Reportaje

Por un puñado de dracmas

Clara Palma
Clara Palma
· 15 minutos
Café en Atenas (2012) | © Ilya U. Topper/M'Sur
Café en Atenas (2012) | © Ilya U. Topper/M’Sur

Un grupo de jubilados griegos charla y toma café en una terraza. Uno de ellos se levanta y se acerca a la barra para pagar. Hasta aquí todo normal: pero lo que saca de su cartera no es una moneda de un euro, sino un billete de 500 dracmas. La escena se desarrolla en Piyí Serón, una pequeña localidad del noreste de Grecia cuyos vecinos decidieron hace un año reintroducir en sus transacciones cotidianas la antigua moneda nacional. La población afirma estar encantada con el nuevo sistema: tres de cada cuatro paquetes de tabaco, asegura el vendedor del quiosco, no se pagan en euros.

¿Pasa la solución a la crisis griega por una vuelta al dracma? La cuestión de si la corbeta representada en la moneda de 1 dracma puede llevar al país de vuelta a la prosperidad, o si por el contrario supondría el naufragio de las últimas esperanzas de recuperación del país heleno parece difícil de dilucidar, incluso para los más ínclitos economistas. Las apelaciones a fórmulas de recuperación milagrosa, sumado al carácter pretendidamente objetivo e indiscutible de las argumentaciones económicas, han sumido a la opinión pública griega en el escepticismo hace ya largo tiempo.

 Las fórmulas de recuperación milagrosa han sumido a la opinión pública en el escepticismo

Por un abandono del euro abogan, no obstante, algunas formaciones políticas surgidas recientemente al calor del creciente descalabro económico que viven la sociedad. Partidos minoritarios como Dracma 5 Estrellas o el Frente Unitario Popular (EPAM), cuyas propuestas pretenden sentar las bases de una recuperación no sólo económica, sino social y democrática.

¿Cuáles serían las consecuencias reales del tan denostado retorno al dracma, tras el cual “ya nada tendría sentido” en palabras del primer ministro Andonis Samarás? Hay consenso en los efectos inmediatos: la moneda griega se devaluaría enormemente y tanto precios como salarios caerían muy por debajo del nivel europeo.

Puede ser benéfico, argumentan los defensores de este proceso: Grecia se convertiría en un país barato que atraería un enorme turismo. Ahora mismo, un café en Atenas cuesta más que en Berlín, y es fácil imaginar que las islas del Egeo duplicarían su atractivo si bajaran los precios a la mitad. Además, cualquier producto fabricado en Grecia tendría un coste muy debajo de la competencia y conquistaría los mercados europeos: subirían las exportaciones.

El salario medio actual tendría que multiplicarse por tres para cubrir las necesidades

A quien no le gustaría este efecto, evidentemente, son los países más industrializados de Europa – Alemania, Francia… – que perderían Grecia como mercado para sus productos: ningún griego podría ya pagar un producto ‘made in Germany’.

¿Es tan sencillo? No necesariamente. Porque aparte el sol y el agua del mar, Grecia tiene pocas materias primas locales, y evidentemente tendría que seguir pagando los mismos precios – que se convertirían en astronómicos para los niveles locales – para cualquier componente que necesite importar. Si las vacas están en Holanda, el precio del café con leche no bajaría tanto, pero pocos griegos podrían ya tomarse uno. Y esto destruiría empleo, más que crearlo.

Esta es la versión oficial: la devaluación de la moneda y la consiguiente inflación no solamente agravarían la situación de endeudamiento del Estado, sino que terminarían de hundir la economía. El resultado: una sociedad hecha trizas, al borde, si es que no en medio, de un colapso total.

“Pero si es que a estas consecuencias nos estamos enfrentando ya”, responde ofuscado Dimitris Kazakis, economista líder de EPAM, al ser interrogado sobre la segura devaluación. “Ya tenemos una devaluación interior. El salario medio tendría que multiplicarse por tres para cubrir las necesidades actuales, de manera que ya ha producido una devaluación, ya tenemos inflación, ya tenemos el problema del desempleo. De manera que pensar que la única solución es seguir el camino que nos ha llevado hasta aquí es una teoría suicida.”

