Opinión

Agua bendita

Uri Avnery
Uri Avnery
· 8 minutos

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Apareció de la nada. Literalmente.

La Policía israelí necesitaba un nuevo comandante. El último había llegado al final de su mandato, varios oficiales de alto cargo habían sido acusados de abusar sexualmente de sus subordinadas, uno se ha suicidado tras ser acusado de corrupción. Entonces, alguien desde fuera era el más indicado.

Cuando Benjamin Netanyahu anunció su elección todo el mundo estaba atónito. ¿Roni Alsheikh? ¿De dónde demonios ha salido?

No parece un policía, excepto por su bigote. Nunca ha tenido la más mínima relación con el trabajo policial. Era, en realidad, el vicejefe secreto del Shin Bet, el servicio secreto interno.

Alsheikh es el primer jefe de la policía que viste una kipá. También el primero que ha sido colono

Las malas lenguas murmuraron que hubo una simple razón para ese extraño nombramiento: el jefe del Shin Bet estaba a punto de irse. Netanyahu no quiere que Alsheikh le sustituya. Entonces, optó por mandarlo a dirigir a la Policía.

El nombre Alsheikh es una corrupción del muy árabe término ‘el jeque’ (‘el viejo’). Su padre es de descendencia yemení, su madre es marroquí.

Es el primer jefe de la policía que viste una kipá. También el primero que ha sido colono. Por eso, todos estábamos esperando su primera declaración significativa. Llegó esta semana e iba sobre las madres en duelo por sus hijos.

El duelo, afirmó Alsheikh, es un verdadero sentimiento judío. Las madres judías guardan el luto por sus hijos. Las madres árabes no lo hacen. Es por eso que les dejan tirarle pierdas a nuestros soldados, a sabiendas de que ellos, probablemente, reciban un disparo.

¿Suena primitivo? Es porque es primitivo. También es bastante aterrador que nuestro nuevo jefe de la Policía, el hombre responsable de la ley y el orden, tenga tales percepciones primitivas.

Unos días después, nuestro ministro de Defensa,
Moshe Yaalon, que controla un imperio mucho más grande, repitió esa afirmación. El duelo árabe, declaró, no puede ser comparado con el duelo judío. Esto es porque los judíos aman la vida, mientras que los árabes aman la muerte.

Cuando nuestros valientes soldados (todos nuestros soldados son valientes) sacrifican sus vidas, es para defender la vida de nuestra nación, mientras que los terroristas árabes llevan a cabo misiones suicidas para ir al paraíso. Sus madres les animan. Así son los árabes.

En Israel no nos gusta usar la palabra “propaganda”: en su lugar, la llamamos “información” (hasbara)

Todos estos superpatriotas son demasiado jóvenes como para acordarse de que las madres judías en Palestina alentaron a sus hijos e hijas a unirse a organizaciones clandestinas para luchar contra la ocupación británica (una lucha por la vida, por supuesto). Tal vez, la Policía británica pensó lo mismo sobre las madres judías, olvidando que tan solo unos años antes, millones y millones de cristianos blancos europeos se sumaron a los ejércitos con la bendición de sus madres y se mataron unos a otros. Por la vida y por la libertad.

Cuando dos funcionarios de alto rango repiten, casi palabra por palabra, semejantes disparates sin sentido, solo podría haber una razón: están leyendo las “hojas informativas” enviadas a diario por la oficina del primer ministro a todos los ministros del Gobierno y funcionarios de alto rango. (En Israel no nos gusta usar la palabra “propaganda”: en su lugar, la llamamos “explicación”-hasbara, en hebreo-).

Unas palabras sobre la kipá del jefe de policía Alsheikh.

Cuando yo era un adolescente en Tel Aviv, casi nunca vi a alguien vestido con una kipá. Ni en el colegio (Lo abandoné a los 14, para buscarme las habichuelas), ni en el clandestino Irgun, ni en el Ejército vi a un compañero o un colega vestir dicho gorrito. La gente joven se avergonzaba de usarlo.

A día de hoy, casi la mitad de la gente en televisión lleva kipá con orgullo. Es cierto que algunos los usan de una manera o tamaño que haga que la cámara no pueda captarlos. Pero los asignados por el Gobierno lo llevan como una insignia de honor, para mostrar que son verdaderos creyentes de la ideología dominante. Como una estrella roja en China o una corbata en EEUU.

