Entrevista

Omar Faruk Tekbilek

«Espero que el arte no se vea afectado en el nombre de Dios»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 7 minutos
Omar Faruk Tekbilek | © Andonis Mamillos (Cedida)
Omar Faruk Tekbilek | © Andonis Mamillos (Cedida)

Lo primero que encuentra el público que va a los conciertos de Omar Faruk Tekbilek, antes incluso de que suene una sola nota, es una ancha y gozosa sonrisa. Para este músico turco, la música es un puente con el mundo a la vez que un vehículo directo a lo más hondo del alma humana.

Instalado desde hace tres décadas en Estados Unidos, Faruk siempre ha sabido rodearse de buenos aliados, como Brian Keane o Steve Shehan, que le han permitido conectarse con corrientes contemporáneas sin perder de vista su raíz. Su concepción de la música y de la vida queda perfectamente reflejada en su álbum The tree of patience (2005), donde contó con intérpretes de la talla de Enrique Morente, Arto Tuncboyaciyan, Ara Dinkjian, Steve Roach y Hansan Isakkut. De gira reciente por España, accedió a reflexionar sobre la esencia mediterránea.

Usted nació en una ciudad fronteriza, Adana, entre los viejos mundos bizantino e islámico. ¿Por qué cree que el conocimiento y la creatividad florecen alrededor de las fronteras, que suelen ser tan odiosas?

No todo el mundo que vive en una frontera odia a quien está del otro lado. Por el contrario, esa gente suele ser más abierta de mente y mira más allá para encontrar otros pueblos, precisamente porque están en vecindad con ellos. Yo siempre viví desde muy niño en una mezcla culturas, en Adana y también en Estambul, adonde me mudé con 15 años. Esa es la razón por la que cuento con músicos de todo el mundo: Bulgaria, Turquía, Israel, Estados Unidos, Grecia… Todos ellos tienen sitio en la música que quiero transmitir, incluso cuando mantengo siempre mis ritos, por supuesto.

¿Cómo recuerda el Estambul de los años 70, su música, su cultura, su sociedad, y que evolución cree que ha experimentado?

Fue realmente una época caliente para Turquía. En los 70, la población de Estambul empezó a crecer debido a la emigración del campo a la ciudad, en busca de trabajo en las múltiples fábricas que se abrieron. En ese momento, la música turca empezó a verse muy influenciada por la música arábiga. Yo estaba también en aquella movida, junto a mi hermano [Hadji], y fuimos muy criticados por ello. Los músicos tradicionales decían que estábamos arruinando la música turca. Pero la música arábiga también estaba en nuestros corazones, y prueba de ello es que sigue creciendo y desarrollándose: era algo más que una moda. Ahora están sucediendo muchas cosas en la música turca: hay música folklórica, religiosa orientada a la tradición sufi, música clásica turca y todos los nuevos estilos que surgen y viajan cada vez más alrededor del mundo.

¿Cuál fue la razón de que se marchara a Estados Unidos? ¿Y qué perdió y ganó con el cambio?

Me fui a los States en 1975. Yo ya hice una gira allí en 1971, en la que conocí a mi esposa, Suzan. Para mí, aquel primer tour fue una gran puerta en la que pude crecer profesionalmente como músico, y donde pude conocer un montón de culturas diferentes. Decidí instalarme y ensayar una nueva vida. Al principio pasé por momentos duros, tuve que trabajar en un taller de ropa y no lograba ganarme la vida como músico. Pero allí descubrí que lo más importante para un músico no es actuar, sino practicar cada día. Dejé muchas cosas en Turquía, pero por supuesto estoy siempre feliz de regresar. Mi madre y mis hermanos siguen viviendo allí…

Alguna vez ha dicho que el flamenco es muy similar a la música que ha escuchado en casa toda la vida. ¿Cómo explicaría esa similitud con medio continente de distancia? ¿Cuándo editó su disco Alif [con el guitarrista José Antonio Rodríguez] pudo confirmar esa sensación?

Por supuesto. Siempre me ha gustado el sonido de la guitarra flamenca, y el modo de cantar. Me encanta esa energía y esa pasión, que encaja perfectamente con mi música. Cuando vivía en Estambul escuchaba a Paco de Lucía muy a menudo. Para mí es uno de los grandes músicos del mundo, y me ha inspirado desde que era muy joven. Pienso en el concepto de música mediterránea. Creo que la gente del Mediterráneo tiene un sentido compartido de vivir el presente, día a día. Esa es la razón por la que conecto con el flamenco, aunque haya medio continente de por medio.

Hay muchas formas de entender el sufismo. ¿Podría explicar qué supone para usted? Como sufi, ¿identificaría su fe con el Islam, o como una forma de vida espiritual que no se adscribe en ninguna religión concreta?

Estudié para ser un sacerdote musulmán, aunque nunca terminé mis estudios, y gracias a Dios soy músico, de modo que puedo expresarme libremente. El sufismo es para mí una actitud, un camino para entender el mundo y la vida. Como quise transmitir en mi disco The tree of patience [El árbol de la paciencia], la paciencia consiste en ver el árbol crecer todos los días con el ejercicio, la actitud correcta, agua y dedicación. Y ahora nos estamos comiendo el fruto de ese árbol. Tan pronto como te quedes bloqueado y preocupado por lo que venga, empiezas a ver la vida como un problema y se termina en el caos. Pero apenas conjures esas cosas con silencio y meditación, todo se relaja y se vuelve sencillo de nuevo. El sufismo recuerda que Dios ama todas las cosas vivientes. Debemos tenerlo en cuenta, y más aún cuando surgen problemas. Esta creencia espiritual hace más sencillos de resolver los problemas que encaramos cada día.

¿Cree que hay libertad para el arte en Turquía? Hemos conocido casos como el de Orhan Pamuk, quien poco antes de ganar el Nobel fue acusado de “ofender a Turquía”, aunque luego los cargos fueron retirados. ¿Cómo se trabaja, se crea, bajo una coyuntura en la que uno puede ser juzgado por sus opiniones? ¿O los artistas no perciben allí esa forma de censura?

Lo más importante es creer en lo que haces y trabajar duro para sacarlo adelante. Siempre habrá gente a la que no le guste. Yo también he sido criticado por estar en contacto con muchísima gente de otros países que tenían conflictos entre sí, pero para mí nada de eso es relevante. La música es universal, va más allá de las fronteras, regiones y guerras, es el único lenguaje universal que existe, y siempre lo defenderé a ultranza.

Parece que en los últimos años en Turquía, un movimiento social de ‘vuelta al Islam’ está cobrando fuerza, como en todo el mundo musulmán. ¿Cree que puede suponer una restricción del progreso artístico poniendo el acento en las cuestiones morales y restringiendo ciertas manifestaciones artísticas?

Un musulman es alguien que supedita sus deseos a la voluntad de Dios. Espero que el arte y la creatividad no se vean afectados en nombre de Dios.