Reportaje

Cristianos contra el Daesh

M'Sur
M'Sur
· 8 minutos
Iglesia de San Jorge en Qabr Shamiya (Hasaka, Siria). Abr 2016 | © Darío Ibañez
Iglesia de San Jorge en Qabr Shamiya (Hasaka, Siria). Abr 2016 | © Darío Ibañez

Tel Tamer (Siria) | Abril 2016

Una a una, las 35 aldeas cristianas asirias de la rivera sur del rio Jabur, en la provincia de Hasaka en el norte de Siria se han ido transformando en poblados fantasma. Estas fértiles tierras agrícolas han estado habitadas por gentes sencillas, en su mayoría campesinos que trabajan la tierra y se dedican al pastoreo de ovejas. En la primavera de 2015, los yihadistas del Estado Islámico ocuparon las aldeas cristianas a lo largo del río Jabur, donde quemaron iglesias antiguas y asesinaron a decenas de asirios.

Estos pueblos abandonados están ahora bajo la protección del Consejo Militar Siriaco, el principal grupo armado asirio bajo el paraguas de las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS), un conglomerado de milicias encabezado y dominado por las YPG, las fuerzas kurdas.

«Los árabes y los kurdos nos han traicionado. Si los cristianos no nos defendemos, nadie lo hará»

Los diversos grupos de autodefensa popular surgieron por iniciativa de los propios aldeanos para defender sus tierras y proteger al cristianismo, tan amenazado en esta región de Oriente Medio. Además del mencionado Consejo, las milicias siriacas Sutoro patrullan las aldeas.. Operan junto a la fuerza de policía y de seguridad kurda, conocida como asayish.

Los asirios son una de las comunidades cristianas más antiguas que habitan estas tierras bañadas por los ríos Éufrates y Tigris. A pesar de pertenecer a una civilización milenaria, los asirios han sido durante siglos parias en Oriente Medio. “No hemos tenido más remedio que tomar las armas. Los árabes y los kurdos nos han traicionado muchas veces. Si los cristianos no nos defendemos, nadie lo hará por nosotros”, sentencia el comandante Daud Yendo, de las Fuerzas Natura de Tel Yazira.

La mayoría de los 120.000 asirios que habitaban en Hasaka antes del inicio del conflicto sirio en marzo de 2011 ha huido de Siria por la violencia provocada por los ataques de grupos terroristas islámicos. Y la Iglesia Asiria teme que los pocos cientos de asirios que quedan en la región acaben sumándose a la diáspora mientras sigan sintiéndose amenazados por los yihadistas.

La diáspora asiria está ofreciendo un gran apoyo a quienes se han quedado, contribuyendo con dinero, ayuda humanitaria, e incluso municiones y armas modernas para equipar a las fuerzas asirias que combaten a los extremistas radicales.

Voluntarios no faltan. La propia hija de Daud Yendo se ha unido a las fuerzas de Natura. Somo apenas tiene 14 años, pero como la mayoría de los niños en edad escolar hace años que ha dejado la escuela.

“A veces echo de menos ir al colegio. Me gusta estudiar, pero ahora lo único importante es proteger nuestras aldeas e impedir que los combatientes del Daesh vuelvan otra vez”, señala con voz decidida la niña.

«Los cristianos tienen miedo de regresar a sus hogares porque no confían en sus vecinos»

Cuando el Estado Islámico comenzó a expandirse por todo el territorio de norte de Siria cerró las escuelas, quemó todos los libros de texto del gobierno sirio, y expulsó a los profesores. Además, muchas de las escuelas están destruidas y las que no están dañadas siguen abandonadas. Antes de huir, los yihadistas esparcieron explosivos dentro de las aulas y en el recinto escolar, que todavía no han sido desactivados por las fuerzas kurdas.

“Los cristianos tienen miedo de regresar a sus hogares porque no confían en sus vecinos musulmanes. Nos han traicionado”, critica Yendo.

El 23 de febrero de 2015 el Daesh secuestró a más de medio centenar de cristianos, la mayoría ancianos, en la localidad de Tel Yazira. Otros 150 fueron capturados en Tel Shamiram y otras aldeas aledañas a Tel Tamer.

“Llegaron por sorpresa de madrugada. Nos rodearon con armas. Hubo familias que pudieron huir, otras no corrieron la misma suerte. Entraron en las casas y se llevaron a los ancianos. Varios hombres violaron a una chica y al día siguiente la crucificaron y junto a la cruz colocaron las cabezas decapitadas de 17 hombres que habían tomado como prisioneros”, explica el comandante asirio, recordando los detalles de aquella pesadilla.

