como yihadistas, poco importa.

Parece que lo de asustar a los europeos se la pone dura a los yihadistas

Que la historia era poco verosímil tampoco le pareció importar gran cosa a nadie. El reportero, Mike Giglio, que entrevistó al supuesto operativo del ISIL, al menos apuntó que la cifra de 4.000 yihadistas enviados a Europa parece “inverosímil” por alta, pero en los titulares de Express y RT figura en el titular. En realidad es no sólo inverosímil sino un flagrante ejemplo de matemáticas milagrosas, dado que los tres o cuatro buques que han navegado de Turquía a Italia desde 2013 no han podido transportar siquiera un total de refugiados que alcanzase esa cifra. Probablemente partieran algunos más, pero su viaje se acabaría en las profundidades marinas.

Desde luego, muchos miles – quizás decenas de miles – de sirios se embarcan desde hace tres años en las costas turcas para llegar en lancha neumática a las islas griegas (aunque el mundo sólo se pareció enterar ayer). De eso no hablaba el supuesto operativo del ISIL: en diciembre y enero, cuando Giglio hizo la entrevista, lo guay, lo que vendía bien en la prensa europea, eran los viejos cargueros.

ISIL – o quienes usan su nombre: no olvidemos que hasta salir en la prensa se ha convertido en todo un negocio en el ámbito de los traficantes y milicianos sirios, gracias al oficio del ‘fixer’ periodístico – sabe cómo dar titulares. Y desde aquel mapa con Al-Andalus marcado en negro, que tan buena acogida tuvo en las redes, parece que lo de asustar a los europeos se la pone dura a los yihadistas.

Lo que me habría gustado es ver, además, la fetua de Al Bagdadi explicando a sus ovejitas que ahogarse en medio del Mediterráneo tras cinco días de ayuno en una bodega llena de orines es tan meritorio como atarse un cinturón de explosivos y hacerse estallar en un control de policía y que conlleva el mismo derecho a huríes. Y me recuerda vivamente aquella falsa entrevista al ISIL de un genial libanés que explicaba por qué los yihadistas aún no habían tomado Beirut: porque morir en un accidente de tráfico arrollado por el de la telepizza tiene mucho menos glamour que detonarse en un checkpoint enemigo.

Lo que no me explico aún es de qué le sirve a ISIL mandar a sus seguidores a ahogarse en el Mediterráneo.

Maletas enteras de pasaportes falsos se pueden comprar con el dinero que el ISIL gasta en vídeos

¿Tanto le sobran? ¿Son los inútiles, los que nadie quiere en una guerra? ¿Son la morralla de los miles de europeos que han llegado a Siria para afiliarse a la causa y ahora descubren que no hay ducha caliente en el paraíso? ¿Será una especie de sádica venganza del ISIL contra estos desgraciados? Porque simplemente para tener seguidores, carne de cañón barata, en Europa, no le hacían falta: simpatizantes del ISIL son lo que sobra en Europa. De ahí vienen.

Porque de una cosa podemos estar seguros. Si ISIL realmente planifica atentar en Europa y necesita para ello agentes formados, expertos en construcción de bombas o en logística, no se va a arriesgar a que la mitad se le quede por el camino, ahogado, enfermo, expulsado o en un campo de refugiados. ¿Sabe usted cuánto dinero cuesta rodar cada vídeo que ISIL difunde en internet? Maletas enteras de pasaportes falsos se pueden comprar con ese dinero. Pasaportes europeos. Que son los que usan hasta los refugiados sirios que pueden permitirselo.

Porque esta última y definitiva gloria de la estupidez: que el ISIL usará pasaportes sirios robados para enviar a sus agentes a Europa, como asegura la prensa española (incluida la seria), ésa no se la habrán creído ustedes ¿verdad? Da la casualidad de que los pasaportes sirios no sirven para viajar a Europa, porque Europa no da visados. Si sirviesen ¿creen ustedes que los refugiados sirios se ahogarían voluntariamente en el Egeo, se destrozarían los pies caminando por los montes balcánicos?

Intentan hacer olvidar que es Europa la que envía a yihadistas a Siria y no al revés

Ahora ¿creen ustedes que existe un funcionario de Interior lo suficientemente estúpido como para creer que ISIL puede enviar a sus agentes a Europa con pasaportes sirios, esos mismos pasaportes a los que su propio Ministerio no otorga visados? ¿Creen que existe un periodista lo suficientemente estúpido para creerlo?

¿No? Entonces, todo este montaje de refugiados en camiseta verde, de traficantes con buques, de pasaportes robados en Raqqa, sirve a un fin concreto: el de hacer olvidar a toda costa que ISIL somos nosotros. Que es Europa la que envía a yihadistas a Siria y no al revés. Porque es Europa la que desde hace décadas, por obra del dinero saudí y por gracia de los servicios secretos de todo el mundo, ha fomentado el ‘islam’ yihadista radical, ha aplaudido a sus predicadores, ha alimentado sus mezquitas extremistas, ha condecorado a sus fundamentalistas.

Pero esto, a Europa le conviene olvidarlo. Conviene seguir manteniendo, contra marea y razón, que los islamistas son los sirios, los desposeídos, los putos moros, y que vienen a invadirnos para cortarnos a todos la cabeza. Como en el año 711 ¿recuerdan? No, yo tampoco lo recuerdo. Pero al fascismo le gusta la historia, y si no existe, se la inventa.

El perfil de asesino es siempre el mismo: un joven nacido o criado en Europa o un converso

En realidad, salvo el de Atocha en 2004, ningún atentado que se recuerde en suelo europeo ha sido cometido por yihadistas recién llegados desde otros países. Ya sea Londres 2007, el asesinato de Theo van Gogh, la masacre de Charlie Hebdo y los demás tiroteos de Francia y los de Alemania, los atentados de Dinamarca o Suecia, hagan la lista, mírenlos uno por uno. El perfil de asesino es siempre el mismo: un joven o bien nacido en Europa o bien criado aquí, que descubrió tardíamente el islam radical. O bien es directamente un converso de familia cristiana, algo especialmente habitual en los atentados de Canadá y los de Estados Unidos, salvo el propio 11-S. Lo que nunca hay son recién llegados. Y menos, infiltrados entre refugiados.

Esta es la realidad. Pero es incómoda, porque obliga a Europa plantearse por qué ha aceptado con tanta diligencia el sucio trabajo de servir de caldo de cultivo para el islamismo violento, de criar yihadistas para su exportación. Es mucho más cómodo echar la culpa a los refugiados. Bastan algunos infiltrados en el Gobierno y la prensa para atentar contra el sentido común de todos nosotros.

Mentir no es delito. Negar la entrada a refugiados, ha recordado el ACNUR, sí lo es.

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