Según Kazakis, además, una salida de la Eurozona de hecho ampliaría las posibilidades de establecimiento de lazos comerciales, libre el país de los dictados de Bruselas. La economía nacional podría ser levantada poco a poco, gracias a la nacionalización de la banca y la inversión en sectores productivos estratégicos. Todo ello, claro está, en el supuesto de que los acreedores aceptaran de alguna manera la declaración de “deuda odiosa”, fórmula empleada para designar la negativa a responsabilizarse por una deuda externa contraida por un gobierno ilegítimo.

De manera similar, el programa de Dracma 5 Estrellas, según explica Yanis Karamolengos, uno de los miembros de la Ejecutiva “parte de una quiebra controlada, seguida de una vuelta a la divisa nacional, que sería devaluada, y de una renegociación de la deuda a unos niveles del 50-70%”. Después, se trataría de regenerar la base productiva del país, manteniendo controlada la inflación.

Cinco Estrellas propone una quiebra controlada, devaluar la moneda y renegociar la deuda

Los resultados, según el político, consultor de negocios de profesión, se harían esperar de 4 a 14 meses. “La regeneración se produciría gradualmente, a la par que el desplazamiento del consumo hacia la producción interna y la orientación de ésta la exportación. En ese periodo crítico, habría que atender particularmente a las políticas sociales y a los más desfavorecidos.”

Para el representante de Dracma 5 Estrellas, se trata de “la única salida coherente, lógica y sistemática”, basada, según afirma, en las ideas de economistas de prestigio internacional, como Paul Krugman, Hans Werner Sinn, Marcello de Cecco, Zack Sapir o Kenneth Rogof. “Los demagogos son quienes critican sin haberse documentado”, añade “y generalmente son azuzados por aquellos que temen ver cómo la indignación de la gente se convierte en una fuerza organizada”.

Otros, como el prestigioso economista Yannis Varufakis, consideran que la onda expansiva de un Grexit -el nombre bajo el que se conoce la salida de Grecia de la Eurozona- tendría consecuencias devastadoras, siendo imposible una quiebra “controlada” u “ordenada”. Varufakis, conocido por sus simpatías de izquierdas y no precisamente sospechoso de querer allanar el camino a los intereses de la Troika, habla de un masivo éxodo de capitales, de colas ante los cajeros y de gente tratando desesperadamente de cruzar las fronteras con su efectivo. Los bancos se verían obligados a cerrar indefinidamente, y la economía de toda la Eurozona se vería gravemente comprometida, en medio de un clima de pánico y confusión generalizados.

Dracma y democracia

Los cientos de voluntarios que se afanan en la organización del 2º Congreso Nacional de EPAM, en cambio, están convencidos de que la deliberada y voluntaria salida del euro debería ir unida a un proceso de refundación democrática. Representantes de los núcleos locales de todo el país se dieron cita en Atenas a primeros de junio para debatir nuevas estrategias y posicionamientos para la organización, fundada dos años atrás.

EPAM quiere cancelar la deuda de Grecia unilateralmente y redactar una nueva Constitución

En medio de la febril actividad reinante en el gran teatro que acoge el evento, Thanassis Laskaratos, miembro de la Ejecutiva, explica en líneas generales el programa del partido. “EPAM toma su nombre del frente que se creó para combatir a la ocupación nazi. El propósito es unirnos, tanto las personas de izquierdas como las de derechas, en una situación de emergencia y entorno a una serie de mínimos. Así, nuestros principales objetivos serían la salida de la eurozona, la cancelación unilateral de la deuda (como en Ecuador, en Islandia o como intentó hacer Kirchner en Argentina) y la redacción de una nueva Constitución.”

Para Laskaratos, intérprete de profesión y sin experiencia política previa a su ingreso en EPAM, es la deuda la que está en la raíz de todos los males del país. Una deuda contraída ilegítimamente y que requiere de una actuación radical, “ya que los tratados que ha firmado el Parlamento en Grecia [con la Troika] se han convertido en parte del derecho nacional. Aunque quisiéramos, no podríamos contravenirlos, por lo que se vuelve necesario cambiar de Constitución y romper con la continuidad del Estado, llevando a juicio a los miembros del Gobierno responsables de la situación actual”.