“Si los kurdos hubieran protegido nuestras aldeas, nada de esto habría sucedido”, sentencia Yendo.

“Ahora tenemos nuestras propias milicias cristianas para proteger a nuestra gente y a nuestra fe”, insiste el comandante, que recuerda que “tan solo unos miles de cristianos siriacos permanecen en Siria e Iraq” .

Muchas de las viviendas vacías de Tel Yazira han sido quemadas por dentro. Estas imágenes apocalípticas contrastan con bucólico paisaje del pueblo, sus arboledas, mantos de flores y el cantico de los pájaros.

La iglesia de Mariam Al Adra en Tel Ruman es uno de los pocos templos cristianos que se conserva intacto de toda la región del sur del rio Jabur. Por su ubicación estratégica, Tel Ruman es muy importante para las fuerzas kurdas ya que conecta con Hasaka, que es la capital de la provincia homónima. Por ese motivo, defendieron la localidad con “sangre y fuego” para impedir el avance de las huestes yihadistas.

En la iglesia de Mariam Al Adra no hay sacerdote que oficie misa. Los únicos feligreses que se adentran en ella visten ropa militar, y llevan cruces tatuadas. “Estamos aquí para defender nuestros pueblos”, insiste David.

El Daesh redujo a escombros la iglesia de Tel Faida con fuego de artillería de tanque

Los dos hermanos de David murieron defendiendo Tel Ruman. “Uno de mis hermanos recibió un disparo de un francotirador cuando su escuadrón estaba protegiendo nuestra iglesia. El otro fue alcanzado por un mortero que le atravesó el pecho”, relata el miliciano de las FDS.

La iglesia de Tel Faida ha quedado reducida a una gigantesca montaña de escombros y amasijos de hierros calcinados. El Daesh demolió el templo con fuego de artillería de tanque. Al regresar a sus aldeas los cristianos se han encontrado con esta realidad desoladora.

El Daesh tomó como base de operaciones la aldea de Qabr Shamiya. Un río atraviesa el pueblo, partiéndolo en dos mitades. Los yihadistas se atrincheraron en la orilla occidental porque es de más difícil acceso. Detrás de la vivienda de Munir, un asirio miembro de los Comités de Jabur, hay un pequeño cobertizo que sirvió de almacén de artefactos explosivos caseros. Todavía quedan allí una docena de estos mortales explosivos que mataron a uno de los hijos de Munir. Los yihadistas minaron el rio, donde el pequeño había ido a jugar y pisó una de estas minas que estaban enterradas.

Amer, el compañero de Munir, nos lleva hasta una zona de campo abierto, donde los yihadistas cavaron un túnel subterráneo de hasta siete kilómetros de largo que conectaba con otras aldeas para pasar armas y explosivos.

Las familias que huyeron de la zona, y que se encuentran ahora refugiadas en la ciudad de Hasaka o el vecino Qamishli, no van a volver a sus hogares “porque tienen miedo de que el Daesh, antes de huir, hubiera colocado trampas explosivas en sus casas”, enfatiza Amer.

Antes de irse, los yihadistas conectaron los explosivos a un cable que recorría toda la aldea

Munir explica que los radicales habían plantado explosivos por todo el pueblo. Cuando los yihadistas se marcharon conectaron los explosivos a un cable que recorría toda la aldea hasta una antigua iglesia. Dentro del templo encontraron el detonador de explosivos.

En la entrada norte de Qabr Shamiya han levantado trincheras y han cerrado la carretera con una valla de metal con alambre de espino y cristales en el cemento. El camino va a dar a lo que queda de la iglesia de San Jorge. Con saña, los radicales islamistas destrozaron el templo. A mazazos destruyeron el campanario y derribaron la cruz de hierro. Del exterior del templo no queda nada, únicamente la estructura. El interior es un amasijo de hierros, polvo y ceniza. La iglesia fue devorada por las llamas.

En los muros de las calles desiertas de Tel Yazira todavía se conservan restos de la enseña negra del Daesh con el circulo blanco en medio en el que está escrito la shahada (profesión de fe) islámica: “No hay más dioses que Dios y Mahoma es su profeta”. Los yihadistas ocuparon durante dos meses esta aldea, en la que vivían unas 100 familias asirias.

De la antigua iglesia de Tel Yazira solo queda en pie una columna. Sobre el pilar, los yihadistas dejaron escrito un mensaje de advertencia en árabe: “Para los adoradores de la Cruz”.

·

¿Te ha interesado este reportaje?

Puedes ayudarnos a seguir trabajando

Donación únicaQuiero ser socia



manos