Los disidentes del Vaticano

Darío Menor
Darío Menor
· 12 minutos
Misa en una iglesia italiana | © Alejandro Luque / M'Sur
Misa en una iglesia italiana | © Alejandro Luque / M’Sur

El celibato ya no es un tabú. El runrún que desde hace años se escucha en los círculos religiosos ha llegado hasta el Vaticano. En los últimos cuatro meses, importantes personalidades de la Iglesia Católica han reconocido que el celibato de los sacerdotes no es una cuestión dogmática, sino un asunto “disciplinar” que, como tal, puede ser revisado.

Entre los altos cargos eclesiásticos —todos cardenales— que encabezan esta corriente liberal están Robert Zollitsch, recién nombrado presidente de la Conferencia Episcopal de Alemania, Roger Etchegaray, vicedecano del Colegio Cardenalicio, y Cormac Murphy-O’Connor, primado de Inglaterra y Gales. Siguen el camino abierto hace casi un año y medio por el cardenal brasileño Claudio Hummes, prefecto de la Congregación para el Clero.

Poco antes de su nombramiento en este importante puesto del engranaje vaticano, Hummes levantó ampollas al afirmar que la Iglesia podía reflexionar sobre el celibato ya que era un tema “disciplinar”. Además, recordó, algunos de los apóstoles estuvieron casados. Aunque el cardenal brasileño trató luego de acallar la polémica asegurando que el matrimonio de los religiosos “no era una cuestión en el orden del día de las autoridades eclesiásticas”, sus declaraciones rompieron el tabú.

Este año, Robert Zollitsch reconoció en una entrevista con el semanario alemán Der Spiegel que “la ligazón entre ser sacerdote y célibe no es necesaria desde el punto de vista teológico” y que personalmente es “contrario a la prohibición a reflexionar” sobre este tema. Para poder permitir que los sacerdotes se casen, sería necesario convocar “un Concilio”, ya que se trata de un asunto que “incidiría mucho en la vida interna de la Iglesia”. “Sería una revolución que muchos no aceptarían”, reconoce.

«La ligazón entre ser sacerdote y célibe no es necesaria desde el punto de vista teológico»

Realidad africana

“El celibato se puede revisar. No es un dogma. Es posible buscar fórmulas para que un joven pueda casarse y recibir la ordenación sacerdotal”. El jesuita Josep María Benítez, profesor de la Universidad Pontificia Gregoriana, considera que no hay grandes impedimentos para que los sacerdotes puedan tener pareja. En sus años de docente ha conocido a algunos religiosos africanos que no cumplían con el voto de castidad que exige la Iglesia Católica. “Son alumnos a los que, cuando vuelven de estudiar en Roma, en su pueblo les espera una mujer con la que conviven y tienen hijos”.

La experiencia del padre Benítez es muy común en África, el continente al que, junto a Asia, la Santa Sede considera clave para la expansión del catolicismo. Según confiesan muchos religiosos, es difícil explicar a los africanos que para dedicarse a Dios hace falta renunciar a tener esposa e hijos. “Va contra la realidad social de estos países. Un hombre adulto de peso dentro de la comunidad debe estar casado. Lo contrario supone ir a contracorriente”, dice un sacerdote que prefiere mantener el anonimato.

Juan Rubio, director de la revista Vida Nueva, decana de las publicaciones religiosas, reconoce que “las Iglesias pujantes de estos países deberán hacer frente a esta realidad. Si el Vaticano sigue pretendiendo que crezcan deberá decidir qué hacer”.

«El celibato va contra la realidad social africana: un hombre de peso en la comunidad debe estar casado»

El celibato es difícil de explicar en América Latina, uno de los actuales pilares de la Iglesia Católica. “Allí las mujeres te dicen: ‘Venga, padrecito, que no pasa nada’”, reconoce un sacerdote. Hay aires de cambio: tras la declaración del cardenal Hummes, en febrero, el XII Encuentro Nacional de Presbíteros de Brasil, que representa a más de 18.000 sacerdotes de aquel país, pidió a la Santa Sede iniciar un debate para que el celibato sea una opción libre.

