Morabitismo


Marabut con árbol sagrado en la región de Marrakech (Marruecos) | © I.U.T. / M'Sur
Marabut con árbol sagrado en la región de Marrakech (Marruecos) | © I.U.T. / M’Sur

El conjunto de prácticas religiosas que aquí definimos como «morabitismo» (también conocido como marabutismo) no es un religión estandarizada. Sus seguidores normalmente no son conscientes de que se trata de una creencia distinta a la religión oficial dominante en su tierra, habitualmente el islam, aunque también se conservan restos de estas prácticas integradas en la religión cristiana.

El término morabitismo hace referencia al morabito, término que describe en el Magreb la tumba de una persona considerada santa (hombre o mujer). En su forma más simple, el culto consiste en acudir a una de estas tumbas para tocarla y así recibir la «baraka», o bendición, imaginada como una especie de corriente de fuerza que puede sanar a un enfermo, alejar la mala suerte o, especialmente en el caso de las mujeres, cumplir el deseo de tener hijos. Hay lugares donde en lugar de solo tocar el santuario se raspa un poco de tierra o arcilla del muro para poder llevarlo a casa o entregarlo a otras personas necesitadas de esta fuerza.

Santuario

La gran mayoría de los morabitos magrebíes son simples construcciones cuadradas con una cúpula octogonal, casi siempre encalada de blanco, y con un catafalco en el centro que simboliza la tumba de la persona enterrada en el lugar. No hay ningún elemento más, y el rito no está estandarizado; lo normal es entrar en la habitación y rezar en voz baja o de forma muda alguna oraci´ón; esta puede ser un verso del Corán, o simplemente alguna frase dirigida a Dios en el idioma propia; algo habitual en la población rural que no sabe leer ni conoce de memoria los rezos oficiales islámicos. Normalmente se rodea el catafalco y se termina la visita; en casos importantes, sin embargo, también es posible quedarse a dormir una noche bajo la cúpula. Los sueños que se tengan en esta noche cuentan como importante consejo o indicación para hallar el bienestar o la salud. Algunos morabitos grandes disponen de varias habitaciones para quienes acuden con este fin e incluso con alguna persona dedicada a la interpretación de los sueños.

Aunque en el morabito o cerca puede vivir en alguna ocasión un hombre o una mujer considerado venerable, el culto como tal nunca se profesa a una persona viva. Por otra parte, la tumba no es un elemento imprescindible para el morabitismo, ya que en algunos casos, el edificio no marca el lugar de entierro sino simplemente un sitio donde el santo o la santa pasó parte de su vida; en este caso no hay catafalco, pero la baraka es la misma. Y finalmente existen lugares con la misma función, que ni siquiera están marcados por un edificio: habitualmente cuevas, pero también árboles o fuentes. En muchos casos, el lugar está marcado por dos elementos, por ejemplo una tumba con cúpula con un árbol delante o una fuente cercana. Cuando hay un árbol es hábito colgar de las ramas algún tipo de tela o harapo, normalmente un trozo de vestimenta. El árbol es también sagrado y no se puede aprovechar para leña o pasto. A veces se guardan piedras entre las raíces del árbol a disposición de los enfermos, y es preciso frotar la parte afectada del cuerpo con el guijarro para sanar.

Algunos morabitos están «especializados» en la cura de dolencias determinadas. En Marruecos no faltan casos de santuarios a los que se les atribuye especial eficacia en curar enfermedades ginecológicas o facilitar la lactancia; en ellos es habitual ver bragas, sujetadores o piezas similares de ropa interior femenina atadas a las ramas. La infertilidad, que en la cultura patriarcal se achaca de forma rutinaria a una incapacidad de la mujer, es uno de los motivos más habituales para una visita a un santuario y a menudo, este peregrinaje, que la mujer hace sola y que incluye una noche en el santuario, surte efecto de una forma fácilmente comprensible, pero que la población acepta como «milagro» obrado por el santo. Algunos morabitos a los que acuden las recién casadas se hallan en la orilla del Atlántico, y las jóvenes deben bañarse en el a menudo revuelto mar, aguantando siete olas. Dado el peligro, est´á bien visto aceptar la ayuda de algún mozo local… En este aspecto, el morabitismo es una religión eminentemente práctica, que redunda en beneficio de la comunidad al facilitar, bajo fórmulas rituales, una convivencia restringida por los tabúes sexuales de la religión oficial.

