Reportaje

Imam, gay y argelino en Europa

Imane Rachidi
Imane Rachidi
· 10 minutos
Ludovic-Mohamed Zahed rezando en Rennes, Bretaña (2013) | © L-M. Zahed / Facebook del imam (Cedido).
Ludovic-Mohamed Zahed rezando en Rennes, Bretaña (2013) | © L-M. Zahed / Facebook del imam (Cedido).

La Haya  | Mayo 2016

Un apóstata homosexual para unos y un imam tolerante para otros. Sus actos de rebeldía le han costado intimidaciones de los salafistas y amenazas por parte de algunos argelinos, que quieren retirarle la nacionalidad porque es un “hijo del infierno”. Ludovic Zahed, argelino nacionalizado francés, de 37 años lleva años batallando contra el ala más conservadora del islam desde su juventud. Tenía poco más de 20 años cuando reconoció públicamente su homosexualidad, y decidió compaginarla con la religión. Mahoma era un rebelde, dice, y por eso, “hoy en día casaría homosexuales, sin duda alguna”.

Nacido en Argel en 1978, Mohamed Lotfi Zahed – añadió ‘Ludovic’ a su nombre al nacionalizarse francés con 20 años – era en su adolescencia miembro de grupos salafistas argelinos. Ahora viaja entre capitales europeas para educar en la tolerancia a los refugiados musulmanes llegados en los últimos años a Europa.

“El llamado deber de matar a los homosexuales y transexuales es una mentira»

“El llamado deber de matar a los homosexuales y transexuales es una mentira. Fue inventado por aquellos que representan unas ideas muy dogmáticas y extremistas. El islam es una religión de respeto y tolerancia. El profeta Mahoma recibió en su casa a hombres afeminados, sin deseo hacia las mujeres”, sentencia este imam. Según él, lo que el Corán condena son las “practicas sexuales violentas, paganas, de dominación de los demás, o inhumanas, como la violación”. El libro sagrado del islam no hace mención a la homosexualidad, constata, y “ni de lejos dice eso que muchos afirman: si encuentras a dos personas del mismo sexo manteniendo relaciones, mata a activos y pasivos”.

De camino a Berlín, donde dará su siguiente curso, Zahed explica que hay unos 3.500 musulmanes homosexuales en la capital alemana, de los cuales una parte importante son refugiados “acosados por las amenazas de sus compañeros”, pero que tampoco “viven en paz consigo mismos”. Según este imam, muchos tienen remordimientos de conciencia, provocados por la presión social y religiosa. “Vienen de sociedades inestables, donde son víctimas de la hostilidad islamista, al igual que las mujeres o las minorías étnicas”, detalla. Su lucha, dice, es contra la islamofobia y la homofobia, dos caras de la misma moneda, y grandes protagonistas de nuestros días.

Da cursos para ayudar a refugiados homosexuales a vivir en paz con los demás y consigo mismo

“Desde su infancia, son educados y se les inculca la idea de que la homosexualidad está prohibida por el islam, pero Alá no dice nada contra nosotros en el Corán”, relata. Recuerda los ataques registrados en centros de refugiados en países europeos, donde muchos homosexuales han sido agredidos e incluso amenazados de muerte. Con sus cursos, bajo nombres como “Deconstrucción de la homofobia”, quiere lograr que los refugiados, procedentes de países conservadores de Oriente Medio, puedan vivir en paz con los demás y consigo mismos, con su religión y con la homosexualidad como una realidad. Advierte de que él no les explicará “cómo deben comportarse”, sino que en el islam “toda orientación sexual” es bienvenida.

Mezquita inclusiva

Desde principios de año, Alemania abrió varios centros de acogida aislados para lesbianas, gays, transexuales y bisexuales para evitar que sean acosados y discriminados por sus compañeros en otros albergues. Los Países Bajos sigue debatiendo si seguir estos pasos o no, pues muchos de sus políticos consideran que sería “darle la razón a los radicales”, como dijo el primer ministro neerlandés, Mark Rutte.

Michil Satel, nacido en Alepo hace 30 años, confirma estos ataques que han recibido él y algunos de sus compañeros homosexuales. “Tengo miedo porque me han amenazado de muerte. Hacen pis en mi cama, tiran restos de comida y basura, y me dicen que debo ir al infierno”, relata, nervioso, este joven sirio que llegó a Holanda el pasado noviembre y que se encuentra ahora en un campamento de refugiados en la frontera con Alemania, a la espera de su documento de asilo que le permita moverse.

Los salafistas de Argelia le han amenazado y han pedido que se le retire la ciudadanía

Zahed se muestra bastante optimista al respecto. Aunque no todo está hecho, “las minorías sexuales están dejando de ser victimas de la caza de brujas”, dice este religioso. Tiene claro que “ni siquiera el propio profeta Mahoma sería homófobo” si existiese hoy en día, y lo que es más, “bendeciría matrimonios entre parejas del mismo sexo”. Él mismo lo hizo: viajó a Estocolmo en 2014 para asistir a la boda de dos mujeres iraníes, una de ellas con una enfermedad genética. Fue un “atrevimiento” que ha irritado, y mucho, a los fundamentalistas.

