Crítica

La pasión alemana

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 5 minutos

Sabahattin Ali
Madona con abrigo de piel

Género: Novela
Editorial: Salamandra
Páginas: 222
ISBN: 978-84-9838-834-3
Precio: 18 €
Año: 1943 (2018 en esta edición)
Idioma original: turco
Título original: Kürk Mantolu Madonna
Traducción: Rafael Carpintero

 

Es un clásico; los clásicos se pueden permitir plantear una vida equivocada, un destino triste debido a un error cometido, un castigo por el crimen de haber dudado. Un clásico se puede permitir una frase como “La vida es una partida que solo se juega una vez, y yo he perdido”. Un clásico se puede permitir hacer llorar.

Un clásico se puede permitir también una estructura clásica: un relato marco, que primero, durante una decena de páginas, introduce al primer narrador y aprovecha, de paso, para caracterizar con unos trazos bastante adustos la sociedad turca de la época; hablamos de los años cuarenta: un desempleo generalizado, el hábito de buscar trabajo llamando a puertas de conocidos que han llegado más alto y son capaces, por conmiseración o por sentir que han hecho una buena obra, de pagar un sueldo a alguien sin necesitarle. Una sociedad, pues, en la que uno aprende no valer nada, aprende a ser siervo y plegarse a los jefes, a cumplir las normas y reglas que vienen impuestas porque las cosas son así, aprende a sobrevivir. Una sociedad triste.

Traza una sociedad adusta, en la que uno aprende no valer nada, a ser siervo, a sobrevivir

Esta sociedad triste enmarca la vida de Raif Efendi, un traductor perfectamente adoptado a este ambiente: callado, servil, solícito, gris. No solo en su trabajo: incluso en su casa, su familia, esa extensa familia de esposa, hijas, hermanas, cuñados, sobrinas. Raif Efendi no es nadie en ninguna parte. Leemos la novela con la sensación algo acongojante de que estamos bajo una incesante lluvia, un molesto chirimiri, y cuando entramos bajo techo simplemente sigue lloviendo dentro.

Pero Raif Efendi tuvo otra vida. Una vida que apenas duró unos meses, pero que servirá para alimentarse con su recuerdo todo el resto de su existencia. Transcurrió en Berlín. En ese Berlín fascinante, ruidoso, cosmopolita, de los años veinte. Sabahattin Ali lo conocía bien: Había estudiado allí él mismo a finales de esa década. Pero Raif, entonces un joven estudiante apocado, tímido, que arrastra los complejos de un chaval de provincias – provincias de la profunda Anatolia y sus olivares – no participa en esa vida ruidosa tampoco. No sabe. Se bebe el champán en silencio, esperando que termine de bailar, ligera de ropa, la cantante de cabaret, Maria Puder, su amor.

Cantante de cabaret porque de algo hay que vivir: Maria Puder es pintora. Hija de su tiempo: vive sola, sale de noche, se lleva a casa a los hombres que quiere, no se enamora. Raif, en cambio, no ha estado nunca con una mujer.

No, esto no es una historia sobre el conflicto cultural entre alemanes y turcos (no se fíe si en alguna solapa se lo quieren vender como “diálogo entre Oriente y Occidente”: es mentira). Cuando Raif se encierra en el cuartucho de su hostal, lee a Túrgueniev, a Alexandre Dumas, a Theodor Storm; el autoretrato de Maria Puder que le ha enamorado le recuerda a Cleopatra. No viene de una cultura diferente de la que tiene Maria. Nadie habla de religión en este libro, salvo para colocarse fuera de toda convención. Raif y Maria son ambos forasteros, y lo son de la misma sociedad, solo que cada uno a su manera, disparando o huyendo.

Maria Puder es hija de su tiempo: vive sola, se lleva a casa a los hombres que quiere, no se enamora

Y esa relación entre una pistolera emocional y un fugitivo del amor (o al revés) no es fácil. Amistad intentan llamarlo, atrapados ambos en el mismo laberinto de un mundo que no sabe nombrar cosas que se salgan de las normas. Pero son valientes, perseveran, podrían haber desembocado en un final feliz, si no fuera por. Esas cosas que ocurren fuera de nosotros mismos y a las que nos plegamos porque es nuestro deber. Con la esperanza siempre de que esto es un paréntesis, que en breve, que espérame que voy, que ya casi. Hasta que de repente la vida.

Sabahattin Ali fue uno escritor crítico de su época, censurado, encarcelado a ratos, compañero o mentor del gran Aziz Nesin en aventuras de revistas satíricas. La novela Madona con abrigo de piel apareció en 1942-43 por entregas en un diario, y se fue convirtiendo en un clásico admirado. “Maria es la mujer que todas queríamos ser” dijo mucho más tarde la hija del autor a la prensa, y debe de ser verdad: tecleen hoy el nombre de Maria Puder en un buscador de internet y saldrán decenas de fotografías de blanco y negro de una joven que le mirará a usted a la cara. La modelo siempre es otra, el personaje que creó el escritor ha tomado vida.

En 1948, al negársele pasaporte, Sabahattin Ali cruzó la frontera de Bulgaria como hoy lo hacen tantos miles de refugiados de todas partes. Lo mataron en el intento. Tenía 41 años. No se sabe dónde está enterrado. Ni adonde iba. Quizás quiso volver a Berlín para reecontrarse con la pintora.

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