Una vez al año, el santuario es destino de una romería, llamada músem en árabe. Esta congregación anual coincide en casi todos los puntos con la romería cristiana, aunque en el ámbito de dominio musulmán también tiene cierta importancia el sacrificio ritual de animales —ovejas o cabras— para preparar un ágape o comida festiva para todos los asistentes. También aquí, el aspecto social de encuentro, fiesta y vida social e incluso comercial domina claramente sobre el aspecto espirituar. Algunos de estos músem son tradicionalmente lugar de encuentro de jóvenes de ambos sexos que se prometen matrimonio y en Marruecos incluso podian dar lugar a uniones de pareja libres, solo bendecidas por la presencia (imaginada) del santo, sin necesidad de mayores formalidades, y esta unión podía deshacerse al cabo de un año en la misma romería, o bien reanudarse. Esta costumbre prácticamente ha desaparecido hacia finales del siglo XX.

Terminología

La palabra morabito deriva del árabe murabit ( مرابط ); no se trata de un diminutivo; también se usa la forma marabut, calco de la adaptación francesa del mismo término. Proviene de la raíz árabe R-B-T, que significa atar, unir en hatajo, e inicialmente describía un acuartelamiento de tropas, forma en la que dio lugar al nombre de la dinastía almorávide, que construía fortificaciones para acantonar a sus guerreros; luego pasó a significar la morada de un ermitaño. En tamazigh, el santuario se conoce como aguram.

En el lenguaje común en Marruecos de hoy, sin embargo, el término morabito no es de uso frecuente, ya que al propio lugar se le suele denominar simplemente con el nombre del santo o la santa, anteponiendo un Sidi (señor) cuando es hombre y Lal·la cuando es mujer, convirtiéndolo en topónimo. Aunque en numerosos casos existen leyendas de los milagros obrados por el personaje, en otros, la población no recuerda más que su nombre.

Fusión

Los ritos del marabutismo se hallan en prácticamente todo el Mediterráneo y grandes partes de Europa, en mayor o menor expresión, aunque siempre entendidas como una práctica asociada a otra religión formal, ya sea islam, cristianismo o judaísmo. Los colectivos judíos del Magreb y de Etiopía practican la hilula, una romería anual en torno a la tumba de un santo, un rito que no forma parte del judaísmo oficial.

También las romerías cristianas a ermitas aisladas expresan el mismo concepto, y en varios lugares de Europa se practicaban especialmente por parte de mujeres que pedían tener hijos (como relata el drama andaluz Yerma de Federico García Lorca). Sin embargo, en el ámbito cristiano, los rasgos del morabitismo se han fusionado tanto con la religión oficial, que las romerías en ermitas alejadas suelen incluir una misa oficiada por un cura. Por otra parte, el clero no ha dudado en incorporar elementos del morabitismo; en Portugal, España e Italia existen iglesias a las que los enfermos en busca de cura aportan exvotos, es decir figuritas de cera que reproducen el miembro afectado. Sin embargo, en 2010, las autoridades eclesiásticas prohibieron en 2010 un rito arcaico en la catedral de Santiago de Compostela: el hábito de colocar la mano en una oquedad de una de las columnas y darse un cabezazo contra la piedra, rito fundamental para muchos visitantes.

En Marruecos, morabitismo y religión oficial coexisten en gran medida sin solaparse. Aunque practicamente todos los practicantes del morabitismo se consideran musulmanes y creen que su devoción forma parte de la religión que llaman islam, al igual que los peregrinos en una romería católica se tienen por buenos cristianos, los ritos no se han fusionado. Quienes acuden regularmente al santuario local y participan anualmente en el músem, una festividad que transcurre sin rezos colectivos, a menudo nunca han visto el interior de un mezquita e ignoran las normas del rezo islámico, especialmente en el caso de las mujeres. Aún así, sus prácticas se suelen describir como «islam popular». Al no haber conciencia de la diferencia, obvia desde fuera, es imposible ofrecer estimaciones sobre el número de seguidores del morabitismo, pero se cuentan con certeza por millones.