Sin embargo, lamenta Laskaratos, “los medios no hacen más que repetir que no hay salvación fuera del euro. Por otra parte, la izquierda oficial, como el Partido Comunista (KKE) o Syriza, se mantiene ambigua». «Hablan de democracia, de cuestiones abstractas o secundarias… pero no dicen que los problemas son la deuda, el euro y la Constitución actual. Son los ciudadanos sencillos los que deben unirse, como en la Revolución Francesa. No podemos esperar nada de los políticos tradicionales, que son los que nos han traído hasta aquí”, concluye Laskaratos, que envía un mensaje para España: “Queremos transmitiros esta misma idea, porque si os dividís y os llamáis catalanes o vascos, comunistas, anarquistas o de derechas… os estáis arriesgando a perder vuestro país, como nos ha ocurrido a nosotros”.

Sin embargo, el propio Frente Popular Unitario encuentra dificultades para colaborar con el resto de partidos minoritarios que abogan por la salida de la Eurozona. A Plan B, fundado por Alekos Alavanos, exparlamentario de Syriza, lo acusan de oportunismo y de ser poco inclusivo. Y la figura de Theodoros Katsanevas, líder de Dracma Movimiento Democrático 5 Estrellas, se presta al vapuleo, por su carácter de exdiputado del partido PASOK y yerno del denostado Yorgos Papandreu, líder de esta formación socialista que desde hace décadas se reparte el poder con el partido conservador Nueva Democracia, con el que ahora forma coalición.

Proponen formar una zona sin euro entre Grecia, España, Italia, Portugal y Chipre

La formación no pretende emular únicamente el nombre del partido de Beppe Grillo en Italia. Los objetivos representados por las cinco estrellas hacen referencia a la regeneración económica -rechazo al rescate, vuelta al dracma, crecimiento independiente-, pero también a lo que se denomina “dignidad nacional y justicia social” o “socialismo patriótico de rostro humano”.

La regeneración, explica Yannis Karamolengos, miembro de la Ejecutiva del partido, debe pasar por una democratización y descentralización genuinas. “Anteponemos el interés general de la nación al corporativismo, valorando el esfuerzo colectivo, la transparencia, la meritocracia y la responsabilidad personal”, señala. En su detallado programa, el partido se compromete también a introducir controles para combatir la corrupción y mecanismos para agilizar el funcionamiento de la administración y para garantizar la renovación institucional.

No faltan propuestas a nivel internacional, como la salida de la Eurozona y el retorno a sus respectivas monedas también para Italia, Chipre, España y Portugal. Estos países son invitados a formar una zona económica autónoma junto con Grecia, por medio de alianzas comerciales y políticas comunes en materia económica. Según el programa de Dracma 5 Estrellas los estados se apoyarían unos a otros “en la negociación de la deuda con los acreedores y la creación de planes de crecimiento y empleo”.

¿Grandes remedios?

Un 42% de los griegos son euroescépticos, pero pocos votarían por el ‘Grexit’

Según los últimos sondeos de Gallup y de Public Issue un 42% de los griegos son euroescépticos, es decir, no se declaran contrarios a una salida del euro. Pero esto dista mucho de implicar un convencimiento activo, que les pueda llevar a apostar electoralmente por esta arriesgada opción. Los llamativos carteles, incluso con euros ensangrentados y calaveras, que empapelan los muros de Atenas contrastan con la indiferencia de la mayoría, a la que las preocupaciones del día a día impiden ir más allá de la rabia contra el Gobierno y la vaga esperanza de que no hay mal que cien años dure.