En los últimos meses, Netanyahu ha nombrado a nuevas personajes para algunos de los puestos más importantes del Gobierno. El jefe de Policía es el más insignificante. Uno es el fiscal general (llamado “asesor jurídico del Gobierno”), el funcionario del Gobierno más importante y con grandes poderes. Otro es el nuevo jefe del Shin Bet. A diferencia de cualquiera de sus predecesores, todos ellos llevan kipá.

Para explicar el significado de esto, uno debe entender la religión judía. Es bastante distinta, digamos, a la religión cristiana, y mucho más parecida al islam. Todo lo que se dice sobre la tradición judeocristiana está basado en la ignorancia.

El término hebreo para religión
es “dat”. Como el equivalente árabe “din”, que básicamente significa “ley”. El judaísmo es un conjunto de mandatos (613 solamente en la Biblia) impuestos por Dios. A cambio, Dios nos ha elegido “su” pueblo y nos “ha dado” la Tierra Santa. Uno no puede ser judío sin pertenecer al pueblo judío, que posee la Tierra Santa para siempre.

Los creadores del sionismo fueron devotos ateos, no creyeron en un Dios que “exiliara” a los judíos

Durante más de 2000 años, los judíos estaban repartidos por todo el mundo. Su cariño por la Tierra Santa era puramente espiritual. El pueblo judío era un concepto religioso.

Entonces llegó el sionismo. Fue inventado a finales del siglo XIX. Casi todos sus creadores fueron devotos ateos. Ellos no creyeron en un Dios que haya “exiliado” a los judíos.

Cuando yo era joven, nadie en este país habló de un “Estado judío”. Hablamos sobre un “Estado hebreo”. Un grupo extremista marginal (apodado “Cananeos”) incluso afirmó que nosotros somos una nación hebrea nueva, que nada tiene que ver con el judaísmo. La mayor parte de mi generación se mantuvo un tiempo en la misma línea, aunque no exactamente con esas palabras.

A menudo me preguntan por qué un militarista convencido como David Ben Gurion, el primer primer ministro y ministro de Defensa, eximió a los alumnos de religión del servicio militar. Mi explicación es bastante simple: al igual que la mayoría de nosotros, él creyó que la religión judía en este país estaba en vías de extinción. El sionismo la había sustituido. El nuevo pionero hebreo no necesitaba toda esta tontería religiosa.

Entonces vino la guerra de 1967, la victoria “milagrosa”, la conquista de todo el país hasta el río Jordán, con todos sus lugares sagrados. Lejos de morir, la religión judía resurgió de repente en una nueva vida. Ahora se está expandiendo rápidamente, la kipá puede verse por todas partes. Especialmente entre los colonos.

Esta rejuvenecida religión está estrechamente ligada a una ideología de extrema derecha, ultranacionalista, y antiárabe. Esa es la ola que Netanyahu, un no religioso, que no atiende a las normas kosher y que es un supernacionalista oportunista, está surfeando ahora. Prácticamente a diario -literalmente- aparecen nuevas leyes y proyectos de ley nacional-religiosos.

La izquierda guarda silencio o se mueve hacia la derecha para mantenerse a flote en el agua bendita

Un proyecto de ley dice que, en caso de duda, los jueces deben “consultar” la ley judía (la “halaja”). Esta antigua ley, que tiene 2.500 años, trata a las mujeres como inferiores y condena a los homosexuales a la lapidación. No tiene nada que ver con la vida moderna. Otro proyecto de ley permite a la mayoría de la Knesset expulsar del Parlamento a miembros elegidos que no reconozcan al Estado como “judío y democrático” (lo cual puede sonar contradictorio).

A los libros de texto en las escuelas laicas se les da un matiz religioso (pero aún no se les prendió fuego). A los profesores de mentalidad independiente se les despide. El ministro de Educación viste, por supuesto, una kipá. Seis miembros del prestigioso Consejo de Educación Superior han dimitido debido a los esfuerzos del Gobierno para rellenar ese honorable cuerpo con agitadores nacionalistas y religiosos.

¿Dónde está la supuesta “izquierda” en todo esto? Uno puede preguntarse con acierto. Son invisibles. A excepciones de unos pocos restos, junto a la facción árabe asediada, todos guardan silencio pensando que deben moverse hacia la derecha (también conocida como “centro”) para mantenerse a flote en el agua bendita.

No me sorprendería si una noche enciendo la televisión y – ¡sorpresa!- ahí está la cabeza de Benjamin Netanyahu adornada con una bonita y atractiva kipá.

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