La construcción de mezquitas por parte de las autoridades estatales en regiones que antes carecían de ellas y la difusión del islam, especialmente del islam salafista, mediante prédicas y programas de televisión hacen desaparecer progresivamente esta religión en el Magreb. En algunos países del norte de África es un proceso violento, con milicias islamistas destruyendo incluso con excavadoras los santuarios, como ha ocurrido en Libia.

Difusión

Aunque los morabitos son especialmente frecuentes, y fáciles de identificar por su forma casi estandarizada, en Marruecos y aún frecuentes y habituales en el resto del Magreb, la veneración de tumbas de «santos» se encuentra en prácticamente todos los países islámicos y está integrado en el culto musulmán tradicional. Un ejemplo conocido es la tumba de Juan Bautista en la mezquita omeya de Damasco. Aún más difundida es la costumbre de atar harapos o trozos de tela a las ramas de un árbol sagrado o simplemente cercano a un templo de cualquier religión, para pedir un deseo. Existen ejemplos no solo en los países de habla árabe sino también en toda Anatolia, en Crimea, en la cristiana Armenia … y, asociados al culto a la Virgen María en el norte de Francia, en Bélgica y sobre todo en Escocia e Irlanda, donde los árboles siempre están cerca de una fuente y se conocen como Clootie Wells.

En Turquía existe un caso de fusión entre morabitismo y cristianismo practicado por musulmanes: cada 23 de abril, día de San Jorge, miles de vecinos de Estambul acuden a la iglesia ortodoxa de San Jorge en la isla de Büyükada para encender una vela y, sobre todo, atar cintas o hilos de coser a los árboles cercanos o colocar terrones de azúcar en los muros para pedir un deseo. Las autoridades advierten que se prohíben tales costumbres, sin que hasta el momento se hayan erradicado.

También en los países de África occidental al sur del Sáhara, como Senegal, Mali o Burkina existe el término morabito o marabut, pero se distinge fundamentalmente del concepto magrebí en que la palabra en estos países describe a una persona viva, normalmente un hombre, de vida supuestamente espiritual e intachable, que ofrece consejo, puede predecir el futuro o tiene poderes curativos. Recibe donaciones de los fieles que acuden a él como autoridad. Esta veneración de personas vivas, a veces adaptado a la vida y la tecnología moderna, y no siempre fáciles de diferenciar de adivinos y charlatanes, se ha expandido también a Europa con la inmigración africana, pero no debe confundirse con el morabitismo magrebí, siempre asociado a un lugar determinado, no a una persona viva.

Magia

En las inmediaciones de algunos morabitos marroquíes, especialmente si se hallan en el ámbito urbano, también hay personas dedicadas a prácticas mágicas: echadoras de cartas, quiromantes, adivinos que emplean la geomancia o predicen el futuro del plomo fundido, fabricadores de amuletos con partes de animales disecados, expertas en preparar pociones mágicas para cualquier finalidad… Un lugar especialmente famoso es el mausoleo de Sidi Abderrahmán en una roca rodeada por el mar en la periferia occidental de Casablanca. Convertido en todo un complejo de habitáculos con numerosos magos y magas, es un destino popular para personas necesitadas de ayuda sobrenatural, no solo de las capas humildes de la sociedad.

Sin embargo, la magia, aunque a menudo asociada a un morabito, no es una parte esencial del morabitismo y en algunos aspectos se diferencia fundamentalmente de esta fe. En primer lugar porque la magia puede, si así se pide, hacer daño a una persona, algo inconcebible en el caso de la baraka que emana de un morabito. En segundo lugar, la magia siempre necesita a un intermediario que conozca los secretos de su aplicación, mientras que un morabito sana o protege por la fuerza del lugar, sin necesidad de conocer ningún rito y sin establecer jerarquías. Finalmente, la preparación de una poción o un amuleto tiene siempre un coste económico, dado que ser mago es un oficio que se aprende y se ejerce a cambio de un pago. La visita al morabito es siempre gratuita; es de buen tono, si se dispone de dinero, dejar una donación anónima en el cepillo destinado al mantenimiento del edificio, pero de ello no depende el resultado de la peregrinación.

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© MSur — Investigación y redacción: Ilya U. Topper — Feb 2024