“La gente no tiene información, ni puede permitirse el lujo de pensar en soluciones si están forzados a pensar sólo en la supervivencia”, argumenta Laskaratos. Así que EPAM despliega una importante labor propagandística, no sólo a través de conferencias y giras por barrios y provincias, y entrevistas en radio y televisión cada vez que la ocasión lo permite, sino a través de su presencia en todo tipo de protestas sociales. Sus banderas no faltan ni en la ocupación de la radiotelevisión pública ni en ninguna de las manifestaciones de funcionarios que semanalmente recorren las calles de Atenas. Allí, su compromiso es respetado, de manera que no se les margina aún cuando sus planteamientos no convenzan en demasía.

En resumidas cuentas, parece poco probable que cualquiera de las formaciones que reivindican como principal objetivo una salida del euro obtenga en las próximos comicios el 3% necesario para entrar en el Parlamento. Según señala Thanasis Laskaratos, “y aunque lo hubiéramos superado en las últimas elecciones, el mismo día habríamos dimitido, ya que se trata de un Parlamento ilegal.” EPAM no se puede contentar con menos que una amplia mayoría, resultado que lo legitimaría a iniciar un proceso constituyente.

Para Omiros Tsápalos, un analista cercano a Nueva Democracia, la paulatina mejora de la situación económica hará que los ciudadanos se alejen cada vez más de “las voces populistas o nacionalistas”. Asegura que se trata de formaciones “dirigidos por políticos frustrados, que únicamente buscan su propio interés. Según el clima económico vaya cambiando a mejor, más les costará a los partidos antieuropeos entrar en el Parlamento.”

«Si las políticas actuales siguen, no sólo colapsará el bipartidismo sino todo el sistema»

Aún así, concede, la sociedad griega está sufriendo una transformación política que implica el fin del vigente sistema bipartidista y los gobiernos de coalición probablemente serán la regla durante los próximos años.

En el extremo opuesto del espectro ideológico, el politólogo Anastasios Sirianós observa la necesidad de tener en cuenta tres factores a la hora de explicar el escaso éxito de los partidos anti-euro: “La reciente creación de dichos partidos, la propaganda gubernamental acerca del desastre que sería para Grecia una salida del euro, y la dracmofobia que han difundido los medios.” Estos condicionantes no están cambiando significativamente, aparte de no constituir los únicos obstáculos para estas formaciones.

“Tienen aún un largo camino que recorrer en términos de su propia organización y comprensión entre ellos, antes de poder forjar un frente unificado que se comunique de manera efectiva y a gran escala con la ciudadanía para entrar en el Parlamento”, vaticina Sirianós. De todas maneras, concluye, en el caso de que el Gobierno prosiga con sus actuales políticas, “es probable que pronto no hablemos de un colapso del bipartidismo, sino del del sistema político en su conjunto.”

Un retorno a la dracma permitiría a Grecia, al menos, gestionar la propia miseria

La etimología de la palabra dracma procede del griego antiguo drattomai, “yo agarro, cojo un puñado”. En cierto sentido, un retorno a la moneda nacional brindaría a los griegos la oportunidad de tomar el control de una economía que ahora mismo se les escapa de las manos, aunque fuera con el sólo propósito de gestionar su propia miseria. Las consecuencias de semejante acontecimiento, sin embargo, parecen difíciles de prever, ya que la multiplicidad de intereses en juego compromete la posibilidad de contemplar la economía como ciencia y no como forma de hacer política.

La complejidad de la situación no invita precisamente al optimismo, así como el entusiasmo de los voluntarios del EPAM o de los habitantes de Piyí Serón no parece propenso a contagiarse rápidamente al grueso de la población griega. En el citado pueblo, los jubilados, al cobrar su pensión, la cambian a dracmas, con la ilusión de mantener las monedas más “agarradas” al transformar 400 € en 200.000 Δρχ. Todos los comercios las aceptan, ya que luego el tendero puede usarlas para comprar el pan o echar gasolina. Sin embargo, la electricidad o los impuestos, como es obvio, se siguen pagando con la divisa europea. Las -escasas- consecuencias del cambio de unidad monetaria a nivel local no se pueden traladar sin más a la escala macroeconómica. Sea como fuere, sólo el tiempo tiene la respuesta con respecto al futuro del dracma…

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