Opinión

Esos antisemitas tan cómicos

Uri Avnery
Uri Avnery
· 10 minutos

opinion

 

Los antisemitas me divierten. Son tan cómicos.

Sé que mucha consideraría esta frase muy frívola, o incluso detestable, teniendo en cuenta todas las cosas terribles que han cometido los antisemitas a lo largo de los siglos, incluido el holocausto. Pero hoy día son simplemente ridículos.

Las cosas en las que creen. Las cosas que dicen. Ridículos.

Veamos por ejemplo el exalcalde de Londres, Ken Livingstone. Las cosas que dice son realmente ridículas. Incluso para un político.

Dijo, por ejemplo, que Adolf Hitler era un sionista o un admirador de los sionistas.

¿Hitler? ¿Sionista?

Algunos creen que Hitler perdió la guerra (y el dominio del mundo) a causa de su antisemitismo

Adolf Hitler odiaba de forma patológica a los judíos y todo lo que fuera judío. Su antisemitismo era, de hecho, tan central para sus creencias que se imponía a todo lo demás.

Cuando ya afrontaba la derrota militar final, aún seguía apartando trenes de las tareas militares esenciales y los destinaba a transportar a judíos a los campos de exterminio.

Algunos creen que perdió la guerra (y el dominio del mundo) a causa de su antisemitismo. Si los científicos judíos, como Albert Einstein, se hubieran quedado en Alemania, como patriotas alemanes, Hitler podría haber conseguido la bomba atómica antes que los americanos. Esto habría cambiado la historia del mundo.

Nadie sabe de dónde salía su odio a los judíos. Le caía bien el médico judío que trataba a su madre, a la que adoraba. Cuando aún albergaba el sueño de convertirse en un gran pintor, tenía un amigo judío y lo visitaba en su casa. En alguna parte de su camino se convirtió en alguien que odiaba a los judíos de forma extrema. Abundan las teorías, pero no hay aún una respuesta definitiva. Eso sí, ocurrió pronto, cuando aún vivía en Viena.

La idea de que esta persona pudiera ser, en cualquier momento, un admirador de los judíos sionistas es tan absurda que queda más allá de la imaginación.

Como muchas cosas absurdas, ésta también contiene un grano de verdad.

Antes del holocausto, los antisemitas querían echar a los judíos de Europa. La esencia del sionismo es conseguir que los judíos de todo el mundo vayan a Eretz Israel (Palestina). De manera que estos dos movimientos tan totalmente opuestos tenían algo en común.

Los antisemitas querían echar a los judíos de Europa y los sionistas, que todos fueran a Palestina

Theodor Herzl, el fundador del movimiento sionista, se dio cuenta de esto desde el principio. Fue a la Rusia zarista y antisemita para convencer a los políticos en el poder para que le ayudasen, prometiéndoles que los liberaría de sus judíos.

Con el paso del tiempo se llevaron a cabo muchos esfuerzos de este tipo. Uno poco conocido tuvo lugar en vísperas de la II Guerrra Mundial cuando el movimiento clandestino sionista Irgun (Organización Nacional Militar, con su nombre completo), concluyó un acuerdo con la cúpula antisemita del Ejército polaco. En Polonia se establecieron centros de entrenamiento militar para jóvenes judíos, con el objetivo de prepararlos para una invasión de Palestina, de manera que los judíos polacos pudieran trasladarse allí. La guerra interrumpió esta iniciativa.

Al mismo tiempo, el tristemente famoso Adolf Eichmann estaba muy ocupado en Viena, “resolviendo la cuestión judía”. Les robaba a los judíos todas sus propiedades y les permitía emigrar. Más tarde, cerca del final de la guerra, hizo una oferta absurda a los líderes sionistas en Budapest: Si los Aliados enviaban diez mil camiones a la Alemania nazi, pondría fin al exterminio de los judíos húngaros (diez mil judíos al día). Mi opinión es que esto fue en realidad parte de un esfuerzo camuflado de Heinrich Himmler para alcanzar una paz por separado con los Aliados occidentales.

La Alemania nazi firmó un acuerdo con dirigentes sionistas para transferir bienes judíos a Palestina

Después de haber sido secuestrado en Argentina y encerrado en una prisión israelí, Eichmann escribió una autobiografía fascinante en la que dice que siempre había preferido a los sionistas a los demás judíos porque representaban la sustancia biológica más positiva de los judíos.

La conexión más directa entre nazis y sionists se produjo en un momento temprano. Cuando los nazis llegaron al poder en Alemania, a inicios de 1933, los judíos norteamericanos declararon un boicot de los bienes alemanes. Los nazis respondieron con un boicot de un día de los negocios judíos en Alemania. (Lo recuerdo, porque mi padre me hizo quedarme en casa ese día).

Al mismo tiempo se firmó un tratado oficial entre la Alemania nazi y los dirigentes sionistas. Se llamaba “Transferencia” (ha’avara en hebreo). Bajo ese acuerdo, los judíos alemanes ricos tenían permiso de “transferir” parte de su dinero a Palestina en forma de bienes alemanes. Esto iba contra el boicot antialemán, pero era una gran respaldo para la economía judía en Palestina, que luchaba por sobrevivir.

Esto sigue siendo hasta hoy un capítulo histórico controvertido. Los sionistas de la derecha condenaban el acuerdo, aunque ellos mismos fueron acusados de “fascistas” por los sionistas izquierdistas que dominaban la sociedad sionista en Palestina. El acuerdo, desde luego, ayudó a la economía sionista a sobrevivir hasta que estalló la II Guerra Mundial y el enorme Ejército británico en Egipto necesitaba desesperadamente todos los productos que pudiéramos producir.