La difícil raigambre del celibato en África saltó a las portadas hace unos años con la excomunión del arzobispo zambiano Emmanuel Milingo. Además de celebrar exorcismos y ordenar obispos fuera de la autoridad de la Iglesia, Milingo promovió el matrimonio para los sacerdotes. Tras ser llamado al orden por Juan Pablo II, quien le impuso una penitencia, el arzobispo emérito de Lusaka siguió con su lucha contra el celibato con su agrupación Curas Casados Ya, que le costó la excomunión. En la actualidad vive en Estados Unidos, desde donde arremete contra la doctrina vaticana: afirma que “se debe restaurar el sacerdocio con matrimonio” y que el celibato ha causado “grandes daños” a la Iglesia.

Un influyente religioso español, que no quiere hacer público su nombre, reconoce que “muchos de los problemas actuales de la Iglesia se solucionarían si los sacerdotes pudieran mantener una vida sexual similar a la de cualquier otra persona. Ayudaría a que los curas tuviéramos un mayor equilibrio emocional, a que fuéramos personas más felices y, por tanto, realizáramos mejor nuestra labor pastoral”.

Según un conocedor de los seminarios españoles que prefiere mantenerse en el anonimato, el perfil de los candidatos a cura es “muy bajo. No hay apenas filtro y entra todo tipo de gente. Muchos son muchachos que huyen de la sociedad y encuentran acomodo en el seminario. Se trata de personas con unas grandes carencias afectivas, con poca madurez y sin valentía ante la vida”.

Homosexualidad

Pero pensar que aumentará el número de vocaciones porque se permita a los curas casarse es “muy simplista”, según Benítez. “En la Iglesia protestante también hay escasez de nuevos religiosos aunque los sacerdotes pueden optar al matrimonio”, explica.

El celibato no es el único punto de debate entre las corrientes reformistas de la Iglesia Católica. Zollitsch se muestra partidario a tender la mano a las uniones homosexuales, ya que constituyen “una realidad social”. “Si existen personas con esta predisposición, el Estado puede adoptar las oportunas reglamentaciones”, afirma, aclarando no obstante que, “como católico, considero equivocado el concepto de matrimonio homosexual”. La Conferencia de Presbíteros brasileña pidió a Roma abrir la mano con los católicos que quieren volver a casarse después de haberse separado.

Pero el cambio es visto con infinito recelo por la mayoría de los principales dirigentes de la Santa Sede. “Con Benedicto XVI es imposible que veamos grandes modificaciones en estos asuntos. Ni él ni su entorno están dispuestos. Pasarán bastantes años hasta que estas voces penetren en la jerarquía vaticana”, reconoce un influyente sacerdote que, pese a tachar de “conservador” al actual papa lo considera más abierto que su predecesor, Juan Pablo II.

Giovanni Maria Vian, director de L’Osservatore Romano, el diario de la Santa Sede, considera que sólo son “opiniones” las declaraciones de altos cargos eclesiásticos respecto a un celibato opcional. “No creo que haya cambios. Que alguien diga que se trata de un aspecto disciplinar y no dogmático no es nuevo. Hay que tener en cuenta el gran valor que significa el celibato, una práctica ligada a la Iglesia durante siglos”, explica.

La Iglesia Católica ya ha ordenado sacerdotes a antiguos pastores anglicanos casados y con hijos

Pese a que en los primeros años del cristianismo los sacerdotes no tenían que mantenerse célibes, tras el Concilio de Elvira, en el siglo IV, esta práctica pasó a ser obligatoria. Volvió a a ser debatida en el Concilio Vaticano II y en las conversaciones previas a algunos sínodos, aunque siempre se decidió mantenerla. “Se ha respetado porque garantiza la plena dedicación del sacerdote a la Iglesia y porque así se sigue el ejemplo de Cristo”, explica el profesor Benítez.

Rubio piensa que “no hay que tener miedo a plantear estos cambios con serenidad y diálogo”. El primer paso, en su opinión, debería ser permitir que hombres casados puedan ser ordenados sacerdotes. Según explica, es algo que ya está ocurriendo con los curas anglicanos que ingresan en la Iglesia Católica, aunque tengan mujer e hijos.

En España, un ejemplo se produjo hace dos años cuando el obispado de Tenerife ordenó sacerdote a un antiguo pastor anglicano casado y con dos hijas. “Con el ecumenismo, un fenómeno creciente, estos casos cada vez se darán más”, vaticina Rubio. Su opinión parece fundada, a tenor del empeño de Benedicto XVI, en conseguir un mayor acercamiento entre la Santa Sede y el resto de las ramas cristianas.

Eso sí, cuando Robert Zollitsch declaró que la Iglesia protestante era una Iglesia, aunque no en el sentido pleno de la palabra, recibió críticas de los grupos más conservadoras de los católicos alemanes. que quieren reservar este concepto a la de Roma.

