Reportaje

Milicias cristianas junto a Hizbulá

Ethel Bonet
Ethel Bonet
· 8 minutos

 

Retrato de Akel, militar retirado de patrulla en Ras Baalbek | ©  Diego Ibarra Sánchez
Retrato de Akel, militar retirado que patrulla Ras Baalbek contra ISIL | © Diego Ibarra Sánchez

 

Ras Baalbek (Líbano) | Diciembre 2014

A unos trece kilómetros de la frontera con Siria se encuentra Ras Baalbek, la mayor localidad cristiana del valle de la Bekaa, feudo de la milicia chií Hizbulá. Sólo un par de puestos de control del Ejército libanés y varios retenes de voluntarios civiles separan la localidad de las montañas de Qalamoun. Este inmensa cordillera es la frontera natural que delimita Siria e Líbano, sin que haya control sobre el borde.

Joseph, cristiano ortodoxo, lleva vestimenta militar aunque pertenece a una patrulla de Defensa civil. Hace varios años terminó el servicio y utiliza su uniforme para patrullar la desértica zona exterior de Ras Baalbek.

«Reclutamos a voluntarios y militares retirados del Ejército a los que pagamos su gasolina, el transporte y la comida, pero eso es todo”, indica el cabecilla del grupo. “Aquí todo el mundo tiene su propia arma y sabemos como luchar tras 15 años de guerra civil”, indica con cierto tono fanfarrón, aunque reconoce que una pistola no es suficiente para protegerse de los yihadistas.

“Aquí todo el mundo tiene su propia arma y sabemos como luchar tras 15 años de guerra civil”

Por ese motivo, los vecinos de esta localidad cristiana se han unido a Hizbulá, formando grupos de vigilancia para dar parte a las fuerzas de seguridad de cualquier movimiento de combatientes islamistas en la zona. Entre los aliados cristianos de la milicia chií se encuentran el Partido Social Nacionalista Sirio y el Movimiento Patriótico Libre del general Michel Aoun.

A cambio de su colaboración, las autoridades locales le han dado a Joseph una pequeña granja, que pasa casi inadvertida ante la inmensidad del paisaje. Las montañas que se divisan son el paso de entrada desde Siria al Líbano y, al no haber una frontera establecida, los contrabandistas y los grupos yihadistas cruzan inadvertidos por los controles de las autoridades libanesas.

“Tanto los combatientes del Estado Islámico como los del Frente Nusra, (filial de Al Qaeda en Siria) usan las montañas para pasar. La situación ha empeorado desde la ofensiva de Arsal. El ejército está haciendo todo lo que puede. Pero no es suficiente. Por eso les estamos ayudando”, explica Joseph.

A continuación enseña un agujero en el espejo retrovisor de su coche. “Por aquí entró metralla después de que los yihadistas lanzaran un par de cohetes desde los alto de la montaña. Los combatientes del Estado Islámico y el Frente Nusra se replegaron huyendo de la ofensiva de las fuerzas de Bashar Asad y ahora están arrinconados en estas montañas”, advierte.

Un tío y un sobrino de Joseph fueron secuestrados por combatientes yihadistas pero liberados tras un rescate

La inseguridad reina en el valle de la Bekaa y los vecinos han decidido formar sus propias patrullas ciudadanas para resguardar sus pueblos. “Protegemos el 90 por ciento de la población con nuestras patrullas. Aún así, hay zonas que quedan fuera del alcance de las unidades de patrulla y sigue habiendo incidentes de seguridad que continúan amenazando la aldea”, insiste el miliciano cristiano.

Un tío y un sobrino de Joseph fueron secuestrados hace un par de meses por combatientes yihadistas. “ Gracias a mis vecinos conseguimos pagar el rescate de 30. 000 dólares para la liberación de mi tío. Con mi sobrino tuvimos más suerte porque el jeque Mustafá Hujeiri intercedió y le liberaron gratis”, indica este miembro de la defensa civil.

El jeque radical, conocido también por el nombre de Abu Taqiye, dirige una mezquita nueva a la entrada de Arsal, y, según el Ejército, mantiene lazos con los yihadistas, por lo que ahora está buscado por las fuerzas de seguridad.

Josh Nasrala, otro voluntario de la defensa civil, es dueño de una fábrica de muebles. Hace un par de meses, relata, “unos 35 hombres armados aparecieron en el pueblo. Unos venían de Arsal y otros de Siria. Tres trabajadores sirios que estaban durmiendo en la fábrica fueron secuestrados y después de 3 días, con la ayuda de los vecinos, los liberaron sin pagar rescate. Una vez en libertad, volvieron a Siria”.