Todos estos sucesos no llegaron a traducirse en una conciliación entre los sionistas y los nazis. La idea misma es, bueno, ridícula.

Hasta la II Guerra Mundial, Hitler no podía ni soñar con matar a los judíos de forma masiva. Era impensable. Tenía que contentarse con expulsarlos de Alemania, o de Europa, como ya había ocurrido varias veces antes: en España, en Inglaterra y en otros muchos lugares.

El destino obvio era Palestina, pero Palestina estaba bajo el mando de Gran Bretaña, que sólo permitía la entrada de unos pocos judíos, por miedo a la reacción de los árabes. En esa época ganó popularidad otra idea entre la cúpula nazi: transportar a todos los judíos a Madagascar, que era parte del imperio francés. No se hizo realidad.

El antisemitismo es tan antiguo como la cristiandad, y ha sido parte integral de la religión

Todo esto cambió por completo cuando estalló la guerra. Llegó una nueva realidad. Con la invasión de la Unión Soviética por parte de la Alemania nazi en 1941, la vida se volvió muy barata. Las Convenciones de Ginebra sobre normas civilizadas de la guerra se tiraron a la cuneta. Cientos de miles de personas, y luego millones, se masacraron unos a otros.

Para Hitler, esto creaba una oportunidad en la que quizás antes ni se habría atrevido a pensar. En lugar de trasladar a los judíos, se podía matarlos. Eso era el principio del holocausto, con fusilamientos masivos, muerte por hambre, enfermedades y al final, las cámaras de gas.

No necesitaba que nadie le incitara. La historia, recientemente difundida por ahí, de que se lo pidió el hadch Amin al Huseini, gran muftí de Jerusalén y un semita como Alá manda, es tan ridícula como todas las demás.

Hitler no tenía una mente original. No había nada realmente nuevo en su visión.

El antisemitismo es tan antiguo como la cristiandad. Durante mucho tiempo fue parte integral de la religión y tal vez lo siga siendo.

Yeshua ben Josef, conocido como Jesucristo, era judío. Cuando lo crucificaron por blasfemia, un pequeño grupo de seguidores en Jerusalén mantenía vivas sus enseñanzas. Fueron perseguidos por la sociedad dominante judía en Jerusalén y así nació una odio fanático entre los dos bandos.

Hay media docena de ejemplos de dirigentes musulmanes que maltrataron a los judíos… en 1.400 años

Esto se habría quedado en una anécdota histórica si no hubiera ocurrido algo extraordinario. Con la ayuda de otro rabino judío, Saúl, que cambió su nombre y se hizo llamar Pablo, los seguidores de Jesús se convirtieron en una religión mundial. La antigua cultura de muchos dioses se derrumbaba. La religión abstracta judía atrajo a muchos patricios, pero a las masas de esclavos y proletarios les hechizaba la historia del hijo de Dios crucificado y su madre virgen. El cristianismo ganó la partida, y así ganó el odio a los judíos.

Estoy convencido de que los niños y niñas cristianos que en su infancia hayan sido expuesto a la horrenda historia de los judíos clamando por la sangre del amable Jesús nunca se podrán liberar del todo de su odio a los judíos.

De hecho, el odio a los judios ha sido un elemento del cristianismo a través de los siglos. Las expulsiones masivas, las masacres de los judíos por los cruzados en Alemania y Palestina, la Inquisición española, los pogromos rusos, el holocausto y otros sucesos innumerables acompañan la historia judía. (Lamentablemente, esto no inmunizó a los judíos del Israel moderno contra las expresiones de odio hacia otros).

Quiero subrayar de nuevo que nada similar a todo esto ocurrió en los países musulmanes. Cuando, hace poco, dije esto, algunos profesores de origen judío oriental me atacaron, furibundos. Enumeraron media docena de ejemplos de dirigentes musulmanes que habían maltratado a los judíos. ¡Media docena en 1.400 años! Parece como si algunos judíos orientales envidian a los judíos europeos por sus sufrimientos y quieren competir con ellos, también en este campo.

‘Pogromo’ no es una palabra árabe. Es rusa.

Volviendo a los antisemitas de hoy día: Uno podría haber esperado que después del holocausto, simplemente desaparecerían. Pero están aquí de nuevo, bajo múltiples formas y disfraces.

Uno puede ser antiisraelí o antisionista; no tiene nada que ver con ser antisemita

No es tanto lo que dicen. Es el tono el que hace la música.

Uno puede debatir sus argumentos. Claro. Hay algunos hechos desagradables que están ahí. Claro. Pero lo que cuenta es la música. Ah, la música.

Uno puede ser antiisraelí. ¿Por qué no? Uno puede condenar la política de los gobiernos israelíes sucesivos. Yo lo hago. Uno puede ser antisionista. Aunque en ese caso tiene que aclarar qué tipo de sionismo es el que detesta. Pero todo eso no tiene nada que ver con el antisemitismo verdadero, como Dios manda.

Alguien que tenga una disposición mental auténticamente conspiratoria – de la que yo, lamentablemente, carezco – podría argumentar que a los antisemitas de hoy los financian los sionistas astutos, para conseguir que los judíos dejen los lugares donde viven y se vayan todos a Israel.

Por el francés que escucho hablar hoy en las playas de Tel Aviv, me parecería que tienen bastante éxito.

¿Te ha interesado esta columna?

Puedes ayudarnos a seguir trabajando

Donación únicaQuiero ser socia



manos