Crítica

Sonidos de San José

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 3 minutos
josele-marventana
Niño Josele
El mar de mi ventana

Pasé una semana en San José, en el almeriense cabo de Gata, sin saber que al mismo tiempo, quizá a unas calles de donde me alojaba, se estaba gestando un nuevo disco de Niño Josele. Recuerdo que una semana antes el temporal había azotado con saña el pueblo, dejando ahora una atmósfera limpia, perfumada de flores y de salitre… y una no menos beneficiosa ausencia de turistas, temerosos quizá de que una nueva ventolera arruinara sus vacaciones. No puedo escuchar El mar de mi ventana sin evocar aquellos días serenos, desde las mañanas de lectura al sol a los atardeceres en la ensenada de Mónsul. Todo resuena para mí en estos nueve cortes, obra de uno de los mejores guitarristas del panorama flamenco actual.

La soleá a guitarra sola que abre y da título al álbum es un tributo a Enrique Morente, una figura que sobrevuela, en cierto modo, todo el disco: el disco de alguien perteneciente a una dinastía cantaora y cantaor él también, aunque sea a través de sus seis cuerdas. A mi compadre Antonio viene asistida por Tomatito y dedicada a Chick Corea. Una bulería de enorme fuerza, llena de sabor y de fantasía, como lo es también Dulce canastera, con un Carles Benavent y un Duquende pletóricos.

La soleá del título es un tributo a Enrique Morente, una figura que sobrevuela todo el disco

Los tangos Luna mora revelan otra de las presencias constantes del disco, la alargada y casi ineludible sombra de Paco de Lucía, que aparece en persona y sonanta en la rumba Caribeña. Rumba dulce, deslumbrante por momentos, donde se percibe cierta tensión entre las guitarras flamencas y la base rítmica formada por Alain Pérez al bajo y Yuri Nogueira a la percusión. Esta balanza de fuerzas se rompe en cambio en Válgame asere, que en cierto modo nos saca de la atmósfera jonda a fuerza de metales y tumbaos. Todavía reserva el repertorio una tercera rumba –demasiadas, pensarán algunos–, la titulada Cabo de Gata, muy acompasada, que supone un regreso a la casa del flamenco, una irrefutable prueba de adn.

Los tangos Granada enamora, con los hijos de Morente (José Enrique, Soleá y Estrella) en las voces, se antoja por su carácter pegadizo ideal para ilustrar una campaña turística de la ciudad de la Alhambra. Para terminar aparece esa minera, Alcazaba de Almería, parece un intento de resarcir a los aficionados de las eventuales concesiones comerciales del disco, y demostrar –por si cupiera duda– la flamencura de su artífice.

En definitiva, un repertorio algo descompensado a favor de los palos fiesteros, tal vez demasiado impregnado de las aventuras que Niño Josele ha vivido en otros territorios musicales. O tal vez el resultado de aquellos días almerienses de hace cuatro años, cuando los vientos barrieron todas las nubes y dejaron San José convertido en un remanso de placidez e inspiración.

¿Te ha gustado esta reseña?

Puedes colaborar con nuestros autores. Elige tu aportación