Recortes de Marruecos

por Juan María Rodríguez
Una estampa marroquí.Sombras.Encrucijada de color.De hombres y pájaros.Dos figuras en la noche.El avance del negro sobre el color.Silueta.El niño de la máscara.Silueta en la gruta.Hambre.Hora de Palacio.Padre, niño, cometa.La niña y el gato.Orador en la plaza.Anónimos.Tres mujeres.

El cazador de colores

Hay una pared. Es roja. Nada más. Pasa una mujer. No sucede nada. Tal vez pasen miles de mujeres. Hasta que durante un segundo se alinean las estrellas y entonces pasa una mujer con un velo negro. Las estrellas son el fulgor de un diafragma y, detrás, el de una retina. El diafragma pertenece a una cámara y la retina, a Juan María Rodríguez. Y entonces cristaliza en el aire un óleo de Paul Klee. Con su marco.

En Marruecos, eso es fácil, desde luego. Basta con peregrinar a un marabut y sacrificarle un chivo negro a Sidi Hamdouch para invocar la baraka del santo. O con atar una cintita al árbol de Lala Aicha. Y ya. En Marruecos, dicen, la magia existe. Y luego suceden esas cosas.

Sucede que siluetas y colores giran como en un caleidoscopio para formar la imagen exacta que cae en la emboscada que ha tendido, paciente, el fotógrafo. Rojo. Amarillo. Azul. Humo. Una capucha. Un velo. Una mano. Cometas y gaviotas. Atrapadas, todas, al vuelo.

Juan María Rodríguez (Almería, 1962) es el francotirador de los colores y las sombras. Como todo cazador, acierta porque conoce bien aquello a lo que dispara. Años de viajar por Marruecos, una y otra vez, sabiendo dónde pisa, donde poner el ojo antes de disparar.

[Ilya U. Topper]