Somos Iglesia

Quien sí expresó su apoyo a Zollitsch fue el movimiento católico de base Somos Iglesia, fundado en 1995 en Austria y hoy presente en más de 20 países. Celebró su elección al frente del sínodo alemán, pero teme que el cardenal no cuente con el respaldo de los demás prelados en sus opiniones.

Somos Iglesia va mucho más lejos en sus planteamientos reformistas que los altos cargos del Vaticano. Apuesta porque “la mujer y el hombre tengan la posibilidad de acceder en igualdad de derechos a cualquier ministerio al servicio de las comunidades”.En otras palabras, reivindica que las mujeres puedan decir misa. Además pide que se deje de considerar la sexualidad como un asunto negativo.
Los teólogos de referencia de este movimiento son el sacerdote suizo Hans Küng, de 80 años, al que el Vaticano retiró el derecho de la enseñanza en 1979, y el alemán Eugen Drewermann, suspendido de la función del sacerdocio desde 1992. Aunque también Drewermann se pronuncia contra el celibato, el motivo para la sanción máxima era otro: había puesto en duda la realidad biológica de la virginidad de María.

Drewermann fue suspendido por dudar de la realidad biológica de la virginidad de María

La coordinadora de Somos Iglesia en España, Raquel Mallavibarrena, no cree que las voces que en los últimos meses han planteado la cuestión del celibato indiquen un cambio en el Vaticano. “No es la primera vez que ocurre esto, hay que ser prudentes”, afirma. “Nosotros llevamos mucho tiempo pidiéndolo, pero no nos escuchan”. En su opinión, si en algún momento la Santa Sede decide revisar su postura sobre este asunto, podría comenzar un efecto dominó que también provocara cambios en el papel de la mujer y de los laicos en la Iglesia. “Iríamos hacia otro tipo de cura, que debería trabajar también fuera de la parroquia para mantener a su familia”, explica.

Lo mismo reivindican desde hace décadas los seguidores de la Teología de la Liberación, una corriente nacida en América Latina que aglutina el cristianismo con algunos preceptos marxistas. En una entrevista con La Clave, su principal ideólogo, Leonardo Boff —apartado de sus funciones por el Vaticano en 1984—, recordaba que “Jesús no quiso sólo una comunidad de apóstoles, sino una comunidad abierta”.

Romper el primer tabú

A diferencia de estos movimientos, considerados siempre por la Santa Sede secesionistas, peligrosos y alejados del Magisterio, las declaraciones de los últimos tiempos en relación a una posible reflexión sobre el celibato indican que existe una corriente interna en la jerarquía eclesiástica que no recela del cambio. Una vez derrocado el primer tabú, creen algunos sacerdotes, el debate sobre la posición de la mujer, el uso del condón, el divorcio o similares puntos polémicos —en la que la gran mayoría de los católicos no sigue las indicaciones de sus pastores— podría llegar pronto.

El Vaticano obligó por fax a la Conferencia Episcopal de Brasil a revocar el permiso del condón

Aún parece difícil mover un ápice las decisiones de Roma: en 2000, la Conferencia Episcopal de Brasil decidió oficialmente autorizar el uso del condón. El permiso duró un día, lo que el Vaticano tardó en mandar un fax y exigir la revocación de la decisión. Ésta, sin embargo, sigue siendo defendida por algunos prelados brasileños, como los obispos eméritos Pere Casaldáliga y Paulo Evaristo Arns.

Puede ser que el cambio se avecine de forma inexorable por la disminución de los religiosos. Tanto las corrientes críticas como las oficialistas coinciden en que el catolicismo necesita que los laicos ocupen un mayor espacio. Por esta vía podrían penetrar los cambios en la Iglesia. “Hay muchos trabajos que hacemos los religiosos que laicos formados los podrían desempeñar mucho mejor. Es el caso de los profesores de Religión”, afirma Rubio.

La Compañía de Jesús, una de las órdenes religiosas más influyentes de la Iglesia, lleva tiempo realizando esta práctica para poder continuar con todas sus actividades. El cardenal jesuita Urbano Navarrete, ex rector de la Universidad Pontifica Gregoriana, confirma que su congregación “prepara a laicos” para que se hagan cargo “de instituciones educativas e incluso de las universidades de la Compañía”.

Pese al inmovilismo que siempre se le achaca al Vaticano, hay indicios de que la renovación es posible. “Eppur si muove”.