Este escándalo llegó a oídos de los salafistas de Argelia, su país de origen, quienes le han amenazado y han pedido que se le retire la ciudadanía. Le han calificado de “apóstata homosexual”, aunque él hace caso omiso a esas palabras. “Esa boda fue realmente una bendición. Es una gran historia y para mi era la pareja perfecta unida por un imam”, cuenta. La unión religiosa complementa el matrimonio civil que esas dos mujeres llevaron a cabo con anterioridad en Suecia.

Ya en 2012, Zahed había abierto en París la primera mezquita inclusiva en la que son bienvenidos todos los musulmanes, independientemente de su tendencia sexual o su forma de vestir. Hombres y mujeres rezan juntos, en el mismo espacio – normalmente se establecen recintos separados – y ellas no necesitan llevar un velo que cubra su cabello, como es norma en las demás mezquitas.

Es consciente del riesgo y no olvida las amenazas que recibe de las alas más conservadoras, pues una acción así ha sido considerada como una herejía por los que le rodean. “Hay quien intenta imponer una representación dogmática y totalitaria de nuestra tradición, pero cada vez más somos un movimiento internacional más organizado y nos estamos asociando con otra gente y fomentando la creación de mezquitas inclusivas e igualitarias en países de todo el mundo”, explica.

“Mi padre me dijo que lo sospechaba desde hacía tiempo. Mi madre necesitó más tiempo»

Cuando su comunidad se dio cuenta de que Zahed intentaba transmitir un mensaje de tolerancia y apertura, “la gente empezó a venir”. “Pidieron que les casara, que rezara por los muertos, que diera fetuas (dictámenes religiosos)”. Aunque no todo eran agradecimientos: también recuerda los insultos y las amenazas.

Zahed hizo pública su homosexualidad a los 21 años y, entonces, decidió afrontar la realidad con su familia. Aunque ya había vivido de niño en París con sus padres, regresó con ellos a Argelia cuando era un adolescente. Sólo con 19 años, tras su paso por el salafismo, el joven volvió a Marsella donde acabó obteniendo la nacionalidad francesa.

“Mi padre me dijo que era algo que sospechaba desde hacía tiempo. Mi madre necesitó mucho tiempo para entender que lo mío no es una perversión, ni un desequilibrio. Al final, me dijo que aceptará a mi marido si un día me caso, y así fue”, afirma. En 2011 encontró en Sudáfrica a un hombre con el que se acabó casando. Un año más tarde pudo registrar la unión en Francia, si bien en 2014, ambos iniciaron un proceso de divorcio.

Encontró a su primer amor en la escuela de los salafistas de Argel donde estudiaba el islam

Este antropólogo y teólogo de carrera, que ha escrito varios libros, entre ellos Le Coran et la chair (El Corán y la carne, 2012) tuvo sus primeras experiencias sexuales varios años antes de decidirse a hablar con sus padres. Su primer amor lo encontró en la escuela de los salafistas de Argel donde estudiaba el islam. Era una relación imposible en el seno de la hermandad religiosa. Allí los dos leían el Corán, rezaban cinco veces al día y soñaron con dedicarse a la religión. Zahed decidió convertirse en un imam, un erudito musulmán, y estudiar en La Meca. Su amor, salafista, tomó otro camino, rechazando la más mínima posibilidad de mantener una relación. Eso fue el principio de las dudas que le llevarían a abandonar el islam y echarse nuevos amigos.

“A los 19 años, mi pareja de entonces, poco honesta, me contagió el VIH. Nadie es culpable por ser seropositivo, y no es un castigo como algunos dicen por la perversión”, cuenta Zahed en referencia a una etapa de su vida preuniversitaria, en la que decidió afeitarse la barba y dejar de rezar. Optó por sustituir ese mundo por la fiesta y las drogas, lo que le hizo vivir malas experiencias, de las que sacó muchas cosas positivas. “Hay muchísimas personas infectadas con el sida, pero hay que ser honesto en la relación y contarlo. Cuando miro atrás, me doy cuenta de todo lo que aprendí de aquella historia”, advierte Zahed.

Grupos como Daesh son “un engendro nacido de la crisis del islam” denuncia Zahed

No obstante, esa experiencia de su vida, dice, no hizo más que reafirmarle en su decisión de dedicarse a la religión. Conoció el budismo, en el que se sintió un rato integrado, pero tras cierto tiempo y reflexión volvió a abrazar el islam para ser un líder de esta religión. Eso sí, uno distinto. En su lucha han irrumpido muchos inconvenientes, entre ellos la islamofobia y el terrorismo. Las aterradoras imágenes de los extremistas del Estado Islámico lanzando a jóvenes desde lo más alto de los edificios como castigo por su homosexualidad son de las acciones que “más duelen” a Zahed porque “es precisamente contra el extremismo contra lo que siempre” ha estado luchando.

Recuerda que el islam “prohíbe claramente el terrorismo” y define esta religión como una de “paz”. Grupos como Daesh son “un engendro nacido de la crisis del islam”, considera, tras una enérgica condena. “Muy satisfecho con todo el camino” que ha recorrido desde que hizo pública su homosexualidad, asegura que no va permitir que nadie, “ni el fascismo intelectual ni el terrorismo” acaben con sus logros.

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