“Conozco a casi el 80 por ciento de los habitantes de Arsal. Son buena gente. Seguimos hacienda negocio con ellos. Pero en los últimos meses hemos visto como se ha deteriorado la situación”, advierte.

La relación con los sirios se ha tensado bastante debido a la inseguridad y en muchas las aldeas de la Bekaa se ha impuesto el toque de queda a los refugiados.

Abdel Karim Raed nos recibe en su casa: un espacio diáfano, sin apenas muebles y una gran alfombra que cubre el suelo, donde toda la familia se reúne para comer mientras ven la televisión. Hace tres años huyeron de Homs. La guerra les arrebató todas sus pertenencias.

“Dejé Siria viendo como Bashar Asad bombardeaba mi ciudad con barriles de TNT. Crucé la frontera con mi familia y gracias a los vecinos de la Ras Baalbek hemos podido tirar hacia delante”, explica este refugiado, aunque ahora vivir allí es muy difícil para los refugiados sirios.

“Es complicado. No podemos salir a partir de las 6 de la tarde. Los sirios tenemos toque de queda. Tras los problemas en Arsal la situación se ha tensado mucho”, lamenta Abdel Karim.

“No podemos salir a partir de las 6 de la tarde. Los sirios tenemos toque de queda» lamenta un refugiado

La localidad fronteriza de Arsal se ha trasformado en la madriguera de cientos de yihadistas del Frente Nusra y el Estado Islámico, que están atrapados sin poder regresar a Siria por las operaciones militares del régimen de Damasco, apoyado por Hizbulá, en las vecinas montañas de Qalamoun.

Los yihadistas que resistían en las montañas no encontraron otra salida que Arsal, convertida en una pequeña Siria, ya que la población de refugiados es cuatro veces superior a la local.

Este oasis suní en el feudo oriental de Hizbula ha servido de apoyo crucial para el rearme y el descanso de los combatientes islamistas antes de regresar a la batalla. Debido a su condición especial, al ser una localidad de mayoría suni, guarda una estrecha relación con los rebeldes sirios. Hasta hace unos meses, el Ejército libanés se mantenía al margen para no levantar discordia entre la comunidad suní y la chií.

Varios soldados y policías libaneses siguen secuestrados en algún remoto lugar cerca de la frontera Siria

La situación allí se ha vuelto tan peligrosa que escapa al control de las autoridades libanesas. En el mes de agosto, el Ejército lanzó una operación contra los yihadistas que duró una semana y se saldo con cerca de medio centenar de muertos (entre combatientes y refugiados sirios) y una treintena de desaparecidos de las fuerza de seguridad libanesas. A día de hoy los soldados y policías libaneses siguen secuestrados en algún remoto lugar cerca de la frontera Siria y los familiares desesperados le han dado un ultimátum al Gobierno de Beirut para que acelere la liberación.

Los tentáculos del Estado Islámico y el Frente Nusra se extienden hasta la portuaria localidad de Trípoli, la segunda ciudad más grande del Líbano. El pasado mes de diciembre, el reducto islamista de Trípoli volvió a ser escenario de encarnizados combates entre el Ejército libanés y las milicias yihadistas con un saldo de 42 muertos.

Tras cuatro día de ofensiva las fuerzas especiales, apoyadas por helicópteros de combate, tomaron la mezquita Abdulá bin Masud, sede principal de los yihadistas en el barrio salafista de Bab al Tabaneh. Desde esta mezquita, afín al Frente Nursa, los clérigos radicales Shadi Maulaui y Usama Mansur reclutaban y dirigían a las milicias yihadistas en el norte del Líbano.

La guerra de Siria ha ahondado las diferencias entre los grupos políticos en Líbano, donde la división entre suníes y chiíes sigue fracturando el país y paralizando los sucesivos gobiernos desde la guerra civil (1975-1990). El poder fáctico más fuerte del país es el partido-milicia Hizbulá, chií, netamente aliado con el régimen de Bashar Asad en Siria, pero el Gobierno se mantiene neutral y el bloque suní no oculta su simpatía por los rebeldes sirios, aunque se desvincula de los grupúsculos de islamistas suníes radicales que intentan creer sus propias milicias alrededor de algunas mezquitas y barrios en Sidón o Trípoli.

Los cristianos, por su parte, están divididos: si bien una parte importante, liderados por la familia Gemayel y el antiguo ‘señor de la guerra’ Samir Geagea, hace causa común con los suníes, el exgeneral Michel Aoun, que encabeza el sector más laico de la población cristiana, se ha aliado con Hizbulá y, en consecuencia, con su antiguo archienemigo, el régimen sirio.

¿Te ha interesado este reportaje?

Puedes ayudarnos a seguir trabajando

Donación únicaQuiero ser socia



manos